La entrada de Filipinas en la órbita hispana, 500 años después

En conmemoración de los 500 años de la llegada de Fernando de Magallanes al archipiélago que después se conocería como las Filipinas, José Antonio Cervera nos invita a conocer la relación histórica entre este país y México, una relación que el devenir histórico ha difuminado.

 

JOSÉ ANTONIO CERVERA JIMÉNEZ*

 


 

Este año 2021 se cumple el quinto centenario de la llegada de Fernando de Magallanes (1480-1521) a las islas Filipinas, momento en el que el archipiélago entró por primera vez en el ámbito del mundo hispano. Es, por lo tanto, un buen momento para echar la vista atrás y recordar esos hechos históricos que ligaron al pueblo filipino con el mexicano durante siglos.

El objetivo principal de la expedición comandada por Magallanes no era las Filipinas, sino otro archipiélago cercano, las Molucas, pertenecientes hoy a la República de Indonesia. Como es bien sabido, cuando Colón partió de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492, no tenía ni idea de que llegaría a un nuevo continente. Su objetivo era llegar a Asia por la ruta de Occidente. El motor principal que motivó a portugueses y españoles en su carrera hacia “las Indias” era el control del comercio de las especias. En la Edad Media, éstas eran fundamentales no sólo para condimentar la comida, sino también para conservar los alimentos y preservarlos en la medida de lo posible de la putrefacción, en un momento en el que faltaban siglos para la invención del refrigerador. Las Molucas, o Islas de la Especiería, como se conocían en los textos de la época, eran las que producían las especias más caras, como el clavo, la macis o la nuez moscada. Fueron los portugueses quienes ganaron la competencia cuando tomaron el control de la ruta del Cabo de Buena Esperanza hasta la India y en 1511 conquistaron Malaca, uno de los puertos fundamentales del sureste de Asia, donde convergían los mercaderes indios, chinos, árabes y malayos. El control de Malaca permitiría a Antonio de Abreu (ca. 1480-ca. 1514) y a Francisco Serrão (¿?-1521) tomar posesión de las Molucas en nombre de Portugal en 1512.

Uno de los amigos y posiblemente primo de Serrão era Magallanes. Ambos habían participado en la conquista de Malaca. Cuando Magallanes retornó a Europa, logró convencer a la Corona española de sufragar los gastos de una expedición a las Islas de la Especiería por Occidente. La flota, compuesta por cinco naves, partió de Sanlúcar de Barrameda el 21 de septiembre de 1519. Buscaron el paso hacia el Mar del Sur durante meses, hasta que cruzaron lo que hoy se conoce como estrecho de Magallanes, entre octubre y noviembre de 1520. Ante la bonanza del clima durante su navegación, pusieron el nombre de Pacífico al océano más grande del planeta. En marzo de 1521, la expedición llegó a la isla filipina de Samar, nombrando al archipiélago con el nombre de islas de San Lázaro. A principios de abril llegaron al puerto más importante de las Visayas, el de Cebú, lugar donde moriría el propio Magallanes el 27 de abril. Las dos naves restantes llegaron por fin a las Molucas, el objetivo principal del viaje, el 7 de noviembre del mismo año. Sólo uno de los barcos, el Victoria, capitaneado por Juan Sebastián Elcano (1476-1526), logró volver a España por la ruta del Índico. Arribó a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522, con tan sólo 18 tripulantes de los 265 que habían partido de España tres años antes.

Hoy en día, el viaje de Magallanes y Elcano es famoso por constituir la primera circunnavegación del globo terráqueo. Pero ése no era el plan inicial. Como se ha señalado, el objetivo fundamental de la expedición era llegar a las islas de las especias, las preciadas Molucas. La nao Victoria, al llegar a España, traía un cargamento de clavo que básicamente cubrió los gastos de la expedición. A partir de aquel momento, el comercio de las especias entró en los planes de la Corona española, al punto de crearse una Casa de Contratación en La Coruña, independiente de la de Sevilla, con intención de reexportar las preciadas especias a Francia, Inglaterra y Holanda. Desde ese puerto gallego partiría la siguiente expedición española a Asia, al mando de García Jofre de Loaysa (¿?-1526). El viaje a través del Pacífico fue desastroso. Murió la mayoría de la tripulación, incluidos Loaysa y Elcano. Los sobrevivientes llegaron a las Molucas a finales de 1526, donde se establecieron poco después en la isla de Tidore. La expedición de Loaysa sería la última que partiría a Asia oriental desde España durante siglos, y prácticamente se uniría con la primera que saldría de la Nueva España.

