Memoria de Joaquín Xirau

Ramón Xirau se supo hijo y padre, figura central de un linaje. A su padre, el filósofo Joaquín Xirau i Palau (1895-1946), le dedicó, didáctico y amoroso, estas páginas que son puertas abiertas a la casa paterna, llena de afecto y abundante en pensamiento.

 

– RAMÓN XIRAU –

 


 

Pájaro del Nilo (detalle) / Ronald Mevs

Publicada originalmente en Obra selecta. Joaquín Xirau, t. 1, Ramón Xirau (recopilación y presentación), México, El Colegio Nacional, 1996; recogida posteriormente en Otras Españas. Antología sobre literatura del exilio, Ramón Xirau, México, El Colegio de México, 2011, pp. 155-164.

 

No intentaré referirme a posibles escuelas: la de Madrid, la de Barcelona. En Madrid suelen, mejor, solían predominar las filosofías alemanas. En Barcelona, de Ramón Martí d’Eixalà a Serra-Hunter, pasando por Llorens i Barba, se desarrolló una filosofía del sentido común cercana a escuelas escocesas e inglesas. Sin embargo, en Joaquín Xirau están tanto la tradición catalana como la castellana. Por lo demás —baste un solo ejemplo— Juan David García Bacca, aragonés, estuvo muy ligado a la escuela de Barcelona, donde presentó su tesis doctoral sobre lógica matemática; escrita en lengua catalana. Quedan las discusiones para mejor ocasión.1

Sea, antes de entrar en materia, una breve nómina de los filósofos catalanes que estuvieron exiliados en México o en otros países. Esto sin olvidar a los de origen no catalán: Álvarez Pastor, Rubén Landa, Luis Abad Carretero, Wenceslao Roces, Eugenio Ímaz, Juan David García Bacca, María Zambrano, Pérez Enciso, Adolfo Sánchez Vázquez.

Entre los filósofos catalanes, también en breve nómina podemos discernir, sin demasiadas pretensiones sistemáticas, cuatro generaciones: Jaume Serra-Hunter (1876-1953) pertenecería a la primera; a la segunda Joaquín Xirau (1895-1946), Luis Recaséns Siches (1905-1953) y Joan Roura Parella (1897); a la tercera Eduardo Nicol (1907-1971), Ferrater Mora y Domingo Casanovas; a la cuarta y última, Manuel Durán (nacido en 1925), Roberto Ruiz (1924, autor de una tesis excelente sobre Saint-Exupéry y conocedor del catalán y de lo catalán), y quien esto escribe.

Datos biográficos

Joaquín Xirau i Palau nació en Figueras, capital del Alto Ampurdán, el 3 de junio de 1895. Murió, en plena actividad, el 10 de abril de 1946, cuando estábamos frente a la Facultad de Filosofía y Letras de la unam y se dirigía a impartir sus clases. Las tierras y mares —la Costa Brava— del Ampurdán, las de Perelada, de donde procedía su familia paterna, las de Figueras, Llançá, Cadaqués, lugares de veraneo en casas familiares, estuvieron siempre en su mirada.

Hizo Joaquín Xirau estudios secundarios en su ciudad natal donde, curiosamente, su maestro de filosofía fue Antonio Subías Gonzalvo, padre de Pilar Subías que, desde 1922, sería la esposa de Joaquín.

En Barcelona destacó entre sus maestros Jaume Serra-Hunter, muerto en Cuernavaca en 1943, no sin haber publicado en México un libro: Filosofía y vida. Al terminar sus estudios universitarios, Joaquín viajó a Madrid donde presentó sus dos tesis doctorales: Leibniz y las condiciones de la verdad eterna, tesis de filosofía (1921), Y Rousseau y las ideas políticas modernas, tesis de derecho (1922). Ambos textos se reeditaron en México junto a un estudio sobre Descartes (Descartes, Leibniz, Rousseau), en 1966,

En Madrid conoció a Ortega y Gasset, sin seguirlo en sus ideas. Asistió asiduamente a sus cursos y conferencias. Conoció, también en Madrid, a Zubiri, José Gaos y J. Viqueira, gran promesa, fallecido en plena juventud. En Madrid se despertó su interés por la obra de Husserl, sobre el que escribiría un libro magistral ya en México.2 De manera decisiva fue discípulo de Manuel B. Cossío, acerca de quien escribiría otro texto importante.3

La Institución Libre de Enseñanza ayudó poderosamente en la formación intelectual y vital de Joaquín Xirau, especialmente por lo que se refiere a sus ideas acerca de la educación.

