La democracia plena, necesidad radical, puesta en práctica en el movimiento estudiantil de 19681

Julio Boltvinik era estudiante de la maestría en economía de El Colegio de México cuando ocurrió el movimiento estudiantil de 1968. Como militante de éste, fue detenido y encarcelado brevemente en Lecumberri. En este escrito relata algunas de sus experiencias de esos días y retoma la discusión sobre la democracia con que actuaba el Comité Nacional de Huelga estudiantil.

 

–JULIO BOLTVINIK*

 


 

I. Movimiento subversivo porque mostraba, en los hechos, que la democracia plena es posible, y no perseguía propósitos gremiales sino universales

 

Cincuenta años después del movimiento estudiantil de 1968 (ME68), me sigo preguntando cómo fue posible que los estudiantes de El Colegio de México (Colmex), todos becados y de tiempo exclusivo, casi todos estudiantes de posgrado, parte de la élite estudiantil del país, declarásemos la huelga y enviásemos representantes ante el Consejo Nacional de Huelga (cnh). Votamos a favor de la huelga sin pensar siquiera en la posibilidad de que nos suspendiesen la beca, no nos importaba. Era tal la fuerza de lo que estaba pasando que nos arrastraba a todos. Éramos agentes casi involuntarios de una fuerza social gigantesca. Vivimos en plena libertad,2 en el seno de una sociedad represiva, como militantes políticos de tiempo completo durante menos de dos meses.

La organización del ME68 era una forma de democracia en dos niveles: asambleas de escuelas y la asamblea del cnh, integrada por dos representantes de cada escuela. Las decisiones, antes de votarse en el cnh, se llevaban, en general, a las asambleas, de tal manera que los representantes éramos realmente delegados. Una estructura así permitía la participación de todos en el proceso de toma de decisiones. ¿Alguna vez las instituciones de este país funcionarán así? La unam, el Poli, el Colmex, etc., siguen encabezadas por juntas de gobierno que no representan a los miembros activos de la institución y que nombran directores, rectores, presidentes. En su interior predomina el autoritarismo, a pesar de la existencia de cuerpos colegiados que, en principio, toman decisiones por mayoría de votos.

El ME68 fue una lucha por las libertades democráticas en un país asfixiado por la dictadura perfecta. El punto más importante de nuestro pliego petitorio fue el de diálogo público, con el que el movimiento quiso evitar los acuerdos en lo oscurito donde prevalecen los sobornos y/o la coerción. Me parece que lo más subversivo de todo era nuestra forma de organización democrática que, con el ejemplo, criticaba hasta la raíz a las organizaciones autoritarias que dominaban y siguen dominando, de manera casi absoluta, a este pobre y deshecho país.

También resultó muy subversivo un movimiento que, a diferencia de los movimientos ferrocarrilero, electricista o el de los médicos, no perseguía objetivos gremiales centrados en los intereses de los estudiantes, sino propósitos universales para todos los mexicanos: libertad de los presos políticos, derogación del delito de disolución social y, mucho más que todo eso, libertades democráticas para todos.

El 22 de septiembre de 2008, hace diez años, promoví el “Recordatorio del ME68 en El Colegio de México”. Algunos que habíamos sido activistas hacía 40 años en el Colmex compartimos recuerdos del ME68. Además, participaron como invitados Salvador Martínez Della Roca (“El Pino”) y Sergio Zermeño. También hubo participaciones del público. Algunos señalaron que los estudiantes no estábamos solos: tuvimos el apoyo de profesores, intelectuales y de algunas autoridades universitarias. Se resaltó el destacado papel del rector de la unam, Javier Barros Sierra (jbs). Zermeño señaló que, ante la brutalidad del adversario (pri-gobierno-presidente), resultaba importante la alianza con la clase media. La postura de defensa de la autonomía universitaria por parte de jbs, dijo, le dio respetabilidad al movimiento e hizo posible su alianza con la clase media.

Zermeño puso en duda el carácter ejemplarmente democrático de la organización del ME68 que yo sostuve, señalando que la tendencia a reproducir la pirámide (la formación de un pequeño grupo dirigente en la cúspide) fue tapada por la represión del 2 de octubre.3 No dudo que se estuviese formando una élite dirigente. Pero lo dicho por Pablo Gómez avala mi postura:

 

El cnh no era un pequeño grupo, no era un caudillo: no había posibilidades de que semejante cosa se produjera. Ese parlamento llamado cnh estaba formado por los delegados de cada escuela, y esos delegados eran elegidos en asamblea. Los delegados, los miembros del cnh, iban a consultar a sus asambleas […] [Donde] se discutían y volvía otra vez el punto de vista de las asambleas […] Era un procedimiento totalmente democrático y parlamentario, en el que los parlamentarios estaban obligados a consultar a sus electores antes de tomar una decisión.4

¿Puede haber una mecánica más democrática que ésta?

