La democratización del pensamiento crítico

La filósofa Natalie Wynn, convertida en youtuber, recoge lo mejor de la tradición clásica y difunde, a través de diálogos, conocimiento sobre temas muy diversos. Nayeli García nos relata aquí uno de esos diálogos, entre una feminista radical y una mujer trans, acerca del tema de género.

 

NAYELI GARCÍA SÁNCHEZ*

 


 

Natalie Wynn es una de las razones por las que vale la pena que exista internet: tiene la agudeza mental de una ajedrecista, un guardarropa que envidiaría Lady Gaga, un sentido del humor aderezado con autoescarnio, y publica al mes un extenso video en su canal de YouTube. Para quienes todavía no la conocen, basta saber que es la creadora de ContraPoints, espacio que promueve entre sus casi dos millones de seguidores un pensamiento crítico en torno a las discusiones más apremiantes del internet, que lo son no sólo por su alcance en las redes sociales, sino por su relación con el rumbo de políticas públicas de Estados Unidos y, por lo tanto (aunque duela decirlo), del resto del mundo.

El origen del canal se remonta al tiempo en que Donald Trump fue elegido como presidente, hecho apremiante por sus implicaciones nefastas, que catalizó en Natalie la decisión de abandonar a la mitad su doctorado en Filosofía para dedicarse de tiempo completo a la democratización de argumentos razonados, vía YouTube, a fin de desmontar el discurso fascista de los gobiernos de derecha que se encontraban en asombroso ascenso.

Su método de divulgación retoma uno de los ejercicios más antiguos de la filosofía: la puesta en escena de un diálogo entre personas con puntos de vista opuestos. En una versión muy actual de Platón (por no decir francamente millenial), Natalie ha creado distintos personajes para ejemplificar, por un lado, de forma hilarante y seductora, las teorías marxistas en sus derivaciones posmodernas sobre la identidad y el acceso a la justicia y a la equidad y, por el otro, mostrar por medio de la parodia el fortalecimiento de discursos de odio en la actualidad.

La línea argumental que relaciona todos los videos del canal es el desarrollo del personaje ContraPoints (y por extensión, de Natalie) como mujer transgénero. En las primeras publicaciones —que ya no están disponibles en el canal porque muestran a una persona con la que Natalie dejó de identificarse—, ContraPoints alternaba los diálogos dramatizados con cortometrajes hermosamente desconcertantes para comunicar la experiencia de inconformidad con el género que le fue asignado al nacer.

En ese cementerio de videos eliminados hay varios que se dedican a combatir las corrientes de ultraderecha manifestadas como posturas terraplanistas, creacionistas o antifeministas. Sin embargo, el video que marca el inicio de la “nueva temporada” explica detalladamente “Cómo reconocer a un F@scista”, es decir, enlista los argumentos que la ultraderecha suele exponer para salvarse de la relación con campañas de genocidio o de exterminio de las que existe registro histórico y, a la vez, delinea con precisión al grupo adversario. Su fundamento, sin sacrificar el sentido del humor, es la creencia de que las personas pueden cambiar de opinión al escuchar argumentos basados en una buena dote de literatura científica y dialéctica.

Aunque la mayoría de los contenidos del canal están relacionados con la tesis de que todas las personas tienen derecho a una libre autodeterminación, también hay videos que abordan problemáticas apremiantes, como la cultura de la cancelación, la discusión de las ideas de personas lamentablemente famosas (como Jordan Peterson o Ben Shapiro), los rasgos subversivos de la cultura pop o las raíces neoliberales del cambio climático.

Natalie Wynn es una de las filósofas más agudas de su generación y, sin duda, una de las voces más representativas del pensamiento crítico de izquierda. Para mostrarlo, vale la pena detenerse en uno de sus videos más vistos: “Crítica de género”, con casi tres millones de visitas en el momento de la escritura de este ensayo, porque es el mejor ejemplo para valorar las aportaciones intelectuales de una de las redes sociales más banalizadas de la web.

