Entrevista a Chizuko Ueno

Chizuko Ueno es sin duda la feminista más reconocida de Japón. Karine Tinat se encontró con ella por primera vez en Tokio, en mayo de 2016, en la oficina que Ueno tenía en una torre desde donde se dominaba la inmensa ciudad. La siguiente entrevista se realizó en inglés, en un tono informal y amigable, y se dio no sólo en dicha oficina sino a lo largo de un extenso trayecto en metro. Publicamos aquí un extracto de las tres horas de conversación grabadas por Karine Tinat y agradecemos a Erick Rodríguez Velázquez, que lo tradujo.

 

KARINE TINAT*

 


 

Karine Tinat: Te agradezco mucho haber aceptado este encuentro, Chizuko. Me gustaría comenzar por algunas cuestiones personales, sobre tu vida y tu inmersión en el feminismo. Mientras elaboraba las preguntas que te quería hacer hoy, encontré información sobre tu infancia y juventud, las cuales, creo, estuvieron marcadas por varias decepciones relacionadas con tu padre, debido a su sexismo. ¿Estoy en lo correcto?

Chizuko Ueno: Sí, mi padre era alguien muy tradicional. En realidad era un patriarca, es decir, un dictador [ambas ríen].

KT: Creo haber leído también que en algún momento sentiste cierta insatisfacción hacia el mundo académico en general, aunque poco a poco te convertiste en socióloga y en una mujer feminista. ¿Podrías hablarme de este proceso? ¿Cómo empezó todo esto? ¿Cómo llegaste a estudiar sociología y luego a ser feminista?

ChU: Bueno, para explicar por qué me hice feminista tengo dos razones, y una estuvo en mi familia y en mi infancia. Mi padre era un típico dictador y patriarca. Mi madre era ama de casa de tiempo completo, obediente de su marido, lo que me planteó una pregunta muy seria: ¿podría mi futuro ser como el de ella? En esa época, en los años 1950, cuando yo era niña, el único objetivo de una hija de clase media era ser ama de casa, así que traté de salir de esa situación. Me molestaba mucho el estatus de mi madre, así que ella me sirvió, desafortunadamente, como contramodelo, como alguien en quien no me gustaría convertirme. Esta situación entre madre e hija fue bastante infeliz. Ésta es la razón fundamental, que viene de mi propia familia.

La otra es que yo pertenecí a la generación del empoderamiento estudiantil. Nací en la generación de los baby boomers, así que, justo después de entrar a la universidad, hubo un estallido de activismo estudiantil contra la universidad, contra el imperialismo, contra el Estado, etcétera. Estuve involucrada en ese movimiento, pero luego me sentí muy desesperada y decepcionada por el sexismo que privaba entre mis camaradas; ya sabes, mis camaradas hombres. Eran sexistas como mi padre [risas], así que decidí convertirme en feminista. En esta coeducación que experimentamos desde la infancia, ellos mantuvieron el sexismo dentro de la generación. Hay muchas mujeres activistas estudiantiles, como yo, que estaban muy decepcionadas con la actitud de sus colegas masculinos. Así que ésta es la segunda razón por la que me hice feminista. Luchamos especialmente juntos por la paz, contra la guerra de Vietnam y por otros ideales, pero, aun así, eran bastante sexistas en su trato con las mujeres. En realidad, esto es muy común todavía hoy en el activismo estudiantil de varios países: en Estados Unidos, en Europa, en Inglaterra y en Francia. He conocido a muchas mujeres de mi generación que tienen la misma experiencia.

KT: Me gustaría saber si primero fuiste una erudita y luego una militante feminista, o si fuiste primero una militante y luego te interesaste por los estudios de la mujer en el mundo académico. O si ambos procesos fueron simultáneos… ¿Quiénes fueron las autoras feministas que más te influyeron y cautivaron?

