La experiencia de los embajadores mexicanos en China

Como parte de la celebración de los 50 años de las relaciones entre México y la República Popular China, Otros Diálogos invitó a embajadores de México en ese país a escribir un muy breve comentario sobre su experiencia. Sus colaboraciones nos permiten viajar no sólo en la geografía, sino en la historia de ambas naciones que, sin duda, deben continuar trabajando en una relación bilateral crucial y compleja, pero que puede y debe rendir buenos frutos.

 

ANA COVARRUBIAS*

 


 

El embajador es siempre un espectador privilegiado de la realidad del país en el que representa a México y un protagonista en la relación bilateral. Eso es, justamente, lo que sus escritos nos revelan en este número: impresiones de momentos cruciales en una China que va cambiando y que llega a ser un gran poder internacional, y de una relación bilateral que se fortalece. La muerte de Zhou Enlai y de Mao Tse Tung y la consecuente disputa política; la figura de Deng Xiaoping, quien inició una serie de reformas esenciales para entender la China de hoy; el “muro de la libertad”, el “incidente de Tiananmen”, la llegada de Xi Jinping, el reciente enfrentamiento con Estados Unidos y la pandemia de la covid son algunos de los sucesos vividos por embajadores mexicanos y representan, a la vez, fotografías y procesos en la historia de China. Al mismo tiempo, visitas de Estado de líderes chinos a México y de presidentes mexicanos a China reflejan el reconocimiento por parte de nuestro país de la importancia del gigante asiático en la política internacional. Es evidente en los textos de los más recientes embajadores en Beijing que el potencial económico del país asiático es bienvenido y no, y que la relación comercial México-China es, al mismo tiempo, fundamental y complicada, no sólo bilateralmente, sino con un tercer actor, que es Estados Unidos, y que está y seguirá estando presente en la relación.

 

Grandes cambios en China: la muerte de Zhou Enlai y de Mao Tse Tung

Embajador Omar Martínez Legorreta
(1976-1982)

 

Fui nombrado embajador de México ante la República Popular China en momentos de gran incertidumbre nacional, por lo que a China se refería, e internacional, por el clima de la segunda guerra fría. Mi llegada estuvo precedida, por una semana, de la muerte del primer ministro del gobierno chino, Zhou Enlai, y se dio en el contexto de la avanzada enfermedad que tenía entonces el presidente Mao Tse Tung, que no le permitía ya entender ni resolver los problemas más importantes que planteaba la muerte del mandatario. Así pues, había una lucha política por heredar la posición que tenía el presidente Mao. La Revolución Cultural, al menos en sus fases más agudas, parecía haberse terminado; sin embargo, a partir de las demostraciones populares con motivo de la conmemoración de los héroes de la revolución, tuve una idea clara de la magnitud de la lucha política, pues esa celebración, en abril de 1976, se convirtió también en un homenaje a la figura que había representado y al papel que había desempeñado el primer ministro Zhou. La magnitud de la represión que ejerció el gobierno de la ciudad de Beijing se dirigió principalmente a la protesta estudiantil y pública en general; por la falta de un funeral nacional, podía decirse que no se había dado un homenaje al primer ministro Zhou.

La evidente decrepitud del presidente Mao y la certeza de su próxima desaparición aceleraron las actividades de la que empezó a conocerse como “la banda de los cuatro”, que se sabía que estaba encabezada por la esposa del presidente Mao, deseosa de ocupar su lugar y su poder, frente a la oposición y aparición de otras figuras que buscaban el mismo objetivo. El terrible sismo del mes de julio, que dañó gravemente la infraestructura de comunicaciones, y los destrozos en la zona de Tangshan parecían confirmar la creencia popular de que eran anuncios de grandes cambios. El presidente Mao murió el 9 de septiembre de 1976. Antes del terremoto y de ese acontecimiento, ya había ocurrido otra llamada de atención, como se interpretó la muerte del mariscal Zhu De, quien, en su calidad de presidente de la Asamblea Nacional Popular, había recibido mis cartas y credenciales pocos días después de mi llegada. Parecían haber desaparecido las grandes figuras que habían concebido y llevado a cabo la revolución que condujo al poder al gobierno comunista de la República Popular China, gracias al papel que tuvo el Ejército Popular de Liberación, creado y encabezado por Zhou.

