El pan y el vino (o las Conferencias de Bizancio)

–ADRIÁN MUÑOZ*

 

Cuentan los anales de la época que los grandes obispos y prelados de la antigua iglesia, ante el sitio del Imperio Otomano, decidieron que la mejor táctica (para matar el tiempo, cuando menos) era recurrir a complejas discusiones: ¿El cuerpo y el alma son contingentes? Al hacerse carne, ¿Dios dejó vacante el cielo? Al comer la hostia —que es el pan, que es la carne—, ¿se comete antropofagia o teofagia? Para poder desposar a Jesucristo y compartir el pan, ¿el creyente debería renunciar al sexo, o abandonarse al camino del exceso, o convertirse en panadero? Exactamente ¿cuánto —y cuándo— vino hay que beber?

Asistieron a esta conferencia monásticos y mistéricos, magos y excomulgados. Discutieron sobre todo esto y sobre la continencia, la monogamia, el celibato y todos sus antónimos. Desmenuzaron cada uno de los pecados y las virtudes, con un rigor inusitado, y luego lo confundieron todo. Las tertulias derivaron en edictos que no repelieron a los otomanos, mas sí pusieron en jaque el buen juicio.

 

1

es un eco feroz

que antes he escuchado

desde comienzos perdidos

en calendarios anacrónicos

en el fierro de esos clavos

premonitorios y los montículos

plenos del fruto legendario

harto del gusano glotón del dogma

 

2

dicen que en Cafarnaúm

caminó célibe un profeta

mas yo sé de su fervor verdadero:

Lucifer se hizo carne

y la carne suculenta

rompió el ayuno del asceta

y fervientes sus palabras

retuvieron el aliento

en una estival y apetitosa feria

 

3

quiso antes el profeta

inaugurar la conferencia

con gran discurso versado en escolástica

en ansias de curar su enfermedad:

la lechuza reconoció el pesar

y recetó un buen balde de vino y leche y miel

ya no profetiza el tal profeta:

bautiza en aquel río afuera de la aldea

 

4

Fray Fernando cayó de su camastro

con estrépito y sobresalto

se partió en sectas e incertidumbre

“Traigan esteras nuevas y frazadas

infusionen la tila y mejorana”

mas ni todos los hierberos

ni todos los consejeros

pudieron repararle el sueño

 

5

—alabado el celibato (exclamó el monje)

—bendita la caridad (exhortó la monja)

—indispensables los templos (instó el pontífice)

— bienaventurado el bosque (replicó la ermitaña)

—dictemos leyes y plegarias (recomendó el escriba)

—aleluya por el nombre y rostro del Señor (glorificó el anacoreta)

—neguemos todo y a todo odiemos (repusieron las ateas)

—gocemos de este dulce día; tal vez también mañana (sugirió el agnóstico)

 

6

sonó también la voz del teólogo:

instruyó acerca del temor a Dios

la importancia de poner a fermentar

la culpa y la vergüenza

de labrar mazmorras y féretros por doquier

y dijo que las manos

sólo valen en la súplica al Señor

la pasión

señores

no es exceso

es sublimación de la modestia

 

7

dio la pitonisa tres pasos

sostuvo el báculo enmohecido

y al centro de la gran ágora

pronunció su vaticinio

y un varón de corcel fogoso

cruzando fértil valle y yermo llano

vislumbró melífera copa

en mano de un azar mudable

quiso asir el cáliz cimero

nada entre sus dedos secos

nada entre las manos ávidas

varón devino en peregrino

discurre a veces en lenguas raras

delira por la crátera o quimera

vagabundo en pos de fábulas

sin rey ni reina ni leyenda

 

8

vino allí Sor Lis

devota fiel y fervorosa

de un profeta que no conoció

cautivada con deseo beato

por las enseñanzas crípticas

y labró un altar oculto para invocarlo:

conjuró una brisa

que en forma de eco

perforó las manos del maestro

indefenso y fenecido

y nadó con él al paraíso

 

9

porque no se puede

anverso y reverso se anteponen

que lo que está mojado no se seque

el camino bueno es recto

mas directo hasta el infierno

te conduce la senda torcida

no dos ni tres senderos

no desearás la curvatura del deseo

no dos ni tres nombres

es uno nada más el rostro

dos manos, mas una sola copa

dos ojos y sólo un horizonte

dos piernas para andar un solo camino

aunque el hielo y el eclipse y las sombras

cancelen todo este argumento

 

10

en un inicio

reviró un apóstol con acento grave

no tuvimos rumbo ni escuchamos verbo

no vimos dios alguno

que dijera si la carne era mácula o portento

no oímos dios ni verbo ni comienzo

ni bautismo de agua o fuego

sólo nuestros padres bajo el árbol

descubriéndose los bienes y los males

en los ecos de la carne

 

11

no pudo el penitente guardar silencio

ecos y retumbos de penurias

centurias velando al borde del abismo

cohibido, contrito y en ayuno

enjuto, no calló más el mártir

inhábil como es en oratoria

pólvora mojada sus palabras

intacta la flama de su falo

ufano igual soltó la arenga

abyecta imprecación contra el deseo

haciendo altar y ejemplo

de los flagelos, de la dieta

corteza imperturbable que es el cuerpo

averno infame la lujuria

denuncia el mártir a los vicios

bendito el reprimido

maldito el fértil lujurioso

y allí secó la sed esa garganta

 

12

tomad el cáliz

dijo el mago

bebed y dejad que el labio se hinche

y devenga una granada del viñedo señorial

tomad la fruta prometida

comedla hasta que el zumo resbale terso

dócil y húmedo por el cuello

hela aquí: insignia carnosa

que aguarda la mordida prometida

en esta cena de vampiros

 

13

cuando la última gota

cayó sobre monte y calavera

los chacales escudriñando restos

piedra y madera incrustadas en la tierra

cuando el viento milenario

cedió junto con el eco largo del deseo

un vacío por llenarse con promesas

y un silencio espectral recorrió la tierra

cuando las losas del sepulcro

mutaron en ofrendas jubilosas

y las prendas ensangrentadas

ya no sirven, son tapetes en la tierra

cuando Lázaro y los otros

cuando arcángel y demonio

cuando clavo y lanza y aguijón

se fundieron en la misma tierra

que ha recibido semilla, sangre y leche

cuando todo terminó

se levantó por fin nuestro profeta

la esfera del afán sublime e inflamada

en la palma de una mano sana

un fuego que ilumina y no consume

un arbusto hambriento de comienzos

un torrente de pasiones frescas

surge así el árbol de la vida, en esta tierra

al tercer día se alzó el profeta

 

 


* ADRIÁN MUÑOZ
Es profesor investigador en el Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México.