ChU: En realidad, el pensamiento feminista escrito en inglés se introdujo más tarde en Japón, a principios de los años setenta. Antes de eso, me influyeron las escritoras, poetas y novelistas japonesas. Fue entonces cuando surgió mi libro El pensamiento de las mujeres. Incluí los nombres de las personas que me influyeron. Puede ser que no conozcas a esas personas. Son las mujeres mayores, las que me hablaron sobre sus propias experiencias como mujeres. Morisaki Kazue fue una mujer que escribió sobre su experiencia con el embarazo. Un día, a la mitad de su embarazo, mientras hablaba con una amiga, se sintió perturbada por el hecho de que no podía usar la palabra para la primera persona, “yo”. Se preguntó si “yo” podría contenerla sólo a ella misma, o tal vez también a otros. Este tipo de cosas nunca habían sido escritas por mujeres. Fue poeta, escritora y también activista social. Era una mujer muy interesante y yo estaba muy influida por ella.

Ishimure Michiko es otra mujer conocida por escribir sobre Minamata, que es una zona contaminada, muy notoria en el área de la fábrica de la empresa Chisso. Escribió mucho sobre las personas victimizadas en esa región, que es conocida en todo el mundo. Perteneció a la misma generación que Morisaki. Tanaka Mitsu es pionera en la vida de las mujeres japonesas y Tomioka Taeko es novelista, escritora y poeta. Mizuta Noriko es también poeta y estudiosa de la literatura femenina. Éstas son las personas, las japonesas mayores —algunas influidas por el feminismo extranjero—, las mujeres que más me influyeron. Y más tarde Kate Millett, una vez que las feministas extranjeras fueron traducidas al japonés.

KT: Entonces, ¿comenzaste a descubrir el feminismo y los temas de la mujer a través de la literatura y la poesía? ¿Crees que fue una forma de conocer la dinámica de las mujeres?

ChU: Diría que no había nada más disponible para que las mujeres pensaran en la feminidad, en lo que significa ser mujer. Por ejemplo, Morisaki era una adolescente cuando Japón fue derrotado en 1945. Nació en Corea cuando Corea era colonia japonesa y fue evacuada de allí en su adolescencia. En el momento de la derrota de Japón, pensó que no confiaría en la palabra de ningún hombre a partir de ese momento [ambas ríen].

Así que hay mujeres muy fuertes antes de nuestra generación. Yo las llamaría pioneras en la vida de las mujeres japonesas, y por eso escribí este libro y lo llamé El pensamiento de las mujeres. Hay títulos que nunca olvidas, ¿no crees? Ya fue traducido al coreano y pronto será traducido al chino, pero todavía no hay ofertas de editores ingleses. También añadí algunos eruditos extranjeros como Michel Foucault, Edward Said, Ed Sedwick, Joan Scott, Gertrude Suivack, Judith Butler. Estas seis personas son pensadores postestructuralistas en estudios de género. Son teóricos puros. Por lo tanto, éste era el tipo de obras que quería presentar a las lectoras feministas japonesas. Estas obras de eruditos extranjeros fueron introducidas mucho más tarde, en los ochenta y noventa, no en los setenta.

KT: Para ti, el matrimonio representa la institucionalización de la vida íntima, y el Estado no debe intervenir en ese asunto. Supongo que ésta es una de las muchas ideas del pensamiento feminista que has defendido. ¿Puedes hablarme de otras ideas que hayas apoyado en los últimos años, o a lo largo de tu carrera?

ChU: Yo defino el matrimonio como un contrato que transfiere de por vida, a una sola persona del sexo opuesto, el derecho exclusivo al uso sexual de tu cuerpo. Tienes que seguir este contrato una vez que te casas. En primer lugar, yo no quería hacer ningún contrato de por vida con nadie. Quiero ser libre. Éste es un tema muy importante para las mujeres, especialmente en términos de la libertad del cuerpo y la libertad de la sexualidad. No quiero que nadie tenga derecho a decirme que rompí una regla. De ninguna manera. En ese momento, sin embargo… Es bastante extraño que, en todo el mundo, durante el ascenso de la liberación de la mujer y la revolución sexual, tanto hombres como mujeres dijeran que la monogamia era la fuente de todo mal [ambas ríen], la fuente de la opresión de la mujer. Es curioso que la gente no recuerde esto. Esto es muy importante para mí y es una de las razones por las que me quedé soltera durante toda mi vida. La otra cosa es que, más tarde, a medida que fui envejeciendo, me involucré más en el tema del cuidado. Japón se está convirtiendo en una sociedad que envejece. Ya es una sociedad envejecida, así que ahora la distribución de la atención es una cuestión muy importante.

