Otros diálogos de Ramón Xirau

Nadie más autorizado que el historiador Andrés Lira, presidente de El Colegio de México entre 1995 y 2005, para dibujar a Ramón Xirau en nuestra casa y contar cómo el espíritu de Diálogos se adentró entre nosotros hace más de cuarenta años.

 

– ANDRÉS LIRA –

 


 

En 1967, la revista Diálogos fue acogida por El Colegio de México. Su director, Ramón Xirau, halló un motivo más para frecuentar la institución en la que tenía amigos de diversas generaciones. Víctor Urquidi, presidente desde 1966, abrió la sala de juntas de la presidencia a todos los profesores de El Colegio y a colegas invitados para que los jueves por la tarde “tomaran el té” y conversaran sobre lo que viniera al caso. Ramón Xirau no fallaba; estaba ahí a “la hora del té”, fumando y haciendo chorcha con todos, aprovechando la ocasión para pedirles alguna colaboración sobre tal o cual tema (sabía lo que hacían los concurrentes), o bien para sugerirle a quien había escuchado que convirtiera la plática en texto; a quien hablaba de un libro, le pedía la reseña.

Ramón fue un cordial provocador; llegaba un poco tarde al té, aunque al edificio de Guanajuato 125 solía entrar antes de las 5 de la tarde, pero subía directamente al segundo piso, donde se hallaba el cubículo de José Gaos, quien desde las 12 del día y hasta las 8 de la noche hacía su jornada semanal en El Colegio. Los jueves —no los miércoles, como recuerda Ramón Xirau en un artículo y en el prólogo al tomo IV de las Obras Completas de José Gaos—1 era el día en que Gaos viajaba desde las alturas de San Jerónimo, donde vivía concentrado en su trabajo, a la colonia Roma, para encerrarse en El Colegio de México. Atendía a quienes hacíamos nuestra tesis bajo su dirección; hacia las 3 de la tarde, tomaba un refrigerio frugal y hacía un breve descanso sin salir del cubículo, para reemprender su trabajo; llegadas las 6 de la tarde, bajaba a impartir su curso de “Historia de nuestra idea del mundo” en el auditorio que llenaban alumnos de los diversos centros de estudios del Colegio y buen número de profesores. A las 8 de la noche terminaba la exposición y salía a esperar a su “amigo taxista”, quien lo trasladaba hasta San Jerónimo.

El caso es que Ramón Xirau se daba tiempo para conversar con José Gaos. Llegaba, pues, a la hora del té después de dialogar con Gaos. Atento a la actualidad filosófica —esto es, a la más añeja tradición y a la más señalada novedad, sin dejar fuera lo de en medio—, Ramón había discutido sobre todo lo posible, sobre lo que cabía en el rato de descanso de Gaos. De ello hay testimonio en el artículo que publicó en Cuadernos Americanos en 1969,2 poco después de la muerte de Gaos, y en escritos posteriores, según hemos apuntado.

En el primero recuerda una conversación sobre un el libro de Peter Fredrerick Strawson, Individuals. An Essay in Descriptive Metaphysics (1959), destacando un pasaje: “Así, la metafísica consiste en buscar razones buenas, malas o indiferentes para lo que creemos por instinto, esto ha sido la metafísica”. Ante esto, dice Xirau, Gaos reaccionó con entusiasmo: “¡Esto podría firmarlo yo!”, como pudo haber firmado otras expresiones de diversos filósofos, nos deja ver Ramón Xirau en el mismo artículo, cuando advirtió que “muchos ríos vienen a fluir en la filosofía de José Gaos, ¡como que la suya es una filosofía de la filosofía!”.3 Sabedor de ello, pues conocía por lectura y trato personal el pensamiento de Gaos, Ramón había elegido ese pasaje en el que percibió el sentido de la Filosofía de la Filosofía de Gaos. Esto es, una crítica del quehacer filosófico al alcance de su vista y de su labor incesante, para dar razón del propio y llegar a la conclusión de que, al fin de cuentas, la filosofía de la filosofía de Gaos se reducía —en palabras de Xirau— “al pensamiento de la persona viva y concreta preocupada por problemas éticos y aun religiosos”;4 es decir, a una confesión personal intransferible, de la que no puede participar nadie salvo la persona concreta que la hace, como afirmaba Gaos con expresiones patéticas, al final de ciertos cursos en los que, ante muestras de convencimiento y aceptación de quienes le escuchaban, hacía ver que eso que parecía identificación con lo expuesto, asentimiento pleno con lo dicho, era imposible; pues si él había logrado pensarlo y expresarlo claramente era la confirmación de un fracaso, pues no había alcanzado el resultado deseado: la verdad. Lo suyo, decía Gaos, era fruto de una experiencia personal que, como tal, no le deseaba a nadie. “A mí, la filosofía me engañó”, solía decir. No renegaba de ella, la asumía plenamente, pues al cabo de tantas vueltas en su porfiado quehacer filosófico, estaba convencido de que “Filosofía e infelicidad” eran inseparables. “Filosofía e infelicidad” es el título de una conferencia leída por Gaos en 1962 en Puerto Rico, cuyo texto, recogido en De antropología e historiografía (último libro publicado en vida de Gaos), apareció en 1967). En él se inspiró Ramón Xirau para escribir su “José Gaos o del valer la pena”, que apareció en 1969. Este artículo es, en buena medida, una glosa de “Filosofía e infelicidad”, nutrida por el diálogo presencial y reiterado que mantuvo Xirau con Gaos a lo largo de muchos años, y más frecuentemente en los últimos de su vida. Según Xirau, “Gaos tuvo una preocupación crucial, del todo explícita a partir de los años sesenta, preocupación de orden lógico y religioso”,5 que Gaos prefería llamar “metafísica”, en la que la lógica, como aprehensión racional, quedaba rebasada y tenía que conformarse y expresarse como confesión personal de un sujeto, ser concreto, que reconocía su aislamiento, su intransferible e íntima experiencia —responsabilidad, a fin de cuentas.

