
01 Jul Una carta de Raimundo Lida a Pedro Henríquez Ureña
Adolfo Castañón presenta una carta inédita de Raimundo Lida a Pedro Henríquez Ureña. Acompañan a la misiva una introducción sobre la vida y obra de Raimundo Lida, junto con profusas notas sobre el contexto general que la rodea.
ADOLFO CASTAÑÓN*
I.
En el acervo de cartas dirigidas a Pedro Henríquez Ureña que se encuentra en el Archivo General de la Nación de Santo Domingo, se localiza la del filólogo Raimundo Lida escrita el 7 de diciembre de 1931. Debo al historiador Bernardo Vega y a la ensayista y poeta Soledad Álvarez el haber podido acceder a estos documentos. Agradezco aquí a Clara Lida sus observaciones a la presentación de esta carta, así como su autorización para publicarla. El lector debe tener en cuenta también Años dorados de la cultura argentina. Los hermanos María Rosa y Raimundo Lida y el Instituto de Filología antes del peronismo (Eudeba, 2014) de Miranda Lida, a quien le agradecemos también su lectura. No debe olvidarse el texto de Gonzalo Sobejano “Raimundo Lida 1908-1979 y su libro póstumo Prosas de Quevedo 1981”. Y, desde luego, el texto “Raimundo Lida, filólogo y humanista peregrino”, escrito por Clara E. Lida y Fernando Lida-García en el marco de su centenario. Se sugiere al lector curioso asomarse a este enlace sobre la historia de la Nueva Revista de Filología Hispánica.
Hipotéticamente, esta misiva podría ser situada en el conjunto de cartas que Amado Alonso dirigió a Pedro Henríquez Ureña por esas mismas fechas; de hecho, forma parte de este conjunto dada la materia de trabajo compartido por esos investigadores. Trataremos de dar a conocer más adelante las cartas de Alonso a Henríquez Ureña (12 de febrero de 1932, 10 de octubre de 1932, 15 de octubre de 1932, 17 de septiembre de 1932 y 24 de septiembre de 1932). También cabría leerse a la luz de la Correspondencia: Alfonso Reyes, Raimundo Lida y Ma. Rosa Lida de Malkiel (Alfonso Reyes, Serge I. Zaïtzeff, El Colegio de México, 2009, 202 pp.). Adelanto aquí este documento, en el cual se encuentran sembradas varias pistas relacionadas con la biografía intelectual de ambos interlocutores, que tienen en común el horizonte más amplio de la historia de El Colegio de México.
II.
Al recibir esta carta, Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) tenía 47 años, mientras que, al escribirla, Raimundo Lida (1908-1979) contaba 23 y acababa de adquirir, el año anterior, la ciudadanía argentina. Había nacido en el seno de una familia judía en la pequeña ciudad ucraniana de Lemberg, Leópolis, en el Imperio austrohúngaro, y fue hermano de la filóloga, estudiosa de la Antigüedad clásica y crítica literaria María Rosa Lida de Malkiel y de Emilio Lida, eminente médico hematólogo. Poco después de concluir su carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires en 1931, Raimundo ingresaría al Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras, donde colaboró estrechamente con Pedro Henríquez Ureña y con Amado Alonso en la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, y en la colección “Estudios Estilísticos”. Al concluir sus estudios en la Facultad, bajo la tutela de Amado Alonso, pasó a ser su ayudante de cátedra (1931-1932). En su artículo titulado “Materiales para una historia del Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires (1927-1946)”, Guillermo Toscano y García escribe:
En cuanto a la estructura administrativa del centro, en mayo de 1931 Alonso solicita a Obligado, Interventor de la Facultad, que se designe como empleado supernumerario a Raimundo Lida, quien será a partir de entonces uno de sus colaboradores de actuación más continuada y significativa, para organizar una sección cuya creación no había sido aprobada por las autoridades universitarias, la de Estilística; su solicitud no obtiene respuesta (Filología, XLV, 2013, Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; disponible en este vínculo).
