Ramón Xirau y la poesía mexicana

“Pocos han tenido tanta fe en la poesía comparable a la de Ramón Xirau. Para él la poesía es conocimiento, observación, contemplación, visión”, dice José Emilio Pacheco, amigo y discípulo de Ramón Xirau y, en su día, secretario de redacción de Diálogos.

 

– JOSÉ EMILIO PACHECO –

 


 

Publicado originalmente en Presencia de Ramón Xirau, México, Coordinación de Difusión Cultural.
Dirección de Literatura-unam (Textos de Humanidades), 1986, pp. 71-73.

 

Profesor desde su adolescencia, gran animador del Centro Mexicano de Escritores entre 1951 y 1964, crítico, ensayista y —finalmente pero no en último término— amigo, Ramón Xirau ha vivido y trabajado siempre en beneficio de los demás. Nada tan justo como este mínimo homenaje ahora que acaba de obtener el premio Elías Sourasky. Hay otro premio cotidiano: el agradecimiento de quienes hemos tenido el privilegio de tratarlo y aprender de él.

No disimulo desde cuál perspectiva hablo de Xirau. Tampoco me disculpo: la amistad es un punto de vista mucho más esclarecedor que la envidia o el resentimiento. En 22 años de relaciones con él —a veces cruzadas por el desacuerdo pero nunca enturbiadas por la discordia— he conocido muchos aspectos de Ramón Xirau. Entre ellos cuatro a los que aludo brevemente esta noche.

El primero es su poesía. Nadie me ilustró tanto como Xirau sobre el lazo indisoluble entre poesía y lengua materna. Él, que conoce tan bien la lírica en castellano, jamás ha escrito un verso en nuestro idioma —aunque ha hecho, sí, excelentes traducciones poéticas—. Su poesía entera está en catalán. Sólo en catalán puede representarse poéticamente el mundo. La ha escrito siempre. Primero sin esperanza de ser leído un día; aun a sabiendas de que así se alejaba de todo reconocimiento por parte de su comunidad lingüística inmediata, la mexicana; y cuando el catalán era reprimido por el franquismo.

Más temprano que tarde ese acto de íntima certidumbre, pero también político y moral, ha tenido su recompensa: desde hace algunos años sus libros circulan en todo el dominio de la lengua catalana que hoy reconoce a Xirau como uno de sus mejores poetas.

El segundo aspecto es su obra filosófica. Aquí me hundo en un pozo de ignorancia: sólo puedo decir que si algo me ha salvado de la oscuridad absoluta es su Introducción a la historia de la filosofía: el mejor manual de su tipo que existe en castellano y la más importante obra de alta divulgación que se ha hecho en México desde que Reyes publicó La crítica en la edad ateniense.

Llego al tercer aspecto: Xirau como ensayista, como practicante de un género que ha sido expulsado, para nuestro empobrecimiento, tanto de la academia como del periodismo. Los textos de Xirau no son artículos ni crónicas ni apuntes de clase ni comunicaciones a congresos: son ensayos en los que habla el crítico, el filósofo y el poeta.

Me queda sólo decir cuánto le debe a Xirau la poesía mexicana. Lo que ahora vemos como el orden natural de las cosas no estuvo así desde el principio: todo o casi todo se originó en un breve libro publicado por Xirau en 1955: Tres poetas de la soledad: Gorostiza, Villaurrutia y Paz. En esas páginas es estableció nuestra “Gran tradición” moderna y se inició el pleno reconocimiento de Paz, a quien Xirau ha consagrado muchos ensayos y un libro de 1969: El sentido de la palabra.

Durante por lo menos quince años Xirau trabajó en favor de nuestro producto menos exportable. Hizo decenas de textos y antologías para publicaciones extranjeras y logró que en esos países al menos un sector reducido se interesara en lo que escriben nuestros poetas. En el marco de una sola literatura hispánica, Xirau relacionó la poesía mexicana con la que se hace en España y el resto de Iberoamérica. Por si lo habíamos olvidado, nos recordó que México también es parte del mundo, aunque no en modo alguno el ombligo del mundo.

Desde Sor Juana hasta los poetas de veinte años, hombres y mujeres, todo aquel que ha hecho algo importante ha recibido la lectura atenta de Xirau. Un día se reconocerá la deuda que tiene con Xirau el prodigioso renacimiento entre nosotros de este arte al que no hace mucho creíamos extinto.

Pocos han tenido una fe en la poesía comparable a la de Ramón Xirau. Para él la poesía es conocimiento, saber, observación, contemplación, visión. Su tarea crítica no consiste en cerrarnos los libros con sus fulminaciones sino en abrirnos páginas con sus iluminaciones. Por todo esto, y por tantas cosas más, quiero esta noche darle humildemente las gracias.◊

 

Ateneo Español de México | Agosto de 1981