 

II. José Revueltas y las necesidades radicales

 

José Revueltas analizó los organismos creados por el movimiento estudiantil desde la perspectiva de la autogestión, contrastando la sociedad de alumnos con los comités de lucha y la Federación de Estudiantes Universitarios (feu) con el cnh. Extractos de su análisis son los siguientes:

 

La Sociedad de Alumnos, agrupación limitada, burocrática, mediatizada por una superestructura de ordenamientos paralizantes y viciosos destinados a impedir la acción revolucionaria del estudiantado sustituyéndola con los métodos de la politiquería oficial. El comité de lucha como organismo democrático y revolucionario, electo directamente en las asambleas, cuestionable, cuestionado y susceptible de revocación. El cnh como organismo de masas, ligado a éstas por vínculos orgánicos (los delegados) y que reúne las condiciones de un cuerpo dirigente de tipo nuevo, donde se funden las atribuciones de orientación política, dirección y ejecución, en unidad con las bases de cada centro de estudios, escuela, facultad o instituto, o sea, como una realización de la praxis […] Compárense estas formas de funcionamiento orgánico y de acción revolucionaria con la feu y las feus del pasado, verdaderos nidos de ratas políticas y de malhechores, de politicastros y de gánsteres, calcados al carbón de los modelos que ofrece la política oficial de la “revolución” hecha gobierno. ¿Por qué son formas de autogestión las brigadas, los comités de lucha, el cnh y, aún más, los volantes y los manifiestos impresos en mimeógrafo? Véanse los rasgos esenciales que definen la naturaleza de las formas puestas como ejemplo: —Democracia amplia, directa, que se ejerce en plena e irrestricta libertad, sin mediatización alguna y sin que permita el menor síntoma de culto a la personalidad. —Conciencia colectiva clara, unívoca, por convicción evidente e irreversible de toda la comunidad estudiantil. —Libre juego de las ideas, corrientes y tendencias ideológicas, dentro de un propósito único y común […] (lo único que no cabe en nuestras filas son los gobiernistas, oportunistas, ni panistas gubernamentales).

 

Como dice Roberto Escudero, activista del 68, en el prólogo al libro de Revueltas México 68: Juventud y Revolución,5 parafraseando al propio novelista: “cualquier movimiento revolucionario, incluido el ME68, es socialista porque las necesidades de democracia cabal que han planteado sólo pueden ser satisfechas cuando el proletariado […] se libere a sí mismo y a la sociedad en su conjunto”. Esto que dijo Escudero corresponde al concepto que Agnes Heller (ah) y György Márkus (los dos más importantes miembros de la Escuela de Budapest que, junto con la de Frankfurt, han mantenido vivo y desarrollado el pensamiento crítico de Marx), han sistematizado: las necesidades radicales (nr), que definen como aquellas N que genera el propio capitalismo pero que éste no puede satisfacer. La democracia cabal, planteada a fondo por el movimiento estudiantil, es sin duda una nr. Pero la diferencia con Revueltas es que éste seguía concibiendo al proletariado como la clase revolucionaria única, como la única portadora de las nr, como la encargada de la misión de superar el capitalismo. En cambio, Heller y Márkus conciben que los agentes del cambio son aquellos que cobran conciencia de sus nr. Además de democracia cabal, son nr las de tiempo libre, creatividad, autorrealización, la N de dejar de ser burgeois (persona privada que lucha por su propio interés) y transformarse en citoyen (que actúa buscando el bien colectivo). Dice Pier Rovatti, autor del prólogo al libro de ah, Teoría de las necesidades en Marx:

 

También para ah el año decisivo es 1968 […] fundamentalmente porque percibe en las revueltas estudiantiles occidentales la expresión concreta de una crítica que desde el nivel de la política y de la economía consigue penetrar en el modo de vida burgués. La prioridad de la vida cotidiana […] se hace, para ah, históricamente visible […] La vida individual, en términos del joven Marx se realiza cuando la vida se convierte en objeto para el hombre, esto es, cuando el hombre puede vivir para-sí-mismo conscientemente como género; la vida individual, por consiguiente, se contrapone al hombre particular cuyo fin es la auto-conservación y cuya necesidad consiste en la identificación con todas las convenciones y exigencias del sistema. De ahí la exigencia política de una reestructuración de la vida cotidiana […] la exigencia de un nuevo modo de vida.6

 

III. La experiencia de la cárcel y el valor de la libertad

 

La tarde y noche de la matanza de Tlatelolco algunos (como Gustavo Garza, militante del comité de lucha del Colmex) se salvaron de la muerte porque en la ruleta rusa de la balacera cruzada no les tocó. Otros, como Cabeza de Vaca y yo, nos salvamos porque estábamos presos.

