El Censo de Población en México, el coronavirus y un mundo de casi 8 mil millones de habitantes

A partir de las cifras que arroja el reciente Censo de Población levantado en México, Manuel Ordorica voltea hacia el pasado y se detiene en el presente para plantear las perspectivas poblacionales del país y los temas que marcarán la agenda demográfica del siglo xxi.

 

MANUEL ORDORICA*

 


 

“Contando lo que tenemos sabremos lo que podemos”
Eslogan con el que la Dirección General de Estadística inició en 1939 una campaña para anunciar los censos de 1939-1940 sobre Población, Edificios, Ejidos, Agricultura y Ganadería, Industrias, Comercio y Transportes (Inegi)

 

Antes de presentar el análisis de algunos de los datos del Censo de Población y Vivienda 2020, es importante hacer un reconocimiento al ejército de más de 200 mil personas que participó en el levantamiento en sus diferentes fases. El año 2020 ha sido uno de los momentos más difíciles de nuestra historia, sólo superado, quizá, por la pandemia de la influenza española ocurrida en 1918. El levantamiento del censo, en marzo pasado, coincidió con el primer fallecimiento por covid en nuestro país. Aun así, fue posible hacer el levantamiento y disponer de datos para analizar la situación sociodemográfica del país y sus perspectivas. Este ejército de trabajadores ligados al censo arriesgó su vida para que nuestro país tuviera datos a fin de analizar y poder plantear el México demográfico que deseamos para el futuro de este siglo xxi.

Un elemento novedoso de este censo es que fue el primero totalmente digital. De acuerdo con las condiciones del momento, la decisión de realizar el censo de forma digital puede considerarse virtuosa. Algunas acciones tuvieron que cancelarse por las dificultades que generó la pandemia, como fue la encuesta de posenumeración, pero se realizó un muestreo de cobertura focalizada que permite valorar la calidad de la información generada.

El momento censal se refiere al 15 de marzo de 2020. Los censos de población son una instantánea de la situación social de un país. El censo es una fotografía que, vinculada a las Estadísticas Vitales, que dan información como si fuera una película, permiten analizar la evolución demográfica de un país. Los censos se caracterizan por tres elementos: universalidad, porque enumeran a toda la población; simultaneidad, porque se levantan en forma instantánea en el país, y periodicidad, porque se realizan cada 10 años. Desde 1895, cuando se realizó el primer censo moderno, hasta 2020, podemos decir que tenemos una historia de 125 años ininterrumpidos de levantamiento de censos. Nuestros censos, estadísticas administrativas y encuestas son perlas de información para realizar los análisis de la situación social y económica de México.

 

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Conocer cuántos somos y por qué aumenta o disminuye una población es objeto de interés de los gobiernos y de la sociedad en general. El ejercicio de contar a las personas es muy antiguo. Varios siglos antes de Cristo, las culturas egipcia, romana, hebrea y china, entre otras, elaboraron en forma rudimentaria datos estadísticos con el propósito de contar sus pertenencias y cobrar tributos a sus súbditos. También en estos primeros recuentos se tomaba en cuenta a los hombres cuya edad era adecuada para fines militares. El número de personas aptas para la guerra era un indicador del poderío de un Estado.

Entre los incas se utilizaba un instrumento llamado quipu para ayudar a la memoria. Se trata de un cordel principal del cual se desprenden cuerdecillas de muchos colores con nudos especiales; las cuerdas se usan para registrar números conforme a un sistema decimal; hay un símbolo para el número cero: un cordel con espacio vacío. Sin embargo, estos registros con cordeles no significan nada sin la ayuda de los rememoradores profesionales, que están capacitados para leerlos. Las cifras tienen sentido siempre y cuando haya una persona de experiencia y conocimiento de la historia del lugar y de sus habitantes que las interprete. Este sistema une los métodos cuantitativos con los cualitativos.

