Los “chicos escritores argentinos” y el precursor Alfonso Reyes1

Pocas relaciones trasnacionales a lo largo del siglo xx dan cuenta de un enriquecimiento cultural y literario tan intenso como el que se suscitó con la llegada de Alfonso Reyes a la Argentina en 1927. Rose Corral nos brinda en este texto un recuento de las amistades, las colaboraciones y las coincidencias que tuvo Reyes con los jóvenes escritores argentinos para los que el mexicano fue, sin duda, un precursor.

 

ROSE CORRAL*

 


 

In memoriam Alicia Reyes
¡Oh si pudiéramos siempre estar con los jóvenes!
Carta de Alfonso Reyes a Guillermo de Torre
(Madrid, 17 de diciembre de 1921)

 

No puede pensarse en los contactos literarios y culturales entre México y el Río de la Plata en la primera mitad del siglo xx sin aludir a la enorme labor de acercamiento y diálogo con el sur del continente que llevó a cabo el escritor y embajador Alfonso Reyes, quien dejó innumerables huellas de su paso por el país austral, amistades y afectos que se prolongaron hasta su muerte en 1959. Varios escritos en torno a su experiencia sudamericana (artículos, entrevistas, notas varias publicadas en la prensa argentina, uruguaya y brasileña) fueron reunidos por Reyes en el libro Norte y Sur publicado en 1945. Antes de sus embajadas en el sur del continente, en sus estadías en España y Francia, entre 1913, cuando sale de México, y 1927, cuando empieza su misión diplomática en Argentina, Reyes se empeñó también en promover los intercambios trasatlánticos entre América y Europa.

La lectura del Diario de Reyes, cuyo primer volumen se dio a conocer en 1969, de los varios epistolarios que se han ido publicando en los últimos años y de otros, inéditos, resguardados en la Capilla Alfonsina de la Ciudad de México, confirma la extraordinaria vocación que tuvo por ser enlace o puente entre escritores y editores de varias latitudes. Aunque con algunos corresponsales hay notas más personales o íntimas —con sus amigos Pedro Henríquez Ureña y Genaro Estrada, por ejemplo—, el grueso del epistolario está dedicado a cuestiones literarias y editoriales, a sus múltiples proyectos y estudios, y a sus tareas cotidianas en las legaciones que fue ocupando. Aunque entonces no se hablaba de “redes”, como hoy, podría decirse que Reyes, a lo largo de toda su vida, fue armando múltiples redes para impulsar este amplio y fecundo diálogo.

Sus dos estancias como embajador en Argentina, entre 1927 y 1930 y entre 1936 y 1938, han sido en buena medida documentadas y comentadas. Pensamos en el libro Alfonso Reyes en Argentina, que fue uno de los primeros en juntar materiales dispersos en la prensa argentina de aquellos años (Robledo Rincón, 1998). Pero los epistolarios y el Diario permiten seguir explorando las relaciones literarias y amistosas que cultivó Reyes en Argentina, y ahondar en particular en el diálogo que mantuvo con algunos de los “chicos escritores”, la “muchachada”, como escribe también al referirse a los “nuevos”, los que a su llegada están reunidos en torno a la revista de vanguardia Martín Fierro. No debe olvidarse que su primera estancia en Buenos Aires coincide con los buenos años de la presidencia de Marcelo T. de Alvear, cuando “las expresiones culturales tenían un cierto tono lúdico que sintonizaba bien con el aire de esos tiempos, al menos en nuestro país” (Luna, 1998: 11). Cuando Reyes vuelve, en 1936, los tiempos son otros, tanto en Argentina, cuyo golpe militar de 1930 inicia la “década infame”, como en Europa, con el inicio de la Guerra Civil española y el ascenso de los fascismos.

Hace algunos años, gracias precisamente a su Diario y a varias de sus correspondencias, entonces mayormente inéditas, pudimos reconstruir la historia del único número de la revista Libra, publicada en agosto de 1929, que dirigieron dos de los nuevos poetas argentinos, Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal (Corral, 2003). Gracias a estos materiales logramos mostrar que Reyes tuvo un papel central en la hechura de Libra: los jóvenes contaron no sólo con la guía y estrecha colaboración del escritor mexicano, sino también con su entusiasmo para llevar a buen puerto la empresa. Al salir Reyes para Brasil y al viajar Marechal a Francia, en diciembre de 1929, no aparecerá el segundo número que estaban preparando.2 Una sección de Libra, “Correo Literario”, una suerte de taller literario con notas diversas, se debe prácticamente al mexicano y es sin duda un antecedente de su revista personal, Monterrey, que publica en Brasil a partir de 1930.

