
01 Abr ¿Qué retorno de qué geopolítica?
Una nueva guerra que amenaza con confrontar a las grandes potencias mundiales ha renovado el uso del término “geopolítica”. Como práctica política y como herramienta para el análisis académico, el concepto es motivo de reflexión en este texto a fin de tratar de aclarar las distintas interpretaciones que ha generado desde su surgimiento en las primeras décadas del siglo pasado.
FLORIAN LOUIS / TRADUCCIÓN DE HUMBERTO BECK*
En general, se acepta que el final de la Guerra Fría dio lugar a un “retorno de la geopolítica” en las relaciones internacionales (Guzzini, 2012). La consecuencia lógica de esta tendencia habría sido un “retorno a la geopolítica” en el análisis académico (Hepple, 1986: 21-36). De acuerdo con esta perspectiva, mientras que el conflicto semisecular entre los bloques occidental y soviético se habría debido a una rivalidad de carácter primordialmente ideológico —que, por lo tanto, no se prestaría bien a una lectura geopolítica—, los conflictos surgidos a partir de los años noventa tendrían un origen más material, esencialmente territorial y, por ende, se prestarían mejor a un análisis geopolítico preocupado por establecer vínculos entre el ejercicio del poder y el espacio en y por el cual este poder se despliega.
Esta lectura evolucionista de la historia de la geopolítica, en tanto que práctica política y esquema de interpretación académica, alimenta una visión ternaria. En esta visión, la geopolítica habría conocido una época de oro entre su aparición en la Alemania de mediados de los años veinte y la derrota de las potencias del Eje en 1945. Después, habría entrado en una larga fase de declive y aun de retroceso a causa del descrédito provocado por su asociación con el nazismo. Sin embargo, finalmente, conocería un “renacimiento” a partir los años ochenta.
Esta visión de la historia de la disciplina en tres tiempos merece ser matizada. En primer lugar, porque hace de la Guerra Fría una suerte de “Edad Media” durante la cual la geopolítica habría conocido un prolongado eclipse. Esto tiene como consecuencia la deformación no sólo de la comprensión de la historia de la disciplina, sino también, y sobre todo, de la propia Guerra Fría, que fue un conflicto de naturaleza profundamente geopolítica. Sin duda, la confrontación entre Estados Unidos, la Unión Soviética y sus aliados respectivos enfrentaba dos bloques ideológicos antagónicos, pero esta confrontación no se limitó al campo de las ideas y tenía un fuerte anclaje territorial. Así pues, es difícil no percibir en la estrategia de contención teorizada por Kennan y Truman a partir de 1947 la influencia de los conceptos geopolíticos de Heartland y Rimland desarrollados unos años antes por Halford John Mackinder y Nicholas J. Spykman. Lejos de haber sido una era de declive de la geopolítica, la Guerra Fría fue más bien su era dorada: numerosos analistas incluso la consideraron un caso de manual de la confrontación geopolítica entre una potencia marítima, Estados Unidos, y una potencia continental, la Unión Soviética.
Además, hablar del retorno de la geopolítica a partir de los años ochenta es adoptar un punto de vista demasiado occidentalocéntrico sobre la historia de la disciplina porque, si bien es cierto que en Europa y Estados Unidos los estudios geopolíticos experimentaron un resurgimiento del interés y la popularidad a medida que la Guerra Fría se desvanecía, no ocurre lo mismo en el resto del mundo. En América Latina, en particular, el interés por la geopolítica no se hizo esperar hasta la década de 1980, y muchos de los regímenes autoritarios y dictatoriales de la región promovieron la disciplina durante la Guerra Fría. El ejemplo más evidente fue el Chile de Augusto Pinochet, quien la enseñó extensamente antes de llegar al poder y a la que dedicó un libro. Este uso latinoamericano de la geopolítica no es, sin embargo, monopolio del campo conservador, como demuestra, por ejemplo, la Geopolítica del hambre publicada por el geógrafo progresista brasileño Josué de Castro en 1951. Aunque es innegable que la geopolítica ha experimentado un importante resurgimiento de popularidad desde el final de la Guerra Fría en Occidente, resulta problemático hablar de un tabú generalizado que se habría impuesto después de 1945.
En el caso francés, también hay que señalar que la geopolítica que “retornó” a partir de los años ochenta tiene poco que ver con la geopolítica “clásica”, hasta el punto de que sería más exacto hablar de una reinvención que de un renacimiento. El principal artesano de la elaboración y de la popularización de esta nueva geopolítica, el geógrafo Yves Lacoste, la define como un instrumento de análisis de todas las rivalidades de poder sobre el territorio y pretende hacer de ella un instrumento de emancipación popular y no un saber reservado a las élites y a los políticos.
