Pequeña guía para la navegación de José Luis Martínez

Rodrigo Martínez Baracs invita en este texto a navegar por los intereses y estudios de su padre, José Luis Martínez. El viajero encontrará en el recorrido a personajes de la historia mexicana, como Nezahualcóyotl, Cortés, Sahagún, Altamirano, García Icazbalceta, Acuña, Gutiérrez Nájera y López Velarde, así como a colegas y amigos de José Luis Martínez: Chumacero, Reyes, Torres Bodet, León Portilla… todos reunidos en escenarios literarios y editoriales emblemáticos, entre otros la revista Tierra Nueva y el Fondo de Cultura Económica.

 

–RODRIGO MARTÍNEZ BARACS*

 


 

Mi padre, José Luis Martínez (1918-2007), reunió en 1984 sus estudios alfonsinos en un bello libro que tituló Guía para la navegación de Alfonso Reyes. Anticipó el término que hoy tanto usamos, navegación, como lectura, investigación, curiosidad libres, en el mundo, en una biblioteca, en internet. Si el paraíso tiene forma de biblioteca, el internet, que es una biblioteca de bibliotecas y un museo de museos —el Museo Imaginario de André Malraux realizado—, es el paraíso al alcance de todos.

Una guía para la navegación de José Luis Martínez podría también alcanzar la forma de un libro, pero intentaré ahora dar una lo más breve que pueda, seguro de que se me irán muchas cosas interesantes. Aunque sus estudios literarios e históricos comenzaron con los siglos xix y xx, continuaron con el prehispánico Nezahualcóyotl y siguieron con Cortés y su siglo (sin abandonar ningún tema), aquí seguiré un orden cronológico temático: el México antiguo, Cortés y su siglo, el siglo de la Independencia y el siglo xx. Haré referencias biográficas mínimas y prescindiré de notas bibliográficas, salvo una, para no duplicar lo hecho en otros estudios.1

 

El México antiguo

 

Desde sus primeros estudios, mi padre expresó interés por la literatura prehispánica, como lo muestra su presentación a uno de sus primeros libros, de 1943: una antología de Literatura indígena moderna. A. Mediz Bolio, E. Abreu Gómez, A. Henestrosa. También destacó la importancia de las traducciones de poesía náhuatl hechas por Ángel María Garibay K. Sin embargo, por entonces su interés fundamental era la literatura mexicana e hispanoamericana de los siglos xix y xx, y no regresó a temas prehispánicos sino tiempo después. Publicados entre 1946 y 1960 sus principales estudios y ediciones sobre los siglos xix y xx, durante su estancia en Lima, Perú, en 1961 y 1962, como embajador de México, se puso a estudiar la civilización andina y también la mesoamericana. Lo visitó en el Perú el joven sabio Miguel León-Portilla y platicaron mucho sobre fray Bernardino de Sahagún y las fuentes americanas antiguas. En los años siguientes, como representante ante la unesco en París (1963-1964), como director del Instituto Nacional de Bellas Artes (1964-1970) y como embajador en Atenas (1971-1973), mi padre continuó sus estudios sobre el México prehispánico y las fuentes novohispanas del siglo xvi.

Para el quinto centenario del fallecimiento del rey poeta Nezahualcóyotl, planeó, escribió y publicó en el Fondo de Cultura Económica (fce) un gran libro: Nezahualcóyotl. Vida y obra, en el que destiló su fina crítica literaria e histórica, su manejo del lenguaje y de la forma, y su vocación de editor de fuentes, que acaba de realizar de manera ejemplar en 1971 con su edición de las Obras de Ramón López Velarde. El Nezahualcóyotl trata de “Su vida y su tiempo” y de “Su obra”, y el apéndice documental es un laberinto deleitoso de erudición y poesía. Incluye: La búsqueda de los cantos, los Cantos, las Arengas, razonamientos y ordenanzas, Paráfrasis y variaciones y Primeras traducciones. Aquí también, mi padre contó con el apoyo generoso de Miguel León-Portilla, quien le dio consejos, datos y publicaciones, y no ha dejado de reconocer el valor perdurable del Nezahualcóyotl. Vida y obra. Con todo, se trata de una primera fase en el estudio del rey poeta, gracias al mejor conocimiento de la historia antigua tezcocana y de los cantares en náhuatl que se le atribuyen.