Esos grandes cambios se resolvieron totalmente dentro de China, es decir, con la lucha política en la que también intervino activamente la figura importante del compañero y amigo de vida de Zhou Enlai, Deng Xiaoping, que por aquellos días de mi primera experiencia en la capital china era el objetivo de una campaña política en su contra, en la que llamaban al pueblo a resistir el “viento derechista” que buscaba cambiar las decisiones correctas del presidente Mao. Apareció entonces la mención que había expresado por primera vez el primer ministro Zhou sobre la necesidad de que se dieran empujes decisivos en cuatro grandes modernizaciones: “en la agricultura, la industria, la ciencia y la tecnología, y el ejército, principalmente”.

Intenté visitar, en las primeras semanas de mi estancia, al rector de la universidad de Beijing Pei Ta, el distinguido físico Chou Peiyuan, y logré tener una corta entrevista en su despacho; quien dio toda la información fue el presidente del Comité Revolucionario de la Universidad; el Dr. Chou permaneció en total silencio. Vino, más tarde, aquella interesante experiencia del “muro de la libertad”, al que nunca se identificó más que ocasionalmente como el “muro de la democracia”, una enorme pared situada al oeste de la Ciudad Prohibida, inmediata a la zona de esa ciudad donde residían todos los jerarcas principales del gobierno chino. En ese muro, pensadores y poetas, y en su mayoría estudiantes, pegaban en grandes carteles arengas políticas, protestas, descripciones de la situación, casi siempre disfrazadas en frases o alusiones a episodios de la historia pasada de China.

Ocasionalmente, durante los dos años siguientes, se recibieron las visitas de jefes de Estado de otros países, por lo cual se hacía más evidente la lucha política interna. Se nombró a Hua Kuofeng como primer ministro, lo que nos dejó ver los cambiantes resultados de la lucha política interna. Generalmente, empezaba sus discursos en los banquetes de bienvenida a los dignatarios extranjeros, con la frase: “Hay un gran desorden bajo el Cielo”, y en el devenir de dichos discursos, en repetidas ocasiones hizo que se levantaran los representantes diplomáticos de la Unión Soviética, de varios países de Europa central y de Cuba como protesta por lo que decía en su discurso el jefe del gobierno chino. En ese ambiente fue que el presidente de México, José López Portillo, visitó China en 1978.

Sobre la situación que tenía por entonces el conflicto en Centroamérica —en cuya solución tuvo un importante papel la iniciativa de México, que se cristalizó en el Acuerdo de Contadora—, apenas hacía mención en aquel breve noticiero que circulaba entre todas las embajadas gracias a Xinhua, la agencia noticiosa de China, pero casi todas las embajadas disponían de aparatos de radio de onda corta que nos permitían captar los noticieros que llegaban de otros países. Las relaciones entre China y Japón avanzaron hasta lograr un acuerdo firmado entre ambos gobiernos.

Durante esos años de mi representación y vida en Beijing, en México se había dado el cambio de gobierno entre Luis Echeverría y José López Portillo. Recibí la visita del nuevo canciller de México, don Santiago Roel, quien en una ocasión me pidió reunir a todos los funcionarios de la embajada y a los auxiliares mexicanos para hablarnos de las grandes expectativas que se iban confirmando con la explotación de los enormes “yacimientos de petróleo” en la costa del Golfo de México.

En esos ambientes de incertidumbre y de grandes lecciones sobre la política nacional e internacional de un país como China, miembro del Consejo de Seguridad de la onu que llegaría a ser no sólo amigo, sino socio estratégico de México, terminé mi misión como embajador ante su gobierno y salí de Beijing en abril de 1979.

 

El “incidente de Tiananmen” desde la Embajada de México

Embajador Jorge Eduardo Navarrete
(1989-1993)

 

El “incidente de Tiananmen”, episodio traumático y poco comprendido, culminó el 4 de junio de 1989. Empero, quizá aún no ha culminado, tres decenios después.

Poco después de mi arribo a Beijing, empezaron a sucederse, sobre todo a lo largo de la avenida Changan y en la plaza Tiananmen, manifestaciones muy concurridas, pacíficas, alegres y ruidosas. Jóvenes, estudiantes y trabajadores voceaban sus demandas. Semejaban una gran celebración. En conversaciones con colegas, se decía que los movilizados demandaban que las autoridades los escucharan y exigían la desaparición de las flagrantes diferencias entre los niveles de vida del común de la población y de las élites dirigentes. Se discutían los riesgos de una respuesta represiva, ante lo que parecía un desafío sin precedente, una coyuntura peligrosa.

