Los distintos rostros de la migración de retorno

 

JORGE DURAND*

 


 

Derechos fragmentados. Acceso a derechos sociales
y migración de retorno a México.
Silvia Giorguli y Andrea Bautista (coords.).
México, El Colegio de México, 2022, 511 pp.

 

 

La emigración de mexicanos a Estados Unidos está inextricablemente ligada al retorno, sea éste forzado o voluntario. Durante más de un siglo, así como todos los días cruzaba un mexicano al otro lado, de manera regular o irregular, otro lo hacía de regreso a su tierra, de manera voluntaria o forzada. Sin embargo, por mucho tiempo se priorizó el estudio de la emigración, de los que se iban y de los que estaban del otro lado. En cierto modo, se descuidó el de los que regresaban, salvo por algunos pocos historiadores que se dedicaron a ese tema. En la actualidad, esta anomalía ha sido subsanada por un buen número de investigadores abocados a estudiar el retorno desde diferentes perspectivas.

Curiosamente, teníamos datos del Proyecto sobre Migración Mexicana (mmp, por sus siglas en inglés),1 que es propiamente una encuesta que se les hace a quienes regresan, en el lugar de origen, pero no recuerdo artículos que hayan utilizado sus datos para estudiar este fenómeno.

Por su parte, la Encuesta sobre Migración en las Fronteras Norte y Sur (emif)2 ha recolectado información, por más de 30 años, de los que vienen del norte, deportados, lo cual nos ha proporcionado una secuencia única y larga. Salvo mejor opinión, no recuerdo que los especialistas en retorno utilicen esta fuente de manera frecuente. Hay una excepción y está en el libro Derechos fragmentados. El capítulo de Mauricio Rodríguez cita la emif; según esta fuente, 40% de los deportados afirmaba que vivía en Estados Unidos. Eso me recuerda una de las secciones de una encuesta sobre retorno, en donde se preguntaba por la ubicación del hogar, que se calificaba como home USA or home Mexico. Es una buena distinción sobre el retorno, que separa dos grandes grupos, los que ya se consideraban radicados —a quienes podríamos calificar como residentes migrantes indocumentados— y los que simplemente eran trabajadores migrantes indocumentados.

Como bien mencionan la introducción del libro y el primer capítulo, en la mayor parte del siglo xx y hasta mediados de la década de 1990, predominó una migración circular, de ida y vuelta, con retorno de tipo voluntario y con deportaciones que podríamos calificar como diarias, pero también con procesos puntuales de deportación masiva a lo largo del siglo: 1921, 1929-1934, 1939, la llamada Operación Espalda Mojada de 1954 y la más reciente secuencia de deportaciones —a partir de 2008, con la crisis económica durante el gobierno de Barack Obama, considerado “Deportador en Jefe”—, misma que también podríamos calificar de masiva.

Paradójicamente, la retórica de la deportación masiva llegó a niveles excepcionales durante la administración de Donald Trump, pero en la práctica no se concretó la amenaza, debido, precisamente, al repunte de la economía en ese periodo y a la necesidad de contar con mano de obra.

En la actualidad, el nuevo patrón del migrante retornado se caracteriza, en primer lugar, por su heterogeneidad, como se apunta de manera acertada en el libro editado por Silvia Giorguli y Andrea Bautista, con la participación de una docena de especialistas y publicado en colaboración entre El Colegio de México y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, una colaboración relevante, entre una institución académica y una institución pública, que resulta ser una verdadera rareza en estos tiempos de austeridad republicana, pero que, al mismo tiempo, pone en evidencia su pertinencia para diagnosticar nuevas tendencias de los fenómenos sociales, económicos, políticos y culturales, así como para ajustar las políticas públicas a nuevos contextos y requerimientos de la sociedad mexicana, que incluye tanto a los que se quedaron como a los que se fueron y retornaron.

Si bien la  característica principal del patrón actual de retorno es su heterogeneidad, los diferentes capítulos del libro permiten delinear otros rasgos distintivos del perfil actual, que es ciertamente diferente al del retornado del siglo xx.

Un primer rasgo es el regreso de migrantes individuales, preponderantemente masculinos, en edades productivas que van de los 15 a los 64 años, que suelen estar más expuestos a la deportación que las mujeres, como informa el capítulo de Claudia Masferrer y Nicole Denier.

En segundo lugar, hay que mencionar que un sector importante de los retornados son familias, lo que da lugar a una especie de proceso de reunificación familiar a la inversa, dado el regreso forzado del jefe o la jefa de familia.

Este último rasgo acarrea el retorno de hijos de mexicanos nacidos en el otro lado, a quienes se incluye en el grupo, aunque técnicamente podrían ser considerados como inmigrantes, por ser estadounidenses. Así los considera el censo. Es parte de la complejidad de este proceso. Estos miembros de familias retornadas, que nacieron en el otro lado, se distinguen por ser binacionales y, en su mayoría, bilingües. Es una población estadísticamente relevante, dado que son más de 500 mil personas que tienen problemas de documentación, inserción en el medio escolar y acceso a servicios básicos, como salud, trabajo y vivienda. Esto nos lleva precisamente al subtítulo de este libro, que se enfoca en el acceso a los derechos sociales de los migrantes que regresan a México.

