La pandemia, detonador del trabajo en plataformas digitales. Realidad y aspiraciones de las personas repartidoras en la Ciudad de México

Frente al cierre de fuentes de trabajo y el confinamiento de parte de la población, el reparto a domicilio mediante plataformas digitales apareció como una opción laboral para muchos. Sus características, el perfil de quienes lo realizan, las relaciones y condiciones laborales que lo caracterizan y sus perspectivas futuras se analizan en el siguiente texto.

 

CARLOS ALBA VEGA*

 


 

L a pandemia aceleró y visibilizó un nuevo tipo de trabajo que se enmarca en el capitalismo de las plataformas y que, junto con la automatización y la informatización, se presenta como una tendencia laboral para el futuro: el de reparto o entrega a domicilio a través de plataformas digitales, el cual sirve de ejemplo para mostrar algunas de las características y de los desafíos que se presentan en el mundo del trabajo para el presente y el porvenir.1

La expansión del empleo en plataformas coincide en México con el deterioro y la precarización que ha tenido el trabajo asalariado en las últimas décadas, especialmente desde la recesión de 2008, agravada por la pandemia de covid. Estos empleos, que desde un punto de vista tecnológico pertenecen al siglo xxi, desde una perspectiva social parecen corresponder al siglo xix, ya que, con altos riesgos laborales, en países como México, donde casi la mitad de la población trabaja en la “economía informal”, no brindan ningún sistema de protección social ni de previsión para el futuro, además de que las jornadas laborales son más extensas que las del trabajo regulado y asalariado. Por tal motivo, es importante examinar su alcance, pues permite observar críticamente el trabajo del futuro y el futuro del trabajo.

En este lugar nos interesa presentar algunos resultados de un estudio realizado en la Ciudad de México durante la pandemia por un equipo de investigación del que formo parte, constituido por colegas de diversas disciplinas e instituciones.

Las preguntas principales que orientan el estudio indagan sobre las características de las personas repartidoras en plataformas digitales de la Ciudad de México. Para responder a estas preguntas, hemos realizado una investigación de campo con un enfoque mixto, cuantitativo y cualitativo. El primero se obtuvo a través de una encuesta aplicada a una muestra de 1 008 personas, 81% hombres y 19% mujeres; 40% son menores de 25 años, 41% tienen entre 26 y 40 años y 19% son mayores de esta edad; 53% se transportan en motocicleta, 31% en bicicleta, 12% en coche y 4% a pie.

El enfoque cualitativo consistió en la aplicación de entrevistas a profundidad a personas que participan en toda la cadena de reparto por plataformas y en la realización de grupos de enfoque con los representantes de las empresas de aplicaciones digitales y con repartidores.

 

La irrupción del trabajo de reparto a domicilio a través de plataformas digitales

 

La pandemia ha sido un incentivo muy importante para la expansión del trabajo de reparto a domicilio a través de plataformas digitales. Las crisis sanitaria y económica se presentaron como una oportunidad frente a todas las puertas laborales que se cerraron. En la Ciudad de México, 43% de estos empleos de reparto a domicilio por plataformas se generaron en 2020, 74% del total se crearon en 2019 y 2020, y 89% entre 2018 y 2020.

 

Perfil sociodemográfico y socioeconómico

 

El trabajo de reparto muestra una clara brecha de género que se manifiesta en el acceso al trabajo, la edad y los ingresos. Al menos 80% de las personas repartidoras son hombres. Se argumenta que las mujeres rechazan estos empleos porque la calle es un lugar peligroso. Es cierto, pero esa razón, por sí sola, no alcanza a explicar su resistencia. ¿Por qué, en cambio, aceptan otros trabajos que se desarrollan también en las calles, donde la proporción de mujeres es similar a la de los hombres (por ejemplo, en el comercio en los espacios públicos)? Una razón es que en este tipo de comercio en la vía pública las mujeres son acompañadas o están muy cerca de otras personas en lugares muy visibles y concurridos; además, cuentan con el respaldo de su red social y pueden hacer compartible su oficio con el trabajo de cuidados de los infantes. En cambio, en el trabajo de reparto aumentan la incertidumbre y el riesgo de violencia, acoso y accidentes.

