El indigenismo en América Latina

 

CAROLINA RIVERA FARFÁN*

 


 

Historia mínima del indigenismo en América Latina.
Andrés A. Fábregas Puig.
Ciudad de México, El Colegio de México, 2021, 278 pp.

 

La Historia mínima del indigenismo en América Latina se inscribe en la colección Historias Mínimas de El Colegio de México, que tiene como objetivo la divulgación y que reúne obras sobre temas y procesos históricos mundiales. Éste es un texto de síntesis dirigido a públicos no especializados; ofrece una narración fluida, apoyada en una amplia bibliografía, cuyo estilo literario facilita una lectura “de corrido”, como decimos comúnmente. Es, además, una propuesta narrativa generosa, pues en la parte final incluye el apartado “Bibliografía comentada”, con textos que el autor propone leer a fin de conducir al lector interesado a través de información que considera fundamental para comprender la historia del indigenismo de México y América Latina.

El libro de Fábregas Puig asume un carácter expositivo y ahonda en la forma en la que se ha construido, históricamente, uno de los grandes temas de la antropología en México: el indigenismo de Estado, el cual tuvo el propósito, desde su origen, de asimilar culturalmente a las sociedades indígenas —o pueblos originarios, como se les llama hoy día— e integrarlas a las sociedades nacionales bajo la idea de establecer una cultura nacional y fortalecer el nacionalismo. Este proceso de aculturación inició, de hecho —nos dice el autor—, en el siglo xv, desde los regímenes coloniales. Sin embargo, se configuró como una política estructural desde el Estado en los procesos independentistas del siglo xix.

El argumento que propone el antropólogo Fábregas tiene un hilo conductor cronológico que se asimila, en cierto sentido, con la metodología propuesta por el filósofo Luis Villoro, especialmente en su obra Los grandes momentos del indigenismo en México (1950), pues, al igual que Fábregas, éste analiza tres etapas del indigenismo en México: la primera, el intento de los indigenistas (intelectuales y hacedores de política) por integrar al indio a la nacionalidad y a la modernidad; la segunda, la consideración del indio como parte de la mismidad; finalmente, la tercera etapa se vincula al reconocimiento del indio y a sus luchas reivindicativas para devolverle su historia y su cultura, que es por lo que ha pugnado el pensamiento crítico.

Así es que, en esa lógica, Fábregas registra las distintas modalidades en las que el Estado y los distintos estados nacionales, después del periodo colonizador, una vez instalados durante el siglo xix y en adelante, crearon políticas para insistir en su perspectiva de integrar a grupos indígenas a la modernidad de las nuevas naciones. Consideraban que estos vastos sectores de la población representaban un atraso, un lastre a sus planes modernizadores, un “obstáculo al progreso”, desde la perspectiva positivista de las ciencias sociales.

Basado en fuentes secundarias con contenidos específicos y generales, el autor expone los ejes clave, a partir de los cuales se articulan los lineamientos para conformar una política pública del indigenismo en la región latinoamericana, con mayor peso para el caso mexicano, aunque también presenta los casos de Guatemala, Ecuador y Perú. En estos países, el indigenismo experimentó un gran auge debido a la participación de teóricos relevantes, cuyas discusiones influyeron en la creación teórica, conceptual y metodológica del indigenismo en el continente.

Fábregas muestra cómo el indigenismo se relaciona con la construcción de la nación y el surgimiento de los estados nacionales en contextos donde la pluralidad cultural se concibió como un impedimento u obstáculo para consolidar las naciones en surgimiento y para promulgar el nacionalismo como doctrina política básica. Los ideólogos del nacionalismo de Estado estaban en correspondencia con las políticas nacionalistas de Occidente y su influencia se dejó sentir también en países de América Latina. Como en un campo social complejo, los teóricos del nacionalismo latinoamericano estaban imbuidos de los planteamientos filosóficos y políticos de la vieja Europa; lo mismo que décadas más tarde, los críticos del indigenismo de la década de los años setenta del siglo xx discutían la riqueza de la pluralidad cultural, el multiculturalismo y las resistencias de pueblos originarios, que eran la mayor expresión para mostrar y exigir reconocimiento legítimo a su presencia.