En este sentido, especialmente en el feminismo japonés, yo diría que no aplicamos la llamada “estrategia de ponerse al día” para que las mujeres se asemejen a los hombres. La igualdad de género en el lugar de trabajo no es suficiente. Tenemos que buscar la justicia de género y la distribución de la atención o, principalmente, de la carga reproductiva. Bueno, cuando estaba en El Colegio de México, la directora del Centro de Estudios de Asia y África —en ese momento la directora era una mujer [Flora Botton] y una gran mujer— me invitó a cenar y me hizo una pregunta: ¿Por qué todas las mujeres que venían de Japón eran solteras? Tsurumi Kazuko y yo. Respondí que en Japón no tenemos el privilegio de emplear niñeras o sirvientas. Todavía recuerdo su respuesta; me dijo: “Tenemos suerte en México”. En realidad, esta cuestión de la dependencia se sitúa en el centro de las cuestiones de la mujer. Una vez que las mujeres puedan salir de ella, deshacerse de ella, casi 90% de sus problemas desaparecerán. Porque tienes la carga de cuidar a estas personas dependientes: los niños y las personas mayores. En los últimos tiempos, la investigación y el pensamiento feminista han tratado de criticar las bases del pensamiento liberal moderno, y una de mis colegas, Okano Yayo, erudita en pensamiento político, insistió en que todo el pensamiento liberal de la era moderna se basaba en la agitación de la dependencia, en el olvido de la dependencia. Todo el mundo depende de alguien, y también los hombres. En mi caso, mi padre era extremadamente dependiente de mi madre, pero no lo reconoció. Había esa dependencia, pero simplemente no la reconoció.

KT: Ha habido un cambio en la recepción del término feminismo en los últimos años. Llevo ya mucho tiempo trabajando como profesora-investigadora en El Colegio de México y he notado cierta tendencia entre mis estudiantes. Estoy hablando de gente joven, entre 20 y 30 años de edad. He visto cada vez con más frecuencia que evitan reconocerse como feministas, palabra que a menudo se utiliza como sinónimo de “feminazi” o “histérica”. Además, hay una tendencia a subrayar “soy feminista, pero académica”, como una forma de ganar legitimidad. En México, como en otros países, las personas que estudian temas de género han sido a menudo estigmatizadas y marginadas en el mundo académico: siempre han sido consideradas menos académicas que otras porque los estudios de género no son una disciplina como tal, sino sólo una perspectiva transversal, debido a sus orígenes en el activismo, la militancia, etc. ¿Qué realidades enfrentan los estudios de género en el mundo académico en Japón? ¿Existe una historia paralela en Japón que vaya de la mano de la que te acabo de contar sobre México?

ChU: Por supuesto que hay un aumento de personas neonacionalistas que son bastante sexistas y que atacan a las mujeres, pero yo diría que pertenecen a la minoría. El hecho de que haya más discursos en la comunidad web representa muchos más argumentos a favor de las mujeres, pero no se les llama feministas y no se llamarían a sí mismas feministas.

KT: ¿Cómo se acepta y se recibe el feminismo —o los feminismos— en el Japón del siglo xxi? ¿Cuáles son las características que lo definen?