Ya en Barcelona, Joaquín Xirau empezó a enseñar en la Universidad. Antes había sido brevemente profesor en el Instituto de Lugo y en las universidades de Salamanca y Zaragoza. Cuando inició sus actividades en Barcelona tenía treinta y dos años. Allí se ocupó tanto de filosofía como de pedagogía y psicología. También, en los años treinta, contribuyó, junto a Pedro Bosch Gimpera, el gran prehistoriador, Joaquín Balcells, su hermano el jurista José Xirau y otros más, a que se otorgara la autonomía a la Universidad de Barcelona. Nombrado decano de la Facultad de Filosofía en 1933, siguió ejerciendo el cargo hasta el último mes de la guerra (1939). Allí Juan David García Bacca presentó su tesis doctoral sobre lógica matemática. El texto, gesto de simpatía hacia la Universidad, estaba escrito en catalán. Durante su decanato, Joaquín Xirau invitó a un gran número de españoles y extranjeros. Así, Jorge Guillén, con quien había coincidido en Inglaterra en 1929 (Guillén era profesor en Cambridge, Joaquín Xirau en Oxford). En la Universidad barcelonina estuvo trabajando el magnífico filósofo que fue Juan Pablo Landsberg quien, años más tarde, moriría en un campo de concentración alemán. A la Universidad también se incorporó Joan Mascaró, el especialista en sánscrito que había vivido entre Inglaterra y la India, adonde volvió en el año de 1937. Sean éstos algunos casos entre muchos otros, sin olvidar a José Gaos quien, embajador en Suecia, vino a dar uno o dos cursos a Barcelona (1937).

En aquella Facultad tuvo por discípulos especialmente a los fundadores de lo que ellos mismos llamaban el “Club Xirau”. Me refiero a Josep Calsamiglia, Jordi Maragall, Eduardo Nicol, Jordi Usina, Rubert de Ventós, Domenec Casanova y, más jóvenes, Ferrater Mora, M. Goma y Siguan i Soler.4

Durante la guerra civil, Joaquín Xirau, miembro de la Asociación Mundial de Filosofía, representó a España en el Congreso Internacional “Descartes” (París, 1937), y en el Congreso de Estética del mismo año. Cuando el presidente del Consejo de Ministros, Juan Negrín, le propuso que representara a España, Joaquín Xirau respondió que quien debía representarla era Ortega y Gasset. Fue a visitarlo sin poder convencerlo. Así, fue Joaquín Xirau quien tuvo esta representación.

Socialista moderado, con ideas semejantes a las de los fabianos, fundó la Unión Socialista de Cataluña, junto a Campalans, el más político del grupo, y otros más. El partido no marxista prácticamente desapareció durante los años de guerra.

Joaquín Xirau dejó España pocos días antes de la caída de Cataluña. El doctor José Puche y el hijo de éste, también José Puche, pusieron a su disposición una ambulancia que lo llevó, peripecia tras peripecia, a la frontera con Francia. En ella viajaron también don Antonio Machado y su madre, José Machado y su mujer, e doctor Enrique Rioja y su esposa. Dejaron a la familia Machado en Collioure, donde pocos días después morirían don Antonio y su madre. El propio Joaquín Xirau ha contado, sin nunca referirse a sí mismo, estos días de desventura y angustia.

En México, invitado por La Casa de España, obra de Alfonso Reyes, Cosío Villegas y, naturalmente, del presidente Cárdenas, impartió cursos y seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam y fue consejero del secretario de Educación Pública, además de fundar la cátedra del Liceo Franco-Mexicano y de contribuir a la fundación del Instituto Francés de América Latina (ifal). En ambos impartió cursos, seminarios y dictó conferencias hasta los últimos días de su vida. En México tuvo también destacados estudiantes y discípulos muy cercanos. Entre ellos, Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Bernabé Navarro, Adolf Sicroff, William D. Johnson, Raúl Henríquez, Manuel Durán y quien esto escribe. Todos ellos escribieron artículos, notas, homenajes cuando murió el maestro.

