Víctor L. Urquidi y el nuevo concepto de América Latina en la posguerra

Este año se cumplen cien del nacimiento de Víctor L. Urquidi. En este ensayo, Carlos Marichal nos ofrece una semblanza de quien fuera uno de los economistas más notables de México, funcionario gubernamental y presidente de El Colegio de México, pero también se asoma a los resortes más íntimos de su incansable actividad nacional e internacional.

 

CARLOS MARICHAL*

 


 

Apenas un mes antes de su fallecimiento, en agosto de 2004, Víctor Urquidi dio su último discurso en la Sala Alfonso Reyes ante la comunidad de El Colegio de México. Todos los presentes sabíamos que estaba enfermo, aunque quizá no estábamos conscientes de la gravedad. Don Víctor estaba sentado en primera fila y, cuando le tocó el turno, se levantó con alguna dificultad, pero caminó con paso firme al micrófono y sacó de su bolsillo una tarjetita. Comenzó a hablar de manera muy directa y concisa, y nos dijo que él siempre había tenido una visión abierta al mundo porque se había criado en una familia de diplomáticos, y que siempre había considerado de suma importancia estar al tanto y conocer el contexto internacional. Enseguida nos comunicó que, desde joven, en especial desde sus estudios en la London School of Economics, había tomado conciencia de la importancia de los enfoques interdisciplinarios para las ciencias sociales y que quería que tuviéramos presente esto en función de lo que era El Colegio de México. Y con eso, y sin decir media palabra más, metió la tarjeta en su bolsillo, dio por terminada su comunicación, regresó a su silla y se sentó. Naturalmente, siguió un fuerte aplauso que evocaba el enorme respeto de toda la comunidad académica, y de muchas otras personas presentes, pero a mí lo que más me impresionó fue la brevedad de sus palabras, que quizá indicaban de manera telegráfica que deseaba que las retuviéramos como un mensaje de despedida.

Pocos días después, el entonces presidente de El Colegio de México, Andrés Lira, fue a ver a don Víctor a su casa y le preguntó si autorizaba que El Colegio publicara sus trabajos. Andrés me dijo que don Víctor asintió y, con eso, pudo formarse un pequeño comité editorial e iniciar el proyecto de Obras escogidas que se han ido publicando desde entonces: ya son cinco volúmenes (el sexto está en preparación) y, como complemento, un excelente estudio biográfico realizado por Joseph Hodara. Después del fallecimiento de Urquidi, su viuda, Sheila, entregó a El Colegio el archivo personal de don Víctor, más de ochenta cajas que se resguardan en el Archivo Histórico de la institución. Constituyen un conjunto de materiales imprescindibles para conocer el carácter polifacético de este gran intelectual y promotor del desarrollo latinoamericano en todos sus aspectos. Los textos incluyen gran cantidad de materiales inéditos, correspondencia personal y oficial, así como borradores de discursos y artículos, un material muy diverso que se presta a estudios futuros sobre el personaje, sus escritos y sus múltiples contribuciones al pensamiento sobre el desarrollo económico y la integración latinoamericana, así como capítulos clave de la investigación y la enseñanza de las ciencias sociales en México.

El archivo de don Víctor también nos remite a innumerables iniciativas de políticas públicas de gran originalidad que él mismo puso en marcha o en las que participó. El legado de Víctor Urquidi, sin embargo, no se ciñe al individuo y sus escritos y discursos, sino que pertenece a algo mayor que se refiere al sueño de construcción de un nuevo concepto de América Latina, misma que emprendió una generación de pensadores y hombres de acción en la época de la posguerra, especialmente en las décadas de 1950 a 1980. En buena medida, esta generación inventó el concepto de “desarrollo” en la región e intentó aplicarlo a través de diversos instrumentos e instituciones.

