Sobre Primer amor

 

ELSA CROSS*

 


 

Primer amor. Antología poética.
Francisco Segovia, Adrián Muñoz y Juan Carlos Calvillo (eds.).
México, El Colegio de México, 2022, 431 pp.

 

El hermosísimo volumen que lleva como título Primer amor es resultado de una idea muy brillante que reunió a Francisco Segovia, Adrián Muñoz y Juan Carlos Calvillo, de El Colegio de México, en su realización.

El libro se propone mostrar, traducido al español, lo que puede considerarse como el primer poema de amor que se compuso en una lengua, tradición o época específica. Hay aquí poemas trasladados de idiomas tan diversos como el hebreo, el maithili, el euskara o el javanés. La obra ofrece cincuenta y dos traducciones, las cuales abarcan cuatro mil años de una poesía amorosa que cubre un rango amplísimo de cantos, mitos, rituales, fantasías y relatos sobre el amor.

Aunque no todas las traducciones son directas —sería maravilloso contar en nuestro país con especialistas de todas esas lenguas—, generalmente tienen la gran virtud de estar hechas con sensibilidad poética y seriedad intelectual. Esta primera cualidad que señalo ha sido, en muchas ocasiones, más importante, incluso, que el poder traducir directamente de una lengua. Un ejemplo: careciendo de un conocimiento cabal del griego homérico, Alfonso Reyes demostró ampliamente que su traslación de La Ilíada superó, con mucho, otras traducciones directas, muy académicas y rigurosas, pero completamente sordas para la poesía. Y el oído poético es tan importante como el oído musical para un músico, pues es lo que permite rescatar en una traducción lo que Ezra Pound llamaba “efecto poético”.

En este Primer amor, cada traducción va acompañada por un texto del traductor respectivo, en el que contextualiza al autor, el poema en cuestión, la tradición de la que proviene, la lengua, los recursos retóricos y otras cosas. Esto añade una enorme riqueza al libro, pues ofrece una noción, aunque sea somera, de numerosas tradiciones culturales y literarias, y las formas en que éstas han visto el amor. En ocasiones, los textos presentan historias completas, como la del rey coreano Yuri, del siglo xvii a. C., que regresa de una cacería para ir en busca de una de sus esposas, que ha abandonado el palacio (y que se niega a volver con él). También podemos encontrar las peripecias de un poema brevísimo de la lengua de los indios tupinambá de Brasil, la “Canción de la serpiente”; nos cuenta Adalberto Müller, quien la presenta, que la primera versión del poema aparece en Montaigne, que comparaba su estilo con el de Anacreonte, y que, a partir de él, otros autores lo reprodujeron, incluso Goethe, cuya traducción del poema al alemán fue posteriormente musicalizada por Max Brod, el amigo de Kafka. Después de ese largo periplo, el poema regresa a Brasil, donde un poeta brasileño, Waly Salomâo, lo publica y el compositor Caetano Veloso escribe una canción a partir de él, “Cobra coral”. De ese poema, hubo también una traducción del portugués, realizada por Juan Carlos Calvillo, uno de los editores de este libro, quien daba noticia también de una versión de Alfonso Reyes. Lo más peculiar de todo esto es que el original del poema nunca se encontró, pues los tupinambaes se extinguieron en el siglo xviii. Y después de tanto rollo, no puedo sino citar aquí, al menos, la versión que venía de Montaigne:

Deja ya de arrastrarte, serpiente de coral
porque copie mi hermana el rojo de tu trenza
y haga un collar que yo le regale a mi amada,
y que así tu belleza,
tu fuerza y tu destreza
te vuelvan la más bella de todas las serpientes.

Ir por las páginas de Primer amor me ha producido la misma emoción que tuve al encontrarme, hace ya muchos años, con el libro Poesía ignorada y olvidada, extraordinario ensayo y traducciones de Jorge Zalamea, que recibió el Premio Casa de las Américas en 1965. Zalamea fue un poeta, traductor y ensayista colombiano a quien Saint-John Perse consideró como su mejor traductor al español. Y este libro de Zalamea se ocupaba de la poesía con respecto de la magia, el mito, el rito y la ceremonia, así como la profecía, el canto y la mística. Esta búsqueda lo llevó a rescatar mucha poesía tribal, de cheroquis, pigmeos, quechuas, esquimales y muchos otros, descubriendo en ella una impresionante fuerza poética; también presentaba textos sumerios, hebreos y griegos.

En gran medida, el libro que nos ocupa se relaciona con muchos de los mismos elementos; sin embargo, el hecho de que haya concentrado su búsqueda en el amor vuelve su lectura especialmente deliciosa. Quien no se interese por el contexto ni por la historia de nada puede simplemente ir a los poemas. Le resultará muy gratificante encontrarse, por ejemplo, con muchas traducciones impecables: del provenzal, de un poema de muy difícil traducción de Jaufre Rudel, de Pedro Serrano; del francés medieval, de un lais de Marie de France que narra un episodio de la historia de Tristán e Iseo, traducido por David Huerta y Verónica Murguía, o la de una canción de Dante, de Francisco Segovia, que en otro libro publicó cinco más, por citar sólo algunas.

Donde abra uno el libro se encontrará con textos de gran valor, en ocasiones muy raros, como un poema de Antara ibn Xaddād, uno de los seis grandes poetas árabes preislámicos, en versión de Shadi Rohana y Juan Carlos Calvillo, o un fragmento del Libro de Dede Korkut, turco, que presenta Lucía Cirianni Salazar. Se rescata también mucha poesía antigua sumeria, egipcia, sánscrita, persa, griega, latina. Natalia Moreleón traduce directamente del griego clásico un Himno homérico a Afrodita y, del griego renacentista, un fragmento del Erotócrito de Cornaro. Por su parte, Adrián Muñoz traduce directamente del sánscrito védico dos textos del Atharva Veda y del sánscrito clásico fragmentos centrales de La nube mensajera, un poema de Kalidasa. La antología rescata las ejemplares versiones de Gabriel Zaid de las Canciones de Vidyāpati, que había publicado en 1978. Hay también jarchas mozárabes, lais franceses y cantigas portuguesas.

Actualmente, se habla poco del amor, y puede sentirse nostalgia por aquellos ensayos extraordinarios que hubo hace ya mucho tiempo, como Cultura femenina, de Georg Simmel, los Estudios sobre el amor, de José Ortega y Gasset, o De Francesca a Beatrice, que trata, evidentemente, sobre La Divina Comedia y su concepción del amor, de Victoria Ocampo. Y desde luego, no hay que olvidar uno de los ensayos que más ha profundizado en el fenómeno del amor —aunque la tesis principal del libro estuviera equivocada—, Amor y Occidente, de Denis de Rougemont, que los editores mencionan en la introducción de Primer amor. Uno se pregunta dónde ha quedado todo esto, que forma una parte vertebral de la cultura de Occidente. Y aunque, desde luego, ha habido numerosos trabajos posteriores sobre el tema, estudiado desde muy diversos ángulos (Bataille, Foucault, Barthes, Kristeva, y muchos más posteriores), mi sensación —y esto es, desde luego, muy subjetivo— es que nos dan más claves para entender la poesía amorosa y el amor en sí mismo, tal como se han conocido hasta ahora, desde hace cuatro milenios, aquellos libros más antiguos, como los de Ortega y Rougemont. Me he preguntado por qué, y es posible que se deba a un veloz cambio de mentalidad, o, por decirlo con más precisión, de lo que los alemanes llaman Zeitgeist: el espíritu de la época.

Estamos en una transición radical, como posiblemente no se haya visto desde hace casi un milenio. No puedo imaginar lo que será una antología de poemas de amor que se haga dentro de cien años. Los cambios que hay en puerta con la lucha feminista y con la de reivindicación de diversos géneros y transgéneros van a romper con todos los esquemas anteriores. Y esto es sólo parte de una transformación cuyos efectos no podemos todavía vislumbrar. No podemos saber si lo que venga será bueno o malo; lo único claro es que será distinto.

Y ojalá esa furia reivindicadora, como la de algún feminismo radical, no eche por la borda la inmensa riqueza que nos ha legado toda esta tradición, y sepa entender el contexto histórico en el que se dieron, sin duda, muchas injusticias sufridas por el género femenino, pero que al menos pueda apreciar la poesía a la que ha dado origen toda esta lentísima evolución.

Por lo pronto, en el libro podemos encontrar un testimonio de esos pasos, reflejados en muchos temas amorosos: la unión y la separación, la añoranza y el abandono, el coqueteo, el rechazo, el olvido, la dicha de los amantes, la unión en la muerte, y no sé cuánto más. Todo es parte de la experiencia humana, y su lectura enriquece nuestra propia experiencia. Que alguien piense en el amor y produzca un libro como éste, sobre todo en una época tan llena de odio y de violencia como la que nos está tocando vivir, es de agradecerse, pues ofrece no sólo un respiro, sino una gran bocanada de aire fresco.◊

 


 

* Poeta, ensayista y traductora. Se formó literariamente en el taller de Juan José Arreola, en 1964, al mismo tiempo que empezó la carrera de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, donde obtuvo la maestría y el doctorado y donde es profesora titular de Filosofía de la Religión. Ha sido profesora en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes y codirectora de la Casa del Poeta. Su Poesía completa (1964-2012) fue publicada por el Fondo de Cultura Económica en 2012; siete de los veintinueve títulos que incluye han recibido premios en México y otros países. Ha colaborado en diversas ocasiones en nuestra revista Otros Diálogos y en la Revista Estudios de Asia y África del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México.