De regreso de Atenas, mi padre se quedó sin trabajo y en 1974 pidió apoyo a la Secretaría de Educación Pública (sep) para elaborar en su casa los seis tomos de la gran antología Panorama Cultural. El Mundo antiguo, que publicó la sep en 1976, selección de traducciones de textos antiguos y estudios modernos, con introducciones generales y particulares, ilustraciones y mapas. Concibió esta obra como una nueva versión, para jóvenes, de las Lecturas clásicas para niños, que coordinó en 1924 José Vasconcelos. Uno de los tomos está dedicado a la América antigua. Estos bellos e instructivos tomos están, lamentablemente, agotados.

Cuando en 1976 fue designado director del fce, mi padre albergó, entre otros proyectos, el de editar la obra en náhuatl y español de fray Bernardino de Sahagún y sus colaboradores nahuas. No lo logró, porque el trabajo es difícil y ha requerido muchas décadas más de estudio. Pero, estimulado por la publicación en 1979 de la edición facsimilar del Códice Florentino de Sahagún, en español, náhuatl y pinturas, por el Archivo General de la Nación, dirigido por Alejandra Moreno Toscano, preparó una antología de la obra de Sahagún, con una amplia introducción, titulada El México antiguo, publicado en 1981 por la editorial venezolana Ayacucho. Y escribió también un libro, publicado en 1982 por el Archivo General de la Nación, comparando sistemáticamente el Códice Florentino con las ediciones conocidas de la columna en español, conocida como Historia general de las cosas de la Nueva España.

 

Cortés y su siglo

 

Durante los años de estudio que condujeron a su Nezahualcóyotl, de 1972, mi padre se apasionó por las fuentes del siglo xvi y por la obra de Joaquín García Icazbalceta. Concibió entonces la elaboración de una Historiografía mexicana del siglo xvi y comenzó a realizar estudios sistemáticos sobre los autores más importantes. Nunca concluyó su Historiografía, pero publicó algunos de sus capítulos, sobre Gonzalo Fernández de Oviedo, Juan Ginés de Sepúlveda, Francisco Cervantes de Salazar, Alonso de Zorita, Bernal Díaz del Castillo, fray Gerónimo de Mendieta y fray Bernardino de Sahagún. El capítulo sobre Hernán Cortés alcanzó cien páginas y mi padre se dio cuenta de la dispersión de los escritos de y sobre este personaje. Convenció al historiador Roberto Moreno de los Arcos de hacer una buena edición de las Cartas de relación de Cortés (que no pudo completar) y mi padre haría una gran compilación de los demás Documentos cortesianos. Al estudiarlos y editarlos para el estudio preliminar, retomó sus cien páginas originales, que fueron creciendo hasta alcanzar las mil del Hernán Cortés, que publicaron el fce y la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) en 1990, junto con cuatro nutridos tomos de Documentos cortesianos.

El Hernán Cortés y los Documentos cortesianos repiten el esquema del López Velarde y del Nezahualcóyotl (y del Zumárraga, 1881, de García Icazbalceta): estudio de la vida y obra, y edición de los documentos, para que el lector pueda pensar e investigar por cuenta propia. El grueso Hernán Cortés es un libro ejemplar por el mayor rigor desde el punto de vista historiográfico y, al mismo tiempo, porque se lee como la mejor de las novelas —ese deleite instructivo que mi padre probó en las páginas de Alfonso Reyes, pero ampliado al nivel de una gran épica fundacional de la historia mexicana, escrita con una perspectiva equilibrada—.

José Luis Martínez fue publicando varios estudios más sobre el siglo xvi, instructivos y deleitosos, como su Pasajeros de Indias. Viajes trasatlánticos en el siglo xvi, publicado primero por Alianza Editorial en 1983, y su El mundo privado de los emigrantes en Indias, publicado en 1992 por el fce.