De hecho, seguir el pensamiento y las múltiples actividades de Víctor Urquidi a lo largo de su vida permite recorrer la trayectoria de la reflexión y la práctica del desarrollo económico en un periodo muy importante de la segunda mitad del siglo xx, tanto en México como en el ámbito latinoamericano e internacional. Urquidi perteneció, en efecto, a la generación más destacada y brillante de economistas del desarrollo de Latinoamérica, los cuales abrieron la reflexión sobre los retos del crecimiento económico y social en la región e impulsaron el desarrollo, sobre todo a partir de la creación o impulso a instituciones fundamentales. Me refiero a la generación latinoamericana de los años 50: Raúl Prebisch, Hernán Santa Cruz, Celso Furtado, Felipe Herrera, Juan Loyola, Jorge Ahumada y Víctor Urquidi, entre otras distinguidas y prolíficas figuras.1 Todos ellos eran economistas, sí, pero abiertos a un concepto más amplio de la economía que la de los manuales, atentos a la importancia de lo social y de lo cultural, y a las políticas públicas para impulsar el desarrollo, pendientes de lo que pasaba en el mundo y deseosos de que América Latina tuviera un papel destacado en la forja de un nuevo mundo en la época de la posguerra.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, todos los personajes mencionados comenzaron a pensar y a planear el futuro desarrollo económico de Latinoamérica. Raúl Prebisch fue, como es bien sabido, uno de los fundadores e impulsores clave de la Comisión Económica para América Latina (cepal), primer organismo regional de su tipo, con una enorme influencia posterior, quien además contribuyó, a lo largo del tiempo, a la creación de una multitud de organismos de integración latinoamericanos que hoy son parte esencial del escenario internacional. Como embajador de Chile ante la Organización de las Naciones Unidas (onu), Hernán Santa Cruz fue una figura vital en el momento de promover la fundación de la cepal, y luego tuvo un destacado papel en diversas agencias de las Naciones Unidas, especialmente en la dedicada a la alimentación y la agricultura (fao, por sus siglas en inglés), además de ser un promotor incansable de la cooperación económica internacional. Celso Furtado es conocido no sólo como uno de los economistas más brillantes de la cepal sino también como el ideólogo más influyente del desarrollo económico equilibrado en Brasil, y promotor del sudene, organismo regional de desarrollo del Nordeste de Brasil, al menos hasta el golpe militar de 1964, cuando el inquieto investigador y funcionario fue obligado a tomar el camino del exilio. Felipe Herrera pasó de ser director del Banco Central de Chile a fundador del Banco Interamericano de Desarrollo en 1959, el mayor organismo financiero multinacional de América Latina, instrumento clave de financiamiento del desarrollo y modelo para otras regiones del mundo. Junto con Urquidi, estas figuras, y muchas más, contribuyeron a cambiar el concepto de América Latina y a alentar proyectos de crecimiento económico, industrialización e integración en una forma que nunca antes había tenido semejante fuerza.

Creo que vale la pena insistir en la visión internacionalista que siempre guio el pensamiento y la acción de Urquidi. Ello se manifestó desde muy temprano, ya que tuvo la oportunidad y la fortuna de participar activamente en la reunión internacional más importante celebrada durante la Segunda Guerra Mundial, conocida como la Conferencia de Bretton Woods, que se celebró en julio de 1944 en New Hampshire con la participación de 750 delegados de los países aliados en contra del eje fascista. Una vez finalizada la guerra, don Víctor asistió a la Conferencia Interamericana de la Guerra y de la Paz (1945), más conocida como Conferencia de Chapultepec, convocada por la Unión Panamericana (el antecedente indirecto de la Organización de los Estados Americanos, oea), en la que intervino en temas económicos, y que desembocó en las reuniones previas a la creación de la Organización de las Naciones Unidas (onu), que culminó pocas semanas después, con la Conferencia de San Francisco.2

La trayectoria de Urquidi como académico experto y como alto funcionario internacional fue meteórica y nunca conoció descanso: en 1947 asistió a la creación de la cepal, iniciativa del embajador chileno ante las Naciones Unidas, Hernán Santa Cruz. Allí se inició una amistad y una colaboración que se reflejó en una dedicatoria escrita por ese autor en su principal obra: Cooperar o perecer, el dilema de la comunidad mundial: 1941-1960, los años de creación, que se encuentra en la biblioteca personal de don Víctor. Debemos resaltar, en este contexto, que Urquidi se dio cuenta de que el peso latinoamericano en el ámbito internacional era mínimo en las conferencias posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial y que por ello era importante reforzar su presencia. Esto comenzó a cambiar con la creación de la cepal, y sobre todo con el nombramiento de Raúl Prebisch como su director, en 1950. Probablemente por este motivo, cuando Prebisch lo invitó a ser director de la oficina México, Urquidi aceptó con entusiasmo. Allí, en la oficina mexicana de la cepal, trabajaría de 1951 a 1957 y allí elaboraría en detalle los planes para la integración económica centroamericana, un legado de Urquidi que aún falta reconocer en plena forma.