Ese mismo año (1931), Raimundo Lida le enviaría a Victoria Ocampo una reseña sobre la monografía de Leo Spitzer en torno al arte de la escritura del escritor Francisco de Quevedo en El Buscón, con el cual iniciaría su colaboración sistemática en la revista Sur.1 También en 1931 participó en la revista Cursos y Conferencias del Colegio Libre de Estudios Superiores, fundado un año antes por Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso, Francisco Romero y Alejandro Korn. En 1935 se casó con Leonor García, alumna del filósofo Francisco Romero. Con ella tuvo dos hijos: Fernando y Clara Eugenia (la investigadora, historiadora y poeta Clara E. Lida). En 1939, gracias al apoyo de Américo Castro, recibió la Beca Guggenheim para estudiar en la Universidad de Harvard las ideas de George Santayana. Pero sólo años después de escrita la carta que nos ocupa pudo cumplir sus planes para hacer su “viaje de circunnavegación”.
Curiosamente, ese “viaje” se prolongaría algunos años después, gracias a un complejo conjunto de circunstancias. Por un lado —como dicen Clara E. Lida, José Antonio Matesanz y Josefina Zoraida Vázquez en La Casa de España y El Colegio de México. Memoria 1938-2000, en el capítulo dedicado al Centro de Estudios Filológicos—, la Revista de Filología Española (rfe), presidida por Ramón Menéndez Pidal, tuvo que trasladarse a Buenos Aires cuando “en 1939, en vista de los embates del franquismo contra la cultura española, [Amado] Alonso fundó la Revista de Filología Hispánica (rfh), como continuadora de la Revista de Filología Española (rfe) entonces suspendida” (El Colegio de México, 2000: 243).
Posteriormente, Raimundo Lida tuvo que emigrar de nuevo
a raíz de los acontecimientos políticos desatados por la revolución peronista de octubre de 1945 y el triunfo electoral de Juan Domingo Perón y su subida al poder en junio del año siguiente. Reyes y Cosío consideraron entonces la posibilidad de traer a su admirado maestro y amigo Pedro Henríquez Ureña a México (donde había vivido en su juventud y se había casado con Isabel Lombardo Toledano) e iniciaron tratos con William Berrien, hispanista y miembro de la Fundación Rockefeller, para financiar el proyecto. En diciembre de 1945 Cosío le escribe a don Pedro que Berrien está tan interesado que a comienzos de enero vendrá a México a tratar el asunto en persona con don Alfonso y con él […] La súbita e inesperada muerte de Pedro Henríquez Ureña en mayo de 1946 amenazó con poner fin a esta empresa filológica. Sin embargo, la maquinaria ya se había echado a andar […]. El siguiente paso fue recurrir a Amado Alonso, quien había buscado refugio en la Universidad de Harvard, desde donde inició esfuerzos para encontrar acomodo fuera de Argentina a sus colaboradores del Instituto de Filología de Buenos Aires (pp. 245 y ss).
A resultas de estos movimientos, Reyes decide invitar a Raimundo Lida a México, ya que había fungido como secretario de la Revista de Filología Española (rfe) y del Instituto de Filología, a pesar de su juventud (recuérdese que nació en 1908). En el apunte del 4 de junio de 1947 que hizo Alfonso Reyes en su Diario VI (1945-1951), editado por Víctor Díaz Arciniega (Fondo de Cultura Económica, México, 2013), se asienta: “Ayer tarde llegó Raimundo Lida, que viene de la Argentina a trabajar con nosotros a El Colegio de México” (p. 76). Lida tendría a su cargo dos grandes tareas: 1) la redacción, revisión y cuidado editorial de la Nueva Revista de Filología Hispánica (nrfh), en la cual fungiría modestamente como secretario al lado de los directores fundadores Amado Alonso y Alfonso Reyes; y 2) encabezar el Centro de Estudios Filológicos creado en El Colegio en junio de 1944 como Centro de Estudios Literarios y que actualmente se llama Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios. A partir de ahí, las menciones a Lida en el diario de Reyes son innumerables. Esa cantidad de apariciones es signo de la amistad y cercanía que tuvo Raimundo con don Alfonso. Lida llegó a México con su mujer y sus dos hijos pequeños “trayendo consigo el que sería el primer número de la Nueva Revista de Filología Hispánica (nrfh) continuadora en tierra mexicana de sus antecesoras argentina y española” (Lida, Matesanz y Vázquez, 2000: p. 248).