Joaquín Xirau admiraba de verdad a don Antonio —siempre don Antonio para muchos de nosotros—. Refiriéndose a él, gustaba recordar el poema que don Antonio escribió a la muerte de Giner de los Ríos. Recordemos unos cuantos versos:

Como se fue el maestro

la luz de esta mañana

me dijo: Van tres días

que mi hermano Francisco no trabaja.

¿Murió?… sólo sabemos

que se nos fue por una senda clara,

diciéndonos: Hacedme

un duelo de labores y esperanzas.

¿Cuál fue la personalidad de Joaquín Xirau? La de un hombre entusiasta, vitalísimo, también preciso, exacto. En este punto dejo que de él nos hable otra persona.

Personalidad

Jordi Maragall, hijo del gran poeta Joan Maragall y discípulo muy querido, escribe:

No recuerdo que nos hubiera planteado el problema del nacionalismo, y, con todo, ¿quién era más catalán que él? Desde esta catalinidad de base, como muchos de aquellos jóvenes nacidos entre 1880 y 1890, provenía de una apertura de los horizontes y nos lanzaba hacia la identificación de los altos valores de la cultura universal, incluyendo, naturalmente, a catalanes y castellanos.

Y añade, con emoción: “acostumbrado desde niño a la venerable imagen de un padre, poeta inspirado… solamente cuando Xirau me habló de él supe descubrir su imagen y quedé alertado para nuevas profundizaciones”.5 Algo más adelante, nos dice Jordi Maragall:

Joaquín Xirau nos abrió las puertas de su casa. Deseo dar a estas palabras un sentido profundo. Escuchó a los jóvenes que allí acudimos buscando orientación y nos trató en este sentido con extraordinaria delicadeza. Me confesó un día que no quería influirnos en lo que fueran creencias religiosas, aunque ya su ejemplo era una influencia. Sus discípulos veíamos en él a un hombre de fe en la fe y de respeto hacia las confesiones positivas. No hablaba con admiración del Viernes Santo aunque sabíamos que no era practicante. En cuanto a lo demás, su conversación diaria, su manera de ser, su manera de tratar a su esposa Pilar y a su hijo Ramón, la felicidad con la que nos introdujo en su ambiente familiar, todo denotaba una naturalidad no exenta de exaltaciones y fervores viscerales que algunos interpretaron como afectación. Yo no diría. Es verdad que aquellas exaltaciones nos dejaban algo confusos. A veces, cuando se sentaba al piano a tocar una pieza de Couperin, teníamos la sensación de que aquello rayaba en lo excesivo… Pero no eran éstos los rasgos característicos de su personalidad. Prefiero destacar su carácter contenido y respetuoso, unido a esta capacidad de promover la curiosidad intelectual en el sentido más amplio.

Maragall tiene razón. Daba Joaquín Xirau sus clases con “nervio” y los seminarios con análisis muy detallados y precisos. Lo mismo que había hecho en Barcelona, hizo en México. Recién llegados todos nosotros en agosto de 1939, compró un piano de segunda mano. Leía la música y esto le interesaba a la vez que le distraía de ocupaciones y preocupaciones. Solamente quisiera añadir que en sus años mexicanos nunca dejó de asistir a los oficios de Semana Santa, con especial emoción los Viernes Santos.