El video empieza con la lectura teatral de una cita de Germaine Greer, en la que narra su encuentro con alguien que se acerca a ella para agradecerle por lo que La mujer eunuco ha aportado a su vida, a lo que Greer responde con desprecio por la condición trans de su interlocutora. Una vez establecido el punto de vista que se va a combatir, expresado por una de sus representantes, la cámara cambia a un primer plano de las manos de ContraPoints, que está mezclando con una cuchara plateada el contenido de su taza en un gesto que podría tildarse de indudablemente femenino (es decir, históricamente reproducido como un modo de hacer característico de las mujeres). Del tapiz de fondo cuelgan platos y floreros de gusto art nouveau y una luz rojiza remarca el ambiente victoriano de la escena.

Lo siguiente es una exposición sobre el término terf (por sus siglas en inglés, Feministas Radicales Trans Excluyentes), usado con desprecio para referirse a las “feministas radicales”, “radfems” o “críticas de género” que defienden que el género (ya sea femenino o masculino) es un constructo patriarcal y que el “sexo biológico” es lo único que determina si alguien es hombre o mujer. Contrapoints introduce al personaje de su “radfem interior” con la advertencia de que tomará los mejores argumentos a su alcance para entender cuál es el mecanismo racional detrás de la postura transexcluyente en el feminismo.

Contra radfem se opone una drag queen medio bruja, que surge de la oscuridad de un bosque con glitter iluminando su cara y un tocado de cuernos, acompañada de la melodía de Harry Potter, en alusión a la postura de J.K. Rowling sobre la identidad de género. De vuelta al salón victoriano, Contrapoints señala la vulnerabilidad de la comunidad trans en el contexto de un gobierno que dificultó aún más el acceso de las identidades trans a programas de salud o al simple reconocimiento de la prensa. Ese clima de hostilidad, apunta, es el generador de consignas tautológicas como “Las mujeres trans son mujeres” que, aunque aseveran algo cierto, no abren la posibilidad de un diálogo con quien no comparta de entrada las mismas ideas. Así que, en vez de dar respuestas dogmáticas, el video de Natalie ensaya explicaciones más complejas para una serie de “preocupaciones” de la teoría crítica del género.

Primera preocupación: la metafísica del género. En el primer round, radfem defiende que ser mujer o ser hombre no tiene nada que ver con el deseo de serlo, sino con características biológicas que determinan indudablemente el género, a la vez que duda de la existencia de un “alma” masculina “atrapada” en el cuerpo de una mujer o de lo contrario. ContraPoints responde que la metáfora de vivir atrapada en el cuerpo incorrecto es una figura para expresar la experiencia de disforia que no es fácil comunicarle a alguien que no la ha vivido y que ella se describe como una mujer que antes solía ser hombre, en vez de una mujer que siempre lo ha sido.

Segunda preocupación: los estereotipos del género. La versión radfem reclama el hecho de que las mujeres trans a menudo refuerzan estereotipos de género, como usar maquillaje, uñas postizas y en general mostrarse “hiperfemeninas”, mientras que muchas feministas han dedicado sus vidas a pelear para desactivar esos estereotipos. ContraPoints responde que, desde luego, ninguna mujer trans equipara el hecho de ser mujer con las expresiones de la feminidad; sin embargo, muchas de ellas usan esas expresiones como guías para que el resto de la gente pueda tratarlas en correspondencia con su género. Es decir, ser femenina no es inherente a ser mujer, pero, dado que la sociedad patriarcal que impone y exige los estereotipos de género es la misma que cada día enfrentan mujeres trans y cis, lo más conveniente sería tender vínculos de solidaridad entre ellas y no culpar a las trans por la estructura opresiva que se origina y que se sostiene en otras bases.

Tercera preocupación: abolir el género. En respuesta a esta crítica, ContraPoints hace un gracioso ensayo por perder todas las marcas de género: su maquillaje, sus uñas largas, su vestido florido y su coqueto sombrero rojo, la longitud de su pelo, sus gestos corporales y, finalmente, el idioma inglés que usa para expresarse. Obviamente, el ejercicio pierde todo sentido cuando lo único permitido es emitir sonidos robóticos, con la cara lavada, los brazos extendidos a los costados, un camisón blanco y un fondo vacío. Tras el chiste viene el argumento: a las mujeres trans se les exige que desistan de usar los significantes culturales de la feminidad como una vía para expresar quiénes son, bajo el argumento de que deberían, en cambio, perseguir la abolición del género. No obstante, además de que se trata de una meta utópica inalcanzable, ese mismo reclamo no se les hace a las mujeres poderosas (el ejemplo es Kim Kardashian) que inundan sus redes de las mismas expresiones culturales de feminidad. Eso sólo se les exige a las mujeres trans, que se encuentran de por sí en la posición más vulnerable posible para hacerlo. De manera que es como si el llamado a “abolir el género” esgrimido contra las mujeres trans fuera parte de un movimiento de odio que se resguarda en posturas pseudofeministas con el objetivo real de “abolir a las personas trans”.