Meses antes, una pequeña nave perteneciente a la expedición de Loaysa, el patache Santiago, se había extraviado después de pasar el estrecho de Magallanes. Siguió su viaje bordeando la costa occidental de América hasta llegar a Nueva España. Tras su éxito con el imperio mexica, Hernán Cortés todavía se ofrecía a navegar y conquistar tierras asiáticas, tal como aparece casi al final de su quinta Carta de Relación, escrita en septiembre de 1526 en la ciudad de Tenochtitlán. Cortés designó a su primo Álvaro Saavedra Cerón (¿?-1529) para dirigir la expedición que, partiendo de Zihuatanejo el 31 de octubre de 1527, llegó a reunirse con los españoles provenientes de la expedición de Loaysa en Tidore. Sin embargo, los intentos para volver a Nueva España por el Pacífico fueron infructuosos.

Españoles y portugueses convivieron y guerrearon durante varios años en las Molucas. Hay que recordar el famoso Tratado de Tordesillas (1494). Su texto original no hablaba de partición del mundo, sino de un meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde, que otorgaba a Portugal el derecho de navegación y explotación de las tierras al este de esa línea y a España, las tierras al oeste. Pero muy pronto empezó a suscitarse la idea de un “contrameridiano” de Tordesillas, situado en el otro extremo del mundo respecto a la línea que pasaba por Brasil. Y resultaba que ese meridiano se encontraría aproximadamente en la zona del sureste asiático, el lugar adonde habían llegado, cada uno por caminos diferentes, los españoles y los portugueses. Así que no quedaba claro si las preciadas Molucas pertenecían a la demarcación española o a la portuguesa.

Ante el fracaso del viaje de vuelta a la Nueva España de las expediciones de Loaysa y Saavedra Cerón, con la consiguiente falta de noticias en España, Carlos I decidió cerrar la Casa de Contratación de La Coruña y ceder sus presuntos derechos sobre las Molucas al rey de Portugal, a cambio de 350 mil ducados de oro, por medio del Tratado de Zaragoza (1529). De esta forma, la Corona de España obtenía un dinero que necesitaba para sostener sus guerras en Europa, y la Corona de Portugal podía continuar manejando el redituable comercio de las especias sin preocuparse de la injerencia de los españoles. Sin embargo, estos últimos no cesaron en sus ansias por establecer algún asentamiento en el sureste de Asia. Entre 1536 y 1537, Hernando de Grijalva (¿?-1537) realizó una navegación desde Nueva España hasta Perú, y desde allí uno de los barcos se dirigió hacia el Oeste y llegó a la Nueva Guinea. Más destacada fue la expedición de Ruy López de Villalobos (1500-1546), quien partió de la Nueva España en noviembre de 1542. Fue en este viaje cuando, al llegar a la isla de Leyte, le dieron el nombre de Felipina, en honor al príncipe Felipe, futuro rey Felipe II. El nombre se aplicaría posteriormente para designar a todo el archipiélago de San Lázaro, surgiendo así el nombre de las islas Filipinas. La expedición se dirigió a las Molucas, desde donde intentaron en varias ocasiones la vuelta a la Nueva España, sin éxito. Los sobrevivientes volvieron a España en 1547 por la ruta de la India y el Cabo de Buena Esperanza, controlada por los portugueses.

En aquel momento quedaba claro que, para poder establecer cualquier colonia en el sureste de Asia, los españoles tenían que encontrar una ruta de navegación transpacífica hasta el continente americano. El hallazgo se realizaría en la siguiente expedición. Una flota compuesta de cinco naves, dirigida por Miguel López de Legazpi (ca. 1503-1572), partió del Puerto de la Navidad el 21 de noviembre de 1564. Tras pasar por las islas Marianas, avistaron las Filipinas el 13 de febrero del año siguiente y se establecieron en Cebú el 27 de abril. Poco más de un mes después, la nave San Pedro partió de Cebú y llegó a Acapulco el 8 de octubre. Tradicionalmente se ha atribuido al fraile agustino Andrés de Urdaneta (1508-1568) el descubrimiento de este tornaviaje, la ruta de navegación desde Asia a América. A partir de ese momento, el archipiélago filipino quedaría ligado a la Nueva España durante siglos.

La expedición de Legazpi no estuvo exenta de polémica. Para empezar, estaba claro que el establecimiento de un asentamiento español en las Filipinas violaba el Tratado de Zaragoza. Sin embargo, en dicho tratado el rey de España había empeñado sus derechos en la zona, lo cual significaba que podía recuperarlos si devolvía el dinero al monarca portugués. Habría que echar mano entonces al anterior Tratado de Tordesillas para saber si la zona de las Filipinas y las Molucas se encontraba en la demarcación española o en la portuguesa.

