¿Qué significa la crisis de la democracia? Lecciones del activismo político en Senegal

Cuando las instituciones tradicionales de la democracia muestran fracturas, si no es que crisis evidentes, otras herramientas y actores ocupan el escenario propugnando una democracia que se construye desde la propia ciudadanía. He aquí una muestra, a partir del relato sobre el activismo político y cibernético en África occidental y, en particular, en Senegal.

 

EMILY J. RILEY* / TRADUCCIÓN DE JUAN CARLOS CALVILLO**

 


 

Justo en el momento en el que empiezo a escribir este comentario —cuya intención es discurrir sobre poder y política en Senegal— se suscita una fractura en la democracia estadounidense. Alguna vez fue impensable que se tambaleara el gran experimento democrático de Estados Unidos, con sus instituciones impenetrables, y hoy se encuentra en franca crisis. Luego de ser absuelto por un Senado de mayoría republicana, el presidente Donald Trump no esperó siquiera una semana para destituir a varios de los funcionarios de carrera que declararon en su contra en las audiencias para el juicio político en la Cámara de Representantes. Al mismo tiempo, le ordenó a su fiscal general, William Barr, intervenir en un proceso judicial que involucra a uno de los consejeros más antiguos del presidente. Estas acciones promueven la insinuación de que Estados Unidos se está convirtiendo en una dictadura, un término que se usa con mayor frecuencia cuando se habla, entre otras, de naciones africanas, aquellas que a muchos les parecen democracias incipientes, si bien inestables o en un caos constante. Por lo demás, para una gran cantidad de estadounidenses, las naciones africanas son ejemplo de violencia y gobierno antidemocrático, contra los que oponen y celebran el excepcionalismo estadounidense.

Por razones diversas, el país de Senegal se ha visto como un caso insólito de paz y democracia en la región de África occidental. El “excepcionalismo senegalés”, como muchos lo llaman, es la mezcla de una relación exitosa entre el islam sufí y una sociedad democrática abierta, así como de un saludable sistema pluripartidista. Dado que nunca ha sufrido un golpe de Estado o una transición política violenta, se consideró un Estado poscolonial modelo desde la declaración de su independencia de Francia en 1960. Sin embargo, Senegal se ha encontrado con dificultades por los efectos de una enorme inequidad salarial, por la corrupción y por los crecientes ataques en contra de la libertad de expresión; y, aun cuando las elecciones se celebran de manera pacífica, hay grupos de activistas que no dejan de reportar irregularidades.

En este breve artículo habré de comentar las labores de un grupo activista cibernético llamado Africtivistes, afincado en Senegal, con el fin de reflexionar críticamente en torno a la democracia, la ciudadanía y lo que puede aprenderse del contexto senegalés en lo que respecta a la participación activa en los procesos democráticos. A decir verdad, una de las cosas que podemos aprender sobre la democracia a partir del estudio de la historia poscolonial senegalesa es que requiere tanto mantenimiento como lucha. Dicho de otro modo, la democracia nunca se acaba. Asimismo, en este ensayo sugiero que los miembros de Africtivistes ostentan, en sus plataformas de medios, un uso muy sofisticado del lenguaje y de las expresiones culturales locales para pugnar por elecciones justas y transparentes, así como por libertad de prensa y de expresión, materia prima de una democracia funcional.

El grupo de Africtivistes —una palabra compuesta que yuxtapone los vocablos “africanos” y “activistas” en francés, la lengua oficial de Senegal— lo integran principalmente periodistas y activistas de la sociedad civil extendidos a lo largo de una buena parte de África occidental. Sus miembros se comunican en varias lenguas y permanecen en contacto a través de Twitter, Facebook y WhatsApp. En África, el complejo uso de teléfonos celulares y redes sociales ha traído consigo un auge del activismo político y la necesidad de vigilar la información que se encuentra en línea. Una de las consignas de Africtivistes dice, a la letra, “fortalecer la democracia a través del mundo digital”, y tienen talleres en los que se trabajan temas como paz y estabilidad política, democracia y empleo de recursos digitales como plataformas para que la sociedad civil informe, se entere y denuncie injusticias cotidianas. Un asunto de particular interés para ellos es el acceso abierto a internet y el combate al autoritarismo digital que limita o niega la posibilidad de conectarse a la red y a las aplicaciones de mensajes. Por ejemplo, al tiempo que el represivo expresidente de Gambia Yahya Jammeh impugnó los resultados de las elecciones de 2016, varios activistas gambianos, que operaban clandestinamente en sus domicilios y en Senegal, enviaron información a los miembros de Africtivistes para su divulgación en los periódicos senegaleses. En nombre de los Africtivistes, y con el hashtag #GambiaHasDecided, los miembros publicaron entradas de blog en sitios personales y de asociaciones civiles instando, por declaración oficial, a Jammeh a respetar la voluntad del pueblo y a dimitir. Los gambianos residentes en el extranjero también publicaron sus opiniones en las redes sociales, con la esperanza de que sus mensajes llegaran a todos aquellos que tuvieran acceso a los sitios en Senegal.