 

El siglo de la Independencia

 

Desde sus estudios de párvulos y primaria, mi padre recibió una muy fuerte influencia de la literatura francesa, pero en 1936, en la recién creada Universidad Autónoma de Guadalajara, su maestro don Agustín Basave Castillo-Negrete les contó que lamentaba haber descuidado el estudio de la literatura mexicana y apremió a sus alumnos a dedicarse a ella. El joven siguió a la letra este consejo, que se volvió el fin de los estudios de su vida toda, y comenzó con los siglos xix y xx. En Guadalajara, y a partir de 1937 en la Ciudad de México, realizó con su amigo Alí Chumacero grandes jornadas de lectura en la Biblioteca Nacional. En 1940 se hicieron amigos de Alfonso Reyes, quien en 1946 recibió de Jaime Torres Bodet, secretario de Educación Pública, la encomienda de hacer un estudio amplio sobre “Las letras patrias”, desde los orígenes hasta nuestros días, para el gran libro México en la Cultura, que cuidaron mi padre y Alí. Don Alfonso escribió la parte prehispánica y colonial de su contribución, pero ya no tuvo fuerza o ánimo para continuar con los siglos xix y xx y le pidió ayuda a mi padre, que escribió la parte en unos días. Tan fresco tenía el tema por sus estudios. Don Alfonso adaptó el texto para incluirlo en su capítulo, reconociendo a pie de página la contribución de mi padre, quien se afligió por tal adaptación, pero una inesperada intervención epistolar de su primera esposa, la bailarina Amalia Hernández, ante don Alfonso hizo que éste negociara con Torres Bodet que la contribución de mi padre apareciera como un capítulo separado.

El capítulo de Alfonso Reyes se publicó en 1948 con el título Letras de la Nueva España y el de mi padre condujo a más estudios. En lo que se refiere al siglo xix, destacan las jornadas de investigación que realizó siendo secretario administrativo de El Colegio Nacional (1946-1952), que condujeron a grandes ediciones de documentos literarios: cinco de los 15 volúmenes de las Obras completas del Maestro Justo Sierra, que coordinó Agustín Yáñez en la unam y se publicaron en 1948. Al año siguiente, mi padre publicó una edición en tres tomos de los artículos sobre literatura mexicana de Ignacio Manuel Altamirano y uno de la poesía de Manuel Acuña, ambos en la Colección de Escritores Mexicanos de la Editorial Porrúa. En 1949 y 1950 publicó su gran libro sobre la Literatura mexicana. Siglo xx. En 1952 entró a trabajar a Ferrocarriles Nacionales de México y sufrió mucho al sentir que abandonaba la vida literaria, pero se dio tiempo para retomar por las noches sus avances y apuntes sobre la literatura mexicana del siglo xx y publicó en 1955 tres importantes estudios: Problemas literarios, en la librería Obregón, con sus ensayos de teoría literaria; La emancipación literaria de México, un breve esbozo, publicado por la Antigua Librería Robredo, en la colección “México y lo Mexicano”; y La expresión nacional. Letras mexicanas del siglo xix, publicado por la unam. En los años siguientes, continuó sus estudios sobre la literatura mexicana del siglo xix, que enriquecieron las ediciones posteriores de La expresión nacional. Además, publicó una antología de Manuel Gutiérrez Nájera.

También debe recordarse el ya mencionado encuentro de mi padre con el historiador Joaquín García Icazbalceta, con el que se identificó por su énfasis en la importancia del siglo xvi en la historia de México, por la precisión, sobriedad e inteligencia de su prosa, y por su vocación de editor de documentos, bibliógrafo y lexicógrafo. Mi padre publicó el primero y el último de los libros de García Icazbalceta: sus Escritos infantiles y su póstumo Vocabulario de mexicanismos, además de los tomos que éste editó de las Memorias de la Academia Mexicana de la Lengua.

 

El siglo xx

 

El primer artículo de mi padre que se conozca publicado es de 1936, sobre la obra de Paul Bourget. En 1937 pasó a la Ciudad de México y con sus amigos, Alí Chumacero, Jorge González Durán y Leopoldo Zea, fundó, con el apoyo de la unam, una revista que Alfonso Reyes bautizó con el nombre de Tierra Nueva y que apareció entre 1940 y 1942. Allí los tres amigos publicaron artículos, reseñas y poemas, y pronto comenzaron a participar también en Letras de México (1937-1943) y en El Hijo Pródigo (1943-1946), dirigidas ambas por Octavio G. Barreda. A partir de 1943, José Luis Martínez, deslumbrado por la poesía de Octavio Paz, abandonó sus propios intentos y se concentró en la crítica y la historia literaria.

