El español en Estados Unidos

El español es la segunda lengua más hablada en territorio estadounidense, pero sería erróneo dar por sentado que esto supone un grupo homogéneo de hispanohablantes. El periodista José Carreño ofrece algunas estadísticas económicas y demográficas para comprobar la realidad e importancia de la multiculturalidad de los hispanohablantes en Estados Unidos.

 

JOSÉ CARREÑO FIGUERAS*

 


 

Estados Unidos es ahora el segundo país con mayor población hispanoparlante del mundo, sólo después de México, y está en lo posible que para 2050 sea el primero, tanto en números como en economía. Como grupo, los hispanohablantes son la primera minoría en Estados Unidos y el español es el segundo idioma más hablado en el país, después del inglés. De acuerdo con estimaciones de la Oficina del Censo, y a reserva de los resultados de su encuesta decenal en 2020, el año pasado se estimaba que los latinos eran 60 095 000 individuos, incluso 20.9 millones nacidos fuera del país y hasta 13 millones de residentes legales o indocumentados. Pero sería un error considerar que la comunidad de lenguaje los hace un bloque.

Tomar a los hispanos o latinos —o “latinxs”, como un sector prefiere que se le llame— como un grupo homogéneo sería equivocado. Hay diferencias de nacionalidad o según la región donde radican o de donde salieron. De paso, asumir que la mayoría son migrantes recientes sería igualmente un error: alrededor de 60% de los latinos nacieron en Estados Unidos, aun cuando muchos mantengan relación con sus orígenes nacionales. Hay, por demás, indicios de que el uso del español se reduce en segundas y terceras generaciones.

De acuerdo con el Centro Pew en 2018, “el 85% de los padres latinos dicen que les hablan en español a sus hijos, según la Encuesta Nacional de Latinos 2015. Entre los padres inmigrantes, 97% dice hacerlo. Pero la proporción cae al 71% entre los padres latinos de segunda generación nacidos en los Estados Unidos (aquéllos con al menos un padre inmigrante). Y la proporción cae a sólo 49% entre los padres latinos de tercera generación o más, es decir, aquéllos nacidos en Estados Unidos de padres nacidos en Estados Unidos”.

En términos generales, las divisiones políticas en este país se dan también entre hispanos, con las mayorías de los mexicoestadounidenses y los puertorriqueños inclinados hacia los demócratas, pero con los de origen cubano y centroamericano, hacia los republicanos. Eso es, en parte, reflejo de las historias respectivas de cada población. Una descripción muy general señalaría que los primeros proceden de naciones que tienen una historia de problemas con Estados Unidos y, por lo tanto, como minorías han tenido una relación conflictiva con la sociedad estadounidense; para los otros, el tema es la experiencia reciente de sus países de origen y Estados Unidos como sitio de refugio político y económico. En esos términos no es de extrañar que los mexicoestadounidenses y puertorriqueños sean más socialmente activistas que sus colegas, pero que cubanos y centroamericanos tengan mayor interés en influir sobre la política exterior estadounidense hacia sus países, en especial si tienen regímenes de izquierda.

En medio de ambos grupos se encuentran los latinoamericanos nacidos en Estados Unidos, quienes, aun cuando mantengan vínculos afectivos con sus familias y con sus orígenes culturales, tienen una conciencia cada vez más fuerte de su nacionalidad e intereses propios. Paralelamente, si el impacto político y social de los latinoestadounidenses resulta fácil de figurar, es más difícil de estimar dentro de Estados Unidos, donde, como otras minorías, siguen en plena lucha por sus derechos y por su lugar en una sociedad que todavía los ve como extraños, pese a una presencia documentada de casi quinientos años.

El efecto cultural de esta población es considerable dentro y fuera de las corrientes principales del país, sobre todo en la cultura popular. Pero las reverberaciones de su ascenso tienen y tendrán consecuencias dentro y fuera de Estados Unidos, ante la preponderancia de la cultura estadounidense y los lazos sociales y familiares que los hacen íntimos parientes. La mezcla de culturas va en ambas direcciones y, de hecho, ya tiene un impacto en el lenguaje, tanto en el español que se habla en Estados Unidos como en el que se exporta a Latinoamérica, especialmente a México, Centroamérica y el Caribe.