ChU: En realidad, como dices, el término feminismo fue estigmatizado. Curiosamente, aunque no usen la palabra feminismo, la conciencia feminista está bastante extendida y se da por sentada entre los jóvenes… Recientemente escribí un libro sobre la misoginia. He tratado varios ejemplos de cómo la misoginia afecta tanto a hombres como a mujeres. Por eso el libro se vendió muy bien y he recibido muchas cartas donde mis jóvenes lectores dicen que les parece muy fresco. Traté de evitar los términos género y feminismo en el título, pero para ellos misoginia es un término bastante fresco y nuevo para la comprensión de su experiencia diaria. Algunos dijeron: “Nadie nos había hablado de estos conceptos, pero explican muy bien la vida cotidiana”. En este sentido, este tipo de discurso feminista es bien aceptado, a pesar de que el término feminismo esté estigmatizado. Además, si echas un vistazo a la comunidad web, a la sociedad de internet y a mis mensajes a través de sms, verás que la conciencia feminista se está volviendo muy común. Puedo darte un ejemplo. Hoy en día, hay una larga lista de espera para que las madres pongan a sus hijos en escuelas de enfermería, porque realmente quieren empezar a trabajar en una etapa temprana en el cuidado de los niños. Así que un día, cuando un grupo de jóvenes madres con bebés realizaba una manifestación frente a una oficina del gobierno local, el delegado, un hombre soltero de treinta y tantos años, hizo una declaración en su blog; dijo que es apropiado que las mujeres pidan ayuda a la sociedad, pero que en realidad [el cuidado de los niños] depende de la benevolencia de la sociedad y que no es un derecho de las mujeres. De inmediato, el blog fue criticado. Este tipo de discurso es bastante común en la comunidad web, entre los jóvenes, así que en realidad es muy bueno. Pero no lo llamarían feminismo.

KT: Creo que lo importante será llevar estos debates por internet a las universidades, que es donde me he encontrado con estas polémicas. ¿Diste cursos de género en la universidad?

ChU: Así es. Lo he hecho y lo hago. Me asignaron a la Universidad de Ritsumeikan después de mi jubilación.

KT: ¿También estuviste en universidades de Estados Unidos?

ChU: Sí, aunque no como estudiante, sino como académica visitante. Karine, en mis días de juventud el tipo de cambio era extremadamente desfavorable para Japón; quiero decir, ya sabes, estudiar en el extranjero era un sueño. Ahora que el yen japonés es bastante fuerte, los jóvenes pueden viajar libremente, dentro y fuera de Japón. Pero entonces no era como hoy. En realidad, viajé al extranjero después de cumplir 30 años, lo que es bastante tarde. Por eso, ya sabes, todavía tengo un acento japonés muy fuerte. Si hubiera sido más joven, habría aprendido el inglés más fácilmente.

KT: Me interesa mucho tu formación académica y cómo has estado desarrollando tus temas de investigación. En los últimos años se han explorado tópicos que hasta hoy sólo se habían tratado dentro de las disciplinas médicas. Por ejemplo, yo he estudiado el problema de la anorexia desde una perspectiva de género, y las lógicas del poder en círculos específicos, como la familia.

ChU: También es interesante usar un enfoque antropológico para la anorexia. En Japón también hay gente que estudia este tema, pero en su mayoría son psicólogos y sociólogos. Hay un enfoque antropológico muy interesante para la anorexia.

KT: Exacto. Yo trabajé con la antropóloga Françoise Héritier y mostré que, en el nivel simbólico, las jóvenes que sufren anorexia se ubican entre los valores femeninos y masculinos, oscilando entre ambos. Fue muy estimulante estudiar algo más que los cuerpos de las niñas anoréxicas. Me interesé en las lógicas familiares y así pude ver, por ejemplo, cómo el sexismo del padre o del hermano puede tener cierto impacto en estas jóvenes. También me interesó mucho estudiar las lógicas de poder entre madre e hija. El concepto de poder es clave en este fenómeno y observé que, en la anorexia, hay formas de afirmarse a sí mismo: “Soy un sujeto, no un objeto, pero puedo tratar mi cuerpo como un objeto”. En Japón debe de haber anorexia, como en otros países, me imagino. ¿Te ha tocado conocer a mujeres con este tipo de problemas?

ChU: Por supuesto. Enseñé en la Universidad de Tokio, que se supone que es una de las mejores universidades de Japón, y entre mis estudiantes, en mi clase, había muchas chicas que sufrían de anorexia, así que me resulta bastante familiar.

KT: En México, como en otros países (europeos y británicos), la segunda ola de feminismo estalló con marchas públicas durante los años 1970; luego se promovieron los estudios de la mujer y, finalmente, surgieron los estudios de género. El Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer, de El Colegio de México [hoy Programa Interdisciplicario de Estudios de Género] —donde trabajo—, fue el primer programa insertado en una institución académica. Esto ocurrió en 1983. Más tarde, en la década de los noventa, aparecieron programas de estudios de género en otras universidades, como la Universidad Nacional Autónoma de México (la unam). Leí que promoviste los estudios de género en Japón. ¿Cómo fue este proceso y cómo se desarrolló? ¿Fue difícil para ti crear estudios de género? Digo esto porque, tanto en Francia —de donde provengo— como en México, ha sido muy difícil que estos estudios sean reconocidos y legitimados en la academia.

ChU: Sí, sí… Al principio fue extremadamente difícil. Tuve que enfrentarme a la afirmación antagónica de si los estudios de la mujer podían ser una disciplina académica. Introdujimos una combinación de cosas, con una serie de conferencias sobre derechos humanos, incluyendo temas de mujeres, y luego tratamos de convertir esos estudios en una conferencia y un seminario. Cuando nos fijamos en la situación estadounidense, era bastante envidiable —dónde estudiaban, sus departamentos, sus cursos y sus estudios de género… En ese momento fuimos incapaces de establecer ese tipo de cursos y disciplinas. Sin embargo, hoy en Japón hay varias universidades de mujeres e institutos para estudios de la mujer, y estamos trabajando con ellas. Establecimos una sociedad de estudios de la mujer y otras cosas así. Después, poco a poco, especialmente en el campo de la sociología, algunas mujeres estudiaron temas sobre la mujer. Luego se extendió a otras disciplinas, a muchas comunidades académicas —la sociología, la psicología, la historia y la literatura. En los años 1980 tuvimos al menos una o dos sesiones de trabajo sobre temas de la mujer o de género.

KT: ¿Podrías decir que hubo un poco de estudios de género en todas las disciplinas?

ChU: Sí. Poco a poco, las cuestiones de género se fueron extendiendo a muchas disciplinas académicas, especialmente a las humanidades y a las ciencias sociales. Luego, varias universidades iniciaron cursos sobre cuestiones de género y les asignaron mujeres académicas —personas como yo. A principios de los años noventa, la Universidad de Tokio decidió elegirme como su especialista en cuestiones de género, lo que solía considerarse una rama de la sociología familiar. La sociología tenía una amplia gama de las llamadas hyphenated sociologies, como la sociología política y otras, por lo que había un campo especializado en sociología familiar. De hecho, me asignaron esa posición en asuntos familiares. Pero, curiosamente, no me interesa en absoluto la sociología de la familia. Ya sabes, la sociología de la familia no hizo crecer la perspectiva de género en su propia disciplina y, en este sentido, los estudios de género nacieron y crecieron fuera de la comunidad de los sociólogos familiares. Me asignaron ese puesto y mi perspectiva más o menos se apropió del sitio que ocupaba la sociología familiar en la mejor universidad de Japón.

KT: En este momento de tu vida, reconocida como socióloga, activista, feminista y líder en estudios de género, debes mirar con mucha satisfacción tu carrera. Sin embargo, también me imagino que hay muchos asuntos que todavía te preocupan. ¿Cuáles son los principales desafíos que las mujeres japonesas tienen que enfrentar en los albores del siglo xxi? Toda lucha por la igualdad tiene, por así decirlo, triunfos y derrotas. ¿Cuáles han sido las victorias más importantes en la lucha por la igualdad de género en Japón? ¿Cuáles son las otras batallas que deben librarse?

ChU: Bueno, el problema más grave para las mujeres japonesas en la actualidad es el trabajo de parto. Creo que todo el mundo dice lo mismo. Quiero decir, hace dos o tres décadas el gobierno japonés emprendió una reforma neoliberal que resultó en un aumento del trabajo irregular, especialmente entre las mujeres. Es bastante sorprendente, ya sabes, que seis de cada diez trabajadoras trabajen de forma irregular, lo que significa que no pueden vivir de sus ingresos. Y, por supuesto, como sabes, en 1991, cuando colapsó la llamada economía de burbuja, Japón experimentó una recesión muy, muy duradera, que fue muy grave, por lo que la asociación de empleadores decidió victimizar a las mujeres y a los jóvenes; el resultado y su influencia fue muy grave, especialmente para las mujeres jóvenes. Por eso estamos organizando el simposio sobre el trabajo, de mañana. Sí, en línea. Y pasado mañana habrá otro simposio que, en el contexto de las próximas elecciones nacionales, se centrará en el trabajo de las mujeres, especialmente en el de las madres jóvenes que luchan por poder tener a sus hijos en guarderías. Éste es el asunto más serio en este momento. Las mujeres están divididas, polarizadas. Hay un puñado de mujeres, un grupo de mujeres de élite, que pueden alcanzar ese estatus, pero aun así tienen muchos problemas, muchos, muchos problemas. La mayoría de las mujeres pertenecen a grupos no elitistas que no pueden conseguir un empleo seguro. En realidad, esta bipolarización de las mujeres hace extremadamente difícil unirse para promover su activismo. Japón solía ser una sociedad de masas, con una brecha de clases muy pequeña entre la cima y la base, pero ya no es así. Se está convirtiendo en una nueva sociedad de clases. Además, el gobierno japonés ahora está tratando de importar trabajadoras domésticas extranjeras, trabajadoras de países asiáticos. Hay muchos países asiáticos que tienen una fuerte presión demográfica para exportar, como Indonesia, Filipinas, Tailandia, etc. Quieren venir a Japón a trabajar. Es un gran problema, en realidad. Es casi como si trasmitiéramos la carga del cuidado femenino a personas menos favorecidas, como ocurre en México. ¿Puede ser o no puede ser esto una solución? Ésta es una tarea feminista japonesa, una pregunta. En cierto modo, mientras tuvo un control migratorio estricto, Japón sufrió en términos de equilibrio entre el trabajo y la vida privada de las mujeres, pero una vez que se introducen esas trabajadoras domésticas, ¿pueden, o no, ser una solución? Las mujeres representan casi 40% de la fuerza laboral. Es un número grande; es un número realmente grande. Y eso es horrible, en realidad, pues significa que 40% de toda la fuerza laboral está trabajando irregularmente (casi 20% son hombres y 60% son mujeres). Esto indica que más de 70% de los trabajadores irregulares son mujeres.

En Europa, los trabajadores de tiempo parcial, en la medida en que trabajan en los mismos puestos de trabajo, reciben una remuneración muy similar a la de sus empleadores. El problema es que los trabajadores japoneses de tiempo parcial y los trabajadores irregulares ganan mucho menos que los trabajadores regulares. Hay una gran brecha de ingresos entre los trabajadores de tiempo completo y los irregulares. Durante el proceso de recesión, la asociación de empleadores japoneses —la Nikkeiren, una notoria asociación de empleadores de las ligas capitalistas japonesas— decidió introducir a los trabajadores irregulares sin seguir las antiguas reglas de competencia laboral para así sobrevivir a la competencia global y a la recesión, lo que hizo que sus salarios fueran muy bajos. Tenían esa excusa en ese momento y la mayoría de los trabajadores irregulares eran entonces mujeres de mediana edad, casadas, que buscaban ingresos adicionales para la economía de su hogar. Después de eso, sin embargo, la desregulación continuó durante mucho tiempo. Hay un nuevo grupo de mujeres, mujeres jóvenes que acaban de dejar la escuela, que son arrojadas al mercado laboral irregular desde el principio. Además, como ves, hay una tendencia a casarse tarde, así que tienen que mantener sus propias vidas. Y también, por otro lado, Japón es una sociedad envejecida: sus padres están envejeciendo y no pueden permitirse el lujo de mantener a sus hijos. Esos factores intervienen mucho. Si eres joven, puede ser más fácil encontrar trabajo, pero, si sigues trabajando en empleos irregulares durante más de 10 años, y llegas a los 30, se te hace cada vez más difícil conseguir un trabajo seguro, mientras tus padres envejecen y necesitan cuidados. Se trata de una cuestión muy grave. En la época de rápido crecimiento económico, en los años sesenta y setenta era mucho más fácil para hombres y mujeres encontrar trabajo, pues había escasez de mano de obra, pero ya no.

KT: Entiendo. Me interesa porque quería saber cómo es el machismo japonés. Aquí en México, por ejemplo, está estrechamente ligado a todo tipo de prácticas cotidianas. ¿Cuál consideras que es el problema subyacente en estas prácticas machistas? En otras palabras, ¿qué similitudes encuentras en el machismo masculino de otras regiones, como Europa o América Latina?