Éste es también el caso de los llamados dreamers, que emigraron de pequeños con sus padres; algunos fueron deportados, comparten el rasgo del bilingüismo y, en muchos casos, la biculturalidad. Como diría Alejandro Portes, se está deportando no sólo a ciudadanos estadounidenses, lo que históricamente siempre se ha hecho, no es una novedad, sino que también se está deportando a personas con un importante capital humano, con estudios, socialización y experiencia laboral en Estados Unidos.

Otro rasgo relevante y fundamental del perfil del retornado es su estancia prolongada en Estados Unidos. Cerca de 75% de la población migrante tiene más de 15 años viviendo y trabajando en Estados Unidos. En estos casos, la deportación resulta ser particularmente dramática.

En efecto, los migrantes de larga estancia que son deportados sufren de lo que llamaría un triple desarraigo: por haberse visto obligados debido a las circunstancias a dejar el terruño; por ser arrancados de su lugar de destino donde trataron de echar raíces, formar una familia e integrarse al mercado de trabajo y a su comunidad; finalmente, por verse obligados a reintegrarse, a echar raíces, en una patria que ya les resulta lejana, donde carecen de redes sociales fuertes y donde perdieron ciertos recursos, habilidades, información, consejos: el olfato que facilita la sobrevivencia.

Por último, su condición de retornados, y, especialmente, de deportados, los coloca en una situación desventajosa para el acceso a recursos sociales básicos, como documentación, salud, educación, trabajo, vivienda y, deberíamos también incluir, jubilación o retiro, dado que millones de trabajadores indocumentados pagaron impuestos en el otro lado que no devendrán en derechos ni en Estados Unidos ni en México.

En síntesis, podríamos delinear el perfil de este nuevo patrón de retorno, a partir de los aportes de este libro, con cuatro rasgos: 1) el retorno individual, preponderantemente masculino, de personas en edad laboral; 2) el retorno familiar, que incluye a hijos de mexicanos, binacionales y en su mayoría bilingües; 3) el retorno de migrantes con prolongada estancia en el lugar de destino, lo que les acarrea un triple desarraigo; 4) el retorno que resulta en dificultades para integrarse a la hora del regreso y en limitaciones serias para acceder a recursos básicos.

Hasta aquí el diagnóstico, pero el libro tiene una segunda parte sobre desafíos institucionales para responder a este fenómeno, una investigación que se hizo con trabajo de campo en cuatro entidades federativas y que estuvo a cargo de Daniel Manchinelly y Xóchitl Morales.

Ante una población muy heterogénea por la condición de retornada y ante las diferencias de género, clase y grupo étnico, la estructura institucional no se ajusta a estas peculiaridades y presenta serias limitaciones de recursos económicos y materiales para atenderla.

En ese sentido, el estudio de caso del análisis institucional, realizado en Baja California, Zacatecas, Oaxaca y el Estado de México, retoma el diagnóstico y brinda aportaciones específicas sobre los desafíos institucionales con respecto al derecho que tienen los mexicanos retornados para un acceso eficiente a documentación, inserción en el mercado laboral y acceso a una vivienda digna, a salud integral y a educación de calidad.

Derechos fragmentados es, precisamente, un libro muy bien integrado, con seminarios internos que permitieron redondear una verdadera investigación colectiva, de alta calidad, con materiales e interpretaciones novedosas y con respuestas concretas para un mayor y mejor acceso a los derechos sociales básicos de los retornados.◊

 


 

1 El Proyecto de Migración Mexicana inició en 1982 con un enfoque interdisciplinario y con el objetivo de generar información que nos permitiera conocer y estudiar el complejo proceso de la migración mexicana hacia Estados Unidos. Se puede encontrar mayor información sobre el proyecto y acceder a las bases de datos en el sitio: MMP – Home (princeton.edu).

2 La Encuesta sobre Migración en las Fronteras Norte y Sur (emif) es un proyecto que inició en El Colegio de la Frontera Norte y que ha contado con la participación de diversas instituciones gubernamentales y no gubernamentales. Con un diseño metodológico único, es una de las pocas encuestas de flujo de la migración en el mundo. Desde 1994 y hasta 2020 entrevistó a hombres y mujeres migrantes en diversos puntos de la frontera y en el interior de México. Para obtener mayor información, se puede consultar Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte y Sur de México | Consejo Nacional de Población | Gobierno | gob.mx (www.gob.mx).

 


 

* Es antropólogo y ha sido, junto con Douglas S. Massey, codirector del Proyecto sobre Migración Mexicana (desde 1987) y del Proyecto sobre Migración Latinoamericana (desde 1996), auspiciados por las universidades de Princeton y Guadalajara. En México, es investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores. En Estados Unidos, es miembro de la Academia Nacional de Ciencias, la Sociedad Filosófica Estadounidense y la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias. En 2018 recibió el Premio Malinowski de la Sociedad de Antropología Aplicada.