Como vimos, a petición de Alfonso Reyes, hizo en 1946 un resumen de historia de “Las letras patrias” en los siglos xix y xx, desarrolló la parte relativa al siglo xx en un libro que publicó en dos tomos en 1949 y 1950 en la editorial Robredo, Literatura mexicana. Siglo xx, el primer tomo con un estudio general y varios artículos o notas puntuales, y el segundo con bibliografías de escritores mexicanos. José Emilio Pacheco consideró que sus panoramas de la literatura mexicana en los siglos xix y xx establecieron el paradigma generacional con el que de manera natural percibimos su desarrollo. El primer tomo ha sido varias veces reeditado, pero el segundo, con las bibliografías, yace en el olvido. Tal vez pueda incorporarse a la Enciclopedia de la Literatura en México de la Fundación para las Letras Mexicanas.

En 1995, mi padre publicó con Christopher Domínguez Michael un gran libro titulado Literatura mexicana del siglo xx. Su parte, que llega hasta 1960, no es una copia o repetición del libro de 1949. Releyó a todos los autores, entre otros a Mariano Azuela, José Rubén Romero y Octavio Paz, lo cual dio lugar a valiosas apreciaciones extensas.

Muchos de los ensayos y críticas que publicó en los años cuarenta pueden leerse en la antología Primicias, que preparó Adolfo Castañón en 2008, en edición no venal de El Colegio de México. Abarca estudios de literatura mexicana, latinoamericana, española y europea, así como teoría literaria y poesía. También pueden leerse muchos de estos trabajos en la gran serie facsimilar de Revistas Literarias Mexicanas Modernas que publicó mi padre siendo director del fce, que incluye las revistas Letras de México, Tierra Nueva, El Hijo Pródigo y Rueca, en las que participó.

En los trabajos que continuó realizando sobre el siglo xx, se conjuntaron excelentes estudios preliminares con una labor editorial de gran importancia. Menciono la edición en dos tomos de El ensayo mexicano moderno, revaloración literaria de un género despreciado, publicados por el fce en 1958, con dos ediciones ampliadas; la edición, publicada en 1971 en el fce, de las Obras de Ramón López Velarde, que estableció un paradigma para la edición crítica y anotada de los principales autores nacionales; y la mencionada edición facsimilar de las Revistas Mexicanas Literarias Modernas.

Menciono también las ediciones de Alfonso Reyes: varias antologías; los tomos últimos, xxii a xxvi, de sus Obras completas, publicados por el fce entre 1989 y 1992; el primero de los tres tomos de la correspondencia de Reyes con Pedro Henríquez Ureña, excelentemente anotada. Comenzó, además, con un equipo de trabajo, la edición del Diario de Reyes, que no alcanzó a ver publicado, pero que en los años siguientes concluyeron y publicaron en siete tomos los colaboradores del equipo que formó.

Uno de sus libros más bellos, también una antología, es el que dedicó a La Luna, que editó en 1969, siendo director del Instituto Nacional de Bellas Artes (1964-1970), en un número especial de la Revista de Bellas Artes. Por entonces, en abril de 1968, publicó en la Revista de la Universidad de México una antología de la literatura reciente de México, con un importante estudio, “Nuevas letras, nueva sensibilidad”, anticipando el ya cercano movimiento estudiantil.

Nos acercan a su vida, su obra y su mundo el libro de homenaje Celebración de José Luis Martínez en sus setenta años, que coordinó Felipe Garrido en 1990 en la Editorial de la Universidad de Guadalajara, el librito que dedicó a su segunda esposa Lydia Baracs, madre mía y de mi hermana Andrea, Recuerdo de Lupita, de 1996, y el que dedicó a su propia Bibliofilia, en 2004, al igual que las recientes ediciones anotadas de su correspondencia con Alfonso Reyes, Octavio Paz, Miguel León-Portilla y Carlos Monsiváis.◊

 


1 Rodrigo Martínez Baracs, La biblioteca de mi padre, México, Conaculta, 2010; Octavio Paz y José Luis Martínez, Al calor de la amistad, Correspondencia, 1950-1984, México, Fondo de Cultura Económica (fce), 2014; “José Luis Martínez, cien años”, Letras Libres, 229, enero de 2018, pp. 38-40; “Un diferendo entre Octavio Paz y José Luis Martínez”, Confabulario (suplemento del periódico El Universal), 240, domingo 14 de enero de 2018, p. 5; “La obra de José Luis Martínez”, Biblioteca de México, núms. 163-164, enero de 2018, pp. 30-53; y Alfonso Reyes y José Luis Martínez, Una amistad literaria. Correspondencia 1942-1959, México, fce/El Colegio Nacional, 2018.

 


* RODRIGO MARTÍNEZ BARACS
Es investigador en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia.