Sobre las ilustraciones | Núm. 17

 

 

Las imágenes que ilustran este número de Otros Diálogos pertenecen a un acervo de fotografías de pintas, carteles raídos, graffiti y obras pictóricas de muros callejeros que capturé a lo largo de diez años y que vieron la luz en diciembre del primer año de la pandemia como parte de la selección de 180 imágenes que integraron el libro de MurMuros (México, Ediciones Mastodonte, 2020).

El acervo original supera las mil imágenes capturadas en las calles de algunas ciudades de América: Ciudad de México, Irapuato y Tepoztlán, en nuestro país; San Francisco, Chicago y Miami, en Estados Unidos; y Bogotá, Valparaíso y Montevideo, mirando al sur. En estos sitios, los muros condensan la filosofía de lo cotidiano, la lucha política, la admiración por ciertas figuras públicas, la indignación frente a la desigualdad de género, el desgarramiento de los migrantes.

El trabajo, primero individual, luego colectivo, que conforma el proyecto de MurMuros —una labor concebida en cinco etapas: captura, curaduría, escritura, edición y difusión— cierra el primero de sus arcos creativos con la publicación de sus dos volúmenes. No obstante, las imágenes cobran ahora una dimensión distinta, inusitada, al integrarse al presente número de Otros Diálogos. Su inclusión es por demás elocuente, ya que, en este nuevo contexto, las imágenes ayudan a abrir otros planos en la comprensión del fenómeno de la discriminación. Quizá no sea impreciso pensar los graffiti como la expresión de alguien que busca romper su marginación e incorporarse, así sea por la vía de la transgresión, en la comunidad simbólica de los otros que se topan con aquello que ha plasmado en el muro. Los graffiti como eslabón de una cadena significativa: protesta-petición-encuentro; exclusión-identidad-inclusión.

La convivencia con el fenómeno de los graffiti me ha hecho reflexionar en torno a su precariedad: el gesto creativo que contiene cada muro que vive a la intemperie está expuesto a la erosión. Lo que nace como un grito estridente que arrebata la atención del transeúnte va perdiendo fuerza hasta diluirse en un murmullo, último testigo de que por ahí pasó alguien que se duele, alguien que desespera, alguien que ama, alguien que imagina. La inclusión de estas imágenes en este número de la revista extiende la cadena significativa: grito-murmuro-diálogo.

En este tránsito creativo he experimentado multiplicidad de identidades: viajero, transeúnte, coordinador, curador, escritor, editor, divulgador. A este conjunto le falta, paradójicamente, la de grafitero. En la víspera de la publicación de estas imágenes en Otros Diálogos, se agita en mí una fantasía traviesa: este acto equivale a dejar una marca en los magníficos muros de piedra gris del edificio que alberga El Colmex. El carácter de estos graffiti simbólicos radica no en la transgresión del espacio privado, sino en la expresión pública de un significado íntimo, como cuando un estudiante de secundaria le revela su pasión a la joven de la que está enamorado, con una pinta en el muro que está frente a la escuela. El Colmex es la segunda casa de mi madre, una académica que ha completado casi cincuenta años de una labor de investigación y docencia de la lingüística preñada del afán de inclusión: de los niños que arriban a la comunidad humana por la vía del lenguaje, de los indígenas en las vicisitudes del bilingüismo, de los estudiantes que se integran a la sociedad a través de los libros de texto gratuito, de las mujeres profesionistas que han abierto caminos de participación en el siglo xx y xxi. La transmutación de MurMuros en Otros Diálogos es, pues, una secreta oportunidad de nombrar a Rebeca Barriga Villanueva y de sumar una traza a la tradición de diálogo inclusivo de la institución en la que ella ha florecido y ha acompañado a otros a crecer.◊

ARTURO IGNACIO PEÓN BARRIGA