ChU: El problema es que hay un nuevo surgimiento del nacionalismo —junto con el sexismo y el racismo—, especialmente contra Corea y China. Se trata de azuzar un sentimiento de crisis contra China y Corea para promover un sentimiento nacionalista. Además, son bastante sexistas y antifeministas. Este nuevo ascenso del nacionalismo no es necesariamente tradicional, pues su autoconciencia es bastante extraña; sienten que pertenecen a una minoría acorralada, por lo que reaccionan violentamente. Pero, desde esta sensación de crisis, atacan. Son bastante xenófobos, en realidad. El problema es que el principal partido político del país, el pld [Partido Liberal Democrático], les da su apoyo a los neonacionalistas ultraconservadores. Tienen una alianza con ellos, y también con algunos grupos religiosos, lo que es bastante peligroso para nosotros. De hecho, fuimos atacados y sentimos la reacción de esos hombres nacionalistas. Recibimos cartas amenazantes tanto suyas como de otros, así que es un fenómeno nuevo. No, no es sólo tradicional.

Pero quisiera responder a tu pregunta en relación con las características o la naturaleza del feminismo japonés. Ha sido extraordinariamente pacifista, pues está arraigado en el contexto cultural japonés de la posguerra. ¿Sabes que ahora estamos luchando contra la reforma de la Constitución japonesa, especialmente la revisión del artículo 9, que el pld propuso? El primer ministro Shinzō Abe está ansioso por revisar el artículo 9 de la Constitución japonesa, que prohíbe el armamento de Japón. Pero los nacionalistas insisten en el rearme de Japón, incluso quieren rearmarse con armas nucleares, para poder dar la bienvenida a Trump como presidente de Estados Unidos [ríen] .

Es raro, me siento… Es bastante peligroso, ya sabes. No puedo creer que Trump tuviera tanta popularidad. De hecho, también es riesgoso para el país. En cualquier caso, la tradición pacifista en el feminismo japonés es muy importante cuando se hace una comparación internacional de varios feminismos en varios países. Yo diría que el feminismo estadounidense es bastante militante. Creen en la “guerra justa”. Como país derrotado, como nación derrotada, pagamos un gran, gran costo. Esto fue antes de mi nacimiento. Pero todos heredamos este legado de historia japonesa derrotada. En este sentido, el feminismo japonés tenía esta tradición, este legado de pacifismo, un pacifismo muy, muy fuerte.

KT: Esto me hace pensar que el derecho al aborto en Japón existía desde 1948, y que la segunda ola del feminismo en Francia, en los años setenta, fue una lucha por el aborto. En el Mouvement de libération des femmes (Movimiento de liberación de las mujeres) la cuestión era el aborto. Sin embargo, en Japón ya tenían abortos legales, así que esto marca una diferencia importante. Una diferencia muy grande.

ChU: La ley japonesa todavía tiene una cláusula penal para el aborto, pero en el momento de la derrota esa ley era bastante laxa, dadas las condiciones y las razones económicas. Trataron de no dar a luz a niños mestizos, mezclados con los ejércitos de ocupación.

KT: Porque el ejército de Estados Unidos estuvo ahí en los años cuarenta y cincuenta.

ChU: Exactamente. Así que fue muy conveniente. Y hay otra cosa: hay una especie de prejuicio constante contra el feminismo, que dice que las feministas quieren dejar de ser madres, lo cual es un mito. Yo misma soy una excepción, pero las feministas japonesas han estado muy interesadas en ser madres y valoran la maternidad. Esto también está muy arraigado en la cultura tradicional japonesa: a la maternidad se le ha dado un gran valor en el contexto cultural, pero, como sabes, la maternidad no se ha entendido de manera adecuada.

KT: Muchas gracias, Chizuko. Ha sido un verdadero placer hablar contigo. Creo que esta serie de charlas es importante para intercambiar no sólo ideas, sino historias de vida que nos permitan saber de dónde venimos y desde dónde pensamos nuestros feminismos.◊

 


 

* KARINE TINAT

Es profesora e investigadora en el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, adscrita al Programa Interdisciplinario de Estudios de Género.