Las visiones de desarrollo “sustentable” y el incierto futuro del litio

Con apelativos como “el oro blanco” o “el nuevo petróleo”, el litio es hoy en día centro de disputas para su exploración, explotación y aprovechamiento, así como de regulaciones de los gobiernos para su protección. Sin embargo, muchas de las expectativas generadas en torno suyo presentan aún incertidumbres y contradicciones, como lo analiza a continuación Nain Martínez.

 

NAIN MARTÍNEZ*

 


 

La reciente reforma a la Ley Minera declaró el litio como un recurso estratégico y de utilidad pública. La iniciativa también reservó para el Estado las actividades de exploración, explotación y aprovechamiento del mineral mediante la creación de una empresa estatal —similar a la Comisión Federal de Electricidad—. Aunque en el país no se explota ningún yacimiento del mineral, se polarizó la discusión sobre el tema, como se ha vuelto habitual en nuestra vida pública. Por un lado están la coalición gubernamental y los grupos afines, que en el desarrollo estatal del litio visualizan la continuación de la soberanía energética fincada históricamente en los combustibles fósiles. Por otro, la oposición y los actores relacionados con ella, que observan la reforma como una barrera a la inversión y a la inserción del país en la cadena económica de las tecnologías de bajas emisiones de carbono. Este episodio excede el contexto mexicano: ilustra el entusiasmo global que suscita el litio y las posibilidades del denominado “nuevo petróleo”. Ésta es la cuestión —y no la discusión coyuntural— que se explora en este artículo, el cual interroga el fenómeno de la movilización y la disputa por el futuro del litio. Para examinar el tema, primero, se revisa el papel de las visiones sobre el desarrollo del litio en su dinámica política; después, se presentan aspectos clave sobre la extracción y la demanda del mineral; finalmente, se discuten las visiones dominantes sobre el incierto futuro del litio.

 

Los imaginarios de desarrollo y la política anticipatoria

 

El desarrollo de políticas y regulaciones se enfoca usualmente en actividades extractivas e industriales en operación. En estos sectores, la distribución del control, los beneficios y los impactos entre actores y grupos generan las agendas que construyen los problemas públicos e incentivan la actuación de las instituciones. Esta dinámica, sin embargo, tiene diferencias sustantivas en las industrias emergentes o disruptivas. Por ejemplo, en el caso del litio, las agendas de los actores se enmarcan en sus posibilidades de desarrollo. Éstos no deben responder por los problemas que se deriven de la trayectoria de desarrollo que promulgan. Además, las políticas y las regulaciones son, en gran medida, anticipatorias (Barandiarán, 2019). Estos asuntos se ilustran con particular nitidez en México. Entre 2018 y 2021, en el Congreso se presentaron seis iniciativas para regular el litio, aunque no existe ningún yacimiento en explotación.

Las investigaciones sobre el desarrollo histórico de las industrias y las actuales tecnologías disruptivas (como la inteligencia artificial y la ingeniería genética) muestran la influencia de las visiones prospectivas en la forma que adquiere, entre otras posibilidades, su despliegue. Las visiones colectivas sobre los beneficios deseables y los riesgos posibles de nuevas industrias y tecnologías (o imaginarios sociotécnicos) enmarcan las expectativas, la movilización y las disputas entre los grupos que configuran las trayectorias de desarrollo. Los imaginarios, aunque intangibles, tienen repercusiones amplias y perdurables en los órdenes social y material. Muestra de esto es la institucionalización de visiones colectivas sobre la energía nuclear que ha delineado las variaciones en el despliegue y la orientación que adquirió esta industria en Estados Unidos, Corea del Sur y Alemania, así como las diferencias en la regulación y la gestión de sus riesgos (Jasanoff y Kim, 2013). Por lo tanto, los imaginarios sociotécnicos del litio pueden aportar claves para comprender las tensiones en la trayectoria de desarrollo de esta industria.