En el afán de mostrar algunos de los modos en que los Africtivistes presionan al Estado para que reconozca sus malas prácticas y para promover elecciones democráticas, a continuación comparto una serie de observaciones etnográficas recopiladas a lo largo del tiempo que pasé con los Africtivistes durante las elecciones parlamentarias de 2017 en Senegal. Comienzo por situar el contexto de la estructura del gobierno y su sistema electoral, y más adelante expongo las maneras en que los miembros se organizan y comunican durante la campaña y hasta el día de la elección.

 

Las elecciones

 

El sistema electoral de Senegal es mixto, con un parlamento de 165 integrantes, 90 de los cuales representan los 30 departamentos nacionales en todo el territorio, junto con una nueva representación, de quince miembros, de todos aquellos que viven en la diáspora. Otros 60 escaños se eligen por voto proporcional nacional, de acuerdo con el método del resto mayor.1 Cada partido o coalición propone dos listas, una con representantes nominados en cada departamento y otra para la “lista nacional”, que clasifica en orden a los candidatos que esperan beneficiarse de los votos proporcionales. Por cada 100 mil votos nacionales que obtenga la coalición se elige un miembro, empezando por la tête de liste, la persona a la cabeza de la coalición. Los candidatos menos importantes compiten por el lugar más cercano al líder, a la espera de que la coalición reciba votos suficientes para cada persona enlistada. Esta regla promueve la división de partidos en distintas coaliciones, puesto que muchos políticos suponen que tienen más probabilidades de ganar un escaño si se presentan como tête de liste, en lugar de como segunda o tercera opción en la lista de otro partido.

Las tres coaliciones dominantes fueron Bennoo Bokk Yakaar, con el primer ministro Mahammad Dionne a la cabeza (y alineado al gobierno del presidente Macky Sall); Mankoo Taxawu Senegal, encabezada por el alcalde de Dakar, quien fuera encarcelado en marzo de 2017 por corrupción; y Mankoo Wattu Senegal, una coalición integrada mayoritariamente por políticos de la administración anterior y dirigida por el expresidente Abdoulaye Wade, de 91 años de edad. Gran parte de la intensidad de la campaña, sobre todo en los días previos a la elección, se debió a una multiplicidad de factores, entre los que se cuenta la confusión y la falta de transparencia en lo respectivo a la transición a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (cedeao, o ecowas, por sus siglas en inglés) y a la emisión de credenciales autorizadas para votar.

 

#TuVotesAvecQuoi: el pueblo le contesta al Estado

 

“Las coaliciones se duplican con cada elección, al grado de llegar a 47 este año, y la próxima vez es probable que sean el doble”, afirma Papa Ismaila Dieng entre risas, a las que les sigue un suspiro incómodo. Él es uno de los miembros fundadores del grupo de Africtivistes. Creció en Dakar, estudió periodismo y se volvió conocido públicamente por su cobertura del juicio de Hissène Habré, el expresidente de Chad que buscara refugio en Senegal luego de ser derrocado tras una dictadura de años. Este juicio fue una novedad en el continente: una colaboración entre la Unión Africana, Senegal y otras organizaciones internacionales que crearon una corte africana ad hoc, con sede en Dakar, para hacerse cargo del juicio, más de 20 años después de que Habré, acusado de tortura y de masacre, entre otros, buscara asilo en Senegal. “Pero [la abundancia de coaliciones] no es la peor parte”, dice Papa Ismaila, aun dispuesto a hacer bromas sobre lo terrible que resulta (“graw na”); comenta que el problema más apremiante para la estabilidad de la democracia en Senegal es que, hasta cinco días antes de la elección, la mayoría de senegaleses todavía no sabía ni dónde ni cómo votar. Lo más humillante fue el presentimiento de que la elección sería irregular, puesto que la gente había decidido que no valía la pena el sufragio, o bien sospechaba que habría manipulación de las urnas. A más de ello, muchos criticaron al gobierno por gastar millones de francos cfa en nuevas credenciales para votar, que luego no procuró que se fabricaran a tiempo. La gente acudió a su respectiva oficina local en repetidas ocasiones, e incluso hizo filas el día de la elección, para obtener su credencial, pero simplemente no estaba lista. En consecuencia, Papa Ismaila y otros Africtivistes asumieron como obligación alentar a la gente a desmitificar el proceso electoral por medio de una comunicación transparente.