Ese mismo año de 1947 saldrán dos números de la nrfh, que serán dirigidos por Amado Alonso y Alfonso Reyes, y como secretario aparecía Raimundo Lida, quien continuaría animándola y dirigiéndola durante algunos años. Él también fue fundador de la colección “Lengua y Estudios Literarios” en el Fondo de Cultura Económica en 1950. Dos años después muere Amado Alonso, lo que obligará a Lida a salir de México a ocupar su lugar. Alfonso Reyes apunta en su Diario el lunes 24 de agosto: “A cenar: Lida y su señora (despedida para Estados Unidos)”, y el 2 de septiembre de 1953 vuelve a anotar Reyes: “Despedida de Lida y arreglos con los Alatorre para El Colegio de México”. Raimundo volverá a México un año después durante una semana, a fines de agosto de 1954, como consta por el apunte del Diario de Alfonso Reyes del sábado 28 de agosto. Lida aparecerá de nuevo en los apuntes del 28 y 29 de agosto de 1956, lo cual hace ver que su relación con México no había concluido del todo. En la Universidad de Harvard en 1953 tomó el relevo de su maestro Amado Alonso y llegó a ser el director del Departamento de Lenguas Romances. En 1968 fue distinguido como catedrático titular de la Smith Chair (Smith Professor of French and Spanish Literatures). Dos años más tarde, en 1970, hizo su ingreso en la American Academy of Arts and Sciences y cinco después fue designado como miembro correspondiente de la Academia Argentina de las Letras. En Harvard tuvo una intensa amistad con otro discípulo de Pedro Henríquez Ureña: Enrique Anderson Imbert.
A lo largo de su vida, Raimundo Lida publicó un abanico de valiosas obras: Belleza, arte y poesía en la estética de Santayana (Universidad Nacional de Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras, Tucumán, 1943); Letras hispánicas. Estudios. Esquemas (Fondo de Cultura Económica, México, 1958; reed. El Colegio de México, 1981); Condición del poeta (Taller de Artes Gráficas Ícaro, Lima, 1961); Prosas de Quevedo (su libro póstumo, Crítica, Barcelona, 1981); Rubén Darío: modernismo, con prólogo de Guillermo Sucre (Monte Ávila Editores, Caracas, 1984); Estudios hispánicos, con prólogo de Carlos Blanco Aguinaga, edición preparada por Antonio Alatorre (El Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, México, 1988). No sobra decir que colaboró con artículos y ensayos en obras colectivas como Introducción a la estilística romance de Leo Spitzer, Karl Vossler y Helmut Hatzfeld (traducción y notas de Raimundo Lida y Amado Alonso; Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1932); Panorama de la literatura europea moderna de Wilhelm Dilthey (traducción de capítulo; Buenos Aires, 1935); El concepto lingüístico del impresionismo (Raimundo Lida y Amado Alonso; Instituto de Filología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1936); El impresionismo en el lenguaje de Charles Bally y Elise Richter (traducción y notas de Raimundo Lida y Amado Alonso; Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Filología, Buenos Aires, 1936); El español en Chile de Rodolfo Lenz, Andrés Bello y Rodolfo Oroz (notas, traducción y apéndices de Raimundo Lida y Amado Alonso; Instituto de Filología, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1940).
Ese caudal cosechado en libros, artículos, traducciones y obras colectivas sitúa a Raimundo Lida como una de las figuras clave del conocimiento literario, filológico y crítico en el orbe de la lengua española y en particular en el ámbito de la cultura hispanoamericana. A eso habría que sumar su herencia como maestro y tutor en Argentina, México y Estados Unidos.
III.
Resumen: Raimundo Lida se dirige a su “amigo, maestro y director espiritual”. Comparte con él la extrañeza que le suscita el juicio del crítico Clutton-Brock sobre Edgar Allan Poe en contraste con Aldous Huxley. Expone problemas relacionados con las voces papa-batata. Da noticias de los hermanos Baldrich. Le informa a Pedro de lo que dice Alfonso Reyes del paso de su familia rumbo a Santo Domingo. Noticias familiares.
