Un memorial colectivo. Inconcluso

 

CLAUDIA ITZKOWICH S.*

 


 

Recetario para la memoria.
Fotografía: Zahara Gómez Lucini;
diseño: Clarisa Moura;
recetas: las Rastreadoras del Fuerte.
Ciudad de México, 2020.
www.recetarioparalamemoria.com

 

El objeto no podría ser más sutilmente hermoso. Recetario para la memoria es un libro discreto. De pasta dura, pero dimensiones modestas, viene envuelto en la fotografía del mantel de flores sobre el que Jessica Higuera Torres sirve caldo de chicharrón. Sólo que se trata del caldo de chicharrón que cocinó para su hijo Jesús Javier, quien desapareció el 20 de mayo de 2018 a los 19 años.

Adentro, las hojas de un fino papel poroso muestran recetas, textos breves e imágenes de algunas de las más de seiscientas personas que conforman el colectivo Rastreadoras del Fuerte, en Sinaloa; sus cocinas, sus platillos, sus ventanas, los cielos que transitan.

La idea es rara. Original. Dolorosa. Pedirle a personas que han perdido a algún familiar por desaparición forzada que le cocinen lo que más le gusta. “Que la cocina se convierta en pretexto para hablar de lo indecible, para hacer presentes a los que se llevaron, para tejer acciones contra la ausencia”, escribe Zahara Gómez Lucini, la fotógrafa que concibió el proyecto junto con las Rastreadoras.

La idea de tender puentes o lazos hacia lo faltante o lo perdido mediante recetas de cocina no carece de precedentes. En 2019, la organización Refugee Women’s Alliance, en Seattle, Estados Unidos, publicó recetas de mujeres desplazadas de Somalia, Colombia y el sureste asiático.1 Un año antes se publicó en el Reino Unido un recetario de 33 platillos, compartidos por personas que viven en el campo de refugiados de Samos, en Grecia.2 Y en 2006, la editorial Jason Aronson había publicado In Memory’s Kitchen, con recetas escritas en quebradizos pedazos de papel cosidos a mano por prisioneras del gueto checoslovaco de Terezín. Hay muchos más.

Los alimentos son inherentes a la vida, incluso la de los que conviven con la ausencia de sus desaparecidos. En el libro, la periodista Daniela Rea dice que un acto tan cotidiano como comer, “que pasa inadvertido la mayoría de nuestros días de rutina, se convierte en un marcaje constante de la ausencia”. La comida, en estas casas, ha dejado de ser “un placer, una fiesta y una posibilidad de encuentro”.

En México, la idea del Recetario para la memoria trae a la mente, además, una parte esencial de los rituales del Día de Muertos: el acto de cocinar con esmero un platillo para alguien que no está. En el caso de este libro, la receta queda registrada para compartirse y reproducirse, aunque quizá la diferencia más importante es que los desaparecidos no están, pero podrían estar. Y esa posibilidad es la razón de ser de las Rastreadoras del Fuerte, quienes han hecho de la búsqueda de restos humanos un pilar de sus vidas, un modo de darle vuelta a la impotencia; personas que, en cuanto se enteran de una fosa, dejan todo para salir con sus palas a rastrear, identificar y restituir. Con el lema “Te buscaré hasta encontrarte”, no salen a buscar restos, sino tesoros, pues para las familias la restitución de la persona que han perdido es lo más valioso.

Ellas lo saben y, a diferencia de las autoridades, lo viven como un imperativo.

Visto así, cocinar se plantea como un acto de amor, efectivamente, pero también como un acto político, de resistencia y de visibilización.

A este libro le faltan 61 mil recetas, dicen las autoras, en alusión a la cifra de 61 637 personas desaparecidas que la Secretaría de Gobernación reconocía a principios de 2020. Pero, desde entonces, en la página de Facebook del colectivo (https://www.facebook.com/Las-Rastreadoras-del-Fuerte-267629457048946/), donde los likes se acompañan de caritas con lágrimas o con las boquitas abiertas de horror, no cesan de publicarse casos nuevos.

Según el periodista Federico Mastrogiovanni, en la edición de 2019 de Ni vivos ni muertos. La desaparición forzada como estrategia de terror, la desaparición forzada es un “excelente método de control social, disciplinamiento y represión”. El autor describe este tipo de ausencia como una incertidumbre que se manifiesta “cuando hay que elegir un verbo en presente o en pasado y sabes que cualquiera de los dos tiempos es al mismo tiempo el tiempo correcto y equivocado. ‘Esa playera… era su favorita. Es su favorita’”.

A muchos, quizá a casi todos, la incertidumbre los paraliza. A Mirna Medina, fundadora de las Rastreadoras, la ausencia de certezas la llevó a organizarse y a actuar. Y a Zahara, la cercanía con el trabajo de Mirna y el colectivo de Rastreadoras le hizo darse cuenta de que la fotografía documental le había dejado de funcionar, como afirmó al presentar el libro en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam.3 De ahí la necesidad de buscar otro tipo de herramienta o de acción.

A los lectores o cocineros potenciales, este altar colectivo les ofrece dimensiones que se suman a las fotos, fechas y breves semblanzas que suelen componer los memoriales tradicionales. En palabras de María de Vecchi Gerli, coordinadora de derecho a la verdad de Article 19, este proyecto permite acercarse a las historias “no desde las cifras o las estadísticas, sino desde la parte más humana de cada una de las personas”.

Imaginar a Soledad Pérez León cocinar machaca con chiltepines verdes y orégano para su hijo Miguel Ángel, desaparecido en 2018 a los 35 años, lo acerca de una manera distinta que su breve biografía, donde nos cuentan que se dedicaba a la compra y venta de carros. Y en cierto plano, el recetario lo mantiene tan vivo como el infinito número de reproducciones que pueden hacerse de la receta que le dedica su madre en hogares que sabrán de él a través de este trabajo.

Para las Rastreadoras, colaborar en el recetario ha sido liberador y verlo impreso, como parir a un hijo. Así lo ha expresado Mirna, cuyo hijo Roberto, desaparecido en 2014 y a quien le preparó unas pizzadillas con tortillas de harina, es uno de los casi doscientos que el colectivo había logrado encontrar hasta principios de 2020. Un amoroso antídoto contra la invisibilización y la criminalización de las víctimas; una acción contundente para su dignificación.

Zahara es fotógrafa y Clarisa Moura, diseñadora, y la cocina sinaloense, todo un universo, de modo que su colaboración ha dado como resultado un libro precioso con fotos quemadas, papel color arena y delicias culinarias en potencia.

Era la mejor vía para abrirle el camino a esta realidad desgarradora hacia públicos que no suelen asomarse.

El objeto es atrozmente hermoso, como corresponde.◊

 


 

1 https://www.booklarder.com/books/info/recipes-for-refuge-culinary-journeys-to-america

2 https://displaceddishes.com/

3 https://www.youtube.com/watch?v=07ZHXBPrZ0s

 


* CLAUDIA ITZKOWICH

Es escritora, traductora, periodista y editora. Entre sus publicaciones se cuentanFundaciones virreinales que dieron forma a la Ciudad de México (2015), Versión celeste. La obra luminosa de Vicente Rojo en el Monte de Piedad (2019) y la traducción al español de Una historia nacional de la infamia, de Pablo Piccato (2020).