A pesar de haber tenido más de un año para emitir las nuevas credenciales, conforme se acercaba la fecha de los comicios se volvió evidente que el gobierno estaba atrasado en la producción de los documentos. Los usuarios de Twitter condenaron la desorganización y la impuntualidad en la emisión de las cédulas. En vísperas de la jornada electoral, el Estado se vio cada vez más presionado a abordar el asunto —en parte gracias a las protestas de activistas como Papa— y, al cabo de unos días, el presidente tomó la decisión ejecutiva de prorrogar la validez de las credenciales anteriores. Además, la comisión electoral, con ayuda del Parlamento en funciones, decretó que los votantes recibirían un mínimo de cinco boletas, de entre las cuales tendrían que elegir y depositar sólo una,  a fin de ahorrar el tiempo que habría requerido recibir 47, una por cada partido registrado. El presidente Sall publicó en Twitter una fotografía del decreto firmado por la comisión; Papa respondió al tuit mostrándose en franco desacuerdo con el hecho de que el presidente acorralara al Consejo Constitucional y planteando el problema que representa el mandato con respecto a las leyes electorales vigentes desde 1993. Papa tuiteó lo siguiente: “L’avis du Conseil Constitutionnel signifie que tout ce qui a été fait depuis octobre 2016 et qui nous coute 50 milliards (cfa), diarouko wone. #kebetu” (“La resolución del Consejo Constitucional significa que todo lo que se ha hecho desde octubre de 2016 y que nos ha costado 50 millones de francos cfa [alrededor de 85 millones de dólares] no ha servido de nada. #kebetu”). A tres días de la elección, fue una jugada muy anticipada, pero aun así Papa aprovechó la oportunidad para burlarse de ella en Twitter y Facebook con el hashtag #TuVotesAvecQuoi [#ConQuéEstásVotando]. El comunicado oficial del Consejo Constitucional hizo un listado del tipo de identificaciones que se aceptarían en las casillas: entre ellas, credenciales de elector ya existentes, pasaportes, carnets oficiales de identidad, licencias de conducir y comprobantes de empadronamiento electoral. Después de difundirse el tuit de Papa con el documento adjunto, otros usuarios empezaron a publicar credenciales de la universidad, membresías de clubes de judo o tarjetas de apoyo en favor de un líder religioso o de un equipo de futbol, todas identificadas con el hashtag. Circularon fotografías de empleados gubernamentales que trabajaban para la comisión nacional electoral con decenas de credenciales desperdigadas en el piso de lo que parecía ser su casa, y se comentó al respecto su falta de profesionalismo, de discreción y de cuidado. Otras personas tuitearon imágenes de credenciales de elector tiradas en los botes de basura a las afueras de los ayuntamientos en diversas partes de la ciudad, o capturas de pantalla de videos que mostraban tarjetas esparcidas en las mesas de lo que aparentaban ser alcaldías u oficinas de los partidos políticos.