[Hoja membretada: Universidad de Buenos Aires / Facultad de Filosofía y Letras / Instituto de Filología]
Buenos Aires, 7-XII-19312
Dr. D. Pedro Henríquez Ureña.
Mi querido amigo, maestro y director espiritual:
Muchas gracias por el Scribner’s3 el Mercury y el New York Times. Me ha sorprendido el juicio de Clutton-Brock sobre Poe,4 tan opuesto a lo que Aldous Huxley escribe en la Revista de Occidente de abril:5 “¿Fue Edgar Allan Poe un gran poeta? Desde luego, no se le ocurriría afirmarlo a ningún crítico de lengua inglesa”. Y más abajo: “Poe no es uno de nuestros grandes poetas. Para el lector inglés existe una mácula de vulgaridad que echa a perder todos sus poemas, con excepción de dos o tres: los maravillosos Ciudad sumergida y A Elena, por ejemplo, cuya belleza y cristalina perfección nos permiten darnos cuenta, al leerlos, del gran artista que se malogró casi siempre que Poe escribió versos”. Es decir que, para Clutton-Brock, Poe es un gran poeta, excepto en una que otra composición suya (Las campanas, El cuervo), mientras que, para Huxley, Poe no es un gran poeta, a pesar de A Elena y la Ciudad sumergida.6
De los cinco “problemas” relativos al apéndice Papa – batata,7 creo que no habrá dificultad en resolver, con ayuda de Morínigo8 y de Tiscornia,9 el I, el III y el IV (palabras agudas en quichua; batata y camote en Ecuador y Bolivia).
Problema II: D. Amado piensa que conviene citar todos los nombres indígenas que da Martius10 de la batata.
La cita de Jerónimo Román y Zamora (problema V), en la cuartilla 14, quedará así:
Fray Jerónimo Román y Zamora (c. 1536-1597), en sus Repúblicas de Indias, 1575 (reimpresión de Madrid, 1897, tomo II, pág. 83), dice: “También hacían [en vez de ‘se hacía”] pan de batatas: esta raíz acá la traen mucho y la comen asada y con vino. Tiene talle de raíz de lirios morados y amarillos, y desta raíz hacían [en lugar de “hacen”] mucho pan aquellas gentes”.
*
Hace unos días, he conocido en la Sociedad Kantiana a los hermanos Baldrich,11 de Rosario; ¡qué muchachos admirables —especialmente Alberto—!, ¡qué cordialidad, qué arte de ser viejos amigos a los cinco minutos de conversación! Hablaban encantados de Vs.
También Alfonso Reyes dice de la llegada de Vs. a Río: “Se nos fueron sin sentirlo unas seis horas”. Y agrega que están Vs. “todos muy bien”. A estas horas en que escribo, se encontrarán seguramente —y todos muy bien— en Santo Domingo.12
Ya estoy planeando el viaje de circunnavegación en que he de saludar a los amigos dispersos por el mundo (¿sabe V. que Rey Pastor13 nos ha abandonado también?). Entre tanto, saludos afectuosísimos —y “happy new year!”—. Mil saludos a doña Isabel, y a Natacha14—lectora de la Eneida—, y a Sonia.15
Lida
P.S.
¿Recibió V. los cuatro números de la Revista de Ciencias Económicas?
A propósito de impar con valor de sin par: De Salvador Jacinto Polo de Medina:16 “Florida ley que impar puede envidialla de Manzanares la mejor ribera”.◊
* Es poeta, ensayista, editor, crítico literario, traductor y bibliófilo. Es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En 2008 recibió el Premio Xavier Villaurrutia por su ensayo Viaje a México. Ensayos, crónicas y retratos (Iberoamericana, 2008) y en 2020 el Premio Nacional de Artes y Literatura. Es miembro también del Consejo Editorial Consultivo de Otros Diálogos.
1 El primer artículo de Raimundo Lida en la revista Sur fue la reseña de la monografía de Leo Spitzer “Zur Kunst Quevedos in seinem Buscón” de 1927.
