Ramón Xirau o sobre la presencia

Ramón Xirau fue un filósofo de su tiempo. Como tal, recibió la influencia de Heidegger. Pero a la visión angustiosa del Ser que ofrecía el alemán —nos dice Humberto Beck en este ensayo— opuso la de la presencia; es decir, la del Estar. La distinción entre ser y estar —típica del español y el catalán— le da a esta filosofía un “giro hispánico”, pero también poético, lo que Xirau aprovecha para explorar un terreno que Heidegger no pisó: el de la teología.

 

HUMBERTO BECK*

 


 

Xirau y el tiempo vivido

 

En la obra de Ramón Xirau, el concepto de “presencia” es la bisagra que une al filósofo con el poeta. La razón de este vínculo es el lugar de la poesía en la obra del autor: un espacio privilegiado para expresión de la condición humana, que produce una auténtica “forma de conocimiento”. Para explorar esta relación fundacional hay que remitirse a Sentido de la presencia, primer libro en prosa de Xirau, publicado en 1953, que se inscribe dentro de una serie de actualizaciones realizadas en el siglo xx (de la que forman parte las obras de pensadores como Edmund Husserl y Martin Heidegger en Alemania, o de Henri Bergson y Gaston Bachelard en Francia) del debate acerca de la oposición entre dos visiones del tiempo. Una de ellas es la visión más racional, lógica, incluso matemática: el tiempo como medida objetiva del cambio, que puede reducirse a una expresión matemática del antes o del después de un suceso. La otra es una visión más existencial, vital, sustantiva: el tiempo como un asunto personal, una experiencia inmediata, concreta, que no puede reducirse a ningún cálculo o medida. Mientras que la formulación original de la primera de estas visiones se remonta a Aristóteles y a su idea del tiempo como la medida del movimiento, la formulación original de la segunda se remonta al San Agustín de las Confesiones y a su concepción eminentemente subjetiva de la experiencia temporal, un referente al que Xirau retornaría varias veces a lo largo de su obra.

Como Heidegger o Bachelard, Xirau considera que la visión objetiva, racional, del tiempo como medición ha contaminado la forma en que concebimos el tiempo de la propia condición humana, dando lugar a una versión falsa de la temporalidad, es decir, una versión falsa de la forma en que nosotros mismos experimentamos el tiempo. Así, Xirau nos dice, en Sentido de la presencia, que hemos llegado a concebir la vida como un “lanzarse fuera de sí” y como un “desenvolvimiento entre dos puntos (de polo a polo), en que el antes y el después son absolutos”. Sin embargo, dado que el pasado no existe (es el “imposible radical”) y sólo el futuro es realmente una posibilidad, al mirar el tiempo afirmamos solamente el futuro, con el resultado de que “se suprime el ahora, se suprime la vida”. Nuestra única forma de estar se reduce entonces a proyectarnos hacia aquello que no somos. La vida se vuelve, escribe Xirau, “un puro no vivir, un desvivirse recordando y futurizando nuestros anhelos”.

Ahora bien, otro de los puntos centrales de Sentido de la presencia es la identificación de la novedad del siglo xx con respecto a todas las centurias anteriores. La clave de esta novedad reside en la manera en que durante ese siglo la tendencia a una visión racional, objetiva, del tiempo no sólo continuó, sino que se vio exacerbada por su concepción moderna. Es un hallazgo de Xirau el descubrimiento de esta afinidad entre el tiempo de la modernidad, volcado hacia el futuro (y expresado en la velocidad, la aceleración y el progreso) y el tiempo concebido como medible y objetivo. El tiempo moderno representaría entonces una continuidad absoluta, más que una ruptura, con el tiempo de la condición humana: sería una forma extrema de su manifestación.

Esta afinidad se expresa, sobre todo, en la tendencia, tanto en la estética como en la política del siglo xx, hacia lo que Xirau llama la “disolvencia” y la “futurización existencial” —la propensión a hacer del futuro (lo que no existe o todavía no es) la categoría central del pensamiento y de la acción. El resultado de esta propensión es una “continua variabilidad”, un “continuo buscarse sin encontrarse”. Ésta es la lección de los “ismos” en arte, política o filosofía, cuyo propósito no es la realización, sino la voluntad de volcar hacia el futuro “la esperanza de un tiempo que no encuentran en el presente”, y así mezclar “su existencia con el anhelo de querer ser, con la esencia irrealizable de que está ausente su vida”.

¿Cuál es la mirada alternativa sobre el tiempo que propone Xirau? Contra el tiempo acelerado (o, para usar sus propios términos, “futurizante”), contra el tiempo entendido como una entidad racional y objetiva, Xirau propone otro modelo de temporalidad, otra experiencia del tiempo. Este otro modelo es el de la presencia.

Para Xirau, tanto el tiempo de Aristóteles como su versión actualizada en el tiempo histórico de la modernidad nos colocan en una situación imposible: nos obligan a vivir en un tiempo que se desgrana y que se nulifica a sí mismo; sobre todo, nos obligan a “vivir en el futuro”. Se trata de una tentativa absurda porque el futuro, estrictamente, no existe, ya que la vida solamente se ofrece “en presencia”.

Pero ¿en qué consiste esta presencia? “Presencia” es la manera en que Xirau se refiere a la “sustancialidad del tiempo”, la noción que nos invita a ver el tema del tiempo de otra manera y ya no desde un punto de vista lógico. La presencia es la idea que nos invita a darnos cuenta de que el tiempo no discurre, sino que, más bien, ocurre. Xirau establece, por consiguiente, una distinción entre la presencia y el presente. Cuando se percibe como mero discurrir lineal, el presente es inalcanzable, pero cuando se le percibe en función de la presencia, se vuelve una especie de morada; en palabras de Xirau, este presente, cuando “pertenece a la presencia”, se convierte en “nuestra estancia”. Bajo el influjo de San Agustín, la presencia de Xirau representa una búsqueda por trascender las limitaciones del tiempo lineal y lógico mediante una visión sustantiva y personal de la experiencia del tiempo.