El primer censo del que nos habla la historia es el de los israelitas, que realizaron Moisés y Aarón en el desierto del Sinaí. Los números dan su nombre a una parte de la Biblia en la cual la estadística ocupa un lugar importante. En Roma, Sergio Tulio ordenó que cada cinco años se realizara un censo de la población, que debía consignar nombre, edad, cualidades y profesión de sus habitantes. Augusto extendió el censo a las provincias romanas. Según se dice en la historia, María y José se trasladaron a Belén con el propósito de inscribirse en el censo de Augusto, y fue entonces cuando nació Jesucristo. Este censo, levantado en el año 1 de nuestra era, puso en marcha a José y María debido a que los censados debían presentarse a las autoridades del lugar del que la familia era originaria: el encuestado era el que tenía que desplazarse al encuentro del encuestador, y no a la inversa, como es habitual en el levantamiento de los censos modernos.

Entre los griegos, el conteo de la población se utilizaba para la planeación de la sociedad. Esto lo consignó Platón en el libro las Leyes. Decía que el número 5 040 contenía todas las divisiones hasta el 12, partiendo del uno, con excepción del número 11. Dejando de lado la cifra 5 040, el interés de la ciudad-Estado exigía que su población no creciera desmesuradamente ni disminuyera en forma alarmante. Lo justificaban dos razones: una ciudad despoblada es una ciudad muerta y la sobrepoblación es un factor de conflictos sociales.

Los números también han sido elementos de inspiración para escritores. Recuerdo que hace más o menos 40 años habló por teléfono Gabriel García Márquez al hoy Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, cuando El Colegio de México se ubicaba en la calle de Guanajuato, en la colonia Roma. Quería hablar con un demógrafo para preguntar si había más vivos que muertos o más muertos que vivos en el planeta. Me imagino que para saber si el mundo de los vivos era más grande en población que el de los muertos. La pregunta parecía inocente, pero nos puso a trabajar a los demógrafos cuantitativos que estábamos en el centro. La respuesta no era trivial. Nos llevó un tiempo y le respondimos que había alrededor de 10 veces más muertos que vivos. En efecto, el mundo de los muertos es mayor que el de los vivos.

 

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Nuestro país tiene una rica historia de levantamientos censales y de elaboración de estimaciones sobre la población y sus componentes. En el México precortesiano, la estadística era un instrumento de carácter administrativo importante, como lo prueba la Matrícula de tributos, donde se apuntaba lo que el pueblo azteca debería recibir de los pueblos bajo su dominio. En este registro aparecen enumerados los pueblos que debían pagar tributo y la cantidad de los mismos. El dato más antiguo sobre la población de México se encuentra en la estadística de Anáhuac que mandó realizar Hernán Cortés después de la conquista y que arrojó un total de 620 mil familias; 9 120 000 habitantes para 1521 en la estimación de C.A. Nieves, y de 7 264 059 en la de J.M. Pérez Hernández.

También hace 500 años, según mencionan los cronistas, durante la toma de Tenochtitlán, la muerte de Cuitláhuac se debió a la viruela. Ésta fue la primera pandemia (1521) que tocó y diezmó a la población de Mesoamérica; al parecer, uno de los soldados de Cortés venía enfermo de viruela y fue la fuente del brote. En pocos meses murió la tercera parte de los indígenas. Esta globalización y conquista afectó a la población que en su sistema inmunológico no tenía defensas para enfrentar esta enfermedad.

El año de 1895 es clave en esta historia, ya que fue cuando se llevó a cabo el primer censo con características modernas, y cinco años después, en 1900, el segundo. En 1910, al inicio de la Revolución mexicana, se levantó el tercero, pero no se publicó sino hasta 1921. Fue en este año cuando el presidente Álvaro Obregón apoyó el levantamiento del IV Censo de Población, tarea que concluyó en 1927 debido a múltiples dificultades. Este censo cubrió varios conceptos: edad, sexo, estado civil, alfabetismo, ocupación, idioma, raza, residencia, nacionalidad, religión y otros.

El censo de 1921 se vio afectado en su organización y cobertura por la situación del momento. Hubo limitaciones de personal calificado, el cual tuvo una escasa preparación. Esta situación impidió que el censo se levantara en 1920, de acuerdo con la tradición de levantarlos cada 10 años y en un año terminado en cero. Se fijó la fecha del levantamiento para noviembre de 1921. Debido a la escasa preparación de los empadronadores, se limitaron a distribuir y a recolectar las boletas. Dejaron a la población la obligación de llenar las boletas, lo que redundó en datos ilegibles y omisiones. La población mexicana tenía un elevado nivel de analfabetismo. Un problema fue que muchos gobiernos estatales no favorecieron las actividades del censo de población, debido a que algunos de ellos no cooperaban con ninguna instrucción proveniente del gobierno federal. Este censo se enmarca dentro del proceso de reestabilización nacional. Lo más importante del conteo de 1921 fue la decisión política de los gobiernos posrevolucionarios de llevarlo a cabo y, en consecuencia, de darle continuidad a la generación de las estadísticas mexicanas.

Además de lo anterior, se presentaban otros problemas. En esas fechas la población tenía problemas de salud, lo que dificultaba aún más el levantamiento del censo. En 1921, las autoridades sanitarias establecieron oficinas de despiojamiento en varias escuelas de la Ciudad de México. Para ello se les dotaba de regaderas de agua, ya que escaseaban las reglas mínimas de higiene entre los alumnos. Enfermedades como la tiña y la sarna atacaban a los estudiantes de la época. Además del desaseo observado entre los habitantes, era muy importante la desnutrición. Eran frecuentes los desmayos por la falta de alimento de los niños que asistían a la escuela, después de haber comido sólo una tortilla. Otro hecho histórico que marcó esta época y que repercutió en el aumento del hambre fueron los efectos de la Primera Guerra Mundial.

En 1918, como ya mencioné, se presentó la pandemia de la influenza española, la cual puede considerarse una de las principales catástrofes de la humanidad. Según los patrones de crecimiento demográfico registrados entre 1900 y 1910, se esperaba que la población en 1921 fuera de 17.2 millones de personas. De acuerdo con los datos obtenidos por los censos de 1910 y 1921, la población disminuyó, de 15.2 millones a 14.3 millones en este periodo. La diferencia entre las dos cifras, de 2.9 millones, entre lo real (14.3 millones) y lo virtual (17.2 millones), en 1921, se explica por los que murieron en la Revolución y por la influenza española (1.4 millones), por los que dejaron de nacer (1.1 millones) y por los que emigraron a Estados Unidos (400 mil personas). Se estima que, en nuestro país, como resultado de la influenza española, fallecieron entre 300 y 500 mil personas.

 

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Una centuria después, en 2020, se levanta el censo de población y se enumeran 126 millones de personas, nueve veces más población que la estimada en el censo de 1921. La tasa de crecimiento demográfico entre 2010 y 2020 fue de 1.2% anual, cifra similar a la observada hace un siglo. La diferencia es que, hace una centuria, la tasa de natalidad y la de mortalidad eran elevadas y en 2020 son reducidas. De seguir esta tasa anual en los próximos años, nuestra población se duplicaría en periodos de casi 60 años y no en ciclos de 20, como se observaba en los años sesenta y setenta del siglo xx. Apenas ahora estamos llegando a la meta de 1% en la tasa de crecimiento demográfico planteada en 1977 para el año 2000. Quizá pronto estaremos pensando en modificar nuestra política de población, porque ahora el problema es el lento crecimiento demográfico, unido al envejecimiento demográfico.