2 Por una carta dirigida a Alfonso Reyes por Pedro Henríquez Ureña, fechada el 8 de diciembre de 1931, puede desprenderse que esta carta, fechada el 7 de diciembre de 1931, le debe haber llegado a Henríquez Ureña después de su llegada a Santo Domingo el 15 de diciembre de 1931. Pedro Henríquez Ureña estaría en Santo Domingo hasta el 29 de junio de 1933.
3 Scribner’s Magazine fue una publicación periódica editada por la casa editorial de Charles Scribner’s Sons desde enero de 1887 hasta mayo de 1931; era la segunda revista con la firma de Scribner, ya que había otra publicación mensual llamada Scribner Monthly. Probablemente Lida se refería a esta última.
4 Arthur Clutton-Brock (1868-1921). Ensayista, crítico y periodista inglés. Algunas de sus publicaciones son: Shelley: The Man and the Poet (1909), William Morris (1914), Studies in Gardening (1916), The Ultimate Belief (1916), Studies in Christianity (1918), Essays on Books (1920), More Essays on Books (1921), Shakespeare’s Hamlet (1922).
5 Aldous Huxley, “La vulgaridad en la literatura”, Revista de Occidente, núm. 93, marzo de 1931, pp. 225-249. El artículo proviene seguramente de Vulgarity in Literature: Digressions from a Theme, Londres, Chatto and Windus, 1930. Ahí dice, entre otras cosas:
La sustancia de Poe es refinada; su forma es lo vulgar. Él es, por naturaleza, un caballero, infelizmente marcado por un incorregible mal gusto. Para el más sensitivo y altamente dotado de un alma en el mundo esto es muy difícil de perdonar, como si por así decirlo llevara un anillo de diamantes en cada dedo. Poe hace el equivalente de esto en su poesía; advertimos la desproporción y temblamos […] cuando Poe trata de hacer las cosas demasiado poéticas, su poesía adquiere un dejo de calvicie.
Años más tarde Huxley publicó Vulgarity of Poe, Grove Press, 1955.
6 Los poemas citados en esta carta son “To Helen”, pp. 949-951, “The Bells”, pp. 954-957, “The Raven”, pp. 943-946 y “The City in the Sea”, pp. 963-965; se encuentran publicados en The Collected Tales and Poems of Edgar Allan Poe, Nueva York, Random House, 1992. Henríquez Ureña menciona en diversos lugares de su Obra crítica a Edgar Allan Poe: pp. 8, 86, 163, 172, 173, 182, 309, 328 y 696. La polémica sobre el valor de Edgar Allan Poe tiene muchas implicaciones no sólo para la literatura escrita en inglés.
7 En 1938, Pedro Henríquez Ureña publicó Para la historia de los indigenismos. Papa y batata. El enigma del aje. Boniato. Caribe. Palabras antillanas, Buenos Aires, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana. Ese trabajo está recogido en sus Obras completas, vol. XII: 1936-1940, vol. III. “Plenitud de España. Temas hispanoamericanos”, Miguel D. Mena (ed.), Santo Domingo, Editora Nacional, 2015, pp. 153-260.
8 Marcos Morínigo (1904-1987), filólogo de nacionalidad paraguaya, formado en el Instituto de Filología con Amado Alonso, es autor de Las voces guaraníes del Diccionario Académico (1935), Boletín de la Academia Argentina de Letras.
9 Eleuterio F. Tiscornia (1879-945). Escritor, filólogo e hispanista argentino. Es el autor de una edición en la que se anota sistemáticamente el poema de José Hernández: Martín Fierro comentado y anotado (1925). La lengua del Martín Fierro, tomo II del Martín Fierro comentado y anotado, fue impreso por la imprenta de la Universidad de Buenos Aires para el Instituto de Dialectología Hispanoamericana dirigido por Amado Alonso en el Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Henríquez Ureña y Eleuterio F. Tiscornia colaboraron juntos en la elaboración del Mapa del voseo y el tuteo en América Latina que fue publicado en el libro de Tiscornia, La lengua de Martín Fierro, Universidad de Buenos Aires, Instituto de Filología, 1930. El mapa venía acompañado de un breve texto de Henríquez Ureña presentado por Tiscorina, titulado “Referencias al mapa del voseo”. Esto se encuentra en Pedro Henríquez Ureña, Obras completas, tomo X (1936-1940), vol. I, El español en Santo Domingo. La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo, Miguel D. Mena (ed.), Santo Domingo, Editora Nacional, 2015, pp. 398-400.