El potencial económico de la minoría tiene un impacto propio: de entrada, representa un producto bruto estimado en poco más de 1.7 billones (millones de millones) de dólares, de los que al menos 30 mil millones de dólares anuales llegan a Latinoamérica como remesas de migrantes a familiares en sus países de origen. En América Latina, ese pnb sólo es superado por Brasil y México.

En términos estrictos de números, las personas de ascendencia latinoamericana son actualmente unos 60 millones, o 18%, de la población estadounidense. Sin embargo, tras las elecciones de 2018, su representación en el Congreso estadounidense es ahora de 38 representantes (diputados) y cuatro senadores. Según la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos (naleo, por sus siglas en inglés), debería haber 77 diputados y 18 senadores para que esta minoría fuera representada proporcionalmente. Las elecciones de 2018 fueron un claro progreso, dijo Arturo Vargas, director ejecutivo de naleo, citado por la cadena nbc, quien, al analizar la elección de 2018, subrayó la limitación: “Es un proceso a largo plazo llegar al punto en que el gobierno refleje a su gente, y aún no lo ha logrado con respecto a los latinos”.

Con todo, los propios latinoamericanos pasan por un lento proceso de identificación y amalgamación como grupo étnico. El primer paso, tal vez, es la ampliación de las perspectivas de grupos que, como la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos (lulac, por sus siglas en inglés), el GI Forum (de veteranos de guerra), el Fondo México-Americano para la Educación y Defensa Legal (maldef) o UnidosUS (antes Consejo Nacional de La Raza), fueron creados para ayudar, apoyar y cabildear por los intereses de mexicoestadounidenses.

La misma delegación hispanoamericana en el Congreso refleja su enorme pluralidad: la mayoría es de origen mexicano, incluso tres nacidos en México, o remoto, especialmente de California y Texas; siete son cubanoestadounidenses, en especial de Florida y Nueva Jersey; seis son puertorriqueños, predominantemente de Nueva York. De los cuatro senadores, tres son cubanoestadounidenses, los republicanos Marco Rubio y Ted Cruz, y el demócrata Robert Menéndez. La cuarta es de origen mexicano, Catherine Cortez Masto, de Nevada. Y, por supuesto, los latinos demócratas trabajan por separado de los latinos republicanos…

La mayoría de la población latina, estimada en poco mas de 60%, es decir, unos 37 millones de personas, es de ascendencia mexicana; luego siguen los puertorriqueños, con 5.8 millones; les siguen cubanos, salvadoreños y dominicanos y las demás nacionalidades. Pero, en términos sociales, la educación que muchos de ellos recibieron en sus países de origen, o en el de sus padres, tiene un efecto socioeconómico, con argentinos, españoles y venezolanos en los primeros sitios por ingreso, y mexicanos, puertorriqueños, guatemaltecos, dominicanos y hondureños en los cinco más bajos. Esto, a su vez, tiene otros efectos. Los mexicanos y sus descendientes, junto con los puertorriqueños, son 70% de los latinoestadounidenses, una mayoría abrumadora, pero la élite intelectual está formada por sudamericanos, cubanos y españoles, si la dirección de la Academia Norteamericana de la Lengua —correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española— es un indicio. La anle, en todo caso, fue fundada para “fomentar la unidad y defensa de la lengua española en los Estados Unidos”. Cuál es esa “lengua española” estadounidense, cómo se constituye dependiendo de su origen o de la educación de sus hablantes, cómo se transforma en función de sus zonas de contacto y cómo habrá de relacionarse en el futuro con los diversos dialectos del spanglish, el español chicano, el nuyorican y demás insignias sociales, culturales, lingüísticas e identitarias es, con todo, un asunto que está todavía por verse.◊

 


* JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

Es periodista. En 2006 recibió el Premio Nacional de Periodismo. Actualmente trabaja en El Heraldo de México.