Annus mirabilis: “El yermo”

La tradición de la literatura en lengua inglesa guarda ciertas fechas como si fueran tesoros: 1600, el año de la composición y primera representación de Hamlet; 1819, el año en que John Keats escribió cinco de sus seis grandes odas en una carrera contra la muerte; 1855, el año de la primera edición de Hojas de hierba, de Walt Whitman, entre algunas otras efemérides igualmente significativas. Pero quizá ninguna se merece tanto como 1922 el honor de llamarse annus mirabilis, “el año de las maravillas”. Debido quizá al espíritu de los tiempos, quizá a la exigencia de una renovación formal como resultado de la Gran Guerra, el año de 1922 vio surgir, de modo prácticamente simultáneo, las obras cumbre de la vanguardia angloamericana, en particular “El yermo” de T. S. Eliot, el Ulises de James Joyce y La habitación de Jacob de Virginia Woolf. Todos ellos son trabajos de extraordinaria ambición, de experimentalismo radical en términos estéticos y, sobre todo, de una influencia incalculable en el devenir de la literatura de occidente. Este año en que se celebra el centenario de su publicación, y a lo largo de cuatro entregas, Otros Diálogos conmemora el mérito artístico y la trascendencia cultural de estas magna opera con expertas traducciones realizadas justamente para ser leídas a la luz de nuestros tiempos.

 

T. S. ELIOT / TRADUCCIÓN DE MARIO MURGIA*

 


 

De “El yermo”

 

II. Una partida de ajedrez

La silla en que estaba sentada, cual bruñido trono,
refulgía sobre el mármol, donde el espejo
sostenido en postes forjados de uva y viña
de los que un Cupido áureo se asomaba
(otro escondía los ojos tras un ala)
duplicaba las flamas de candelabros de siete brazos
derramando luz sobre la mesa, mientras
el brillo de sus joyas alzábase a su encuentro,
efluvio exuberante de estuches satinados;
en frascos de marfil y vidrio policromo,
destapados, rondaban sus raros perfumes sintéticos:
ungüento, polvo o líquido… turbados, confusos
y ahogados los sentidos en aromas; agitados por el aire
que soplaba fresco desde la ventana, ascendían
a engrosar las largas flamas de las velas,
arrojaban humo hacia el laqueario,
avivando los diseños del techo artesonado.
Vasta leña reflotada, nutrida por el cobre,
naranja y verde ardía, enmarcada por la piedra colorida,
en cuya triste luz nadaba el labrado de un delfín.
Sobre el marco de la antigua la chimenea se mostraba,
cual si diera una ventana a la silvana escena,
la conversión de Filomela, por el bárbaro monarca
a la fuerza poseída; mas llenaba el ruiseñor
el desierto entero con cantos inviolables,
y aún ella gritaba y aún el mundo hostiga,
“chuí chuí” para todo oído inmundo.
Y otros muñones secos de tiempo
se narraban en los muros; caras observantes
se asomaban inclinadas, acallando el confín del aposento.
Se oyeron pasos en la escalera.
Bajo la luz del fuego, bajo el cepillo, su pelo
se extendió en puntas flamígeras,
de su brillo hizo palabras y luego, salvaje, descansó.

“Estoy mala de los nervios esta noche. Sí, mala. Quédate conmigo.
Habla conmigo. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
¿En qué estás pensando? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé qué estás pensando. Piensa”.

Creo que estamos en el callejón de las ratas
donde los hombres muertos perdieron los huesos.

“¿Qué es ese ruido?”.

El viento bajo la puerta.

“¿Y ahora qué es ese ruido? ¿Qué está haciendo el viento?”.

Nada otra vez nada.

“No

sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
nada?”.

Recuerdo que
son perlas ya lo que sus ojos fueran.

“¿Estás vivo o no? ¿No tienes nada en la cabeza?”.

Pero

Ayyy esa copla shakesperiana…
qué elegante
qué inteligente

“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?
Saldré corriendo como estoy y caminaré por la calle
con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Qué vamos a hacer jamás?”.

El agua caliente a las diez.

Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando los ojos sin párpados y esperando que alguien toque la puerta.

Cuando al marido de Lil le dieron licencia, le dije…
No tuve pelos en la lengua, directo se lo dije a ella,
apúrense por favor ya es hora
Ya que Albert va a regresar, ponte tantito guapa.
Va a querer que le digas qué hiciste con el dinero que te dio
para que te hicieras unos dientes. Sí te lo dio, yo estaba ahí.
Sácatelos todos, Lil, y consíguete unos buenos,
te dijo, te lo juro que no aguanto verte.
Ni yo tampoco, le dije, y piensa en el pobre de Albert,
ha estado en el ejército cuatro años, quiere divertirse,
y si tú no le das eso, otras se lo van a dar, le dije.
¿Ah, tú crees?, me dijo ella. Seguro que sí, le dije.
Pues ya sé a quién agradecerle, me dijo, y se me queda viendo.
apúrense por favor ya es hora
Pues si no te parece, tú sabrás, le dije.
Ya habrá otras que le hagan el favor si tú no quieres.
Pero si Albert se te va, no ha de ser porque no te avisé.
Habría de darte vergüenza verte tan anticuada, le dije.
(Y nomás tenía treintaiún años).
Qué quieres que haga, me dijo, y me puso cara larga.
Son las pastillas que me tomé para echarlo, me dijo.
(Ya ha tenido cinco, y casi se muere con George, el chico).
El farmacéutico me dijo que iba a estar bien, pero ya no me siento igual.
Eres bien tonta, le dije.
Bueno, pues si Albert no te quiere dejar en paz, ni modo, le dije,
¿para qué te casas si no quieres hijos?
apúrense por favor ya es hora
Bueno, ese domingo Albert regresó; tenían jamón cocido
y me invitaron a comer, a que lo disfrutara caliente…
apúrense por favor ya es hora
apúrense por favor ya es hora
Buenas, Bill. Buenas, Lou. Buenas, May. Buenas.
Adiosito. Buenas. Buenas.
Buenas noches, señoras, buenas noches, lindas señoras, buenas noches, buenas noches.

 


 

* T. S. Eliot fue una de las figuras cardinales de la vanguardia en lengua inglesa. Poeta, ensayista, dramaturgo, editor y crítico literario, escribió, entre muchos otros, los poemas “La canción de amor de J. Alfred Prufrock”, “El yermo”, “Los hombres vacíos”, “Miércoles de ceniza”, los Cuatro cuartetos y el fecundo ensayo “Lo clásico y el talento individual”. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1948.

Mario Murgia es profesor de Literatura Inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y colaborador frecuente en Otros Diálogos. Entre sus títulos destacan Singularly Remote. Essays on Poetries (MadHat Press, 2018) y El mundo perdone. Antología poética (Alios Ventos Ediciones, 2020). Es también coeditor del volumen Global Milton and Visual Arts (Lexington Books, 2021).