Pensamiento

Después de sus tesis doctorales, y ya en Barcelona, Joaquín Xirau escribió un análisis crítico sobre otro gran clásico que leyó y releyó toda su vida: Descartes y el idealismo subjetivista moderno. Los tres libros muestran al joven filósofo en posesión de instrumentos técnicos y voz original. Por estas fechas tradujo a Bertrand Russell (Los problemas de la filosofía, 1928) y ya en México a Whitehead (Modalidades del pensamiento, Buenos Aires, 1940). Tradujo también en Barcelona a Lachelier, Robin, Meyerson. Esta lista parecería mostrar su inclinación por la filosofía inglesa y francesa pero no se debe olvidar que tradujo también a Messer y a Jaeger. Sus trabajos sobre Descartes, Leibniz, Rousseau no son meros ejercicios de exposición a secas. De hecho, lo ha mostrado Reine Guy en el estudio más completo acerca de Joaquín Xirau. Estos libros y los que escribió más tarde sobre filósofos clásicos o modernos —Fichte, Husserl, Bergson, sin olvidar la magnífica obra póstuma Vida y obra de Ramón Lull. Filosofía y mística (1946)— forman parte íntegra de la manera como concebía la historia intelectual de Occidente.6

En Barcelona escribió un libro ya muy personal: El sentido de la verdad (1927, versión catalana, 1929). Este libro critica el subjetivismo y sobre todo el reduccionismo y en él aparece la primera exposición del pensamiento de Husserl, obra de nuestro filósofo.

Prosigue su obra con L’amor i la percepció dels valors (1936), Le problème de IÊtre et l’autonomie des Valeurs (París, 1937), ambos breves pero claros antecedentes del gran libro que es Amor y mundo (México, 1943), de Lo fugaz y lo eterno (México, 1943) y el ya citado acerca de Ramón Lull. En lo que sigue esbozaré las principales ideas que aparecen en Amor y mundo que, en última instancia, deberá apreciar el lector. Libro éste de primordial importancia en un mundo “roto” —por decirlo como Gabriel Marcel— en el que vivimos.

La obra se inicia con un análisis del eros griego unido al logos. Ambos constituyen “la expresión de una misma realidad”. Más honda y completa es la idea cristiana del amor (agape, caritas), sobre el cual había escrito Joaquín Xirau en su artículo “Charitas”, aparecido en la revista Madrid en plena guerra civil. El cristianismo supone la existencia de un verdadero ordo amoris, camino a esta Ciudad de Dios en la que Joaquín Xirau tenía puestas sus esperanzas. En cuanto a los valores que se discuten a lo largo de Amor y mundo hay que decir que no son abstractos y que son, en realidad, dinámicos. Los valores constituyen, en palabras de Lo fugaz y lo eterno, una “plenitud compartida”.

¿Cómo ver la relación entre ser y valor?

Aun cuando Joaquín Xirau era asiduo lector de Max Scheler, pensó siempre que éste no acabó de resolver el problema. La solución que Joaquín Xirau ofrece implica que ser y valor son relacionales. El ser no existe en sí. Es dinamicidad. Lo mismo sucede con el valor. Ser y valor se conjugan para que el ser adquiera vida y el valor adquiera, a su vez, objetividad. Esta relación dinámica se alcanza mediante el logos y, principalmente, por medio del eros. “La actitud amorosa es una realidad específica e irreductible”. Tal conciencia entraña “abundancia de vida interior”, “plenitud espiritual”. Anticipándose a Romano Guardini y en oposición a Nietzsche, Joaquín Xirau nos decía que es mucho más difícil el amor que dominar y, en última instancia, en el mundo de la praxis, un subyugar que tal vez Nietzsche no habría deseado.

Al hablar aquí de amor no hablamos del amor pasión ni de un sentimiento irracional. Se trata del amor que lleva consigo respeto, lucidez, afecto, claridad. Escribía Joaquín Xirau: “El amor es claridad y luz. Ilumina en el ser amado sus recónditas perfecciones y percibe en unidad el valor de sus valores actuales y virtuales”. No es cosa, claro está, de negar los aspectos naturales y vitales del amor. De lo que se trata es de incorporarlos para alcanzar, límite ideal, el “amor puro”.

Joaquín Xirau tuvo ideas muy precisas acerca de la educación, así como sobre el valor y significado del mundo ibérico. Paso brevemente a ambos temas.

En el orden práctico y por citar solamente algunas de sus actividades, Joaquín Xirau fue director, en Barcelona, del Seminario de Psicología y Pedagogía (1929-1939), director de Psicología y Pedagogía en el Instituto Psicotécnico, y codirector con el doctor Emilio Mira de la revista Psicología y pedagogía.