Cuarta preocupación: el privilegio masculino. “Es típico del privilegio masculino pensar que pueden nombrarse mujeres sin haber vivido ninguna de las dificultades que eso conlleva”, defiende el feminismo radical. La experiencia frente a agresiones de menor o mayor intensidad, como ser interrumpidas en una conversación, el acoso callejero o el peligro letal de una primera cita, es la misma, seas mujer cisgénero o transgénero. E incluso puede ser peor en el segundo caso, pues cuando la condición trans de una mujer no pasa desapercibida, la reacción de las personas a su alrededor suele ser violenta.

Quinta preocupación: socialización masculina. La persona que eres ahora fue determinada por las experiencias de infancia, admite ContraPoints, y reconoce que ella disfrutó de privilegios masculinos durante toda su vida previa a la transición, pero también subraya que la socialización de una persona no termina con la infancia, sino que se extiende a lo largo de toda la vida. Ella misma tuvo que pasar un proceso de resocialización en el que la disolución de sus antiguos privilegios de género la hizo estar muy consciente de ellos, aunque su experiencia de la masculinidad nunca fue satisfactoria.

Sexta preocupación: opresión reproductiva. Punto a favor de las radfems y oportunidad para que ContraPoints diga que ambos grupos de mujeres deberían aliarse en la lucha por el derecho a la autonomía de sus cuerpos. Sin embargo, no todas las mujeres comparten las mismas experiencias de opresión reproductiva ni haber pasado por alguna de ellas es un requerimiento mínimo para ser mujer.

Séptima preocupación: la borradura del vocabulario de las mujeres. Radfem pregunta: ¿por qué las mujeres trans están privando a las demás mujeres de las palabras necesarias para discutir sus cuerpos y la forma en que son oprimidos? Pareciera que ya no está permitido decir mujer embarazada, sino persona embarazada o que debe decirse personas menstruantes para hablar de ese tema. Sin embargo, estas expresiones permiten que los hombres trans no sean excluidos de los servicios médicos que necesitan en caso de estar en gestación o tener algún problema relacionado con su ciclo menstrual. ContraPoints admite lo mal que podrían sonar esas nuevas expresiones, pero considera que ese sufrimiento estético vale la pena con tal de encontrar una terminología que no excluya a nadie de recibir el tratamiento médico que requiera.

Octava preocupación: la palabra terf es discriminatoria. ContraPoints reconoce que terf es una forma peyorativa de referirse a personas transfóbicas que se hacen pasar por feministas radicales o críticas del género, pero, aun así, señala que usarla no constituye un acto de discriminación, pues se emplea para describir los comportamientos y las creencias de un grupo, no su identidad.

ContraPoints es representativa de lo mejor que nos han dado las redes sociales en el sentido de que su participación activa forma alianzas y permite la creación de comunidades para discutir de manera generosa temas que en circuitos como la academia o la ciudad letrada tardarían varios años en alcanzar a tantas personas. Sin sacrificar el rigor de las fuentes o la metodología de cuestionamiento y análisis de un problema, pensadoras jóvenes como Natalie Wynn están cumpliendo el cometido que persiguieron (con resultados cuestionables) todas las revoluciones sociales del siglo xx: la democratización del conocimiento.◊

 


* NAYELI GARCÍA SÁNCHEZ

Es editora y escritora, egresada de la unam y doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de México. Trabajó como consultora lingüística en la Academia Mexicana de la Lengua y como asistente de investigación en el Conacyt. A la fecha está a su cargo la coordinación editorial de la Revista de la Universidad de México.