Nuevamente, como se verá, la revisión de varios epistolarios y del Diario ofrece otra posible lectura de la cercanía que tuvo Reyes con algunos de estos jóvenes escritores: Ricardo Molinari, Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal y Jorge Luis Borges, que son los nombres que regresan una y otra vez, tal vez los más asiduos visitantes de la embajada de México los domingos por la tarde.3 Por razones entendibles, a raíz de la proyección internacional de la obra de Borges en los años sesenta, se ha privilegiado y, agregaríamos, aislado, la sola relación de Reyes con Borges. Años después, en “Recuerdo argentino de Alfonso Reyes”, Ulises Petit de Murat (con quien Borges dirigirá en 1933 el suplemento del diario Crítica, La Revista Multicolor de los Sábados), otro martinfierrista que lo visita en la embajada, recuerda su “amistad cálida y comprensiva” y destaca un “gesto” suyo al que no estaban acostumbrados: “Elogió la juventud”, y agrega: “No se refugiaba en la penumbra polvorienta de la academia y los falsos consagrados. Respondió a nuestro anhelante llamado […] Buscábamos siempre, aunque sin confesarlo, al maestro; ¿sabe Alfonso Reyes en qué medida lo fue, sin proponérselo, de nuestra generación?” (Petit de Murat, 1957: 438).4 La afirmación de Petit de Murat puede corroborarse al revisar algunas de las entrevistas que dio Reyes al llegar a Argentina en julio de 1927. El 3 de julio, en el diario La Época, no tiene reparos en dar su punto de vista sobre la vanguardia, a la que se refiere con simpatía: “Hay un ritmo constante de renovación de la vida, al que no puede escapar la literatura. La nueva sensibilidad es un fenómeno tan natural que no hay por qué extrañarse de sus originales preceptivas” (Reyes, 1927b). Alude también a la necesidad de elaborar una nueva “tabla de valores” para entender a América porque “América es algo nuevo y distinto” que no debe compararse con Europa, sino con los países del continente: “¿Por qué aguardar el juicio de los europeos?”, un comentario que tuvo que serles grato a los martinfierristas que acababan de tener en las páginas de su revista la conocida polémica acerca del meridiano intelectual de América (Reyes, 1927a). En un texto posterior publicado en el diario Crítica, “Los ideales y la moral de la actual generación”, el escritor mexicano acaba confesando, con un guiño de complicidad hacia al lector: “¡Qué quiere usted! El corazón no envejece, y cada uno cree que él es la nueva generación” (Reyes, 1929).

Si, por una parte, los “nuevos” encuentran en Reyes a un escritor receptivo a sus inquietudes, por otra, hay que decir que para el escritor y diplomático mexicano este diálogo con la juventud argentina será también una oportunidad única de afianzarse en el papel de “precursor” de la vanguardia y de la nueva generación, un lugar sin duda muy grato para él.  El intercambio no se dio entonces, como parecería, en un sentido único: el de Reyes como orientador de los “nuevos”, sino que junto a ellos pudo asumirse como un escritor moderno, el que abre puertas a la juventud, un papel que se venía perfilando desde los años ultraístas en España.

