01 Ene Integrar un reino
JOSÉ LUIS QUEZADA LARA*
Integrar un reino. La ciudad de México en la Monarquía de España. 1621-1628.
Gibran Bautista y Lugo.
México,
unam-Instituto de Investigaciones Históricas,
2020, 347 pp.
Integrar un reino es el primer libro de Gibran Bautista. Publicado en 2020 bajo el sello editorial del Instituto de Investigaciones Históricas de la unam, cuenta con un prólogo del Dr. Óscar Mazín y se desprende de la tesis de doctorado Castigar o perdonar (2014), trabajada por el autor en el Posgrado en Historia de la misma casa de estudios. Sin embargo, el cambio en el título de la obra no debe pasar desapercibido, pues obedece a un proceso de reescritura de ese primer trabajo, al replanteamiento y reenfoque de temas y de problemas historiográficos no ponderados con suficiencia en la primera versión, así como al diálogo y al intercambio académico durante los últimos años con los profesores John Elliot, Óscar Mazín e Iván Escamilla, entre otros. El proceso de reescritura de su texto también se debe, en buena medida, a su acercamiento con la Red Columnaria, agrupación de historiadores interesada en estudiar los procesos de incorporación territorial de los ámbitos geopolíticos americanos a las monarquías ibéricas y, en consecuencia, preocupada por señalar el lugar preponderante que tuvieron los reinos de las Indias Occidentales en el desarrollo político de las metrópolis hispanas (un ejemplo de estos enfoques y propuestas puede revisarse en Mazín y Ruiz, p. 471). Consciente de estas aproximaciones, Integrar un reino pondera la centralidad que, como cabeza del reino de Nueva España, ocupaba la ciudad de México en la primera mitad del siglo xvii en el concierto de la Monarquía ibérica, y su importancia céntrica en la Corte de Madrid y para el rey. Incluso, su trabajo complejizó y enriqueció la metodología y los enfoques empleados por la Red Columnaria porque acentuó el papel de los mediadores en situaciones de tensión política en los espacios locales del Imperio. De ese modo, al estudiar los antecedentes e implicaciones de la revuelta popular de 1624 contra el virrey Diego Pimentel en la Nueva España, Gibran Bautista logra reflexionar sobre la relación del rey con sus vasallos y subrayar la importancia de la conciliación y el perdón real como herramientas de mediación, negociación, preservación y restauración del orden en la Monarquía, por supuesto, con la consecuente paz entre las partes en ambos lados del Atlántico.
La revuelta de la ciudad de México contra el virrey conde de Gelves no es un episodio nuevo para la historiografía mexicana ni mexicanista. El profesor Mazín y otros historiadores han escrito sobre él y han ponderado los conflictos entre criollos y españoles en los ámbitos eclesiásticos o han señalado el respaldo del episcopado novohispano hacia los intereses de las élites locales del Virreinato, por lo que el motín de 1624 se ha visto como un ejemplo de fuerza de la jerarquía eclesiástica de Nueva España en contra del representante del rey (Mazín, 2012; Stowen, 1970; Israel, 1980; Ballone, 2017). Ciertamente, estos asuntos tampoco son desconocidos para Gibran Bautista, quien ya había publicado “1624: Historia de una rebelión olvidada” (Bautista, 2007) y “Los indios y la rebelión de 1624 en la ciudad de México” (Bautista, 2010). Ambos trabajos dan cuenta de su trayectoria de investigación, sus inquietudes historiográficas y las aproximaciones metodológicas desde las que ha explorado el tema. Sin embargo, el tratamiento que desarrolló en Integrar un reino constituye, además, una novedad, debido a la interpretación de las fuentes y a la discusión historiográfica que desarrolla a lo largo del trabajo.
El escenario de su estudio abarca desde el alzamiento del pendón real, la jura de fidelidad a Felipe IV por parte de los vecinos de la ciudad de México en 1621 y la rebelión de las corporaciones y vecinos de la capital novohispana contra el virrey de Nueva España tres años más tarde, hasta 1628, periodo en que el monarca concedió el perdón a los rebeldes mexicanos en el pregón navideño del año anterior, mediante el cual nulificó el delito de lesa majestad que pesaba sobre éstos y los restituyó a su antiguo honor y fama, reintegrándolos a la comunidad en pleno de la Monarquía. Bajo ese contexto, Bautista esboza una explicación de los motivos por los que los vecinos de la ciudad transitaron de la obediencia al rey a la rebeldía en contra de su delegado en Nueva España. Por ello, se centra en aclarar cómo, en uno de los territorios más importantes de las Indias Occidentales y durante un periodo en el que las reformas morales y financieras del conde duque de Olivares estaban en ascenso, cayó un representante del rey. Más aún, Bautista busca dar respuesta a la pregunta de por qué, en lugar de tratar de imponer su autoridad para someter a los insurrectos de la capital novohispana, el rey optó por el perdón y la reconciliación cuando su poder se estaba expandiendo. Por supuesto, las respuestas no son unívocas y producen diversas reflexiones, sobre todo, en lo relativo al papel del inquisidor-visitador Martín Carrillo y Alderete y la Inquisición de México luego del motín antigelvista.
Como se ha advertido, la obra aquí reseñada consta de tres partes. Éstas centran su atención en la obediencia, rebeldía y reconciliación entre el monarca español y sus vasallos novohispanos, varios de ellos descendientes de los primeros conquistadores. Estos ejes estructurantes, que se desarrollan a lo largo de ocho capítulos, le permitieron a Bautista mostrar el modo en el que los vecinos de México reclamaron, en nombre del soberano, el lugar y privilegios que les correspondía en la Monarquía de España, no obstante haber surgido como un territorio anexado a Castilla tras la Conquista.
En la primera parte, muestra el hartazgo de los vecinos de la ciudad de México hacia el proyecto reformista que buscó implementar el virrey marqués de Gelves en Nueva España entre 1621 y 1624, pues, desde su punto de vista, éste pasó por alto la legitimidad, los derechos y los privilegios de la capital y de sus vecinos en el concierto de la Monarquía, así como los asuntos, relaciones y negocios indianos que regían en la ciudad y en otros puntos del reino. En ese sentido, el golpe contra el virrey supuso una crisis en las relaciones entre el rey y sus súbditos, las cuales se tensaron tras la deposición de Pimentel y el establecimiento del gobierno de facto de la Audiencia Real.
En la segunda parte, desarrolla el modo en que la Corona transitó del castigo a los rebeldes y una posibilidad de perdón selectivo —buscado en España y Nueva España por el visitador Carrillo, el virrey derrocado, el Consejo de la Suprema Inquisición y el Consejo de Estado— al perdón general obtenido por las principales corporaciones del reino y de su capital que estuvieron implicadas en el motín antigelvista. El giro en la política real tuvo varias explicaciones: por una parte, la actuación de consuno y la capacidad de negociación de los procuradores del Virreinato ante la Corte de Madrid y los Consejos de Indias y Castilla y, por otra, la necesidad de las arcas reales del dinero americano para sostener sus proyectos bélicos.
La tercera parte de la obra explica las implicaciones detrás del giro de la Corona al transitar del castigo y la persecución a la reconciliación entre el monarca y sus vasallos por medio de la declaración de nulidad de sus delitos en el pregón de diciembre de 1627. Esto supuso el desplazamiento del visitador-inquisidor Carrillo por el arzobispo Manzo como encargado de las averiguaciones en la sedición y las actuaciones judiciales de su predecesor, así como la creación de un pacto entre los nuevos representantes del rey y sus vasallos, que restituyó la tranquilidad del reino y el orden quebrantado. Pero no sólo eso. La Reconciliación de Navidad, sobre todo, constituyó el triunfo de los grupos de poder político y económico de la capital del Virreinato, quienes exigieron sus derechos y pusieron límites al poder real, por lo que demostraron que su plena integración en las decisiones de la Corona era indispensable para la conservación de un régimen que pretendía la universalidad.
Además de lo mencionado líneas arriba, respecto a la conciliación política y el perdón real como objetos de estudio, una virtud de la obra está en la explicación de las figuras jurídicas del antiguo régimen. Conceptos como el de indulgencia, justicia y restitución, entre otros, hundían sus raíces en el Medievo hispánico y fueron clave en la relación entre el rey y sus vasallos hasta las primeras décadas del siglo xix, cuando la Monarquía comenzó a desmoronarse. Otra bondad de Integrar un reino está en haber colocado a la ciudad de México, una de las más ricas de la Monarquía, como protagonista de su estudio. Bajo el liderazgo de los oidores de la Audiencia Real, quienes estuvieron detrás de la organización del golpe contra Gelves y gobernaron la ciudad al asumirse protectores del reino a su caída, su estudio pondera las lógicas de participación social de los vecinos de la ciudad de México contra el representante del rey en Nueva España. Entre éstos se contaban el arzobispo Pérez de la Serna, los clérigos de esa diócesis y los oidores de la Audiencia, pero también el gremio universitario, los indios y las cofradías de negros, los comerciantes y mercaderes, entre otros. Contrario a lo sostenido por la historiografía que ha estudiado el tema, Bautista mostró que el alzamiento estuvo lejos de ser un acontecimiento espasmódico de “fanáticos” en defensa del prelado y, antes bien, constató que éste se efectuó en nombre de Felipe IV y en contra del virrey “tirano”, hecho que ratificó “la madurez del orden de república en la ciudad de México” (Bautista, 2020, p. 146). Así, lejos de los lugares comunes respecto a la confrontación entre “criollos” y “peninsulares” como eje explicativo, el autor descubrió en la jornada rebelde los lazos de complicidad y coordinación política e interétnica de los residentes de la capital en la ocupación de la Plaza Mayor y el compromiso que asumieron en el despliegue de sus acciones para la toma del Palacio Real, así como en la defensa que presentaron a través de sus mediadores ante la Corte para justificar y legitimar sus acciones.
Ahora bien, resulta de sumo interés la exposición de Bautista sobre la actuación del visitador e inquisidor Carrillo y del Santo Oficio de México en los hechos posteriores al motín de 1624, motivo por el que esta reseña concluirá incorporando algunas observaciones extraídas de la lectura de su trabajo (en particular, Bautista, 2020, pp. 188-195 y 236-251). En términos historiográficos, es poco lo que se conoce sobre el tema, situación que aumenta la valía de sus notas (Medina, pp. 189-191). De éstas se desprende que la Inquisición participó con entusiasmo en las honras fúnebres a Felipe III, como muestra de su obediencia a la dinastía de los Austrias. Después, lamentablemente, ésta se desdibuja casi por completo de Integrar un reino, aunque es comprensible porque la institución no es el objeto de estudio del autor. Sin embargo, para los estudiosos de los temas inquisitoriales, seguramente llamará la atención la ausencia del tribunal en las acciones preparatorias de los rebeldes antigelvistas previas al estallido del motín, como si éste no se hubiese enterado de los rumores conspirativos o, más interesante todavía, como si de algún modo hubiese sido cómplice y dejado prosperar la organización y planes de los capitalinos contra el virrey. Esta hipótesis cobra relevancia si se considera el desafecto mutuo entre los inquisidores de México y el conde de Gelves, situación que no era desconocida en México ni en la península (Medina, pp. 189-190). Lo mismo sucede si se repara en el hecho de que, en su historia, los tribunales de Inquisición, como un acto de amor a la Monarquía, solían realizar averiguaciones extrajudiciales sobre cuestiones políticas con el fin de contener revueltas que pudieran poner en peligro los intereses del rey en los confines de sus territorios, como sucedió en Palermo hacia 1647, cuando el inquisidor García de Trasmiera pudo desactivar una rebelión y castigar a los sediciosos (Rivero, 2004).
Bajo esa lógica, sorprende la displicencia del tribunal de México. Por ello, cabría preguntarse si acaso la Inquisición empatizó con las redes antigelvistas y por ello les permitió avanzar en su conspiración: ¿qué noticias tuvo sobre ésta?, ¿por qué no actuó ni hizo algo para deshabilitarla antes de su estallido?, ¿o fueron las malas relaciones entre los ministros del Santo Oficio y el virrey las que provocaron su indiferencia? Comoquiera que sea, si algo es innegable es el papel del tribunal en los hechos precedentes y posteriores al 15 de enero de 1624. Como el resto de las corporaciones de la capital, el Santo Oficio se vio involucrado en las acciones de ese día. Si se atiende lo escrito por Toribio Medina, pareciera que fungió como mediador una vez que la sedición se consumó, pues sus ministros contribuyeron en el apaciguamiento de los insurrectos y en el retorno del arzobispo (Medina, p. 191). Sin embargo, no termina de ser clara la actuación del tribunal: ¿cuál fue su intervención en el momento en el que se fraguaba la conjura contra Pimentel?, ¿cómo reaccionó durante la rebelión y en el instante en el que los inquisidores se vieron impelidos a recibir a Carrillo y Alderete en las casas y sede del Santo Oficio?, ¿qué hicieron sus ministros ante la caída del visitador e inquisidor y luego de que se conociera en el Virreinato la restitución de 1627?