Estar encarcelado puede ser una experiencia terrible, pero puede tener, cuando la compañía es adecuada, su lado luminoso. Los de la crujía M, en la cual el huésped más distinguido era Eli de Gortari, íbamos al campo deportivo una vez al día, un par de veces a la semana podíamos ir al baño de vapor. Leíamos varios periódicos al día, sobre todo el Excélsior. Jugábamos ajedrez, pero lo mejor eran las conferencias sobre historia de México de Eli de Gortari. Lo escuchábamos atónitos, en un silencio impresionante.

En Lecumberri casi no leí, salvo periódicos y revistas. La familia y los amigos y amigas que nos visitaban tenían miedo de llevarnos libros muy políticos, especialmente de marxismo. Al llegar los periódicos en la mañana, se leían en voz alta las notas principales. Hablábamos sobre el movimiento buena parte del día. Estando en Lecumberri me sorprendió la existencia en las cárceles mexicanas de la visita conyugal, en la cual la mujer que visitaba no tenía que ser esposa del preso (agudo contraste para mí, que devoraba películas y me encantaban las de cárceles, casi todas de Hollywood, por las que sabía que, en ellas, abstención, masturbación, homosexualidad, eran las únicas opciones para los presos varones; no recuerdo haber visto películas de mujeres presas). Me enteré, tiempo después, de que las compañeras presas en Santa Martha Acatitla no tenían este derecho ni estaban en crujías reservadas para presas políticas (declaración de “Nacha”, en Memorial del 68, p. 159).

El 3 de octubre nos enteramos de la matanza de Tlatelolco por los periódicos. Fue un cubetazo de agua fría. No podíamos creer que hubieran disparado contra la multitud. Vivimos en una angustia espantosa en los siguientes días, sin saber quién estaba muerto, quién desaparecido y si el movimiento podría continuar. En esos momentos el aislamiento de la cárcel fue durísimo.

A lo largo de los 40 días que pasé en Lecumberri, la pregunta más angustiante, que aparecía cuando me quedaba solo o con mis compañeros de celda, era cuánto tiempo íbamos a estar presos. Mi auto de formal prisión, como el de todos, era por muchos delitos, lo que hacía pensar en muchos años de cárcel. La idea de envejecer ahí era terrorífica. Como dijo Antonio Pérez Sánchez: “Podías estar vacilando todo el día y albureando y haciendo bromas […] pero llegaba un momento en que te quedabas solo y decías ya tengo un año aquí ¿cuánto nos falta? Entonces te deprimías, era lo que se conoce como el carcelazo”.

Como dijo hace diez años Luis Hernández Navarro: “Se equivocan quienes se despiden ya del 68. Los 40 años del 68 son campo de batalla en contra del autoritarismo y momento de celebrar su victoria cultural”.7 Dos de octubre no se olvida. Tampoco los 131 días que duró el movimiento estudiantil y que “conmovieron a México”.◊

 


1 Este texto toma libremente de mi escrito “Recuerdos y reflexiones sobre el movimiento estudiantil de 1968”, en Salvador Martínez Della Rocca, Voces y ecos del 68, México, Porrúa, 2009, pp. 85-99.

2 A esta libertad es a la que se refiere Gilberto Guevara Niebla en el título de su libro: La libertad nunca se olvida. Memoria del 68, México, Cal y Arena, 2004.

3 En su artículo “A 40 años. ¿Qué cambió, qué permanece?”, en Martínez Della Roca, op. cit., pp. 367-385, Sergio Zermeño mantiene esta tesis y añade muchas reflexiones interesantes.

4 Memorial del 68, México, unam/gdf, 2007, pp. 74-76.

5 México, Era, 1978/2008.

6 Barcelona, Ediciones Península, 1974.

7 La Jornada, Suplemento Especial 1968-2008, 2 de octubre de 2008, p. 15.

 


* JULIO BOLTVINIK 
Es profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México.