Los manifestantes establecieron en la plaza un campamento permanente. Nunca fueron acusados de cometer desmanes o de provocar destrozos. Atrajo la atención de los medios informativos internacionales la Diosa de la democracia, gran escultura de papel maché con cierta semejanza a la célebre estatua neoyorquina. Esta gran concentración fue disuelta con violencia en la noche del 3 al 4 de junio. En internet se encuentra amplio testimonio gráfico del episodio.

El Beijing de finales de los ochenta era una urbe populosa y uniformada. Sin grandes diferencias de vestuario, la gente se desplazaba en centenas de miles de bicicletas, sin luces ni bocinas. Entre ellas se abrían paso autobuses notoriamente insuficientes y no muchos automóviles, de funcionarios y diplomáticos. Los dirigentes, a juzgar por la velocidad de sus convoyes escoltados, siempre tenían mucha prisa.

Concluí que Tiananmen fue resultado de una lucha por el poder entre el partido y el gobierno. Se personificó en dos dirigentes: Zhao Ziyang, líder del partido, y Li Peng, primer ministro. Se dijo que el primero favorecía una reforma económica liberalizadora que se complementara con una cautelosa y paulatina modernización política. El segundo favorecía el mantenimiento (o el reforzamiento) del control rígido del partido en todas las esferas. El trágico desenlace del incidente pareció señalar la victoria del segundo. Sin embargo, tres años después, en 1992, Deng Xiaoping, en su famoso “viaje al Sur”, relanzó la reforma económica.

No eran muy numerosos los mexicanos residentes en Beijing en esos momentos. El registro consular apuntaba entre una y dos centenas, asentadas en la ciudad y en su área metropolitana. Predominaban jóvenes profesionales de la medicina, interesados en la acupuntura. Desde mediados de mayo, se reforzó el contacto con ellos y, dados los persistentes temores mencionados, se les planteó la conveniencia de regresar a México, facilitando gestiones y contactos para organizar y costear el viaje. Buen número decidió regresar.

Antes de la vuelta del siglo, viajar por China, por ejemplo, al centro-occidente, a Kashgar, a Xinjian, se comparaba con una visita al pasado, con un viaje en el tiempo. Ahora esta misma impresión la tienen algunos visitantes de Shanghai, pero el viaje es en la otra dirección.

 

2001: una oportunidad para relanzar la relación con China

Embajador Sergio Ley López
(2001-2007)

 

En la década de los noventa del siglo pasado, las relaciones diplomáticas de México con la República Popular China estuvieron marcadas por una serie de desencuentros y fricciones. En esos años, China nos había desplazado como segundo socio comercial de Estados Unidos; nuestro mercado tradicional y, al mismo tiempo, los productos chinos inundaban nuestros mercados. En consecuencia, México impuso altas tarifas compensatorias a un número importante de artículos chinos y decidió también posponer sine die la firma del tratado comercial bilateral que China necesitaba para asegurar su ingreso a la Organización Mundial del Comercio (omc).

La llegada de Vicente Fox y de un nuevo partido a la presidencia del país se percibió en China como una magnífica oportunidad para relanzar las relaciones bilaterales sobre la base de un nuevo escenario político mexicano que el gobierno supo aprovechar. El presidente Fox visitó China en dos ocasiones durante su primer año de gobierno. De igual manera, en diciembre de 2001 se firmó el tan esperado tratado comercial bilateral, lo que permitió que al día siguiente China fuera admitida en el seno de la omc. Éste fue el marco propicio que coincidió con mi nombramiento al frente de la Embajada de México en Beijing.  Era una coyuntura favorable en la que México a su vez reformulaba su política exterior con una visión más abierta hacia otros temas, como el libre comercio, que Beijing recibió con complacencia.

En 2002 se planteó al gobierno de China la visita de Mariclaire Acosta, subsecretaria para Derechos Humanos y Democracia —una instancia de nueva creación en el seno de la Secretaría de Relaciones Exteriores—, y las autoridades chinas recibieron tal propuesta un tanto intrigadas. ¿Se trataría de un acercamiento de México por el cual iría a pontificar sobre el tema de los derechos humanos, como tantas otras naciones lo habían hecho en los últimos años? No obstante, la recibieron con beneplácito cuando se les aseguró que México buscaba un diálogo constructivo con China para enfrentar los desafíos comunes en esta materia. La visita fue un éxito: la subsecretaria fue recibida por altos funcionarios de los distintos ministerios chinos involucrados en el tema e incluyó una visita a una prisión modelo en Shanghai, un moderno centro de readaptación que se repetiría en todo el país y que parecía más un campo de veraneo que una prisión. Como resultado de aquella visita y de las gestiones realizadas por nuestra embajada, un mexicano que purgaba su sentencia por fraude en una prisión de Beijing fue trasladado al centro de readaptación de Shanghai.

