
01 Oct “La mujer de los mil comienzos” y otros poemas
DIANA DEL ÁNGEL*
La mujer de los mil comienzos
Entre otras cosas,
he sobrevalorado la puntualidad y las verduras de hoja verde.
Madrugué confiada en el deus ex machina,
llegué temprano a todas las fiestas,
me sentaba en las primeras butacas durante las conferencias,
siempre quince o diez minutos antes.
A veces me daba el gusto,
ciertamente,
de esperar tras las puertas
a que el reloj marcara la hora exacta para tocar el timbre
y escuchaba complacida:
“Qué puntual”.
Los berros son el camino, la verdad y la vida,
repetía con cada bocado
si los fitonutrientes conmigo, quién contra mí.
Pero no logré ser siquiera el alma de mi cuerpo,
nunca tuve el valor de preguntar las dudas que tenía
y los trámites que hice resultaron infructuosos.
Fui cimiento, colección de auroras,
árbol que promete, nunca fruto.
La sabiduría de los finales me fue vedada.
Llegué a tiempo al tiempo de todos,
nunca al mío.
Cuando el problema no es la falta de opciones
El drama de los calcetines ha dejado en la sombra un suceso menos común, que sólo afecta a media parte de la población mundial, pero igual de lamentable: la pérdida de un arete. Ante este fatal suceso, se puede optar por:
a) deshacerse de la pieza impar (lo cual no garantiza perder también el recuerdo)
b) guardar el pendiente en el contenedor de su preferencia para fines mnemotécnicos
c) continuar usando las piezas solitarias (las posibilidades de combinación son infinitas)
d) encontrar formas de buscar en el tiempo y el espacio lo desaparecido en el tiempo y el espacio.
Si elijo “b”, me gusta pensar que cuando tenga una hija le contaré mi vida con ayuda de esas pequeñas anclas. Imagino que juntas descubriremos cómo los aretes perdidos siguieron su estoico camino de objetos solitarios. No me gusta pensar, en cambio, que esa hija nonata pueda convertirse en una menos, porque en el juego de las transformaciones yo podría ser:
a) la pieza impar (lo cual no garantiza perder también el recuerdo)
b) el expediente archivado en un contenedor para fines no mnemotécnicos
c) el otro lado de la pérdida (ésta no es una opción, sino estado perenne)
La pérdida de un miembro, pensado desde su origen como parte de un conjunto, nos revela:
1) en el principio estaba el dolor
2) eludir la maternidad no evitará la pérdida
Paradoja de la rotura y la unidad
Si no fuera por esa grieta indefinible,
tener un cuerpo roto no sería tan grave.
Los golpes y los rasguños sanan,
el esqueleto suelda
y tu corazón sigue bombeando.
Afuera la vida transcurre
con sus dosis de amargor y de alegría.
Si no fuera por esa grieta, ubicua en ti,
también estarías allí:
jugando en los jardines,
sonriendo ante la lluvia,
ligera desdoblándote en las horas,
ajena al oscuro latir de la grieta.
Si no fuera por esa raja omnipresente,
los escalofríos no serían la medida de tu tiempo.
Porque de alguna estúpida manera la vida sigue
adentro y afuera de la grieta que eres:
tu cuerpo sigue pidiendo comida,
el aire sigue entrando en tus pulmones,
tú deseas
y quieres ser deseada.
Pero el cuerpo nunca ignora
una penetración no pedida;
llevas el desgarro
vivo
entre músculos, mañana y siempre.
Una grieta ubicua
te convierte en desplome,
barranca,
mujer en caída libre
y temblor, temblor, temblor.
* Es doctora en Letras, escritora, traductora y defensora de derechos humanos. Ha publicado Vasija (2013), Procesos de la noche (2017), Barranca (2018) y artículos en diversas revistas y medios digitales. Es miembro del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea, del cual actualmente es coordinadora, y candidata al Sistema Nacional de Investigadores. Ha sido becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Fonca. Obtuvo la primera residencia de creación literaria Fondo Ventura/Almadía y formó parte del taller “Poesía y silencio”. Algunas de sus traducciones del náhuatl al español han sido publicadas por la revista Fundación. Recientemente fue seleccionada para formar parte de la edición del año 2021 del International Writing Program que realiza la Universidad de Iowa.