En 1930 nuestra tasa de reproducción se ubicaba alrededor de 3. Esto significa que una madre sería sustituida por tres hijas. Hoy en día ya nos encontramos en el nivel de reemplazo, es decir, una madre será sustituida sólo por una hija. Éste es un cambio muy notable en este periodo de casi un siglo. Sin embargo, existen fuertes diferencias que nos muestran los resultados del censo de población de 2020. Si bien es cierto que el número promedio de hijos por mujer de la población femenina de 12 años y más es de 2.1 a nivel nacional, se observan importantes diferencias a nivel estatal. En la Ciudad de México, este indicador es de 1.7 hijos por mujer y en Guerrero es de 2.6. En el caso de la capital del país, se presentará un proceso de envejecimento demográfico acelerado como resultado de la caída en los niveles de fecundidad. Al analizar el número de hijos de las mujeres de 45 a 49 años que ya terminaron su periodo reproductivo, encontramos que a nivel nacional es de 2.6 hijos en promedio: 3.4 hijos en promedio para Guerrero y 1.9 para la Ciudad de México. Este indicador, si bien no se refiere a la fecundidad actual, nos da una idea del momento del cambio de las pautas reproductivas en México y de los diferenciales según estratos socioeconómicos.

Un tema que debe preocupar al Estado mexicano es el crecimiento demográfico de las zonas metropolitanas. Por ejemplo, la Zona Metropolitana del Valle de México (zmvm) llegó, según el censo de 2020, a 21.8 millones de habitantes. La población vive en una olla que dificulta la planeación de los servicios sociales, lo cual se ha podido constatar con la pandemia del coronavirus. Esta zona metropolitana tiene aproximadamente la sexta parte de toda la población del país. Hemos visto que concentra el mayor número de muertes y contagios por SARS-CoV-2 y que la alcaldía de Iztapalapa, con sus 1.8 millones de habitantes según el reciente censo, tiene un elevado porcentaje de la población de la Ciudad de México y un igualmente elevado porcentaje de los muertos por SARS-CoV-2.

¿Qué hemos hecho para reducir la fuerte concentración de la población en el Valle de México? Hasta ahora, muy poco. Urge una política que se dirija a tener una población más equilibrada en el territorio nacional. La población conjunta del Estado de México y de la Ciudad de México representa 21% de la población total del país y alrededor de 30% de las muertes oficiales por covid. Esto significa que la concentración de la población no ha sido un elemento positivo para frenar esta pandemia, ya que acelera el ritmo de contagios y de muertes en el país.

 

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El planeta se encuentra cerca de alcanzar los 8 mil millones de habitantes, lo que ocurrirá en algún momento de 2022 o de 2023. En 1974 estábamos llegando a los 4 mil millones, que es la mitad de la población de hoy en el planeta. ¿Quién será el habitante 8 mil millones? ¿En qué país nacerá? ¿Será hombre o mujer? ¿Cómo se llamará? ¿En qué día nacerá? Si naciera en México, ¿cómo sería su vida?

Imaginemos que nace en México y que es niña. Como ya asentamos, los datos del censo de población estiman que, en 2020, la zmvm tenía 21.8 millones de habitantes. Siendo una de las zonas más pobladas de la Tierra, la probabilidad de que nazca en esta región, en el caso de que nazca en México, es elevada. Supongamos por eso que nació en esta zona del país.

Si bien es cierto que todavía se tendrán los efectos de la pandemia del coronavirus durante unos años más, la esperanza de vida al nacer de las mujeres estaría superando los 80 años, cifra más elevada que la de los hombres, porque el sexo fuerte respecto a la mortalidad es la mujer. La caída en la esperanza de vida por la pandemia será pasajera. Hoy la esperanza de vida al nacer se redujo de 75 a 70 años como resultado de la pandemia. Hemos perdido cinco años en la esperanza de vida al nacer; es como si hubiéramos regresado a los años noventa del siglo xx, lo que representa un retroceso de tres décadas.

Al terminar de escribir este trabajo, estábamos llegando, sin contar el subregistro de muertos, a una cifra de alrededor de 200 mil defunciones oficiales por SARS-CoV-2 en el país. Para tener una cifra que permita comparar lo ocurrido con las muertes observadas y oficiales por covid en México, recordemos que en el ataque con bombas atómicas en agosto de 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial fallecieron alrededor de 250 mil personas.