  

Las edades y el sexo de las personas repartidoras

 

Las edades y el sexo de las personas están relacionados con el tipo de actividades que desarrollan. El trabajo de entrega a domicilio a través de plataformas digitales es sobre todo de jóvenes: 8 de cada 10 son menores de 40 años y 4 de cada 10 tienen menos de 25 años. Por una parte, las personas más jóvenes son las que tienen mayores dificultades para incorporarse al mercado de trabajo y su tasa de desocupación es más alta que la de los demás grupos de edad. Por lo tanto, los empleos que ofrecen las plataformas se visualizan como una oportunidad que no pueden dejar pasar. Por la otra, son las personas jóvenes quienes tienen mayores facilidades para utilizar los dispositivos electrónicos y quienes tienen mayor disposición a asumir los riesgos y los peligros del tráfico urbano.

Si se examinan de manera conjunta el sexo y la edad, se manifiesta otro ángulo de la brecha de género: la proporción de mujeres entre 26 y 40 años es superior a la de los hombres (45% contra 41%). Sin embargo, cuando la edad es menor a los 25 años, desciende significativamente la proporción de mujeres y se distancia de la de los hombres (30% contra 42%).

 

Los orígenes geográficos

 

La gran mayoría de las personas repartidoras (8 de cada 10) son de la Ciudad de México o de los municipios del Estado de México (1 de cada 10). Un segundo grupo proviene, en orden decreciente, de los estados cercanos, muy poblados y, en muchos casos, con una parte de la población muy pobre: Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guerrero e Hidalgo. Casi la totalidad de las personas que reparten a domicilio por plataformas son mexicanas.

 

La escolaridad

 

El nivel de estudios alcanzado por las personas que trabajan en plataformas es inferior al promedio de la población mexicana. Según la ocde, en el rango de edad de 25 a 34 años, el porcentaje de quienes habían obtenido la licenciatura completa era de 24% (en 2012), mientras que en los resultados del estudio es de 20%. Entre las personas que reparten, 52% tienen preparatoria completa o incompleta y 22%, secundaria completa o incompleta. Más de la mitad dejaron de estudiar por razones económicas. En cambio, el porcentaje de quienes estudian y trabajan (19%) es más alto que el de la totalidad de la población trabajadora del país, que en 2018 era de cerca de 5% de la población económicamente activa de ese año.

Es importante destacar que, contra lo que afirma la narrativa corporativa, éste no es un trabajo que los jóvenes desempeñan mientras estudian: solamente 19% de las personas repartidoras son estudiantes.

 

El trabajo y los ingresos

 

Una de cada cinco personas repartidoras labora paralelamente en otra actividad. Si sumamos el porcentaje de los que estudian con el de los que tienen ese otro empleo (otras dos personas), tendríamos que 4 de cada 10 lo hacen como una forma de complementar su actividad principal, sobre todo las mujeres. Estos datos refuerzan el atractivo de la flexibilidad del empleo en plataformas. Entre las personas que cuentan, además, con otro empleo, sólo la tercera parte de ellas tiene protección social, generalmente por parte del imss. Una de las ventajas de estos trabajos es la facilidad del acceso: más de la mitad de las personas encuestadas no tardó ni un mes en conseguir su empleo.

La intensidad del trabajo de reparto a domicilio es elevada a lo largo de la semana. Solamente 12% de los hombres deja de trabajar los lunes y ese porcentaje se reduce a 3% en viernes. En el caso de las mujeres, la intensidad también es elevada: sólo los lunes y domingos cerca de 20% no realizan actividades de entrega, probablemente por responsabilidades domésticas y de cuidados.