Mediante una línea de tiempo, la exposición que ofrece el autor sobre el indigenismo permite entender el cruce de acontecimientos regionales con realidades sociopolíticas en un marco contextual más amplio. No lo hace explícitamente, o no lo profundiza, pero el lector logra conectar o correlacionar que lo que ocurría en nuestra América se correspondía, en algún sentido, con discusiones y acontecimientos en otros ámbitos.

Algo que interesa subrayar es el destacado papel que desempeñaron la antropología y sus estudiosos tanto en la concepción como en la creación, sostenimiento y aplicación de políticas públicas (“políticas aplicadas”, como se les llamó en su momento) del indigenismo, tanto en México como en otros países del continente. De hecho, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), fundada en 1942 en México, y otras escuelas de antropología en Latinoamérica tuvieron al indigenismo como el eje de la enseñanza de la disciplina. Gonzalo Aguirre Beltrán, con la política de la aculturación del indigenismo, fue uno de los representantes más importantes que encuadró, desde la teoría, junto con otros destacados antropólogos de la época, la política indigenista del Estado mexicano. Basados en las pioneras discusiones que se debatieron en el emblemático Primer Congreso Indigenista de Pátzcuaro (1940), los intelectuales indigenistas latinoamericanos debatían cuáles serían los fundamentos de la Nación, entendida como una comunidad de cultura, y dejaron de lado, sin reconocer, las luchas internas entre grupos étnicos. De esta forma, dejaron al margen de la discusión el tema de la clase y la estratificación social y desconocieron las relaciones interétnicas que siempre han tenido las sociedades indígenas con las sociedades no indígenas. Sin embargo, estos grupos nunca han estado fuera de la sociedad, como se les concibió: más bien, han sido permanentemente explotados y discriminados. El indigenismo, en síntesis, negaba al indio y procuró su desaparición. Fábregas resume en esta contundente frase lo que fue el eje central de la ideología indigenista encaminada a asimilar a los pueblos originarios a una nación que más bien los marginó.

El año de 1968 representa el parteaguas de una oleada imparable de conciencias y voces críticas en nuestra región y en el Occidente global. Marcó, en muchos sentidos, lo que decantaría en la mayor crítica y reprobación al indigenismo de Estado en México. Otra generación de antropólogos, desde otras miradas y enfoques teóricos, ha cuestionado duramente desde entonces lo que los estados nacionales consideraron el “problema indígena”. El representativo y significativo libro colectivo De eso que llaman antropología mexicana (1970) concentró la crítica a la política de Estado aplicada a poblaciones indígenas en México; el autollamado “manifiesto de la generación crítica” propuso marcos teóricos alternos para analizar y discutir las relaciones interétnicas, desde otros enfoques y perspectivas analíticas.

En la parte final del libro, el autor deja abierta la interrogante “¿Hacia un nuevo indigenismo?”, con lo que da pie a señalar que es un tema inacabado, por lo que hay que poner atención a las nuevas narrativas, las nuevas realidades y los nuevos enfoques teóricos. Sugiere que hay que poner a discusión el indigenismo, como se conoció antes, para conocer cómo las ciencias sociales en general se han distanciado del paradigma del indigenismo, tan caro en la antropología mexicana y de algunas regiones de América Latina.

Éste es un libro que contribuye al conocimiento de la problemática tratada, y la forma en la que está estructurado y escrito lo convierte en un texto para un público estudiantil, incluido el de pregrado, pero también para un público amplio. Estoy convencida de que su dimensión, fuera de los aportes particulares al conocimiento de la temática, sugiere, más que una conclusión, una serie de planteamientos que los interesados e interesadas podrán, de distintas formas, recuperar, compartir y discutir.◊

 


 

* Es antropóloga social. Profesora e investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), sede Sureste. Maestra en Antropología Social por el Centro de Estudios Antropológicos de El Colegio de Michoacán y doctora en Antropología por el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Es coautora de Chiapas después de la tormenta: estudios sobre economía, sociedad y política (El Colegio de México, 2009). Su publicación más reciente es La oferta de trabajo es mía, la precariedad de usted. Trabajadores guatemaltecos en la región transfronteriza México-Guatemala (ciesas/El Colegio de la Frontera Norte, 2020).