 

La industria verde: el auge de la extracción y demanda de litio

 

Históricamente, el litio se empleó como un insumo de bajo costo en la producción de vidrios, cerámicas, lubricantes y medicamentos. En 1991, Sony utilizó la primera batería comercial de iones de litio para el diseño de la cámara de video manual o handycam. En comparación con las baterías recargables existentes, la de iones de litio tenía una alta densidad energética, lo cual permitía reducir el tamaño de los dispositivos e incrementar su durabilidad y operación con voltajes más altos. Estas características posibilitaron el desarrollo de los actualmente normalizados dispositivos móviles, como computadoras portátiles y teléfonos inteligentes.

El actual interés por el litio se encuentra estrechamente vinculado con las tecnologías de bajas emisiones de carbono. Hoy en día, 32% de la producción se utiliza en la fabricación de las baterías de iones de litio que utilizan los autos eléctricos. La flota de estos vehículos ha crecido de unos cuantos miles de unidades a más de 7.5 millones en una década, y se espera un crecimiento exponencial debido a la reducción de sus costos y a las políticas orientadas a desacoplar el transporte que emplea combustibles fósiles.

Por otro lado, en la última década también se redujo de manera significativa el costo de las energías renovables. A nivel global, en 2020, la construcción de los proyectos eólicos y solares para la generación de electricidad representó una alternativa más económica que las tecnologías de combustibles fósiles. El incremento en el binomio costo-efectividad y los objetivos de mitigación impulsaron el despliegue de las energías renovables. Estas tecnologías son intermitentes y, por ello, las baterías de litio son clave para el almacenamiento y la disponibilidad de la energía acorde con la demanda.

El avance en las tecnologías de bajas emisiones de carbono genera incertidumbre sobre la disponibilidad de litio que requeriría suministrársele. El litio representa una cantidad pequeña en los cátodos y en los ánodos de las celdas que conforman la batería —entre 1.3 y 3.7% de los materiales utilizados en la fabricación, según el tipo de batería (Weil y Peters, 2018)—. No obstante, la disponibilidad presenta diversos problemas. En comparación con otros minerales industriales, el litio es relativamente escaso y, por su alta reactividad, se encuentra como compuesto en depósitos de salmuera, roca sedimentaria y pegmatitas. Por ello, la explotación de los yacimientos presenta distintos grados de complejidad técnica y de viabilidad económica. Además, 92% de las reservas globales están concentradas en ocho países, principalmente Chile (42%), Australia (26%), Argentina (10%), China (7%) y Brasil (7%) (U.S. Geological Survey, 2022). La demanda de litio podría superar la producción en 2025 y, para 2050, la demanda acumulada excedería la extracción de las reservas conocidas, incluidos los yacimientos con una alta complejidad técnica. Aunque es plausible que la demanda impulse la exploración y la identificación de nuevos yacimientos, el crecimiento de las reservas es incierto (Weil y Peters, 2018; Xu et al., 2020).

No menos importante, los yacimientos no se localizan en espacios vacíos, sino en territorios con historia, comunidades, actividades económicas y ecosistemas. En general, se emplean dos procesos en la minería de litio. En el primero, se extraen las rocas o las arcillas del subsuelo y se separa el mineral por medio de un proceso complejo. Esto suele implicar el desplazamiento de sedimentos, el desmonte de la cubierta vegetal en miles de hectáreas y la transformación de los ambientes locales. En el segundo caso, se bombea agua subterránea a la superficie y se permite su evaporación para extraer el litio de los residuos salinos. Este proceso consume grandes cantidades de agua dulce, lo cual puede afectar su disponibilidad para la agricultura y el consumo humano. En consecuencia, la minería del litio tiene implicaciones socioambientales relevantes. Si bien la evaluación y la gestión adecuada de los impactos y el involucramiento de las comunidades pueden reducir y remediar los efectos adversos, en algunos casos no será factible la explotación.

