Liminaris: ecopoesía en traducción

La crisis ambiental de nuestros días ha vuelto patente el apremio de llegar a una nueva comprensión de las relaciones tangibles y simbólicas que dominan los sistemas actuales de vida. La escritura que se agrupa bajo el género de ecopoesía es quizá una respuesta a esa demanda de desplazar nuestras reflexiones y dirigirlas hacia una ecoética guiada por la imaginación, la responsabilidad y el acercamiento a las otredades. Los cinco poemas aquí reunidos1 —escritos en el siglo xx, en el auge de la industrialización de las sociedades— llaman a un extrañamiento de la perspectiva antropocéntrica a fin de cuestionar los supuestos bajo los cuales la humanidad se ha vinculado con el mundo que comparte con otras miradas.

 

SELECCIÓN Y TRADUCCIÓN DE MARIANA SIERRA PRIETO*

 


 

 

Gansos silvestres

Mary Oliver

 

No tienes que ser buena.
No tienes que ponerte de rodillas
y cruzar cien kilómetros de desierto en penitencia.
Sólo tienes que dejar que ese delicado animal que es tu cuerpo
ame lo que ama.
Háblame de la desesperanza, la tuya, y yo te contaré la mía.
Mientras tanto, el mundo sigue adelante.
Mientras tanto, el sol y los claros guijarros de la lluvia
recorren los paisajes,
pasan sobre las praderas y las frondas de los árboles,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto, arriba, en el aire azul y puro, los gansos silvestres
regresan una vez más a casa.
Quienquiera que seas, no importa cuán sola,
el mundo se ofrece a tu imaginación;
te llama, como los gansos silvestres, con emoción y estruendo,
una y otra vez para anunciar tu lugar
en la familia de las cosas.

 

En el sitio de prueba de la bomba

William E. Stafford

 

A mediodía, en el desierto, jadeaba una lagartija
a la espera de la historia, los codos tensos;
miraba la curva de un camino específico,
como si algo fuera a suceder.

Miraba algo lejano, más allá de lo que alcanzaban
a ver las personas, una escena de gran importancia,
actuada sobre piedra para pequeños otros
en el vítreo extremo de las consecuencias.

Había sólo un continente, que no tenía mucho,
bajo un cielo al que jamás le importó un bledo.
Los codos esperaron, listos para un cambio.
Las manos se aferraron al desierto.

 

el inicio del fin del mundo

Lucille Clifton

 

posible descenso en la población de cucarachas
informe de noticias

quizá la mañana en que las cucarachas
entraron a la cocina
envalentonadas por su maldad
cuando subieron por los desagües
no como soldados       como sacerdotes
adustas y pacientes en la tarja
y cuando abrimos la llave
para intentar ahogarlas como si fueran
soldados          parecieron inclinar la
cabeza triste    por nosotros y no hacia nosotros
y se marcharon en una sola fila

quizá entonces         la mañana en que nos levantamos
como siempre de la cama
a la espera del estallido del fin
del mundo       quizá entonces
cuando sólo escuchamos ese pequeño golpeteo
y las vimos rezar en la cocina
sombrías          quizá entonces
cuando las vimos darnos la espalda
al fin desprovistas de toda fe
para marcharse en una sola fila

 

El pasado III

Denise Levertov

 

Tratas de mantener el presente
	en el centro de tus pensamientos, de agradecer sus dádivas
		(que hoy son muchas) porque
si bien todavía no has perdido la fe en el mundo, por 
	loco que les parezca a tus amigos más sombríos y a menudo
		a ti misma, aun así tus propias esperanzas
se han reducido (las opciones son menos abundantes). Hace siglos
	disfrutabas pensar nombres
		para una hija; más tarde, seguiste abrigando,
al menos como una hipótesis, la noción
	de un amor que no fuera imposible, de una pasión correspondida;
		o te decidiste, muy modesta, a aprender
algún oficio, diversos idiomas.
	Y todas esas chispas de futuro
		se apagaron detrás de ti, fútiles. Bueno…
el presente. Muchas dádivas
	hoy en día: 
		de los árboles más simples
florecen frescos y adornados 
	patrones irregulares, por todas partes un blanco intrépido,
		el color de los flamencos en la neblina de la calidez temprana. 
Pero, perversamente, no es
	lo que ansías. Lo que quieres
		es el pasado. Ah, pero no el tuyo,
nada de revivir momentos, no. Lo que tanto anhelas
	es una composta,
		el suelo de un bosque —espeso, saturado,
de brasas de profundidad, palimpsestuoso—, cuya superficie sea un mosaico,
	un encaje de infinitamente frágiles y tenaces
		esqueletos de hojas. Cuando recargas la oreja
contra ese suelo oloroso, alcanzas a percibir el bramido de una nota invicta, poco musical,
	como la de un ciervo herido que escapa triunfante
		de vidas hace tiempo terminadas. 

 

A los insectos

W.S. Merwin

 

Ancestros

hemos estado aquí tan poco tiempo
y fingimos haber inventado la memoria

hemos olvidado lo que es ser ustedes
que no nos recuerdan

recordamos imaginar que nos sobreviviría
algo parecido a nosotros

y que recordaría el mundo tal y como se nos muestra
pero los que se llenarán de luz serán sus ojos

los matamos una y otra vez y
nos convertimos en ustedes

devoramos los bosques
devoramos la tierra y el agua

y morimos por ello
nos alejamos de nosotros mismos

y les dejamos a ustedes la mañana
en su antigüedad

 


 

1 La presente selección está en deuda con The Ecopoetry Anthology, editada por Ann Fisher-Wirth y Laura-Gray Street, Trinity University Press, 2013, que compila algunos de los poemas de esta muestra.

 


 

* Es editora y traductora en una ong de protección animal. En 2019 fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de narrativa. Ha publicado en diversos medios electrónicos. Es también asistente de Redacción en Otros Diálogos.