Las izquierdas mexicanas: del magonismo al lopezobradorismo

 

HORACIO CRESPO*

 


 

Historia mínima de las izquierdas en México.
Ariel Rodríguez Kuri.
Ciudad de México, El Colegio de México, 2021, 228 pp.

 

La “izquierda”, con todos los reparos que el término pueda suscitar, es un protagonista político mayor del último siglo en México y ocupa hoy un lugar preponderante en el escenario nacional. Ariel Rodríguez Kuri, el autor de la Historia mínima de las izquierdas en México, prefiere pluralizar, hablar de “izquierdas”, para eludir todo dogmatismo. Además, la denominación previene acerca de su capacidad para la fragmentación, sus crisis de identidad, las dificultades que tropieza su definición, en fin, la variopinta multiplicidad de actores políticos, sociales y culturales que se han reclamado como sus integrantes. Esta pluralidad ha sido, también, signo de vitalidad que las convirtió en actores insoslayables de la historia contemporánea del país.

El libro que nos ocupa entra en materia buscando precisar contornos y asir un sujeto que se ha mostrado elusivo, polisémico. Sagaz es la definición del objeto del ensayo y la congruencia con la que se mantiene a lo largo del trabajo, que le confiere densidad crítica y singularidad interpretativa. Las izquierdas rechazan el postulado smithiano de autorregulación social y buscan, en la acción política, el dispositivo de intervención que posibilite la concreción de sus principios cardinales de igualdad de los seres humanos, la atención problemática de las diferencias entre ellos y el logro de un inestable equilibrio a través de la equidad: retórica racionalista y programa de acción. Dice Rodríguez Kuri: “sostengo que la definición de las izquierdas gravita alrededor del dilatado y complejo fenómeno de expansión de los atributos de la ciudadanía, cuyo corazón es esencialmente político, aunque sus intereses y obsesiones se presenten en ocasiones revestidos de lenguajes en los cuales parece predominar lo social, lo cívico, lo cultural o lo ambiental” (p. 15).

Ésta es la postulación básica, inspirada en Bobbio, que sostiene y da coherencia a todo el ensayo: una perspectiva de las izquierdas que las caracteriza y traza su trayectoria desde el liberalismo radical, que hunde sus raíces en la génesis de las modernas revoluciones burguesas. Debe enfatizarse esta posición del autor, que se distingue de una visión que hace de la izquierda (aquí es funcional el uso del singular) la portadora del interés de clase, de la clase obrera en su versión más clásica, y la vanguardia consciente, propulsora del cambio revolucionario y de la liquidación del capitalismo. La contraposición de ambas concepciones, en la práctica política y social de las izquierdas, generó tensiones intensas y su tratamiento sea, quizá, el punto menos desarrollado en el libro: las oportunidades para desarrollar la autonomía de la izquierda en un sólido anclaje clasista; primero, respecto a la corriente hegemónica de la Revolución mexicana, en particular, en lo que hace al Partido Comunista en los años veinte y treinta del siglo pasado y, punto crucial, en el frente único de las fuerzas populares en la época de Cárdenas; luego, las opciones perdidas o latentes (por ejemplo, el neozapatismo desde 1994, la comuna de Oaxaca en 2006, los colectivos populares autónomos de gran vitalidad y con diversas definiciones y objetivos) frente al proyecto electoral y ahora gubernamental encarnado en Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).

La articulación principal del libro se enfoca en el problema crucial de las izquierdas mexicanas en el siglo xx: las relaciones con la Revolución mexicana, definida no como anticapitalista, pero sí como plebeya y antioligárquica —que en categoría marxista sería definida como “revolución democrática”— y con los distintos gobiernos surgidos de ella, con sus sesgos y peculiaridades. Digamos también que esta problemática está presente más allá de las izquierdas mexicanas. Desde el segundo congreso de la Internacional Comunista, en 1920, las relaciones con los regímenes “democrático-burgueses”, en la categorización leninista, surgidos por diferentes vías en los países dependientes, semicoloniales o coloniales, fueron el asunto medular de la estrategia revolucionaria, anudado, por cierto, con la cuestión del imperialismo. Fue el núcleo de la novedad china en su vía revolucionaria, las relaciones de los comunistas con el Kuomintang en el “frente único”, para mencionar el escenario más notable, obviamente con una solución muy diferente a la de los comunistas en México.

El escenario en el que debieron desarrollarse y madurar las izquierdas mexicanas no era simple, ni más ni menos que el de una revolución plebeya y radical —debe subrayarse el acierto del autor en extenderla hasta el fin del sexenio de Ávila Camacho y en no enfatizar la fallida sucesión de Múgica—, y su frontera inmediata con la principal potencia capitalista. El autor despliega este desafío complejísimo desde el magonismo y el movimiento radical estadounidense, este último tan influyente y tan poco conocido, una cuenta pendiente todavía en la historia del radicalismo mexicano.

