
01 Abr La conservación de la biodiversidad genética del maíz mexicano y el t-mec
La reflexión en torno al dilema que enfrenta México sobre cómo preservar y promover el cultivo del maíz criollo o nativo ante los compromisos adquiridos en el t-mec de continuar la liberalización agropecuaria es parte de las indagaciones de Antonio Yúnez sobre el calentamiento global y de su convicción sobre la incapacidad de quienes dirigen los Estados nacionales para promover un desarrollo global sostenible, debida en parte a las presiones que ejercen poderosos intereses económicos.
ANTONIO YÚNEZ NAUDE*
El maíz en México
Sabemos que nuestro país es el centro de origen del maíz, donde se ha mantenido la diversidad en su cultivo a partir del uso de semillas “criollas” o “nativas” por parte de millones de pequeños agricultores y hogares rurales, muchos de ellos en pobreza y pertenecientes a la población originaria de México. Estos grupos producen el grano mediante el trabajo familiar, principalmente para el autoabasto, es decir, como parte del consumo de sus familias y para alimentar a sus animales. Dicho comportamiento se debe, en parte, a su relativo aislamiento de los mercados formales, por varias razones: una de ellas, la ausencia de infraestructura adecuada de comunicaciones y transporte.
Característica adicional del cultivo de maíz en México es que la producción campesina para la subsistencia familiar coexiste con la orientada al mercado por parte de agricultores medianos y grandes que aplican semillas mejoradas. Tal heterogeneidad no se ha tomado en cuenta con seriedad en varios ámbitos. Las políticas públicas se diseñan bajo la suposición de que los productores de autoabasto se comportan como los que están orientados al mercado o los que son ineficientes. Muchos de los que adoptan esta visión ignoran lo tanto que contribuyen los campesinos a mantener la biodiversidad genética del maíz que cultivan.
Las variedades “mejoradas” de maíz son las que han sido sometidas a adecuaciones mediante el uso de tecnologías modernas. Salvo las semillas genéticamente modificadas de maíz —cuyo cultivo es hasta ahora prohibido en México—, el resto son las que usan los productores con orientación comercial: las compran en el mercado para cada ciclo agrícola. Por su parte, las variedades “criollas” o “nativas” también se han mejorado, pero desde hace siglos, por los propios campesinos mexicanos que usan sus conocimientos ancestrales. Muchos de estos pequeños productores de autoconsumo —que incluyen a nuestra población originaria— han mantenido esta práctica con sus propias semillas o con las que intercambian con sus vecinos. Con estas prácticas, han conservado la biodiversidad genética del maíz. Aporte adicional de estos productores a la biodiversidad es su costumbre de combinar en la milpa el maíz con otros cultivos, como el frijol y la calabaza criolla, así como los quelites.
El llamado maíz blanco es el principal cultivo del país en términos de área cultivada y como alimento, y lo produce todo tipo de agricultores. La diferencia es que la producción comercial se basa en el monocultivo y en la homogenización de las semillas aplicadas. Mientras que México ha alcanzado la autosuficiencia en maíz blanco, depende de las importaciones de las variedades amarillas estadounidenses, mejoradas o transgénicas, que se usan sobre todo como insumo alimenticio de la ganadería mexicana y en la producción de bebidas y comida chatarra.
Si bien nuestros campesinos se han esforzado por mantener la biodiversidad genética del maíz, hay evidencia de que se ha ido perdiendo, a lo cual hay que sumar los hallazgos de una acumulación de transgenes en razas de maíz mexicano, una contaminación que se da a través del polen. Las semillas transgénicas se obtienen a partir de la bioingeniería, con la cual las semillas de maíz se alteran con genes de otras especies para que las de maíz se vuelvan más resistentes a plagas y herbicidas, entre ellos el glifosato. La contaminación del maíz mexicano puede deberse al maíz amarillo importado, a la experimentación con maíz transgénico en campo abierto o al uso de las semillas transgénicas por parte de agricultores que las traen del extranjero.
La pérdida de biodiversidad en el cultivo del maíz en México y la presencia de transgenes tanto en su cultivo como en los alimentos son fenómenos que causan preocupación en algunos círculos nacionales e internacionales (por ejemplo, en México cobra fuerza el movimiento “Sin maíz no hay país”). El asunto tiene varias aristas. Una de ellas es que dicha pérdida reduce el acervo de material genético de las variedades del maíz cultivado por los campesinos, necesario para el mejoramiento del segundo cereal más importante del mundo y alimento básico de millones de sus habitantes. También preocupa el daño a la salud que puede traer el consumo de alimentos procesados que usan como insumo maíz transgénico (refrescos y botanas, entre muchos otros).
