01 Abr Los mexicanos “de aquí y de allá”: diplomacia consular y organización de la comunidad
SILVIA E. GIORGULI SAUCEDO*
De aquí y de allá: diásporas, inclusión y derechos sociales más allá de las fronteras.
Alexandra Délano Alonso.
México, El Colegio de México,
2020, 302 pp.
La historia de más de un siglo de migración entre México y Estados Unidos no es de ninguna manera monótona o repetitiva. Por lo contrario, en cada una de sus etapas nos descubre dinámicas, intercambios y respuestas de los migrantes y de los gobiernos de ambos países que los estudiosos de la migración no hemos alcanzado a anticipar. En el momento actual, después del violento discurso antiinmigrante del presidente Trump y de las políticas persecutorias y discriminatorias durante su gobierno, de los retos que enfrenta México como país de tránsito hacia Estados Unidos y de una crisis en los sistemas de gobernanza de la migración en ambos países, descubrimos que —paralelo a estos hechos negativos— hay una comunidad mexicana resiliente, organizada, integrada a la cultura estadounidense, que maneja el inglés, conoce la normatividad institucional y busca basar en ella sus acciones. Se trata de una comunidad mexicana “de aquí y de allá” que, además, comparte problemáticas, valores y experiencias de forma solidaria con otras comunidades de migrantes, principalmente (pero no de manera exclusiva) latinas.
A la vez, mientras todos los días nos sorprendemos con las noticias sobre las iniciativas para el manejo de la migración desde los gobiernos centrales —desde Washington y desde la Ciudad de México—, también observamos que, más allá de los vaivenes correspondientes al gobierno en turno, existe una dinámica de conocimiento acumulado y de prácticas en planos específicos como los de salud y educación o en la provisión de información útil para la comunidad migrante. En ese campo, hay un trabajo coordinado —y en mi opinión no suficientemente reconocido— desde los más de 50 consulados mexicanos distribuidos a lo largo del territorio estadounidense.
De esto habla el libro De aquí y de allá: diásporas, inclusión y derechos sociales más allá de las fronteras de Alexandra Délano. Sin hacer una apología y sin perder su carácter crítico, la autora logra captar la energía de una comunidad mexicana en Estados Unidos que se mueve, se reinventa, diseña estrategias para enfrentar los cambios en la política migratoria y las vulnerabilidades derivadas del estatus de indocumentación en el que vive poco menos de la mitad de mexicanos en dicho país. Estas vulnerabilidades —con las que han aprendido a vivir los mexicanos, la gran mayoría con más de 10 años de residir en Estados Unidos (83.4%, para ser precisos)— definen la vida cotidiana y obligan a los migrantes a buscar respuestas rápidas a los cambios en el entorno: desde las deportaciones, insólitas en número, durante el gobierno de Obama hasta los embates antiinmigrantes y xenófobos durante el gobierno de Trump.
Junto con las respuestas de la comunidad, las últimas décadas también nos han dejado un conocimiento acumulado y capitalizado por el cuerpo diplomático, que ha diseñado una multitud de programas, campañas de apoyo a los migrantes y trabajo conjunto con las comunidades a las que atienden, los cuales se han convertido en un recurso fundamental para los mexicanos, especialmente los indocumentados, que residen en el Norte. La gran paradoja es que esta multitud de acciones se diluye y atomiza ante el tamaño del reto y no alcanza a cubrir las necesidades de una comunidad que ya no crece en número, pero que es compleja por su composición: migrantes de reciente ingreso y aquéllos con más de 10 años desde su llegada, familias donde conviven ciudadanos estadounidenses y migrantes indocumentados, generaciones que llegaron a edades diversas, migrantes en empleos de baja y alta calificación, con mayor o menor manejo del inglés, por mencionar algunos rasgos de esta heterogénea población.