La genealogía de las izquierdas se inaugura con el magonismo, corriente de contornos imprecisos, plebeya, con vocación antiimperialista y genuina oposición al privilegio. El que sea ésta la matriz original —con sus ingredientes de sansculottismo y sus resonancias anarquistas—, y no un partido socialdemócrata, dejó su impronta de recelo hacia formas y programas de la democracia liberal, un rasgo de largo alcance en el movimiento popular. Una original aportación del libro es valorar la Constitución de 1917 en relación con el movimiento de izquierda, que la asumió como insumo ideológico, político y retórico en la construcción de un lenguaje común, justiciero, movilizador de grupos populares (pp. 40-41). Justicia es una palabra decisiva en la conformación ideológica de las izquierdas. Reclamos en torno a violaciones del pacto de economía moral y de buen gobierno, más que posiciones fundadas en el antagonismo de clases objetivado, cimentan el nervio de la tradición leninista, que tuvo muchas dificultades de asumirse incluso en el naciente Partido Comunista en México.

El libro tiene numerosas aproximaciones originales y polémicas, difíciles de sintetizar en este espacio, acerca del frente único en la época cardenista, la Segunda Guerra Mundial y las modificaciones estructurales de la población y la sociedad mexicanas, así como de la forma en la que “los trabajos y los días” de la militancia de izquierda durante difíciles décadas mantuvieron la disidencia y la lucha reivindicatoria. El texto se convierte en una fuente de propuestas para nuevas indagaciones en este campo historiográfico.

Rodríguez Kuri dibuja sobre cuatro alternativas los escenarios posibles de las izquierdas a partir de 1970. La primera, la guerrilla, fue significativa e intensa (en sintonía con otros espacios latinoamericanos) y desembocaría en las ignominias de la “guerra sucia”. Otras dos tuvieron diversos actores y animaron múltiples procesos sociales: la organización autónoma de campesinos, colonos urbanos y trabajadores, y la democratización de las organizaciones de trabajadores contra los “charros” sindicales. Por último, está la posibilidad de insertarse en los procesos electorales, que finalmente ha sido a partir de la década de 1980 la línea fundamental sobre la que las izquierdas construyeron su participación en la vida pública, en paralelo a otras notables experiencias de América Latina en el llamado “proceso de transición” a la democracia.

El autor destaca una continuidad entre figuras y procesos decisivos de esta historia, que tienen el común denominador de haber planteado con fuerza y originalidad el apartamiento de los esquemas dogmáticos al impulsar la actuación de la izquierda en la política y su presencia en la esfera pública, así como la disputa con el régimen en el poder en esos espacios, lo cual fundamentó una alternativa que paulatinamente fue dibujando la posibilidad de construcción de una opción ciudadana convocante y creíble en la vía electoral. Este proceso abarca desde el Lombardo Toledano del Partido Popular, todavía constreñido a constituirse en el ala izquierda del régimen; la originalidad del pensamiento de José Revueltas, con énfasis en México: democracia bárbara, en la que Rodríguez Kuri destaca “su convicción de que era necesario construir un partido de izquierda que fuese un referente público” (p. 110), o sea, un competidor electoral posible; luego pasa por el movimiento del 68, en el que el libro resalta su capacidad de constituirse en el espacio público como alternativa popular y democrática con la Constitución como programa; por el texto de Arnoldo Martínez Verdugo en 1970, que lúcidamente planteó la necesidad de una vía nacional para el socialismo; pone el acento en la centralidad de Heberto Castillo: el político de izquierda más capaz de incidir en la esfera pública, con un proyecto mantenido “dentro de los parámetros de la Constitución y de las tradiciones adscritas a la Reforma y la Revolución” (p. 165); y llega a la secesión priista de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y la construcción del prd (Partido de la Revolución Democrática).

Todo culmina, finalmente, en la carrera de Andrés Manuel López Obrador y su capacidad electoral demostrada en 2006 y 2012, hasta su triunfo en 2018. De este último, el autor dice que fue una “respuesta política plebeya a los desequilibrios del modelo de la transición; una verdadera revuelta política contra un estado de cosas. El adjetivo plebeyo es crucial en mi caracterización; lo utilizo a conciencia en el sentido de los mundos de vida, valores y prácticas de la plebe vis à vis el privilegio político y socioeconómico. Más aún, adosada a la imagen del privilegio injusto y mal habido, estaba la percepción, poderosísima en la plebe, de un desorden descomunal en la vida pública, que incluye la corrupción gubernamental, la violencia y la inseguridad” (p. 210).

Concluyo que hay un sutil hilo conductor que atraviesa esta historia de las izquierdas mexicanas, la que lleva a su plena participación electoral, completamente legitimada, que va del plebeyismo magonista a la actualidad política de la 4T, o sea, la asunción de la democracia ampliada como el escenario más idóneo para la realización del objetivo que las define: la ampliación de derechos ciudadanos y su sustentabilidad. Una apuesta en curso, y con resultado abierto.◊

 


 

* Es licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, y maestro y doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). Realizó una estancia posdoctoral en El Colegio de México. Actualmente es profesor-investigador y director del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Estudios Regionales de la Universidad Autónoma del Estado de México, profesor en el Posgrado de Estudios Latinoamericanos de la unam y en la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires. En El Colegio de México, ha participado como autor, editor y/o compilador en: De la plata a la cocaína. Cinco siglos de historia económica de América Latina. 1500-2000, Frágiles suturas: Chile a treinta años del gobierno de Salvador Allende, Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo, La guerra del Paraguay. Historiografías. Representaciones. Contextos, entre otros.