 

Xirau y “pensar en español”

 

Al actualizar el contraste entre dos visiones del tiempo, Xirau se integra a un destacado linaje filosófico. Sin embargo, él actualiza este contraste de una forma particular, dándole un particular giro hispánico, al anclar sus reflexiones en uno de los pocos intraducibles filosóficos de la lengua castellana: la distinción entre el ser y el estar. Para Xirau, “el estar”, en oposición al “ser”, supone una “filosofía peculiarmente hispánica” de la presencia. En contraste con el tiempo meramente medido o pensado, el estar es la principal expresión del tiempo efectivamente vivido. Esto sucede así porque el estar refiere a una “forma limitada del tiempo”, mientras que el ser remite a una “cualidad permanente”, una esencia. Este empleo del verbo estar, apunta Xirau, es peculiar del castellano y del catalán.

Por esta razón, Sentido de la presencia (el principal ensayo donde Xirau expone estas ideas) representa, junto a obras como El laberinto de la soledad, uno de los puntos de referencia de la prosa mexicana e hispánica, no sólo por sus logros estilísticos, sino por lo que, de hecho, comprueba: las posibilidades intelectuales del español. Vale la pena, así, situar a Xirau dentro de una historia poco contada, pero imprescindible: la de las vanguardias filosóficas del castellano, de la voluntad de pensar no sólo desde las propias circunstancias, sino desde el propio lenguaje; una historia que cuenta a Unamuno, a Ortega y a Borges entre algunos de sus principales capítulos.

El ser, nos dice Xirau, es imposible de emplear para definir a los seres humanos.  Solamente el estar permite “arraigar en la tierra y vivir en relación subjetiva con los otros”, “estar aquí, en este mundo, envuelto y rodeado por las cosas”. El estar es “más que el ser” porque no conlleva pretensiones de absoluto. El estar es el respirar que nos salva de la asfixia del ser.

 

Xirau y la poesía como conocimiento

 

La propuesta filosófica de Xirau se caracteriza no sólo por esta dimensión hispánica, sino también por su particular giro estético, el cual comparte con Heidegger y Bachelard, y que pone a la poesía en el centro de la reflexión como el vehículo favorecido del estar y la presencia. El poema está en esta condición aventajada de decir el sentido de la realidad y del tiempo porque su principal instrumento, la metáfora, refleja con asombrosa precisión la característica del sujeto humano de “fundirse con las cosas, de reunirse a ellas, de vivir en ellas”, lo que Xirau llama (recurriendo a un neologismo filosófico) su “fusividad”. Esta “experiencia de la fusividad”, de estar vinculado con el mundo, es la que “encontramos en toda metáfora viva”.

Escribe Xirau en El tiempo vivido, obra de 1985 que continúa sus reflexiones sobre la presencia: “La metáfora es la fábrica unificadora de nuestro edificio poético, es el instrumento de la fusión que implica nuestro estar. Gracias a la metáfora no es el hombre un ente separado, no constituye una minoría selecta. El hombre está. Y estar es estar ahí, con las cosas, con los hombres, con el mundo”. Como emblema de esta capacidad fusiva de la poesía, Xirau gustaba de citar el verso de Paul Éluard: Ce temps arrière avant pendant après passé (“Ese tiempo detrás delante durante después pasado”). Es decir, este tiempo que fusiona todos los tiempos y se resuelve en presencia, el tiempo de la poesía. El lenguaje de la poesía es el de estas experiencias concretas, cargadas de inmanencia, en las que se manifiesta la presencia a través de la vivencia de lo singular y de lo único.

 

Sentido y presencia

 

Finalmente, la presencia de Xirau se distingue de propuestas análogas, como la “duración” de Bergson o el “ser” de Heidegger, porque el primero dio el paso, no siempre usual, de reconocer la dimensión teológica de estas ideas sobre el tiempo y el lenguaje. Para Xirau, la presencia es presencia de lo sagrado. En esto se adelantó a George Steiner y a sus reflexiones sobre las “presencias reales” que habitan en el texto. De este modo, la principal tesis de Sentido de la presencia es una tesis implícita, expresada sólo de manera elíptica en el propio título de la obra. Esta tesis es que la presencia es el fundamento del sentido. La presencia constituye este fundamento justamente porque es regalo, donación: la presencia se da y, al darse, da también el sentido.

El pensamiento de Xirau se revela, así, como un “negativo fotográfico” de la filosofía de Heidegger, pues mientras que para el filósofo alemán son la muerte y la angustia las piedras de toque de la condición humana, en el caso del filósofo mexicano-catalán esta piedra de toque es la presencia. La presencia como contraparte inevitable de la muerte, unida a ella por la característica fundamental de la existencia: la finitud. La filosofía de Ramón Xirau es una filosofía de la bondad del ser, de esa omnipresente teofanía que es la Creación. Una filosofía del asombro ante el mundo como fuente no sólo de la filosofía, de la interrogación ante el Ser, sino también del propio sentido de ese mismo Ser. Como es sabido, para Xirau la poesía es conocimiento. Pero, de un mismo modo, para él la filosofía es poesía. Se trata de una doble empresa que abarca tanto la reflexión acerca de las cosas como la constatación de que las cosas mismas —su presencia— representan la “estancia concreta y vital en este mundo”.◊

 


* HUMBERTO BECK

Es profesor-investigador en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México.