Existía un problema científico: en el siglo xvi, las técnicas astronómicas no eran capaces de medir la longitud geográfica de un lugar con la precisión suficiente. Sólo en la segunda mitad del siglo xviii, con la invención del cronómetro de precisión, el problema de la longitud sería resuelto. Hoy sabemos que los dos archipiélagos, las Molucas y las Filipinas, pertenecían a la demarcación portuguesa y, por ende, el asentamiento español violó ambos tratados, el de Tordesillas y el de Zaragoza. De cualquier forma, al final se aplicó la política de los hechos consumados. Los españoles se quedaron en Filipinas y los portugueses en las Molucas, un archipiélago que ofrecía un rendimiento económico mucho mayor gracias al comercio de las especias.

Sin metales preciosos y sin especias, el gran valor del archipiélago filipino se encontraba en su situación geoestratégica. Tras varios años de permanecer en las Visayas (en las islas de Cebú y Panay), en 1571 los españoles trasladaron su centro neurálgico a la bahía de Manila, en la costa suroccidental de la gran isla de Luzón. Tal como muestran las fuentes de la época, la decisión de Legazpi para establecer la capital filipina en Manila estuvo motivada por su cercanía con la costa china. A partir de entonces, miles de sangleyes (término con el que se designaba a los chinos de Manila) empezaron a llegar procedentes de las costas del imperio Ming. En muy pocos años, los chinos que vivían o comerciaban en Manila se contaban por decenas de miles. La capital filipina se convirtió en una ciudad extremadamente próspera, punto de intercambio de una enorme cantidad de productos asiáticos, sobre todo chinos, por la plata extraída de las ricas minas de la Nueva España y el Perú. Dio inicio así la ruta transpacífica del Galeón de Manila, o Nao de China, que uniría durante dos siglos y medio los puertos de Manila y Acapulco.

La Capitanía General de Filipinas dependió del virreinato novohispano hasta 1821, es decir, hasta que se consumó la independencia de México, hace exactamente dos siglos. Toda comunicación entre el archipiélago y la metrópoli se realizaba por medio de los barcos que cruzaban el Pacífico y, después, el Atlántico. Es por eso que casi podría considerarse que las Filipinas fue una especie de colonia mexicana en el sureste asiático. Tras la independencia de México, el archipiélago filipino siguió siendo colonia española hasta 1898, momento en el que pasó a ser colonia estadounidense hasta 1946. La turbulenta historia de México y Filipinas durante los últimos dos siglos ha provocado que, en el ámbito popular, la mayoría de las personas de los dos países no conozcan la conexión tan estrecha que tuvieron durante cerca de tres siglos. En 2021, 500 años después de la llegada de Magallanes a las costas filipinas, es tiempo de recordar ese vínculo que unió a México con el otro lado del Pacífico durante tres siglos.◊

 


Breve apunte bibliográfico

 

La cantidad de obras que tratan en profundidad el viaje de Magallanes-Elcano, la llegada de los españoles a Filipinas y la ruta del Galeón de Manila es ingente. Algunas de la que pueden servir para adentrarse en el tema a los lectores curiosos son las siguientes:

Alonso, Luis, El costo del imperio asiático. La formación colonial de las islas Filipinas bajo dominio español, 1565-1800, México, Instituto José María Luis Mora/Universidade da Coruña, 2009.

Barrón, Cristina (coord.), Urdaneta novohispano. La inserción del mundo hispano en Asia, México, Universidad Iberoamericana, 2012.

Bernabéu, Salvador (coord.), La Nao de China, 1565-1815. Navegación, comercio e intercambios culturales, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2013.

Cervera, José Antonio, Tras el sueño de China. Agustinos y dominicos en Asia Oriental a finales del siglo xvi, Madrid, Plaza y Valdés, 2013.

Gil, Juan, Mitos y utopías del descubrimiento. 2. El Pacífico, Madrid, Alianza Editorial, 1989.

Hidalgo, Patricio, Los primeros de Filipinas. Crónicas de la conquista del archipiélago, Madrid, Miraguano y Polifemo, 1995.

Ollé, Manel, La empresa de China. De la Armada Invencible al Galeón de Manila, Barcelona, Acantilado, 2002.

Rumeu de Armas, Antonio, El Tratado de Tordesillas, Madrid, Mapfre, 1992.

Yuste, Carmen, El comercio de la Nueva España con Filipinas, 1590-1785, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1984.

 


* JOSÉ ANTONIO CERVERA JIMÉNEZ

Es doctor en Estudios de Asia y África por El Colegio de México, donde imparte cursos y seminarios relacionados con la historia de China premoderna, filosofía de China e historia de los misioneros en China y Filipinas. Entre sus publicaciones más recientes se encuentra Cartas del Parián. Los chinos de Manila a finales del siglo xvi a través de los ojos de Juan Cobo y Domingo de Salazar (Palabra de Clío, 2015).