10 Carl Friedrich von Martius (1794-1868). Beiträge zur Ethnographie und Sprachenkunde Amerikas zumal Brasiliens, Leipzig, Friedrich Fleischer.
11 Pedro Henríquez Ureña estuvo en Rosario y dejó ahí una huella entre ciertos intelectuales, uno de ellos Alberto Baldrich (1898-1982) quien le escribiría unas breves líneas que dan cuenta de esos afectos:
Rosario 8 IX 32
Sr. Pedro Henríquez Ureña
Santo Domingo
Mi querido amigo:
Perdóneme por mi silencio —Mi vida es una vorágine de acción —juzgado, cátedra y consejo superior de la Universidad no me dejan ni saber si vivo— Lo recuerdo siempre —Recibí sus líneas y con sus amigos de aquí y de ba, conservamos la esperanza de su regreso —Saludos de Raquel para Ud. y su señora, mis respetos para Ud. cariños de Agustín para sus nenas y un abrazo de su amigo afmo.
Alberto Baldrich
Cabe recordar que Baldrich fue ministro de Justicia de Instrucción Pública de la Nación Argentina (mayo-agosto de 1944) designado por Edelmiro Farrell, quien era presidente de Argentina. Acompañó la Revolución del 43 y ocupó el cargo de interventor federal en la provincia de Tucumán. Obra: Libertad y determinismo en el advenimiento de la sociedad política argentina, tomo III, Argentina, Universidad Nacional de Cuyo, 1950, pp. 1657-1671.
12 En su Diario, Alfonso Reyes apunta el sábado 21 de noviembre de 1931 en Río: “Eastern Prince, de Buenos Aires a Nueva York, rumbo a Santo Domingo, nombrado Superintendente General de Enseñanza para Pedro Henríquez Ureña, con Isabel y sus niñas. 6 horas en tierra”. Diario (1930-1936,) vol. III, edición, introducción, notas, apostillas biográficas, cronologías e índices de Jorge Ruedas de la Serna, Fondo de Cultura Económica, “Letras Mexicanas”, México, 2011, p. 48. Al llegar a República Dominicana, dicta un discurso en la Facultad de Filosofía y Letras. Dirige la Revista de Educación. Escribe sobre la situación de su patria. Conferencias, viajes y tertulias con amigos nuevos: Juan Bosch, Tomas Hernández Franco, Franklin Mieses Burgos, Manuel del Cabral y otros. La estancia en República Dominicana será conflictiva y, como se sabe, sólo durará hasta junio de 1933.
13 Lida se refiere a Julio Rey Pastor (1888-1962). A la obra de éste, Los matemáticos españoles del siglo xvi, Madrid, 1926; la había mencionado en su artículo incluido en Plenitud de España (“Los matemáticos españoles”), en Pedro Henríquez Ureña, Obra crítica, 1960, pp. 539 ss. Julio Rey Pastor radicó en Argentina a partir de 1920 y se relacionó de inmediato con el círculo literario donde estaban Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges.
14 En 1931 Natacha Henríquez Lombardo, luego conocida como Natacha González Casanova del Valle (1924-1998), sólo tenía siete años y ya leía a Virgilio. Probablemente se trataba de la edición publicada por la editorial Araluce.
15 En 1931, Sonia Henríquez Lombardo, quien al casarse adopta el nombre de su esposo Sonia Henríquez de Hlito (1926), sólo tenía cinco años.
16 A este autor lo cita Henríquez Ureña en distintos lugares de su obra, por ejemplo, en el estudio sobre “El verso endecasílabo” en Horas de estudio (1910), Obra crítica, p. 114 (n. 180).