Hedda Gabler de Henrik Ibsen: ¿es el aburrimiento una pasión?

Hedda Gabler es una de las piezas clave del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, y su protagonista epónima, uno de los grandes personajes del teatro, una mujer llena de pasión sin límites. Gustavo Lizarraga escribe sobre la relación que guardan las pasiones de Hedda con su aburrimiento vital.

 

GUSTAVO H. LIZARRAGA MAQUEO*

 


 

Hedda: ¡Yo me he aburrido terriblemente!

 

En la vasta producción dramática de Henrik Ibsen cabe ubicar Hedda Gabler dentro de las obras que llevan nombre y apellido. Hay por lo menos cinco. Generalmente da esos títulos el autor noruego para llamar la atención del espectador sobre el personaje principal. Resalta el hecho de que se use el nombre de soltera de la protagonista, destacándose así su superioridad socioeconómica sobre la de su marido, Jorge Tesman.

¿Qué significado tiene dentro de la obra que el nombre del personaje protagónico sea el título de la misma? ¿Qué significa que sea un nombre con apellido? El nombre de Hedda, según Gutierre de Tibón en su diccionario de nombres, significa “guerrera”. Por su parte, toma de su padre, el general —figura que aparece en retrato en un punto muy importante de la casa de Hedda—, el apellido Gabler, de probable origen alemán. Gabler significa “el que hace las horquillas para el cabello” y se dice que es derivado de la palabra “tenedor”. Hedda Gabler es entonces “la guerrera con horquilla o tenedor”, alguien que ciertamente carece de un medio adecuado para desenvolverse.

Puede asumirse así que Hedda es una guerrera sin guerra; esto es, un soldado sin un lugar para mostrar su entrenamiento. Este tipo de personas necesitan sacar su agresividad en algún lugar adecuado para ello. De otra forma, toda esa energía sobrante se sale de cauce, como un río, y arma a su paso lo que se conoce como un desmadre, un desorden, una catástrofe.

La historia de Hedda Gabler comienza con el feliz retorno de un viaje de luna de miel del matrimonio Tesman, cinco gozosos meses, y, como cereza del pastel, el estreno de una casa amplia y elegante que se le compró a la viuda del consejero de Estado con la ayuda del asesor Brack. Todo auspicioso, indica el inicio feliz de la nueva pareja; parece incluso que podría decirse: “Y vivieron felices para siempre”.

Jorge Tesman es el esposo afortunado que seleccionó Hedda, para sorpresa de todos. Porque ella tenía un séquito de admiradores, entre los cuales se encontraban el asesor Brack y Ejlert Lovborj. Sin embargo, se casa con Tesman, el doctor en estudios culturales.

Jorge es un hombre con suerte. Se ha casado con Hedda, le ha conseguido la casa de sus sueños. Pero Hedda está fastidiada. ¿Puede entonces considerarse el aburrimiento una pasión? Hedda, además de quejarse del hastío, parece estar pidiendo límites, lo que Tesman es claramente incapaz de hacer. La única que podría hacerlo es Hedda, pero es incompetente para ello.

El significado del nombre de Jorge es “el que trabaja la tierra”. Trabajador sí es. Es un coleccionista tenaz y un académico dedicado, pero ¿qué tan vinculado está Jorge a la tierra? El nombre de Jorge remite a la leyenda del santo que vence al dragón. Puede imaginarse el espectador que Hedda ha creado con sus sentimientos un dragón, con el cual ella misma no sabe qué hacer. Tal vez se casó con Jorge con la esperanza de que él le ayude con ello. Pero este dragón acaba manifestándose en dos muertes: primero, la de Ejlert Lovborj —anterior amante de Hedda y rival académico de Jorge— y, al final de la obra, la de la propia Hedda Gabler.

En la obra hay en realidad tres muertes, sólo que la de la tía Rina, hermana de la señorita Tesman —quien crio a Jorge como una madre— es una consecuencia natural de su enfermedad. Lejos del evento del dragón, es más una consecuencia natural de la vida misma que deja indiferente a Hedda, atrapada en su lucha interna.