Las jornadas laborales de quienes trabajan en las plataformas son de 9 horas de lunes a jueves y se intensifican de viernes a domingo, cuando alcanzan casi las 10 horas. El promedio de entregas diarias de los hombres es de 12, mientras que las mujeres hacen dos entregas menos que ellos, en parte por el menor tiempo que destinan a ese trabajo y también por el uso distinto del medio de transporte: una tercera parte de ellas reparte a pie o en transporte público, otra tercera parte usa bicicleta y sólo la cuarta parte emplea la motocicleta (el medio con el que pueden hacerse más entregas), mientras que casi 60% de los hombres usan motocicleta, 31% la bicicleta y sólo 8% entregan a pie o usan el trasporte público.

El uso de motocicletas y bicicletas en la Ciudad de México y la presión a la que están sometidos para entregar más pedidos genera muchos accidentes: 4 de cada 10 declararon haber sufrido algún accidente y, de ellos, 27% requirió hospitalización. Los hombres sufren el doble de accidentes que las mujeres. Sólo 27% de las personas repartidoras cuenta con seguro contra accidentes de tráfico, el cual es pagado, en la mayor parte de los casos, por las mismas personas; sólo 2 de cada 10 personas cuentan con seguro pagado por las empresas de plataformas. Los riesgos no son sólo de tránsito: además de los robos que sufren ambos sexos, 2 de cada 10 mujeres han sufrido acoso sexual.

En cuanto a los ingresos, los hombres reciben, en promedio, $2 227.90 a la semana, de los cuales 20% son propinas, mientras que las mujeres reciben, en promedio, $400 menos, ya que se les asignan menos entregas porque destinan menos tiempo.

Antes de ingresar al trabajo de plataformas, la mayoría de los hombres (7 de cada 10) tuvo que trabajar mientras estudiaban por imperativos económicos. En el caso de las mujeres, la proporción es menor (5 de cada 10), pero eso no significa que estuvieran en una mejor situación económica, sino que probablemente era más difícil para ellas el acceso al mercado de trabajo.

 

Conclusión

 

Las plataformas digitales de reparto o entrega a domicilio han abierto nuevas fuentes de empleo para todos, en especial para los hombres jóvenes, por sus peculiaridades, lo que abre una brecha de género. En el caso de la Ciudad de México, estos trabajos no son ocupados por población migrante, como ocurre en muchas ciudades latinoamericanas, sino por una población citadina, heterogénea en cuanto a sus orígenes socioeconómicos, que no encuentra una mejor ocupación en el mercado de trabajo. La tendencia aceleró su paso por la irrupción de la pandemia de covid, al grado de que, en la Ciudad de México, 9 de cada 10 de estos empleos fueron creados entre 2018 y 2020. Este estudio nos ha permitido observar las características de estas personas y de este tipo de trabajos, su potencial y sus limitaciones, para así avizorar una parte creciente del horizonte laboral que se presenta para el futuro después de la pandemia.

Es innegable el atractivo que ofrecen estos empleos: la flexibilidad en el uso del tiempo, la independencia que dicen experimentar algunas de las personas que lo realizan, los ingresos que se obtienen y las pocas barreras que existen para acceder al trabajo de manera rápida. Sin embargo, uno de los principales problemas y controversias que han aparecido gira en torno a la cuestión de si se trata de personas independientes que se autoemplean y trabajan por su cuenta —como argumentan las empresas de plataformas, que se consideran a sí mismas como intermediarias entre oferta y demanda, y como lo perciben también 4 de cada 10 personas repartidoras— o si, por lo contrario, como lo descubre una parte creciente (20%) de personas repartidoras y como lo sustentan especialistas en el tema, el avance tecnológico y las peculiaridades del trabajo encubren una relación que en el fondo es de subordinación y de dependencia. Este último argumento sostiene que las empresas organizan todo el proceso de trabajo y que, a través del algoritmo —un instrumento tecnológico despersonalizado y nada transparente—, vigilan, monitorean, controlan, disciplinan, premian y castigan a las personas trabajadoras, asignándoles o restringiéndoles la cantidad de trabajo, el espacio y el tiempo, las horas, las buenas y las malas rutas; por lo tanto, existe una responsabilidad de las empresas ante su personal laboral.