En el mundo anglosajón, el resurgimiento de la geopolítica se reflejó casi inmediatamente en la afirmación de una reacción antigeopolítica que señalaba los límites y supuestos peligros de tal enfoque. Esta reacción, liderada por Gearóid Ó Tuathail, adoptó la forma de una “geopolítica crítica” (Critical Geopolitics) que pretende deconstruir los discursos y las prácticas que se presentan como geopolíticos para sacar a la luz sus fundamentos imperialistas (Tuathail, 1996). Esta impugnación de la geopolítica no es, de hecho, nada muy nuevo: desde sus comienzos en la década de 1920, la geopolítica ha sido una disciplina controvertida y cuestionada, y siempre ha habido estudiosos que criticaban su pertinencia, como Lucien Febvre en Francia o Isaiah Bowman en Estados Unidos (Febvre y Bataillon, 1922; Bowman, 1942: 646-658).
Lo que ha vuelto con el final de la Guerra Fría no es tanto la geopolítica como la actualidad del debate sobre ella, que enfrenta regularmente a los partidarios de un enfoque que la considera pertinente para dar cuenta de las fuerzas profundas que actúan en las relaciones internacionales, con sus adversarios, que la denuncian como una pseudociencia que utilizaría argumentos de autoridad geográfica falaces y supuestamente “realistas” para prohibir cualquier cuestionamiento de sus posiciones. Es preferible sustituir una comprensión de la historia de la geopolítica basada en periodos de mayor o menor interés por la disciplina ligados a su mayor o menor adecuación a un determinado estado del orden mundial por una visión que insista más bien en los elementos de continuidad. Lo sorprendente, en efecto, cuando la historia de la geopolítica y de su recepción se ponen en la perspectiva del largo plazo, es la continuidad de las discusiones y de las polémicas sobre ella, que parecen repetirse a intervalos regulares sin llegar nunca a una solución satisfactoria que permita cerrar el debate. Así pues, la geopolítica se caracteriza por ser un enfoque a la vez seductor y controvertido que, en todas las épocas, ha tenido defensores y detractores cuyos enfrentamientos no han conducido a un consenso al respecto. Es este carácter profundamente problemático y polémico de la geopolítica lo que explica que vuelva periódicamente al primer plano de la escena mediática a través de las polémicas que inevitablemente estallan entre sus defensores y sus oponentes.
Queda por saber por qué la geopolítica parece destinada a ser un saber problemático y, por lo tanto, sujeto a debate. La respuesta reside, sin duda, en su doble dimensión, que hemos señalado al principio de nuestra exposición. Al tratarse de una práctica a la vez política (en el sentido de que puede calificarse de “geopolítica” la conducta de un Estado frente a otro) y académica (en el sentido de que puede ofrecerse un análisis geopolítico de la conducta de un Estado), constituye un ejemplo perfecto del “nexo saber-poder” señalado por Michel Foucault. Por ende, se presta perfectamente a una lectura crítica que denuncie las intenciones cínicas que se esconden tras su aparente cientificidad: una voluntad de poder oculta tras una voluntad de saber.◊
Referencias
Bowman, Isaiah (1942), “Geography vs. Geopolitics”, Geographical Review, vol. 32, núm. 4, octubre.
Febvre, Lucien, y Lionel Bataillon (1922), La Terre et l’évolution humaine. Introduction géographique à l’histoire, París, Albin Michel.
Guzzini, Stefano (ed.) (2012), The Return of Geopolitics in Europe? Social Mechanisms and Foreign Policy Identity Crises, Cambridge, Cambridge University Press.
Hepple, Leslie W. (1986), “The Revival of Geopolitics”, Political Geography Quarterly, vol. 5, núm. 4, suplemento 1, octubre.
Gearóid Ó Tuathail (1996), Critical Geopolitics: The Politics of Writing Global Space, Minneapolis, University of Minnesota Press.
* Florian Louis es profesor de Historia en el sistema de educación pública de Francia. Es doctor en Historia por la École des hautes études en sciences sociales (ehess, París) y autor de Les grands théoriciens de la géopolitique (Presses Universitaires de France, 2016) y Qu’est-ce que la géopolitique? (Presses Universitaires de France, 2022), así como coeditor, junto con Nicolas Beaupré, de una Histoire mondiale du XXe siècle (Presses Universitaires de France, 2022).
Humberto Beck es historiador, ensayista y editor. Estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México y un doctorado en Historia Intelectual Europea en la Universidad de Princeton. Ha trabajado como editor en línea de Letras Libres y fue fundador y codirector editorial de Horizontal. A la fecha se desempeña como profesor investigador en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México.