¿Podemos pensar en China como superpotencia? Logros, retrocesos y metas durante los últimos cuarenta años

China arribó al siglo xxi y ha transitado sus dos primeras décadas en pos de convertirse en la superpotencia mundial de esta centuria, a pesar de los obstáculos que Estados Unidos y Europa interponen en su camino. Con la consolidación de los primeros pasos en esa ruta, dados a finales del siglo xx, y con la expansión de sus actividades y de su mirada hacia el exterior, avanza en sus objetivos económicos, políticos, sociales, militares y de presencia en la gobernanza global, como lo analiza aquí la especialista en el tema Marisela Connelly.

 

MARISELA CONNELLY*

 


 

La fotografía de Mao Zedong en la Plaza Tiananmen de la ciudad de Beijing muestra un Mao que refleja, al mismo tiempo, los años de lucha revolucionaria que permitieron el triunfo del Partido Comunista Chino —y el establecimiento de la República Popular China en 1949— y el proceso de construcción socialista en el país: años de esfuerzo, trabajo y sacrificios de toda la población china. La economía estaba destrozada después de la lucha contra la invasión japonesa en las décadas de 1930 y 1940, lo mismo que por las políticas económicas fallidas del gobierno nacionalista de Jiang Jieshi (Chiang Kai-shek). Era imperativo poner las bases para el crecimiento, pues, sin él, era imposible echar a andar los planes quinquenales.

Mao Zedong sabía que la teoría marxista leninista debía adaptarse a las condiciones específicas de China, un país eminentemente rural con poco desarrollo de la industria. Mover ese gran campesinado no era nada fácil; romper con las estructuras tradicionales de poder, tampoco. Ése es el gran logro de la revolución socialista y del Partido Comunista Chino. Problemas los hubo, y muchos, dentro del liderazgo y en las políticas económicas seguidas por Mao, deseoso de lograr el cambio rápido hacia una sociedad y economía socialistas. El Gran Salto Adelante de fines de los años cincuenta y la Revolución Cultural de los años sesenta son muestra de ello.

¿Qué se necesitaba para poder sentar las bases de un crecimiento sostenido que llevara a la mejora en las condiciones de vida de la población china? La respuesta la dio Deng Xiaoping, líder que no cejó en su intento de utilizar métodos que no necesariamente podían considerarse socialistas, pero que daban los resultados deseados. Deng inició la reforma económica en 1978 con el propósito de modernizar el país y elevar el nivel de vida de la población. Fue arquitecto de esta reforma, ayudado por líderes como Zhao Ziyang y Hu Yaobang. El plan apuntaba a usar la inversión extranjera, el desarrollo del comercio exterior y la liberalización de la economía como motores de crecimiento. Durante varias décadas, la economía creció 9.5% anualmente. La reforma agrícola estuvo sustentada en el sistema de responsabilidad familiar, en el que cada familia tenía un contrato para trabajar la tierra y comercializar sus productos, con cuidado de dar al Estado la cuota que le correspondía. Asimismo, se establecieron empresas colectivas rurales que durante muchos años lograron un alto rendimiento. La economía urbana también creció a pasos acelerados por el impulso de la autonomía otorgada a los gerentes de las empresas, la mejora en la productividad de los trabajadores y la atención dada a la industria ligera. Es un proceso en el que la economía paulatinamente dejó el plan para seguir las fuerzas del mercado.

En la década de 1990, el gobierno chino centró sus esfuerzos en el establecimiento del marco legal regulatorio orientado al mercado. El órgano legislativo se encargó de aprobar leyes como la de compañías y la laboral. Se unificó el tipo de cambio y se establecieron los parámetros en los que debía moverse el gasto de los gobiernos locales. En el campo, el gobierno decidió invertir más, con el objetivo de aumentar la producción de grano, pero la ciudad era un imán que atraía la mano de obra rural, y por eso un número importante de personas migró del campo a las ciudades.