A partir de un análisis de la dinámica de la diáspora mexicana entre 2008 y 2016, de la observación y entrevista con actores, sociedad civil, consulados, funcionarios y migrantes mexicanos y latinoamericanos, Alexandra Délano reconstruye el escenario de nuevas y viejas vulnerabilidades, y recupera la experiencia de diplomacia consular y de protección de los migrantes. En un contexto de múltiples contradicciones, al mismo tiempo encontramos un espacio de sinergia en torno a la protección social, el acceso a la educación y a la salud, y la promoción de la movilidad, como objetivos donde convergen el gobierno mexicano, el estadounidense, organizaciones de la sociedad civil y organizaciones de migrantes. A manera de corte de caja, su libro explica cómo llegamos a situaciones de persistentes y emergentes vulnerabilidades e incertidumbres, el camino aprendido en algunas prácticas de los consulados y de las organizaciones que apoyan a los migrantes, y la necesidad de evaluar las acciones realizadas. A través de las diversas voces que se expresan a lo largo del texto, destaca la maleabilidad y adaptabilidad de los programas de acción consular. Así lo ilustra, por ejemplo, la evolución de la Semana Binacional de Salud a Ventanillas de Salud, las cuales hoy no sólo atienden a migrantes mexicanos, sino que han extendido su cobertura para colaborar con otros consulados y apoyar a un sector más amplio de los migrantes en Estados Unidos.
Lo mismo puede decirse en el caso de la llamada generación 1.5, aquellos que llegaron a Estados Unidos siendo niños y que de cierta forma se definen como “estadounidenses en todo, excepto en sus documentos”. A final de cuentas, son una población con necesidades específicas y mexicanos por nacimiento. No obstante su llegada a la edad adulta sin que se haya resuelto su situación de indocumentación —lo cual expresa la obsolescencia del sistema migratorio estadounidense—, destaca la movilización propia de estos jóvenes dreamers, plenamente integrados a Estados Unidos excepto por su situación legal. En el mismo ámbito de la acción consular, resaltan las iniciativas de los consulados en los años previos a la llegada del gobierno de Trump para acercarse a ellos, apoyarlos en sus opciones educativas y laborales, así como asesorarlos cuando, durante el gobierno de Obama, se diseñó e implementó el programa daca (Deferred Action for Childhood Arrivals), el cual dio un débil respiro a los jóvenes dreamers.
El libro de Alexandra Délano señala también paradojas y contradicciones en este continuum que teje en torno a la migración, la participación de la diáspora y la interacción con el gobierno mexicano a través de los consulados. Por ejemplo, como la misma autora relata, la acción del gobierno mexicano en la protección de los migrantes en el Norte no se refleja en una acción similar para atender, acompañar y apoyar a quienes retornan voluntariamente o de manera forzada a territorio nacional. Aquí hay una desconexión entre el discurso de protección y apoyo al migrante que está en otro país y la ausencia o ineficiencia de las acciones cuando regresa. Es el mismo actor que aparece como sujeto de derechos diferenciados según sea el lugar en el que habita. He ahí probablemente una de las mayores incongruencias en nuestra política y nuestro discurso en torno a la migración, misma que se profundiza si extendemos este argumento a los migrantes de otros países que llegan a México y al trato que reciben durante su estancia en este país.
Otra paradoja o prenoción que debate la autora se refiere al aparente antagonismo entre la integración de los migrantes al país de destino (en este caso, de los mexicanos a la cultura y estilo de vida estadounidenses) y la conexión con el país de origen. En una visión dicotómica, que la autora cuestiona desde el título mismo, supondríamos que uno no puede ser de dos lugares y, por lo tanto, cuanto más fuerte es la conexión del migrante con su comunidad de origen, más débil o lento será el proceso de integración al nuevo lugar de destino o viceversa. En realidad, el mundo de la diáspora que capta la autora se mueve en los dos espacios —ya sea de manera real o simbólica—. Incluso entre los dreamers, “estadounidenses sin papeles”, México no deja de ser un referente por ser el país de origen de sus familias, porque reconocen en ellos mismos patrones culturales característicos, hablan (con mayor o menor dominio) el español y, en algunos casos, durante el periodo que cubre este trabajo, por ser el país al que se vieron obligados a regresar (como efecto de la política de deportaciones de Obama). Desde una perspectiva más amplia y para todos los migrantes, después de tres décadas de una diplomacia mexicana consular asertiva y de un trabajo coordinado con la sociedad civil, aprendimos que acciones como los programas de aprendizaje de idiomas, las becas y los apoyos para obtener la certificación de educación media superior, los programas de alfabetización y de promoción de la salud, la información sobre los derechos laborales y el acceso a servicios sociales y financieros tienen un efecto positivo en el proceso de integración de la diáspora mexicana.