Por otra parte, todo indica que el visitador Alderete no dejó de ser inquisidor ni de actuar bajo la lógica intransigente de su centenario oficio, no obstante el nombramiento de visitador general concedido por Felipe IV y por el conde duque de Olivares (sobre el oficio inquisitorial y la actuación de la Inquisición durante el gobierno de los Austrias, véase Torres, pp. 25-54, 93-99, 153-156 y 210-211). Baste recordar que antes de llegar a Nueva España contaba con varios años de experiencia en esa institución. Entre otros cargos, Carrillo se desempeñó como inquisidor de Valladolid, visitador inquisitorial de Logroño y Llerena, así como ministro del tribunal de Santiago y del Consejo de la Suprema Inquisición. En ese sentido, las amplias facultades que gozó como juez de residencia y de comisión, con salario de visitador e inquisidor salido de las arcas mexicanas, pueden interpretarse como una muestra de la confianza y deferencia del rey y su valido hacia el Santo Oficio, institución que en ese momento todavía le era indispensable para la preservación de la Monarquía. Bajo esa lógica, Carrillo y Alderete se empeñó en imponer castigos de manera selectiva, procesar a los rebeldes bajo el delito de lesa majestad y, tal vez su mayor error, mostrarse inaccesible a la negociación con los vecinos de la ciudad de México. Paradójicamente, también en nombre del rey, prefirió castigar antes que mediar. Quizá por ese motivo, el derrocado conde de Gelves expresó simpatía hacia el dependiente del Consejo de la Suprema, pues confiaba en el desapego que como ministro del Santo Oficio debía imponerse en sus acciones hacia los problemas locales de México, así como en la órbita apostólica de su ministerio, que lo alejaba de los intereses de la Corte de Madrid. Comoquiera que sea, Bautista muestra que su pertenencia a la Inquisición permitió que a su arribo al Virreinato se alojara con sus oficiales y escribanos reales en las casas del Santo Oficio y hasta las empleara como centro de operaciones de su campaña punitiva, hecho que le ganó el repudio de los vecinos de la ciudad de México, quienes planificaron un complot para asesinarlo, protestaron en los sitios cercanos a su residencia e hicieron circular libelos anónimos en las afueras del tribunal para cuestionar sus procedimientos.
A diferencia de su homólogo de Sicilia, Carrillo y Alderete no logró imponerse sobre los rebeldes y fracasó ante la organización y el poder de las corporaciones de la ciudad de México. A su caída, desconsolado por la derrota, escribió a Felipe IV para explicar que ante el delito de lesa majestad no cabía el perdón. El visitador e inquisidor estaba convencido de que la falta de castigo evidenciaba la debilidad de la Monarquía y que la magnanimidad del soberano hacia los rebeldes menoscababa la autoridad de la Corona (Bautista, 2020, p. 236). Sin embargo, puesto que el Santo Oficio de México se desdibujó muy tempranamente en el relato, valdría la pena preguntarse si esta percepción fue compartida por los inquisidores o, antes bien, si por alguna razón se sintieron más identificados con los intereses locales de los vecinos de la capital del Virreinato que con los de la Monarquía. Las preguntas se imponen: ¿la derrota del visitador-inquisidor constituyó también un fracaso para la Inquisición de México?, ¿su autoridad también se vio cuestionada o, como los residentes de la cabeza del reino, los ministros del tribunal salieron fortalecidos de la crisis de 1624?
Desde luego, éstos que se señalan, antes que refutaciones del autor, son planteamientos que se desprendieron de la lectura de su investigación y proclives de ser trabajados en un futuro.◊
Referencias bibliográficas
Ballone, Angela, The 1624 Tumult of Mexico in perspective (c. 1620-1650). Authority and Conflict Resolution in the Iberian Atlanthic, Layde-Boston, Brill, 2017.
Bautista y Lugo, Gibran Irving Israel, “Castigar o perdonar. El gobierno de Felipe IV ante la rebelión”, tesis de doctorado, México, unam, 2014.
——, “Los indios y la rebelión de 1624 en la Ciudad de México”, en Felipe Castro (coord.), Los indios y las ciudades de Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010, pp. 197-216.
——, “1624: Historia de una rebelión olvidada. El levantamiento popular de 1624 en la ciudad de México a través de sus primeras crónicas”, tesis de licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2007.
——, Integrar un reino. La ciudad de México en la Monarquía de España 1621-1628, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, 2020.
Israel, Jonathan I., Razas, clases sociales y vida política en el México colonial 1610-1670, México, FCE, 1980.
Mazín, Óscar, “Una jerarquía hispánica. Los obispos de la Nueva España”, en Víctor Gayol (coord.), Formas de gobierno en México. Poder político y actores sociales a través del tiempo, vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2012.
——, y José Javier Ruiz Ibáñez (eds.), Las Indias Occidentales. Procesos de incorporación territorial a las monarquías ibéricas, México, El Colegio de México, 2012.
Medina, José Toribio, Historia del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México, México, Conaculta, 2010.
Rivero Rodríguez, Manuel, “Técnica de un golpe de Estado: el inquisidor García de Trasmiera en la revuelta siciliana de 1647”, en Francisco José Aranda Pérez (coord.), La declinación de la Monarquía hispánica en el siglo xvii, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004.
Stowem, Noel James, “The tumulto of 1624. Turmoil at Mexico City”, tesis doctoral, Los Ángeles, University of Souhtern California, 1970.
Torres Puga, Gabriel, Historia mínima de la Inquisición, México, El Colegio de México, 2019.
* Es licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la unam y estudiante del Doctorado en Historia por el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Ha publicado más de una decena de artículos, capítulos de libros y reseñas de libros y, en 2016, el libro ¿Una Inquisición constitucional? El Tribunal Protector de la Fe del Arzobispado de México, 1813-1814 (Zamora, El Colegio de Michoacán, Col. Premio Luis González y González).