 

Las visiones de desarrollo del litio y sus contradicciones

 

La carrera global por el litio se enmarca en tres imaginarios sociotécnicos dominantes. El primero, vinculado a las empresas tecnológicas y a las transnacionales mineras (Tesla, Panasonic, Albemarle, Tianqi Lithium, entre otras), proyecta este mineral como una mercancía aprovechada para el crecimiento económico, basada en una cadena global que mantiene el flujo en el suministro y que es administrada por la oferta y la demanda. El segundo, ligado a instituciones de países industriales (por ejemplo, Estados Unidos, China y Corea del Sur), lo proyecta como un recurso estratégico, cuyo suministro debe ser controlado para capturar, frente a los competidores, los beneficios de una transformación industrial con ganadores y perdedores. El tercero, relacionado con gobiernos y grupos en países con reservas (verbigracia, Bolivia, Perú y Argentina), concibe el litio como un recurso que debe aprovecharse para el desarrollo nacional por medio del control y la participación directa del gobierno y de empresas estatales. Aunque estos imaginarios son promulgados por actores y grupos que ejercen un papel central en el desarrollo del litio, también exhiben contradicciones que cuestionan su viabilidad.

La visión del litio como una mercancía global se sustenta en que la exploración y el avance tecnológico podrán mantener el suministro del mineral y el crecimiento de esta industria —por ejemplo, con procesos de reciclaje de baterías y electrónicos con una eficacia en la recuperación de litio superior a 50% respecto a la actual 7%—. Si bien la exploración y la innovación pueden extender la disponibilidad, el alcance de ambas es incierto, en particular frente a las proyecciones de suministro y demanda de corto plazo. Esto puede ilustrarse por medio de la reciente construcción, por parte de Tesla, de las mayores fábricas de baterías de litio en el ámbito global, las cuales se tomaron en el sector tecnológico como una apuesta por el presente (Barandiarán, 2019). Las críticas revelan la labor de empresas competidoras en el desarrollo de tecnologías alternativas, como las baterías de flujo, el hidrógeno verde y, de manera importante, las baterías de sodio, que emplean un elemento abundante y que, en condiciones experimentales, han mostrado mayor rendimiento que las de iones de litio.

En la visión del litio como un recurso estratégico se supone que a) es posible controlar de manera directa o indirecta su suministro y que b) la cadena de las tecnologías de bajas emisiones de carbono será una economía de suma cero con actores ganadores y perdedores. Los yacimientos de litio conocidos son limitados en Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y Corea del Sur. China cuenta con reservas importantes (7%), pero éstas son insuficientes para ejercer un papel oligopólico y su relevancia relativa ha disminuido frente a la identificación de yacimientos en otras geografías. Los proyectos de las empresas mineras del norte global y las chinas en el sur global están sometidos a un creciente escrutinio público y, en diversos casos, son activamente cuestionados por la sociedad civil y por las comunidades locales respecto a sus beneficios e impactos. Más aún, las mayores reservas y producción de litio se encuentran en Chile (42% de las reservas y 29% de la producción) y Australia (26 y 48%, respectivamente) (U.S. Geological Survey, 2022). Ambas naciones tienen democracias sólidas, instituciones robustas, economías globalizadas y diversificadas en su relación con Estados Unidos, China y la Unión Europea. En su conjunto, estos factores restringen el margen de actores externos para manejar los intereses internos de la minería del litio. Por otro lado, la noción de una competencia global de suma cero parece responder más al desarrollo industrial del siglo pasado y oscurece la dinámica actual y futura. El desarrollo de la industria de bajas emisiones de carbono involucra diversos países y actores económicos, que muestran una creciente interdependencia y especialización. Las economías nacionales pueden beneficiarse de algunas actividades en la cadena económica (por ejemplo, innovación, patentes, manufactura y despliegue), mientras aprovechan los avances en actividades y regiones distintas (Lachapelle et al., 2017).