#TuVotesAvecQuoi brindó una abundancia de oportunidades creativas para que los usuarios se burlaran del fiasco de las credenciales y de la decisión del presidente de modificar las reglas a última hora. No obstante el intento de este último de preservar el control del proceso electoral por parte de su administración, los cibernautas sintieron que el suceso era sintomático de un problema mayor: que el gobierno simplemente no tomaba en serio a la población. Algunos usuarios difundieron la imagen de una credencial de la Asociación Universitaria de Atletismo con la fotografía de un joven Macky Sall y con invitaciones sarcásticas a que tratara de votar con esa tarjeta. Esto fue una tentativa para bajarlo al nivel de los demás, para pedirle que se le aplicaran los mismos criterios que se les imponen a ellos. Otros publicaron una foto de Sall en la que aparece con su credencial cedeao en la mano, emitida en la primera remesa, que se usó como un ardid publicitario para promover el nuevo programa que lo llevó a tan funesta situación. “Tú ya tienes la tuya, pero ¿dónde está la mía?”, escribió un usuario, seguido del hashtag. Al trivializar el proceso, e incluso al etiquetar al propio Macky Sall para llamar su atención, los usuarios aprovecharon la manera en la que Twitter en particular, dada su naturaleza pública, y gracias a su capacidad de catalogar y enfocar ciertos temas, crea una identidad colectiva para denunciar la hipocresía del Estado y darles voz a las quejas de quienes se sintieron excluidos del proceso. Cuando se etiqueta a un involucrado, el tema queda obligado a discutirse de manera pública. Con todo, ésta fue una forma de hacer que muchas personas “que nunca habían participado en la política”, como señala Papa, se sintieran más “cerca” de los funcionarios al responder directamente los tuits del presidente, para bien y para mal. En el caso de #TuVotesAvecQuoi se percibe tanto una burla del proceso de empadronamiento como una frustración tangible por la negligencia —o quizá dolo— del Estado, que impidió que la gente votara, sin que hubiera mucho que hacer al respecto. Con el hashtag se manifiesta la inquietud de estar siempre a la espera, el tipo de desposeimiento que uno siente dada la lentitud (y, a menudo, el estatismo) de la burocracia, y dada la incertidumbre de alternativas democráticas en vista de la falta de movimiento, como lo es el hecho de exigir una identificación para votar sin ser capaces de expedirla. Estas realidades son parte de las limitaciones de un país, como Senegal, al que le han forzado ajustes estructurales; la otra parte es el gobierno ineficiente, que ha creado un método banal, y sin embargo poderoso, de llevar una administración caótica. El escarnio público es una manera no sólo de “vengarse del Estado”, sino también de dirigir la infinita improvisación que pone en riesgo su participación entera en el proceso democrático.

 

#SunuDepute2017: los activistas en redes sociales toman el control de la participación democrática

 

Usar redes sociales para comunicarse directamente con los políticos no es, desde luego, un fenómeno exclusivamente senegalés. Con todo, mi intención en lo que queda de este artículo es demostrar la manera en que los miembros de Africtivistes han combinado la vigilancia en el lugar de los acontecimientos con la vigilancia cibernética para supervisar el manejo de las elecciones por parte del Estado.

Cuando finalmente llegó la jornada electoral, el ambiente era optimista, si bien cauto, y había una gran cantidad de personas que todavía no contaban con su credencial de elector. Era perceptible la suspicacia. Había llovido tan fuerte la noche anterior que habían tenido que cerrar algunos caminos; las inundaciones dificultaban el traslado en automóvil y, en general, la movilidad a lo largo y ancho de la ciudad. Había también reportes de fallas de electricidad a causa de la lluvia. La gente dudaba de que la Senelec, la compañía de electricidad del gobierno de Senegal, tuviera la más mínima prisa de restablecer el servicio. Muchos recurrieron a Twitter para hacer un chascarrillo habitual y convertir la Senelec en Senelekk, un juego de palabras con el vocablo lekk, que en lengua wólof significa “comer”, y que da a entender que la compañía cobra por sus servicios a pesar de las fallas, es decir, que “se come su dinero”. A todo el país le preocupaba que un electorado de por sí vacilante se sintiera disuadido de salir a votar, ya fuera por el clima o por el descontento general con el gobierno y con el proceso electoral. Corría el rumor en las casillas de que Macky Sall había ido con un místico para propiciar que lloviera, o bien de que la lluvia era un castigo de Dios por la fraudulencia de las elecciones. Era obvio que la coalición de Macky Sall, Bennoo Bokk Yakaar, tenía los recursos suficientes para superar a la competencia en términos de publicidad, gracias a las giras que habían llevado al partido a los lugares más recónditos de Senegal. Con todo, esto no disipó el miedo de una mayoría que temía que usaran su influencia para alterar los resultados, introducir votos espurios en las urnas o implementar reglas de última hora que crearan todavía mayor confusión y frustración, y terminaran por desalentar a los votantes. Todos los partidos tuvieron, el día de la elección, voluntarios registrados para hacer rondas por las casillas de ciertos vecindarios y estar pendientes de cualquier disturbio, en caso de lo cual podrían defender los intereses de su respectivo partido. Parecían estar hechos para este trabajo —que lleva mucho tiempo siendo parte habitual del protocolo—, a juzgar por la manera en que corrían o tomaban taxis que los llevaban de una casilla a la otra para asegurarse de que no se suscitara ningún problema. Papa Ismaila y sus colegas acudieron a las redes sociales para ampliar su trabajo por medio de una vigilancia novedosa y eficiente de las votaciones que pudiera llegar a la gente y que sirviera como un registro público de los acontecimientos. Yo misma estuve atenta todo el día a las noticias en Twitter y Facebook, y pude ver la manera en que Papa Ismaila y otros Africtivistes se organizaron para informar al respecto de la situación en diversas casillas. El tono de burla de sus tuits se convirtió en una seriedad diseñada para facilitar el proceso electoral. Los Africtivistes reportaron que algunas casillas se habían visto afectadas por las inundaciones (“La escuela El Hadji Doudou Mbathie en Hann Bel-Air está anegada, no parece haber votaciones aquí”) y respondieron comentarios de los seguidores que preguntaban dónde podían votar o que informaban al respecto de alguna manipulación o irregularidad. Papa Ismaila publicó actualizaciones sobre algunos barrios de Dakar y algunas ciudades de Senegal (“Mbour: Chateau d’Eau Nord, 3 PM. Sólo dos de las once [casillas] ya empezaron a recibir votos” o “Escuela Liberté 5: votación en progreso, sin anomalías”). Una publicación de Papa Ismaila recibió decenas de respuestas con información sobre las casillas en las que habían podido votar otros miembros y amigos, y la cadena de comentarios da una muestra de la frustración que se sintió a lo largo del proceso: “Escuela Liberté 6: son las 9:15 y la casilla no ha abierto. El material para votar está incompleto”, escribió Papa Ismaila. En los comentarios a su tuit un usuario reportó: “9:30 y tampoco ha empezado la votación en Ibrahima Koita en Dieuppeul”. “Si hay tantos problemas con el material de votación en Dakar, debe ser una pesadilla en el resto del país”, respondió otro, seguido de una fotografía del dedo entintado de un amigo, distintivo de haber votado. A decir verdad, las imágenes de los dedos pintados de rosa abarrotaron los feeds de Twitter y Facebook, a más de los comentarios de una población que se sentía orgullosa de cumplir con un deber cívico a pesar de la sospecha de la corrupción del sistema. Una mujer publicó una fotografía de sí misma y de su hijo, a quien había llevado a la votación, y comentó: “Quiero que aprenda a ser un ciudadano modelo”. Y si bien es cierto que la crítica fluye con libertad, también irrestrictas fluyen las demostraciones de civismo y patriotismo.