El paso al siglo xxi fue importante por varias razones. El crecimiento económico de China y su presencia en los mercados internacionales hizo imperativo que el liderazgo siguiera una nueva política exterior. Hasta ese momento, habían seguido la consigna de Deng Xiaoping de tener un bajo perfil en el mundo, para poder concentrarse en el desarrollo económico. Hu Jintao, el presidente y secretario general del Partido Comunista Chino de 2002 a 2012, comprendió que China se había convertido en una potencia en ascenso que constituía el eje del dinamismo comercial asiático y que, además, había logrado tener una mayor presencia en los organismos internacionales; en 2001, China entró a la Organización Mundial de Comercio. Por ello, Hu impulsó las compañías chinas para que siguieran la política de “ir hacia afuera”, para constituirse en compañías con experiencia y prestigio internacional. Esto causó el recelo de los líderes de Estados Unidos, quienes empezaron a declarar que China se había aprovechado de las ventajas que le ofrecía el sistema internacional sin tener una mayor responsabilidad en la resolución de los problemas que se presentaban. Le recriminaron tener una moneda subvaluada, lo que, según su razonamiento, le había permitido incrementar sus ganancias. Todo ello era reflejo de la ansiedad no solamente de los líderes de Estados Unidos, sino también de los de países desarrollados de Europa y del mismo Japón, por el crecimiento del poder chino en el mundo.

Para la segunda década del siglo xxi, el liderazgo chino cambió y llegó al poder Xi Jinping, un político que, al mismo tiempo que deseaba que continuara el desarrollo económico, se percató de que el modelo seguido hasta ese momento, basado en las exportaciones e inversión extranjera, ya no respondía a las necesidades del país. Esto también se relaciona con el proceso de maduración de la economía que hace que el crecimiento se ralentice. Adoptaron un nuevo modelo basado en consumo interno y sector servicios, continuación del proceso de urbanización, reforma fiscal, restructuración de empresas estatales y construcción de una red social que permitiera darle atención adecuada a la población, sobre todo a los adultos mayores. La meta de mejora en el nivel de vida de la población se ha logrado. China pasó de ser un país de bajo ingreso a uno de ingreso medio bajo en 1997. Para 2010, se convirtió en un país de ingreso medio alto. El pib per cápita en 2020 fue de 10 434 dólares, según datos del Banco Mundial. Los sueldos en el país han mejorado; ahora son más altos que los de México y Vietnam; la mano de obra ya no es barata como en décadas anteriores. Los líderes entienden que, cada vez más, la mano de obra debe tener más habilidades, ser más calificada y especializada, y están trabajando para lograrlo con programas de capacitación y entrenamiento, así como con la contratación de líderes empresariales altamente especializados. Además, el gobierno chino ha hecho de la innovación la prioridad número uno con la iniciativa “Hecho en China 2025”, que se dio a conocer en 2015 y que tiene como objetivo modernizar el sector manufacturero en diez segmentos, para hacerlos más competitivos internacionalmente, además de desarrollar sus capacidades tecnológicas de manera independiente y ascender en las cadenas de valor globales.

El poder económico ha llevado a China a la puesta en práctica de proyectos de infraestructura como el de La Franja y la Ruta, que echó a andar en 2013 y que representa una gran estrategia para financiar proyectos de infraestructura en Europa, Asia, África, América Latina e Islas del Pacífico, dirigidos a lograr la conectividad y la integración económica, fortalecer la coordinación en políticas económicas y la complementariedad en estrategias de desarrollo. También apunta a alcanzar una conectividad completa por tierra, aire, mar y el ciberespacio, al desarrollo de aeropuertos en Asia Central, a construcciones en el Ártico, e inversión en infraestructura aérea y marítima en América Latina.

Uno de los problemas a los que se enfrenta China en la actualidad es la convergencia con los países desarrollados por la adopción de tecnología extranjera y nivel de ganancias en productividad. Países de Europa y Estados Unidos piensan que ya es hora de que China adopte políticas que estén más acorde con su nivel de crecimiento económico y que permita a estos países tener mayor presencia en su mercado. Lo que llaman los europeos poner la relación en piso más parejo.

China depende mayormente de la tecnología extranjera. A raíz de los problemas generados por las imposiciones a las compañías chinas de parte de los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump y su sucesor Joe Biden, los líderes chinos se han visto en la necesidad de dar pasos más rápidos hacia el desarrollo de su propia tecnología y de sus cadenas de suministro, pero este proceso tomará años. No obstante, el país ha avanzado en las áreas de inteligencia artificial, en redes 5G y, en general, sigue trabajando para incrementar la productividad de sus empresas dedicadas a la tecnología. Nueve de las veinte empresas que trabajan en este ramo en el mundo son chinas, incluida la empresa Tencent.