En el ámbito nacional, la labor más sostenida de don Víctor fue el aporte de sus servicios profesionales a dos instituciones fundamentales de este país: el Banco de México y la Secretaría de Hacienda. Desde 1941 colaboró en dicho banco con Jesús Silva Herzog, cuando realizó un estudio sobre el petróleo. Sus labores continuaron en dicha institución y en 1947 realizó un viaje alrededor del mundo por encargo de la Secretaría de Hacienda para investigar la perspectiva de la plata, siempre importante producto de exportación del país, aunque sabemos que el objetivo también era que México participara en un intento por evitar el contrabando de dicho metal, que en esa época tenía grandes proporciones. En 1949 trabajó como economista investigador de dicha secretaría; y entre 1950 y 1951 fue miembro de la Comisión Mixta del gobierno de México y el Banco Mundial, constituida para estudiar la capacidad de absorción de capital exterior de la economía mexicana. Luego vino su gestión como director de la Oficina de cepal/México. Pero en 1959 volvió a colaborar como economista en el área de investigación de la Secretaría de Hacienda y en el Banco de México, en estudios sobre reforma tributaria, política de sustitución de importaciones, proyecciones de la oferta y la demanda de productos agropecuarios, planeación educativa y formulación de la política de desarrollo y de financiamiento externo, trabajos que realizó hasta el año 1964.

Entre 1958 y 1959 asistió a las conferencias económicas de las Naciones Unidas como asesor de la delegación mexicana, que presidía Daniel Cosío Villegas. Y ese mismo 1958 fue miembro de la delegación de México en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Luego de sus periplos por el Banco de México, Banco Mundial, cepal y la Secretaría de Hacienda, Víctor Urquidi habría de ejercer el cargo de presidente de El Colegio de México (1966-1985). De su desempeño son testigos muchos de los investigadores de esta institución, así como los propios centros de estudios que impulsó.

Urquidi tuvo la fortuna de poder seguir trabajando hasta principios del siglo xxi y pudo redactar su obra póstuma, Otro siglo perdido: las políticas de desarrollo en América Latina, 1930-2005, publicado por El Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica en la colección del Fideicomiso de las Américas. Esta obra nos ofrece numerosas pistas sobre su interpretación de la trayectoria económica e histórica de la región latinoamericana. No era una visión muy optimista, pues, pese a barajar ideas algo utópicas sobre la futura y plena integración de las economías del subcontinente, don Víctor era un realista y estaba consciente no sólo de las fallas de muchas políticas económicas adoptadas por los gobiernos, sino también del terrible impacto de las coyunturas internacionales desfavorables. Por ejemplo, consideraba que la crisis de la deuda que había estallado primero en México, en agosto de 1982, y luego en los demás países de la región, era una de las causas del mediocre y muy volátil desempeño de las economías latinoamericanas desde entonces hasta principios del siglo xxi.

Al comenzar su libro, Urquidi cita significativamente unos versos de la obra de Shakespeare Richard III, que dicen: “No te atengas al tiempo que vendrá, porque el que has malgastado prematuramente ya habrá pasado cuando lo quieras usar”. Es obligatorio preguntar: ¿a que se refiere Urquidi con esta cita? Es claramente una metáfora de los desafíos que presenta la vida y que él asumió desde muy temprano. Era un hombre que quería aprovechar cada día y hora para la actividad, y que demostró ser verdaderamente incansable tanto en los múltiples proyectos e investigaciones que llevó a cabo como en los empleos que desempeñó. Pero, además, debe sugerirse que desde muy joven se dio cuenta de los enormes desafíos que plantea el desarrollo económico y social de una sociedad, o nación, o región, como la de México y como la de los demás países de Latinoamérica. Podríamos decirlo de otra manera: la pregunta que subyace en la cita de Shakespeare nos transmite la idea que absorbió a Urquidi durante decenios y que consistía en saber hasta qué punto América Latina pudo o puede aún tomar el tren del desarrollo.◊

 


 

1 Hay que mencionar también a un buen número de otros economistas, incluidas figuras más jóvenes, como Osvaldo Sunkel, y también el sociólogo José Medina Echavarría.

2 Víctor L. Urquidi, doctor Honoris Causa, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, septiembre de 2005, p. 4.

 


* CARLOS MARICHAL

Es profesor-investigador en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México.