El estudio muestra que no se trata de empleos provisionales o de corta duración. Aunque son trabajos precarios por el ingreso, la inseguridad, el alto riesgo, las largas jornadas, la falta de previsión para el futuro y la ausencia de protección social, a la mitad de las personas le gustaría permanecer en ese trabajo por tiempo indefinido. Esta preferencia se acentúa en el caso de las mujeres y aumenta con la edad para ambos sexos. No piensan buscar otros empleos en los próximos cinco años porque consideran que serían peores o que simplemente no los encontrarían. Las personas que se consideran subordinadas son las que menos tiempo desean permanecer en las plataformas. Sin embargo, existen diferencias en la percepción del futuro, según la edad y el género: para los jóvenes solteros, es menos importante la adscripción a la seguridad social y el derecho a la jubilación que para las mujeres y, en general, para las personas de mayor edad.

Uno de los aspectos más problemáticos de este tipo de trabajo es la naturaleza de la relación laboral atípica que se esconde entre capital y trabajo debido a un conjunto de factores: la gran desconcentración física del trabajo, la despersonalización de las relaciones jerárquicas y de supervisión, la propiedad de los medios de producción que pertenecen a los trabajadores, las tecnologías que se utilizan, la aparente libertad y flexibilidad para decidir sobre el tiempo de trabajo, la facilidad para ingresar al empleo, el tipo de contrato, comercial y no laboral, que se establece entre las partes. Esta naturaleza distinta del capitalismo de plataformas respecto del capitalismo industrial permite a las empresas de plataformas aprovechar la flexibilidad facilitada por las nuevas tecnologías, esquivar el cumplimiento de sus obligaciones laborales y trasferir a las personas trabajadoras los riesgos, los costos e, incluso, los tiempos muertos.

Otro rasgo importante de estos trabajos tiene que ver con la cultura política y organizacional. Muy pocas personas repartidoras (menos de 3%) participan con sus colegas en algún grupo organizado para defender sus intereses y sus derechos. La mitad de las personas argumentan que no participan porque sólo les cobrarían las cuotas y no obtendrían mejoras; la cuarta parte piensa que sólo beneficiaría a los líderes y no confía en este esquema. Todo esto nos lleva a considerar que es urgente la intervención del Estado para regular las condiciones de trabajo sin quitar ciertas ventajas que ofrece en cuanto a flexibilidad, como está ocurriendo en otros países.◊

 


 

* Es doctor en Ciencias Sociales por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París. Ha sido profesor-investigador en varias universidades de México y el extranjero. Desde 1989 es profesor-investigador en el Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Recientemente ha publicado Las voces del Centro Histórico. La lucha por el espacio en la Ciudad de México (coeditado junto con Marianne Braig) y Desigualdades laborales y urbanas en México (coeditado junto con Mauricio Rodríguez), ambos en El Colegio de México.

1 Este artículo está basado en los resultados de un estudio más amplio titulado El trabajo del futuro con derechos laborales. Diagnóstico y estrategia de política pública para el reconocimiento de derechos laborales de personas trabajadoras por plataformas digitales, coordinado por Graciela Bensusán, Gustavo Vega y Carlos Alba Vega, en el que participó un equipo interdisciplinario de investigación constituido por Rosario Aparicio, Graciela Bensusán, Ilán Bizberg, Francisco Campos, Miguel Ángel Díaz Santana, Nelson Florez, María Edith Pacheco Gómez, Landy Sánchez, Héctor Santos, Gustavo Vega y Carlos Alba Vega.