Al final de la jornada, Papa Ismaila publicó fotos de los resultados oficiales de diversas casillas, clasificados por número de votantes registrados, número de votos emitidos y resumen de votos para cada partido. Sus seguidores se sorprendieron al enterarse del marcado contraste entre los electores registrados y el total de sufragios en una determinada casilla. “Es una locura el número de personas que no votó”, dijo un seguidor, a lo cual Papa Ismaila respondió: “El abstencionismo es bueno para los partidos grandes”, con lo que implicó una crítica a la supresión del votante por parte del Estado. Muchos seguidores le pidieron aclaraciones y le agradecieron la orientación que brindó a lo largo del proceso, así como la difusión de los resultados tan pronto éstos se dieron a conocer.

 

Conclusión

 

Los miembros de Africtivistes reconocen que la democracia es un proceso activo. Lleva tiempo la creación de una ciudadanía informada que entienda y que cuente con las herramientas necesarias para luchar por sus derechos. Con la promoción de talleres de ciberseguridad y de libertad de prensa y expresión, los organizadores de la asociación están reuniendo poco a poco una hueste de personas que pueda obligar al Estado a rendir cuentas y que pueda pugnar de manera inteligente por la democracia. Terminadas las elecciones, los Africtivistes usan Twitter no sólo para contestarle al Estado, sino también para promover ciertas prácticas democráticas y modos distintos en los que la gente conozca y ejerza sus derechos. Por lo tanto, cuando pensamos en la crisis de la democracia, ¿podríamos quizá considerar que está en crisis sólo cuando el pueblo deja de exigir su supervivencia? Dicho de otro modo, se dice que algo entra en crisis cuando se pone en tela de juicio lo que en otro tiempo había sido incuestionable. En el caso de Estados Unidos, lo que ha sumido a la democracia en una crisis es el hecho de que una mayoría de estadounidenses, principalmente blancos —los afroamericanos luchan por ella todos los días, ya que de ello depende su vida—, ha procedido, ya durante mucho tiempo, conforme la asunción de que el experimento de su democracia fue un éxito. Mucha gente no estaba preparada para que se pusieran a prueba las instituciones democráticas, ya que se presumía que era un trato hecho. En contextos como el de Senegal, la democracia no está en crisis: está en proceso.◊

 

1 Kelly, Catherine Lina. “The 2012 legislative election in Senegal.” Electoral Studies 32 (2013), 905–908.

 


* EMILY JENAN RILEY

Es profesora-investigadora en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México.

** JUAN CARLOS CALVILLO

Actual secretario de redacción de Otros Diálogos, es profesor-investigador en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México.