La teoría educativa de Joaquín Xirau se funda en sus ideas acerca de la axiología y la metafísica. Su actitud como educador, nos lo recordaba Jordi Maragall y nos lo recuerda Miguel Siguan, implicó siempre la mayéutica. Educar puede ser en parte instruir. Es ante todo hacer que el hombre, desde su primera educación, pueda hacer surgir de su conciencia las ideas y vivencias que le son propias. Educación a la vez tolerante y disciplinada. No se trata, como lo quería Rousseau, de que al niño, al adolescente, al hombre se le “deje vivir” en una espontaneidad que puede llevar al desorden. Lo que debe hacerse es “alimentar” y “fomentar” “las fuentes de vida”. Se trata de “vivificar el espíritu”.

Por otra parte, si educar es amar, lo es de manera muy precisa: es necesario que el que se educa sienta la “simpatía” del que lo educa. Solamente mediante el orden de amor, el ordo amoris, se llegará a desarrollar el “carácter” y se permitirá que se forme la personalidad de quien se educa. Escribe Joaquín Xirau, citando a Ramón Lull: “el amor ha sido creado para pensar”.

En España Joaquín Xirau se ocupaba y preocupaba por el mundo ibérico. No solamente deseaba una verdadera autonomía para los pueblos de España. Iba más lejos, y se acercaba a Oliveira Martins, el portugués autor de La civilización ibérica, y al poeta Joan Maragall cuando decía que debería existir una vida libre y a la vez reunida de los varios pueblos, incluso Portugal. Este ideal debería extenderse a todo el mundo ibérico.

Solía decir Joaquín Xirau que en México había descubierto a España. Este descubrir significaba acordarse, y recordarnos a todos, del humanismo de la edad clásica que se prolongaba en una línea de pensamiento cuya expresión moderna podría encontrarse, entre otras instituciones, en la Institución Libre de Enseñanza. No le interesaban ni conquista ni imperio, nunca fue imperialista. Le interesaba la tradición humanista en México y de México: Vasco de Quiroga en primer lugar.

Humanista, cercano a la Philosophia Christi, Joaquín Xirau se dedicó a analizar el pensamiento de Vives, Lull, don Vasco. En las obras de estos pensadores se confirmaban las ideas de Joaquín Xirau sobre la necesidad de promover el mundo del valor y, ahora más específicamente, el derecho de gentes.

Por su obra, Joaquín Xirau pertenece no solamente a Barcelona, Cataluña, España. Pertenece también a México y a este universo ibérico que soñó libre, independiente, unido.

Concluyo con el final de Lo fugaz y lo eterno.

La vida es movimiento, riesgo, anhelo, entrega. Vivir es trascenderse y buscar en los ámbitos del mundo algo que haga la vida digna de ser vivida. Es posible que filosofar sea entonces no vivir. Pero en esto la filosofía coincide con la vida misma. También la vida plenaria es un constante “no vivir”, desvivirse y proyectarse más allá de la propia existencia en su afán insaciable de salvación. Y en este caso filosofar es vivir; vivir es filosofar.

 


 

1 Para el tema son importantes: José Gaos, El pensamiento hispanoamericano; Eduardo Nicol, El problema de la filosofía hispánica; José Ferrater Mora, Obras selectas.

2 Se trata de La filosofía de Husserl, una introducción a la fenomenología, Buenos Aires, 1941, reeditado también en Buenos Aires, en 1966.

3 Su Cossío y la educación en España apareció en México (1945) y se reeditó en Barcelona (1970).

4 Es excelente la antología de Miguel Siguan i Soler, Joaquín Xirau. Pedagogía i vida, Barcelona, 1986.

5 Estas palabras y las que siguen inmediatamente constan en el libro de Jordi Maragall, El que pasa i els que han passat (Lo que sucede y los que han pasado), Barcelona, 1965.

6 Véase Reine Guy, Axiologie et métaphysique selon Joaquín Xirau, prefacio de Jean-Marc Gabaude, Toulouse-Le Mirail, 1976.