El epistolario con Guillermo de Torre es en este sentido ilustrativo. Las cartas de De Torre a Reyes, sus incitaciones para que colabore en Ultra y Tableros, dos revistas ultraístas, son explícitas. En diciembre de 1921, Reyes contesta, complacido, a una misiva de Torre: “Le agradezco a usted mucho la apreciación generosa y la situación de precursor que usted me concede, grato a la última juventud” (Alfonso Reyes / Guillermo de Torre, 2005: 48). De Torre pasará pronto a la ofensiva o a la invitación directa, sin tapujos, en marzo de 1922: “¿Cuándo se adhiere usted explícitamente a la ribera vanguardista, respondiendo a las invitaciones de nuestras Tableros y Ultra?” (Alfonso Reyes / Guillermo de Torre, 2005: 53). Y Reyes, que comparte sin duda ese culto a la juventud, muy propio de la época vanguardista, retrocede y le da sus razones a De Torre: “No he enviado nada a Tableros ni a Ultra porque me parece que, realmente, estas cosas que hago, disuenan allí”. Su reticencia a colaborar con los ultraístas no se volverá a repetir en Buenos Aires con los martinfierristas, aunque también persistirán en él algunas dudas, desencuentros y tensiones, un movimiento pendular a la vez de acercamiento y alejamiento, cuando Reyes juzga que sus audaces amigos, en su afán por reivindicarlo como uno de los suyos, traspasan ciertos límites que amenazan enemistarlo con otros interlocutores del campo cultural argentino. Con todo, en Argentina, ya no tendrá reparos en proyectar y echar a andar varias colaboraciones literarias con el pequeño grupo martinfierrista, algo que no hizo en España con los ultraístas. Reyes anota en su Diario, en diciembre de 1928, el inicio de estos proyectos conjuntos: “Los chicos escritores argentinos […] quieren que aquí también deje huella”, como lo hiciera en España (Reyes, 1969: 235). Unos días después acepta dirigir una colección de libros, los Cuadernos del Plata, que se encargará de editar el antiguo director de Martín Fierro, Evar Méndez, una colección en la que “sueña” reunir a escritores argentinos y mexicanos (Reyes, 1969: 235-236).

La buena predisposición de Reyes hacia los jóvenes argentinos se entiende mejor al leer su correspondencia con su amigo Pedro Henríquez Ureña, instalado en La Plata desde finales de 1924: el dominicano prepara el terreno para una buena acogida a Reyes en Argentina, y a la vez lo va informando acerca del ambiente literario porteño, de los libros que aparecen, de los grupos y las revistas. El juicio de Henríquez Ureña, en una carta de 1925, es muy claro: destaca dos buenas revistas, Proa y Martín Fierro, “las ultraístas”, y además comenta que “son la gente con quien me entiendo mejor en Buenos Aires. Los otros literatos están apergaminados la mayoría […] Entre la muchachada, hay muchos poetas buenos; los más colaboran en Proa y Martín Fierro” (Pedro Henríquez Ureña / Alfonso Reyes, 1983: 293).

En su epistolario con Valery Larbaud se abre otra hipótesis, que se ventila de manera privada, y que podría explicar esa sintonía entre Reyes y el grupo de martinfierristas.  Él considera, en efecto, algunas de sus propias obras como precursoras de la vanguardia, y alude concretamente a su libro El plano oblicuo, publicado en Madrid en 1920. Traducido al francés por Jean Cassou desde 1924, la obra se encuentra detenida en la prestigiosa editorial Gallimard: “Sufro de ver que Gallimard no publica nunca mi Plano oblicuo […] Lo que sé es que me perjudica el paso de los años, y mi libro […] (anterior al ‘surréalisme’) envejece por instantes como acontece (permítame la palabra jactanciosa) con todos los precursores de las revoluciones!!”. (Valery Larbaud / Alfonso Reyes, 1972: 53). Últimamente, la crítica de Reyes ha hecho una lectura cubista de Visión de Anáhuac, y ha señalado que la superposición de perspectivas o planos en ese texto configuran una suerte de collage; en El plano oblicuo ha destacado la dimensión irreal de varios relatos, el entrevero de sueño y realidad que lo acercaría al surrealismo. José Emilio Pacheco —quien dio a conocer en 1963 uno de los primeros epistolarios de Reyes, el que tuvo con Borges— agregó en las conferencias que dictó en 1999 en El Colegio Nacional por el centenario del natalicio del escritor argentino otro elemento innovador que pudo tal vez mostrarle a éste un camino para futuros textos suyos: “A partir de la frecuentación de Reyes y Henríquez Ureña, Borges escribe una prosa distinta y algunos años más tarde emprende la escritura de cuentos que son ensayos y ensayos que son cuentos, tentativa que ya había hecho Reyes tanto en El plano obicuo como en Retratos reales e imaginarios, para citar sólo esos dos ejemplos” (Pacheco, 2019: 70).