Una paradoja más de las múltiples que resaltan en el libro es el rol de los gobiernos de México y Estados Unidos en la inclusión y el acceso a derechos de los migrantes. ¿Cuál es la responsabilidad del gobierno mexicano con los que se van al Norte y residen allá por más de cinco, 10 o 15 años? ¿En algún momento se agota la responsabilidad del gobierno mexicano? Bajo el principio de no intromisión en los asuntos de otros países que se menciona como paradigma en la política exterior mexicana, ¿cómo se entiende la continua intervención del gobierno mexicano cuando se trata de promover la adquisición de la ciudadanía estadounidense o el acceso a servicios sociales provistos por el gobierno de ese país? A lo largo del libro, la autora presenta argumentos que van más allá de la simplificación de los beneficios de la migración por las remesas para entender el interés del gobierno mexicano en esta conexión y en el fomento de la movilidad social y la inclusión entre la diáspora. Resalta, en primera instancia, el bienestar de una población que sigue siendo mexicana por nacimiento, al igual que sus hijos —independientemente del lugar donde nacieron—, y que puede regresar al país cuando lo necesite o lo desee. De alguna manera, la autora contribuye con argumentos que permiten construir la imagen de “una población que compartimos”, que en el futuro pudiera ser aún más móvil conforme se resuelva la situación de indocumentación y que se ha convertido en un puente entre México y Estados Unidos. En esta población que compartimos hay también la construcción de nuevas identidades y nuevas ciudadanías que seguramente irán acompañadas de otros procesos sociales asociados a la migración y que trascenderán generaciones.
Es inevitable cerrar con una reflexión en la coyuntura política actual a propósito de la lectura del libro De aquí y de allá: diásporas, inclusión y derechos sociales más allá de las fronteras. En el momento de terminar esta reseña, el gobierno de Biden se ha mantenido consistente con su promesa de campaña sobre un manejo de la migración diferente al de Trump. En la esperanza de muchos está la expectativa de que se encuentren y se logren canales que permitan la legalización de los más de 10 millones de indocumentados en Estados Unidos. Congruente con un discurso más enfocado en los derechos humanos y la tolerancia, se han construido expectativas en torno a un mejor ambiente para los millones de migrantes, en especial para quienes llegaron siendo niños y para quienes tienen mucho tiempo residiendo en el Norte. Al mismo tiempo, en los últimos meses hemos visto un aumento acelerado en el número de detenciones de mexicanos en la frontera, lo cual nos señala que la migración indocumentada hacia el Norte no se ha agotado y que es un recurso que los mexicanos seguirán buscando en épocas de crisis, como la que vivimos actualmente, motivada por la violencia y por la recesión económica que ha generado la pandemia. El escenario es complejo; el reto, enorme e incierto, pero, sobre los recursos que tenemos para enfrentar lo que viene, como bien lo relata Alexandra Délano, tenemos un camino aprendido en protección de los derechos de los migrantes, una solidaridad que rebasa nacionalidades y una sociedad civil organizada e innovadora.◊
* SILVIA E. GIORGULI SAUCEDO
Es demógrafa y socióloga, profesora-investigadora en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México. Desde 2015 preside esta institución. Es, además, directora de Otros Diálogos. Su investigación se concentra en temas de migración internacional y su vinculación con otros procesos sociales, políticas de población y políticas migratorias. Sus más recientes publicaciones son Niñas y niños en la migración de Estados Unidos a México: la generación 0.5, en coautoría con Víctor Zúñiga (El Colegio de México, 2019), y Dinámica demográfica de México en el siglo xxi, coeditado con Jaime Sobrino (El Colegio de México, 2020).