
01 Jul Liminaris: ecopoesía en traducción
La crisis ambiental de nuestros días ha vuelto patente el apremio de llegar a una nueva comprensión de las relaciones tangibles y simbólicas que dominan los sistemas actuales de vida. La escritura que se agrupa bajo el género de ecopoesía es quizá una respuesta a esa demanda de desplazar nuestras reflexiones y dirigirlas hacia una ecoética guiada por la imaginación, la responsabilidad y el acercamiento a las otredades. Los cinco poemas aquí reunidos1 —escritos en el siglo xx, en el auge de la industrialización de las sociedades— llaman a un extrañamiento de la perspectiva antropocéntrica a fin de cuestionar los supuestos bajo los cuales la humanidad se ha vinculado con el mundo que comparte con otras miradas.
SELECCIÓN Y TRADUCCIÓN DE MARIANA SIERRA PRIETO*
Gansos silvestres
Mary Oliver
No tienes que ser buena.
No tienes que ponerte de rodillas
y cruzar cien kilómetros de desierto en penitencia.
Sólo tienes que dejar que ese delicado animal que es tu cuerpo
ame lo que ama.
Háblame de la desesperanza, la tuya, y yo te contaré la mía.
Mientras tanto, el mundo sigue adelante.
Mientras tanto, el sol y los claros guijarros de la lluvia
recorren los paisajes,
pasan sobre las praderas y las frondas de los árboles,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto, arriba, en el aire azul y puro, los gansos silvestres
regresan una vez más a casa.
Quienquiera que seas, no importa cuán sola,
el mundo se ofrece a tu imaginación;
te llama, como los gansos silvestres, con emoción y estruendo,
una y otra vez para anunciar tu lugar
en la familia de las cosas.
En el sitio de prueba de la bomba
William E. Stafford
A mediodía, en el desierto, jadeaba una lagartija
a la espera de la historia, los codos tensos;
miraba la curva de un camino específico,
como si algo fuera a suceder.
Miraba algo lejano, más allá de lo que alcanzaban
a ver las personas, una escena de gran importancia,
actuada sobre piedra para pequeños otros
en el vítreo extremo de las consecuencias.
Había sólo un continente, que no tenía mucho,
bajo un cielo al que jamás le importó un bledo.
Los codos esperaron, listos para un cambio.
Las manos se aferraron al desierto.
el inicio del fin del mundo
Lucille Clifton
posible descenso en la población de cucarachas
—informe de noticias
quizá la mañana en que las cucarachas
entraron a la cocina
envalentonadas por su maldad
cuando subieron por los desagües
no como soldados como sacerdotes
adustas y pacientes en la tarja
y cuando abrimos la llave
para intentar ahogarlas como si fueran
soldados parecieron inclinar la
cabeza triste por nosotros y no hacia nosotros
y se marcharon en una sola fila
quizá entonces la mañana en que nos levantamos
como siempre de la cama
a la espera del estallido del fin
del mundo quizá entonces
cuando sólo escuchamos ese pequeño golpeteo
y las vimos rezar en la cocina
sombrías quizá entonces
cuando las vimos darnos la espalda
al fin desprovistas de toda fe
para marcharse en una sola fila
El pasado III
Denise Levertov
Tratas de mantener el presente
en el centro de tus pensamientos, de agradecer sus dádivas
(que hoy son muchas) porque
si bien todavía no has perdido la fe en el mundo, por
loco que les parezca a tus amigos más sombríos y a menudo
a ti misma, aun así tus propias esperanzas
se han reducido (las opciones son menos abundantes). Hace siglos
disfrutabas pensar nombres
para una hija; más tarde, seguiste abrigando,
al menos como una hipótesis, la noción
de un amor que no fuera imposible, de una pasión correspondida;
o te decidiste, muy modesta, a aprender
algún oficio, diversos idiomas.
Y todas esas chispas de futuro
se apagaron detrás de ti, fútiles. Bueno…
el presente. Muchas dádivas
hoy en día:
de los árboles más simples
florecen frescos y adornados
patrones irregulares, por todas partes un blanco intrépido,
el color de los flamencos en la neblina de la calidez temprana.
Pero, perversamente, no es
lo que ansías. Lo que quieres
es el pasado. Ah, pero no el tuyo,
nada de revivir momentos, no. Lo que tanto anhelas
es una composta,
el suelo de un bosque —espeso, saturado,
de brasas de profundidad, palimpsestuoso—, cuya superficie sea un mosaico,
un encaje de infinitamente frágiles y tenaces
esqueletos de hojas. Cuando recargas la oreja
contra ese suelo oloroso, alcanzas a percibir el bramido de una nota invicta, poco musical,
como la de un ciervo herido que escapa triunfante
de vidas hace tiempo terminadas.
A los insectos
W.S. Merwin
Ancestros
hemos estado aquí tan poco tiempo
y fingimos haber inventado la memoria
hemos olvidado lo que es ser ustedes
que no nos recuerdan
recordamos imaginar que nos sobreviviría
algo parecido a nosotros
y que recordaría el mundo tal y como se nos muestra
pero los que se llenarán de luz serán sus ojos
los matamos una y otra vez y
nos convertimos en ustedes
devoramos los bosques
devoramos la tierra y el agua
y morimos por ello
nos alejamos de nosotros mismos
y les dejamos a ustedes la mañana
en su antigüedad
1 La presente selección está en deuda con The Ecopoetry Anthology, editada por Ann Fisher-Wirth y Laura-Gray Street, Trinity University Press, 2013, que compila algunos de los poemas de esta muestra.
* Es editora y traductora en una ong de protección animal. En 2019 fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de narrativa. Ha publicado en diversos medios electrónicos. Es también asistente de Redacción en Otros Diálogos.