 

El fortalecimiento de la relación bilateral en el gobierno de Xi Jinping

Embajador Julián Ventura
(2013-2017)

 

Llegué a Beijing en junio de 2013, a siete meses de que Xi Jinping asumiera la secretaría general del Partido Comunista Chino y a tres de que hubiera asumido la presidencia. Xi ya había visitado México en febrero de 2009, como vicepresidente. La primera gira internacional que realizó como presidente, pocos días antes de mi salida a China, incluyó una visita de Estado a nuestro país, en la que participé como miembro de la comitiva mexicana. El hecho de que el inicio de la presidencia de Enrique Peña Nieto coincidiera con la de su homólogo chino dio un impulso político importante a la relación, lo cual permitió fijar, en el más alto nivel, un conjunto de prioridades y acciones que orientaron mi trabajo como embajador y que facilitaron la coordinación gubernamental para ponerlas en práctica.

La temporalidad sexenal que en ocasiones usamos como marco de análisis del desarrollo de la relación es insuficiente para valorar su evolución desde una perspectiva más amplia. A lo largo de medio siglo, ésta se ha transformado significativamente, sobre todo en su dimensión económica, a partir de los procesos de apertura e inserción global que culminaron con el ingreso de China a la omc y, en el caso de México, la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan).

De esta manera, al presidente Ernesto Zedillo le correspondió conducir la muy compleja negociación con Beijing para aceptar su ingreso a la omc y a los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón, enfrentar los retos subsiguientes —derivados del desplazamiento de productos mexicanos del mercado estadounidense y del aumento acelerado de las exportaciones chinas a nuestro país—, mediante un robustecimiento significativo del andamiaje institucional y jurídico de la relación. A lo largo de todo ese periodo, fue construyéndose una mayor densidad en todas las vertientes de la agenda bilateral, acorde con la creciente incidencia política y económica global de China.

La coyuntura política favorable de 2013 y, sobre todo, la visita de Xi a México me abrieron puertas que facilitaron el aumento significativo de la oferta de productos agroalimentarios mexicanos en el mercado chino (en 2015, México fue el país que suscribió más protocolos fitosanitarios de acceso con China): nuevos vuelos directos desde Beijing y Guangzhou (complementando los ya existentes desde Shanghai); la creación de un Fondo Binacional de Inversión y de un Grupo Empresarial de Alto Nivel (gane); el montaje de exposiciones de alto perfil que rompieron récords de asistencia en los principales museos chinos; el lanzamiento de la primera convocatoria entre China y un país latinoamericano para realizar investigaciones conjuntas en diversos campos; la ampliación de los programas de becas e intercambios académicos; y el apoyo sistemático al fortalecimiento de la presencia en China de universidades como la unam y el Tecnológico de Monterrey, así como de las empresas mexicanas con inversiones estratégicas en diversos sectores de la economía china.

Durante este periodo, nuestra presencia en los ámbitos político (que incluyó cuatro visitas presidenciales), empresarial, académico y cultural, fue extremadamente intensa. Fue producto del trabajo sostenido y coordinado, así como del manejo de las tendencias favorables en el contexto global. En un escenario pospandémico, es importante reactivar esa intensidad en los contactos directos.

La labor diplomática también requiere encauzar divergencias y problemas coyunturales, pequeños y grandes. Entre éstos incluyo aquéllos derivados de la cancelación de la construcción del tren México-Querétaro. La decisión causó fricciones, sin duda, que pudieron procesarse a través del diálogo, sin trastocar las bases sustantivas de la relación.

Por todo lo anterior, en balance, la relación registró un avance notable, tanto cualitativo como cuantitativo. El mayor reto para México suele ser afianzar y consolidar las líneas de continuidad en nuestras prioridades y estrategias. En la medida en que avancemos en esa dirección, mejoraremos nuestro posicionamiento en China y en la región Asia-Pacífico en su conjunto.