Es entonces el Reyes que quiere ser leído como precursor e innovador quien encuentra un terreno fértil de diálogo con “los chicos argentinos”. Si bien esta cercanía e intercambio tendrán cosechas inmediatas, otras, tal vez menos visibles, serán a largo plazo porque la estrecha colaboración entre el mexicano y los jóvenes tuvo que ver también con cuestiones que se debatían intensamente en Argentina y en el continente en torno a la cuestión nacional y a las relaciones entre América y Europa.◊

 


 

Referencias

 

Corral, Rose (ed.) (2003), Libra, edición facsimilar [1929], México, El Colegio de México.

Henríquez Ureña, Pedro / Alfonso Reyes (1983), Epistolario íntimo 1906-1946, vol. 3, Juan Jacobo de Lara (recopilación), Santo Domingo, Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.

Valery Larbaud / Alfonso Reyes (1972), Correspondance 1923-1952, Paulette Patout (intr. y notas), París, Klincksieck.

Luna, Félix (1998), “Prólogo”, en Alfonso Reyes en Argentina, Buenos Aires, Eudeba / Embajada de México, pp. 11-13.

Pacheco, José Emilio (1963), “Alfonso Reyes-Jorge Luis Borges. Correspondencia”, La Cultura en México, suplemento de Siempre, núm. 77, 7 de agosto (texto publicado de manera anónima).

Pacheco, José Emilio (1979), “Borges y Reyes: una correspondencia (notas y transcripciones de José Emilio Pacheco)”, Revista de la Universidad de México, vol. 34, núm. 4, pp. 1-16.

Pacheco, José Emilio (2019), Jorge Luis Borges, México, Era / El Colegio Nacional / Universidad Autónoma de Sinaloa.

Petit de Murat, Ulises (1957), “Recuerdo argentino de Alfonso Reyes”, en Páginas sobre Alfonso Reyes (1946-1957), Monterrey, Universidad de Nuevo León, pp. 437-440.

Reyes, Alfonso (1927a), “Debemos hacer nuestra propia tabla de valores”, La Nación (Buenos Aires), 3 de julio, Capilla Alfonsina-inbal.

Reyes, Alfonso (1927b), “Una de las más vigorosas personalidades de la intelectualidad joven de México llegó ayer a Buenos Aires”, La Época (Buenos Aires), 3 de julio, Capilla Alfonsina-inbal.

Reyes, Alfonso (1929), “¿Cuáles son los ideales y la moral de la nueva generación?”, Crítica (Buenos Aires), 15 de mayo, Capilla Alfonsina-inbal.

Reyes, Alfonso (1969), Diario 1911-1930, Guanajuato, Universidad de Guanajuato.

Reyes, Alfonso / Guillermo de Torre (2005), Las letras y la amistad. Correspondencia (1920-1958), Carlos García (ed.), Valencia, Pre-textos.

Robledo Rincón, Eduardo (coord.) (1998), Alfonso Reyes en Argentina, Buenos Aires, Eudeba / Embajada de México.

Vela, Arqueles (1924), “En el plano oblicuo de Alfonso Reyes”, El Universal Ilustrado, núm. 366, 15 de mayo, pp. 32-33 y 59.


 

1 El texto presente forma parte de un libro, de próxima publicación, en torno a los intercambios literarios y culturales entre México y el Río de la Plata en la década de 1920.

2 Otra muestra del afecto y cercanía que tuvo Alfonso Reyes con “los chicos argentinos” se aprecia en la despedida personal que el embajador quiso hacerle a Marechal, ya que se desplazó hasta el barco que lo llevaba a Europa. En una foto publicada en el diario El Mundo (Buenos Aires, 22 de diciembre de 1929) aparecen también Ricardo Molinari y Francisco Luis Bernárdez. La foto se reproduce en la portada de la edición facsimilar de Libra (2003).

3 Los domingos por la tarde los reservaba Reyes a sus jóvenes amigos. En una carta que le envía Borges, escrita en 1930, poco después de su salida a Brasil, el porteño se lamenta de que “nuestros domingos a la tarde ya no tienen destino” (Pacheco, 1979: 5).

4 En 1924, a su regreso a México después de una ausencia de once años, Alfonso Reyes es entrevistado por el estridentista Arqueles Vela en El Universal Ilustrado. Se trata de un escritor, escribe Vela, “moderno de emoción y sensibilidad” que “los estridentistas, como los ultraístas en España, consideramos un elemento nuestro” (Vela, 1924: 33).

 


* ROSE CORRAL

Es profesora-investigadora del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México.