La reducción de la biodiversidad del maíz va acompañada de situaciones perniciosas. Dos de ellas son la pérdida de la cultura del maíz, de la milpa, y el abandono de las prácticas campesinas de mejoramiento in situ de sus semillas, es decir, con base en sus conocimientos y en las condiciones agroecológicas locales. Hay que agregar que estos procesos limitan la capacidad de adaptación del cultivo al cambio climático.
Son múltiples y complejas las causas que están reduciendo la biodiversidad con la que se ha cultivado el maíz en México. Una de ellas es la migración de los miembros jóvenes del hogar agrícola en busca de oportunidades de empleo que aumenten su ingreso, lo cual ocasiona la pérdida de la fuerza de trabajo familiar requerida para la producción del grano y la milpa.
Propósitos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y el t-mec
La atención a la pérdida de biodiversidad genética en el cultivo del maíz está planteada en la Ley Federal para el Fomento y Protección del Maíz Nativo (Ley Maíz, en adelante), decretada en 2020 por la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador (amlo) (Diario Oficial de la Federación o dof, 13 de abril de 2020). Esta ley es compatible con uno de los propósitos de los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas por promover el desarrollo sustentable: lograr la seguridad alimentaria en el mundo, lo cual incluye el mantenimiento de la biodiversidad genética de los cultivos (véase “The 17 Goals”).
Según la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), uno de los propósitos de la Ley Maíz es garantizar y fomentar que todas las personas tengan acceso efectivo al consumo informado de maíz nativo y en diversificación constante, así como de sus productos derivados, en condiciones libres de organismos genéticamente modificados (ogm).
Son atinados los propósitos de la Ley Maíz. El problema es que una de las medidas que ahí se propone para promover el maíz nativo es frenar la importación del transgénico, lo cual genera fricciones con lo acordado en el capítulo agropecuario del t-mec. El capítulo contempla la promoción del comercio de productos de la biotecnología, que incluye, sin mencionarlo, al maíz transgénico. Y prohibir su importación afectaría los intereses de la cadena maicera estadounidense, en la cual juegan un papel relevante sus grandes corporaciones multinacionales. México es el principal importador de maíz amarillo producido en Estados Unidos, entre los cuales se cuenta el cultivado con ogm producidos por grandes empresas globales como Monsanto. Tal prohibición también afectaría a los ganaderos mexicanos que usan como forraje granos de maíz amarillo proveniente de nuestro vecino del norte.
El disgusto de los estadounidenses ante los propósitos del gobierno de amlo de prohibir las importaciones de maíz transgénico (y del glifosato) no se ha hecho esperar. En los últimos meses, funcionarios del gobierno del presidente Biden y congresistas del Poder Legislativo de Estados Unidos han expresado una inconformidad basada en el capítulo agropecuario del t-mec. Argumentan, además, que no hay evidencia científica de que los transgénicos y el glifosato pongan en riesgo la salud humana. (Trato el tema del t-mec y del maíz transgénico en un capítulo del libro Influencias y compromisos internacionales en la política ambiental mexicana, de El Colegio de México, en prensa).
A fines de enero de 2023, la representación comercial del gobierno de Biden envió una carta a la Secretaría de Economía de México en relación con los propósitos de prohibir la importación de maíz transgénico y del glifosato que pide la presentación de los fundamentos científicos sobre los riesgos a la salud por el consumo de estos productos. La manera en la que respondió el gobierno mexicano fue mediante un decreto publicado el pasado 13 de febrero en el dof, que contiene la abrogación de uno previo sobre el tema, publicado en el mismo medio el 31 de diciembre de 2020. La fecha de publicación, el contenido del nuevo decreto y su vigencia al 31 de enero de 2024 pueden interpretarse como una tregua a la aplicación de la Ley Maíz en cuanto a las importaciones de variedades transgénicas.
El decreto establece las acciones que debe realizar el gobierno federal en relación con la importación de maíz con ogm y de glifosato, entre otras, con el propósito de salvaguardar la salud y promover un medio ambiente sano, así como la seguridad y la autosuficiencia alimentaria de México. En el decreto se determina el 31 de marzo de 2024 como la fecha para concluir estas acciones.
Será difícil que el Estado mexicano llegue a prohibir la importación de maíz con ogm, entre otras razones, por los efectos negativos que traería consigo una “guerra comercial” en el marco del t-mec. De aplicar el gobierno mexicano la prohibición, la reacción estadounidense probablemente incluya, en primera instancia, la imposición de aranceles a las cuantiosas exportaciones mexicanas de frutas y vegetales, como las de aguacate y jitomate. A lo anterior hay que añadir la dependencia del sector pecuario mexicano del maíz amarillo importado.
Considero, además, que será muy complicado detener la contaminación del maíz criollo con transgénicos y también lograr que los ganaderos del país sustituyan el maíz amarillo por otros forrajes.
Opciones para promover el cultivo del maíz criollo mexicano
La Ley Maíz sólo precisa un instrumento con el cual la presente administración espera conservar y promover el cultivo de maíz nativo. Me refiero al programa “Precios de Garantía” para los pequeños y medianos productores del grano (y de otros cultivos básicos), que establece que el gobierno comprará maíz a un precio fijado por arriba del de mercado. Una de las limitaciones de la estrategia es que los productores de autoabasto —los que han preservado su biodiversidad genética— no tengan los incentivos necesarios para vender el grano al precio de garantía. Mi argumento parte de la evidencia empírica cuyos resultados muestran que la valoración campesina del maíz que cultivan para el consumo familiar es considerablemente mayor al precio de garantía (Hernández Solano et al., Reporte técnico final del Proyecto TEEBAgriFood Maíz-Milpa, 2021, y López López y Yúnez Naude, “La política agrícola en México: evaluación a partir de una tipología de productores”, Estudios Sociológicos, 2021, pp. 495-532).
Propongo, entonces, que el fomento eficaz del cultivo de maíz criollo tendría que basarse en estrategias distintas, enfocadas en el apoyo a campesinos que mantienen el cultivo de maíz criollo y la milpa, considerando los beneficios potenciales que para ellos tendría la comercialización en los mercados locales y regionales de parte de los alimentos que producen. La estrategia puede incluir apoyos para aumentar rendimientos, siempre y cuando se tomen en cuenta las condiciones agroecológicas locales y la cultura campesina del maíz. Para aumentar la productividad, contamos con los conocimientos y las prácticas de instituciones como el Centro de Investigación del Mejoramiento del Maíz y el Trigo (cimmyt) y la Universidad Autónoma de Chapingo. Mi sugerencia de promover la comercialización en mercados locales y regionales parte de la preferencia del consumidor mexicano por tortillas, tamales y otros productos elaborados con maíz criollo diverso y por otros productos de la milpa.
Componente adicional del esbozo de estrategia que propongo es el impulso a las organizaciones campesinas para la venta de los alimentos que producen y elaboran. Con ellas, los productores reducirán costos, no requerirán intermediarios y, más aún, podrán solicitar apoyos gubernamentales de manera conjunta. La promoción de las organizaciones campesinas con fines económicos es un factor primordial del enfoque “de abajo a arriba” en materia de política pública, a partir del cual participa la población objetivo de los programas gubernamentales de forma activa y organizada. La aplicación de este enfoque significará que la política pública estará tomando en cuenta las condiciones socioeconómicas, medioambientales y culturales en las que viven los sujetos de su apoyo.
Conclusión
Es poco probable que Estados Unidos actúe en contra de la estrategia que sugiero, la cual, además, es compatible con los acuerdos y propósitos de la onu en materia agroalimentaria y medioambiental.
A mi entender, el gran reto es que los gobiernos de México tengan la visión de mediano y largo plazos necesaria para poner en práctica una política de Estado eficiente a fin de promover la conservación de nuestros recursos, que también son los del mundo. Para que esto suceda, se requiere la participación activa de la sociedad civil consciente de la urgencia de que hay de poner en práctica acciones conducentes al logro de un desarrollo sustentable.1◊
1 Agradezco los valiosos comentarios de Gabriela Torres Ramírez, que mucho contribuyeron a la versión final de este artículo.
* Es economista. Licenciado por la Universidad Autónoma de Puebla, maestro por El Colegio de México y la Essex University y doctor por la London School of Economics and Political Science. Es miembro de la Junta de Gobierno de El Colegio de México e Investigador Emérito del sni. Entre sus muchas publicaciones cabe destacar, como compilador, el libro Los pequeños productores rurales de México: las reformas y las opciones (El Colegio de México, 2000) y, como coautor, el libro Economic Development, Agriculture and Climate Change (World Scientific Publishers, 2023).