 

Contexto y evolución de la relación México-China en los últimos cinco años

Embajador José Luis Bernal Rodríguez
(2017-2021)

 

Tuve el alto honor de representar a México en China desde abril de 2017 hasta agosto de 2021, periodo en el que pudimos atestiguar las profundas y veloces transformaciones económicas, sociales y políticas que vive China en todos los ámbitos, en el que, además, se redefinieron importantes tendencias de su creciente influencia global y se registraron nuevas orientaciones en su política exterior. Estos años se caracterizaron, asimismo, por un ambiente geopolítico global complejo, definido, en un primer momento, por el enfrentamiento suscitado por el gobierno de Estados Unidos, un conflicto que inició en lo comercial y en la contraposición político-ideológica, pero que rápidamente se amplió a las esferas financiera y tecnológica, lo cual afectó las cadenas globales de valor. En un segundo momento, nos tocó vivir, dentro de China, el inicio de la epidemia por la covid, y su expansión como pandemia en un país que logró controlar sus efectos con medidas estrictas y efectivas que le permitieron impulsar una rápida recuperación económica, en la que se sigue avanzando en la distribución del ingreso y en los distintos indicadores de combate a la pobreza y de desarrollo humano.

En ese contexto, las actividades de representación, gestión diplomática, negociación, cooperación y promoción de México, durante mi estancia como embajador, se basaron en cinco ejes de acción transversal orientados a mantener y dar fundamentos adicionales al carácter estratégico que para México tiene esta relación bilateral: 1) la consolidación de los logros registrados hasta entonces en materia de diálogo político, en los acuerdos institucionales y en los distintos mecanismos de consulta, con especial énfasis en los contactos de alto nivel y el relanzamiento de los Mecanismos de Diálogo Político, Estratégico y Multilateral, así como los subgrupos de la Comisión Binacional y los Grupos de Alto Nivel Económico, de Inversiones y Empresarial; 2) la profundización de las relaciones en los sectores de mayor potencial: comercio, inversión, turismo, finanzas, intercambios educativos, cooperación para el desarrollo; ciencia, tecnología e innovación, promoción cultural, cooperación legal y judicial y en la gestión consular, en todos los cuales los avances fueron notables; 3) la incorporación de nuevos sectores, actores y acuerdos, con el fortalecimiento de las relaciones interparlamentarias, programas de cooperación y hermanamientos entre autoridades regionales y locales, impulso de relaciones entre instituciones educativas, contactos con actores clave del sector tecnológico y con los centros de investigación, y un mayor apoyo en medios de comunicación y redes sociales; 4) la concertación bilateral sobre cuestiones globales y regionales, que impulsó convergencias en distintos foros del Sistema de Naciones Unidas, en el G-20, en apec (Asia-Pacific Economic Cooperation), el diálogo China-celac, la omc y otras instancias internacionales —sin duda, la participación de México como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la onu durante el bienio 2021-2022 ha acercado más a los dos países en la defensa del multilateralismo—; 5) el desarrollo de un capítulo nuevo, consistente en la elaboración de escenarios de análisis y prospectiva, a la luz de las cambiantes circunstancias nacionales e internacionales.

Estas tareas permitieron fortalecer la Asociación Estratégica Integral que México y China han impulsado desde 2013 y que ha convertido al país asiático en el segundo socio comercial de México en el mundo, la segunda fuente de nuestras importaciones y el tercer destino para las exportaciones mexicanas. Las inversiones directas de empresas chinas se multiplican en nuestro país, y la potencia asiática es fuente creciente de tecnología, financiamiento y turismo, así como de intercambios en materia educativa. México tiene, asimismo, importancia estratégica para China, no sólo por su ubicación geográfica en la frontera de Estados Unidos y a la cabeza de América Latina y el Caribe, sino porque nuestro país se ubica entre los primeros diez mercados para las exportaciones de China y es cada vez más atractivo para sus inversiones, además de por su creciente relevancia en la región de América del Norte, cuyo potencial competitivo recibió un gran impulso en este periodo con la adopción del nuevo t-mec o usmca. En definitiva, esta relación estratégica exige una atención prioritaria permanente y de políticas públicas y vinculaciones intersectoriales que lleven a profundizar los beneficios y las oportunidades que esta asociación ofrece, sin duda, a nuestro desarrollo nacional y a la proyección internacional de México.◊

 


 

* Es profesora-investigadora en el Centro de Estudios Internacionales en El Colegio de México y, actualmente, coordinadora general académica de la institución. Sus temas de investigación son política exterior de México (en particular sus relaciones con Cuba y con Estados Unidos), política exterior de Cuba, multilateralismo regional, y derechos humanos y política exterior. Su obra más reciente, como editora y como autora, es Fundamentos internos y externos de la política exterior de México (2012-2018), publicada por El Colegio de México en 2020.