Una característica del liderazgo de Xi Jinping es la concentración de la toma de decisiones en su persona, lo que le ha permitido ejecutar una campaña para combatir la desigualdad y controlar a los grandes magnates del sector privado; ha impuesto nuevas reglas para inversión privada; ha impedido que compañías como Alibaba de Jack Ma sigan extendiendo su influencia, lo que coartó la intención de Ant Group, compañía afiliada a Alibaba, de enlistarse en Estados Unidos. También está llevando a cabo una reforma tributaria para que los que perciben mayor ingreso paguen más impuestos. La frase “prosperidad común” resuena cada vez más en los medios chinos. Con ella, Xi indica que reajustará la distribución de la riqueza, de tal forma que los que más tienen compartan su riqueza con los que menos tienen. En reuniones de trabajo del partido, Xi ha explicado que deben tomar medidas para fortalecer a la clase media e incrementar el ingreso de los grupos menos privilegiados. Además, ha expresado la necesidad de regular el ingreso alto y acabar con malas prácticas económicas. Un punto importante es el relativo a la forma de alcanzar una sociedad más igualitaria mediante la mejora en la educación y el desarrollo de capacidades. La prosperidad común se basa en el trabajo de los chinos y en el desarrollo tecnológico de alto nivel.

En el aspecto militar, el gobierno chino también ha logrado importantes avances en el proceso de modernización, encaminados a fortalecer su ejército y su armada. La estrategia militar se ha vuelto más ofensiva y ha reconocido la importancia de la proyección de poder con tecnología militar moderna. En 2020, el gasto militar chino fue de 252 mil millones de dólares, en tanto que el de Estados Unidos fue de 620 mil millones; este último sigue siendo el país que desempeña un papel decisivo en cualquier lugar del mundo. Estados Unidos concentra 25% de la riqueza global, 35% de la innovación global y 40% del gasto militar global. No obstante, en los últimos años, su poder se ha erosionado, y se aceleró durante la administración de Trump.

El gobierno chino está trabajando para fortalecer su posición dentro de la gobernanza global. La pandemia de la covid le ha ayudado, en cierto sentido. El país ha exportado un gran número de vacunas, lo que le ha ganado el agradecimiento de varios países; logró que su candidato ganara en la Comisión de Derecho Internacional de la onu; retuvo al subdirector general de la omc, Zhang Xiangchen. China continúa encabezando cuatro de quince agencias de la onu y tiene presencia en otros organismos internacionales. Ha creado nuevas instituciones, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, que hasta enero de 2022 tenía 105 miembros. Todo ello le ha permitido impulsar el cambio que considera necesario para sus intereses globales.

China está preparándose para convertirse en la superpotencia del siglo xxi. Con paciencia sigue elaborando su estrategia de ascenso, al tiempo que trata de esquivar los obstáculos que le ponen en su camino las potencias desarrolladas, especialmente Estados Unidos. Conoce sus fortalezas y debilidades, sigue un plan preciso, detallado, con plazos establecidos que le permitan avanzar en ciencia y tecnología, piezas clave para lograr sus objetivos.◊

 


 

Bibliografía

 

Cai, Peter, Understanding China’s Belt and Road Initiative, Sidney, Lowy Institute for International Policy, 2017.

Lampton, David M., Following the Leader. Ruling China from Deng Xiaoping to Xi Jinping, Berkeley, University of California Press, 2013.

Ross, Robert, y Jo Inge Bekkevold (eds.), China in the Xi Jiping Era, Domestic and Foreign Policy Challenges, Washington D.C., Georgetown University Press, 2016.

Tian, Nan, y Fei Su, A New Estimate of China’s Military Expenditure, Estocolmo, Stockholm International Peace Research Institute, 2021.

 


 

* Es profesora-investigadora en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México desde 1985. Especialista en política exterior, relaciones internacionales e historia moderna y contemporánea de China, ha impartido cursos y diplomados en la Universidad de las Américas Puebla, en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad Anáhuac del Sur, entre otras. Coordinó, y escribió, en el libro Seguridad humana, medio ambiente y protestas populares en Asia y África del Norte (El Colegio de México, 2016); se encuentra en prensa, también de El Colegio de México, Setenta años de existencia de la República Popular China, 1949-2019, coordinado por ella y Eduardo Tzili-Apango.