El dragón nace, en ese sentido, de una lucha entre la fuerza de la razón, del deber ser, y la fuerza de las emociones, sentimientos, imaginaciones. Nietzsche dice que la razón y el deber ser encarnan en un león, mientras que en el dragón encarnan las emociones, sentimientos, imaginaciones, intuiciones. León y dragón comienzan una lucha a muerte; en el caso de Hedda, eso es patente y la consecuencia final de la obra es encontrarse con dos muertes: un suicidio claro, el de Hedda, y un accidente o suicidio dudoso, el de Ejlert, puesto que el arma se disparó en un forcejeo.

El suicidio de Hedda se escucha. Sucede fuera del escenario. Muy al estilo de la tragedia griega: incluso se presenta el cadáver para que el espectador lo vea, porque Ibsen algo quiere decir con ello.

¿Puede considerarse un suicidio la muerte de Ejlert? Por lo menos Hedda le regala una de sus pistolas con esa intención. Claro, su muerte fue diferente a las ideas de Gabler, que pueden sonar románticas al más puro estilo del Werther de Goethe. El hecho es que Ejlert cumple el mandato; termina muerto ese día. Muere en un forcejeo, muy lejos de la idea que tenía Hedda de una muerte gloriosa por suicidio. La pistola que le regaló la guerrera tiene una función en ello, al estilo trágico griego de la muerte de Aquiles. A Hedda le parece atractivo Ejlert Lovborg porque hay esperanza de dominarlo; por eso la desilusión cuando no sucede el suicidio estético al que ella lo dirigía.

Lo contundente al final de la obra es que hay dos muertes en las que Hedda tiene una participación. En las dos intervienen sus pistolas. Este suceso tal vez ayude a comprender lo dicho por Freud sobre el suicidio como un asesinato frustrado. Claro, aquí hay dos. Hedda es así una encarnación de su nombre: “guerrera”. Cumple con la tradición familiar. Su padre fue un general que le regaló las pistolas, le enseñó a usarlas, la entrenó para que fuera una asesina.

Hedda destruye la obra que Ejlert escribió con Thea, un manuscrito que se propone como un hijo simbólico de ellos. Convence a Ejlert de suicidarse. Pero Jorge y Thea se reunirán para resucitar al hijo después de la muerte de Ejlert. Brack juega con la información de la muerte de Ejlert y señala que, si acaso llegara a saberse que la pistola es de Hedda, ella quedará implicada, con lo cual queda a su merced.

Acto seguido, escuchamos un balazo. Se abre la cortina del cuarto al que se retiró Hedda y se revela su cadáver. Brack cierra: “Pero… Dios me ampare… ¡Esas cosas no se hacen!”. Brack es sin duda un corrupto acosador de la peor clase.

Lo que Hedda tiene es el hartazgo de una niña mimada que obtiene todo lo que quiere, ya que nunca se le niega nada: carencia de límites. Ella dice frente a quien no es su padre que le gustaría esa casa; se la regalan, la ponen a sus pies. El aburrimiento en Hedda es un síntoma. Ella busca límites, pero incluso su padre, el general, no supo ponérselos. Ella quiere dominarlo todo. De repente está implicada; eso le fastidia. Quedó en manos de Brack. Hedda es una persona desesperada por que aparezca alguien que pueda dominarla y ponerle límites.

El hartazgo o fastidio le viene al descubrir la debilidad de los hombres en comparación con la idea monumental que tiene Hedda del general Gabler. Todos resultan enanos frente a él. Ella, como mujer, es incapaz de tomar su lugar. Eso es lo que se vería como lo más parecido al aburrimiento.

El aburrimiento está lejos de ser una pasión, pero tiene consecuencias fatales semejantes a las de una pasión en el sentido clásico de una tragedia. Aunque su suicidio se debe más a una cuestión de orgullo, a la intolerancia de estar a la merced de Brack, al que en realidad quisiera matar, Hedda prefiere quitarse la vida ella misma, antes de cualquier escándalo o de quedar esclavizada a este hombre. Éstas sí son pasiones. El aburrimiento es la mentira vital de Hedda, un síntoma que adorna sus pasiones.◊

 


* GUSTAVO H. LIZARRAGA MAQUEO

Es profesor de la licenciatura en Creación Literaria, área de Dramaturgia, en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Es director y dramaturgo.