La visión del litio como un recurso para el desarrollo nacional se sustenta en los antecedentes de industrias extractivas transnacionales y, en contraparte, proyecta que el control o la participación del Estado en la explotación generará recursos de utilidad social y fomentará el despliegue de la cadena industrial. Si bien esta visión responde a un riesgo plausible y, en particular, en contextos institucionales débiles, la alternativa de desarrollo que plantea no está exenta de problemas. Como muestra la historia de América Latina con el ciclo económico de las materias primas, las inversiones nacionales suelen responder a periodos de alta demanda y bonanza en los precios. El eventual desplome de los mismos puede limitar la rentabilidad de los proyectos e, incluso, traducirse en deudas que pueden afectar las finanzas públicas.

Sumado a lo anterior, aunque los proyectos presenten una utilidad social, éstos suponen impactos socioambientales locales que deben ser evaluados y consultados con las comunidades. Por ejemplo, el proyecto estatal más ambicioso de Bolivia para la extracción de litio en el salar de Uyuni ha generado conflictos con comunidades indígenas que protestan por despojos de tierras, impactos ambientales, transformación de los territorios tradicionales y ausencia de beneficios para las comunidades (Sánchez López, 2021). Además, la extracción estatal del litio no se traduce necesariamente en el desarrollo de la cadena industrial y en la producción de bienes con valor agregado. Este objetivo requiere de políticas industriales y de investigación que fomenten la innovación, la creación de empresas domésticas y, en áreas estratégicas, la atracción de inversión y empresas tecnológicas internacionales.

En contraste con el entusiasmo global por el litio, el escrutinio de las visiones que enmarcan su desarrollo revela un panorama más complejo y fragmentado. En el corto plazo (2030), el litio tendrá un papel clave en la industria de los autos eléctricos y en la de las energías renovables, mismo que alimentará la fiebre por su minería. Sin embargo, las expectativas del litio como “el nuevo petróleo” de la futura industria energética, sobre el cual pueden construirse imperios empresariales, proyectos geopolíticos y economías nacionales, contrastan con los desafíos prácticos y con las contradicciones en su desarrollo. El aprovechamiento del litio puede contribuir a la mitigación de la crisis climática y al desarrollo económico, pero la magnitud de estos beneficios requiere de la consideración de la viabilidad socioambiental y de la inclusión sustantiva de las comunidades.◊

 


 

Referencias

 

Barandiarán, J. (2019). “Lithium and development imaginaries in Chile, Argentina and Bolivia”, World Development, 113, pp. 381-391.

Jasanoff, S., y S. H. Kim (2013). “Sociotechnical imaginaries and national energy policies”, Science as Culture, 22(2), pp. 189-196.

Lachapelle, E., R. MacNeil y M. Paterson (2017). “The political economy of decarbonisation: From green energy ‘race’ to green ‘division of labour’”, New Political Economy, 22(3), pp. 311-327.

Sánchez López, M. D. (2021). “Territory and lithium extraction: The Great Land of Lipez and the Uyuni Salt Flat in Bolivia”, Political Geography, 90, 102456.

U.S. Geological Survey (2022), “Lithium Statistics and Information”.

Weil, M., S. Ziemann y J. Peters (2018). “The issue of metal resources in Li-ion batteries for electric vehicles”, en Behaviour of Lithium-Ion Batteries in Electric Vehicles, Springer, Cham, pp. 59-74.

Xu, C., Q. Dai, L. Gaines, M. Hu, A. Tukker y B. Steubing (2020). “Future material demand for automotive lithium-based batteries”, Communications Materials, 1(1), pp. 1-10.

 


 

* Es profesor-investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México y doctor en Ciencias, Política y Gestión Ambiental con especialización en Estudios de Ciencia y Tecnología por la Universidad de California en Berkeley. Su agenda de investigación aborda la relación entre el desarrollo tecnocientífico y el proceso político en la coproducción de futuros sociotécnicos y, en particular, sus implicaciones para la gobernanza ambiental. Es autor del capítulo “Imaginarios sociotécnicos y futuros posibles de la transición energética en México” en el libro Alternativas para limitar el calentamiento global en 1.5°C. Más allá de la economía verde (2019), y ha publicado artículos en Energy Policy, Energy Research & Social Science y Tecnología y Ciencias del Agua, entre otras revistas científicas.