Pero, siendo así, ¿por qué Gaos fue fundamentalmente maestro —él decía “profesor de filosofía”— empeñado en dar razón de su propia filosofía a lo largo de su vida? De manera más rigurosa y extensa lo hizo en De la Filosofía y en Del hombre, libros que recogen los cursos dictados en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional en 1960 y 1965, a los que precedieron desarrollos más breves y directos como expresión de la preocupación ética, de la cual se ocupó Ramón Xirau en los artículos de 1969 y 1994, y en el prólogo de 1997, que venimos siguiendo.6 Xirau muestra un conocimiento vivo de la obra escrita de Gaos, animado por los diálogos que mantuvo a lo largo de su vida y que, lo reitera, se intensificaron e hicieron más frecuentes en los tres años que precedieron a su muerte. Con Gaos estaba de acuerdo en que “La filosofía expresa al sujeto, que, precisamente por serlo, es capaz de comunión con los demás; es, por así decirlo, un sujeto abierto. La subjetividad no debe ligarse al aislamiento, como a veces parece decirlo Gaos en su obra. Ser ‘sujetos’ entraña —lo digo con Zubiri—‘religarnos’ a los otros”.7

Esa relación, que Gaos llamó “intersubjetividad” cuando trató de la posible validez, vigencia o aceptación de tal o cual concepto puesto a disposición del prójimo, implica la comunión. Unidad de propósito evidente en la vida académica, en la cual José Gaos participó entusiasta y fructíferamente. Su manifestación propia es el diálogo con el interlocutor presente. También el que se espera del lector y el que procuramos en nuestro interior para esclarecer lo que queremos decir a otros. Las dos últimas maneras de diálogo aspiran a la primera, como más plena y placentera. Tal era el punto de partida y de llegada que conocía y ofrecía Ramón Xirau.◊

 


1 Ramón Xirau, “De Descartes a Marx. La historia de la filosofía en la obra de José Gaos”, Universidad de México. Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México, XLIX: 521, junio de 1994, pp. 40-44, y “Prólogo” a José Gaos, Obras Completas, IV: De Descartes a Marx. Estudios y notas de historia de la filosofía, Fernando Salmerón (coord.), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997, pp. 5-15, nota 13, p. 12 (Nueva Biblioteca Mexicana, 130).

2 Ramón Xirau, “José Gaos o del valer la pena”, Cuadernos Americanos, CLXVI: 5, septiembre-octubre de 1969, pp. 157-164.

3 Ibid., pp. 157-158 y 164.

4 Xirau, “De Descartes …”, p. 42.

5 Ibid., “De Descartes …”, p. 43.

6 “Las ideas éticas de Gaos aparecen en De la filosofía, Del hombre, Confesiones profesionales, pero ante todo en los textos admirables de De antropología e historiografía, Universidad Veracruzana, 1967”, recuerda Xirau en la nota 5 del artículo y en la nota 8 del prólogo que acabamos de citar.

7 “De Descartes …”, pp. 43-44