Respecto a la fecundidad, el censo de población de 2020 muestra que la paridez media en esta zona se ubicaría por debajo del nivel de reemplazo de la población. La niña de nuestro ejemplo tendría uno o a los más dos hijos o hijas. Muy probablemente vivirá en unión libre antes de tomar la decisión de casarse por el civil o religiosamente. Seguramente estudiará una carrera que ayude a resolver los problemas vinculados al envejecimiento demográfico de la Ciudad de México, aunque, debido a la pandemia, podría estudiar epidemiología, porque el tema de los virus podría volverse recurrente con tiempos cada vez más cortos. La edad mediana de la población en la Ciudad de México es de 35 años según el reciente censo. Seguramente terminaría una carrera porque el nivel de escolaridad en la zona para ese momento ya sería muy superior a los casi 10 años observados para todo el país según el censo de 2020. Según éste, en la Ciudad de México el nivel de escolaridad es de 11.5 años mientras que en Chiapas es de sólo 7.8 años. Muy probablemente sería católica, debido a que, según el censo, hay 97.9 millones de católicos, aunque podría no tener religión, ya que el número de personas sin religión pasó de 4.7 a 8.1% entre 2010 y 2020.

Para cuando ella crezca, seguramente estará despenalizado el aborto y las mujeres podrán evitar un embarazo no deseado o de alto riesgo. Según el censo de 2020, hay mujeres de 12 a 14 años que tienen incluso hasta tres hijos en promedio. Estas niñas a esas edades no deberían tener hijos. Es importante que la sociedad proporcione los elementos para que este tipo de situaciones no se presente. No debería de haber niñas teniendo hijas o hijos. Para que esto no ocurra en nuestra sociedad, es importante que la población dé el ejemplo, porque no es la forma principal de influir en los demás: es la única. La política de población debería orientarse a concientizar a esa población para que regule su fecundidad. Esto nos conduce a la necesidad de despenalizar el aborto de manera urgente en todo el país. Mucho se ha dicho, pero poco se ha concretado.

El censo de 2020 ha incorporado un tema novedoso relativo a la población mexicana que se autorreconoce como afrodescendiente o afromexicana. Hay 2.6 millones de mexicanos en esta categoría, quienes hasta la fecha resultaban invisibles en nuestro país. Las comunidades afrodescendientes viven aisladas y en condiciones de pobreza. Es muy importante que el censo de 2020 saque a flote el olvido histórico del México negro. La mayoría de los habitantes de este país y sus autoridades no saben que hay negros en México. Esta población proviene de los esclavos traídos a la Nueva España para sustituir a los millones de indígenas que murieron debido a una serie de pandemias desconocidas, ocurridas en el territorio.

Respecto a la población indígena, el reciente censo estima que la población de 3 años y más que habla lengua indígena es de 7.4 millones. En el censo se presentan datos de 70 lenguas indígenas, aunque hay más, que son perlas en nuestra cultura nacional. Las lenguas indígenas que más se hablan siguen siendo el náhuatl (1.7 millones), el maya (775 mil), el tseltal (589 mil), el tsotsil (550 mil), el mixteco (527 mil) y el zapoteco (491 mil). Es importante destacar que, si bien hay un incremento en el número absoluto de los hablantes de lengua indígena, se observa una disminución porcentual entre 2010 y 2020, al pasar de 6.6 a 6.1% en este periodo. Hay que reconocer que esta disminución porcentual podría estar reflejando que algunas lenguas pudieran estar en extinción, por lo que se requiere de una política de protección e impulso de nuestras lenguas indígenas.

 

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Si bien ya se cumplió con tener buenos resultados en la etapa del levantamiento del censo de 2020, ahora sigue una fase de evaluación de las cifras a fin de estimar el grado de omisión de la información censal y para analizar la calidad de los datos. Uno de los trabajos más relevantes que sigue ahora es la conciliación censal. Todos los censos, desde 1950 hasta la fecha, deben ser congruentes entre ellos y con las estadísticas de nacimientos, defunciones y migración. Éste es un trabajo que los demógrafos realizamos para hacer las proyecciones de población. A partir de este ejercicio se plantearán las perspectivas demográficas del país, en el supuesto de que se mantengan las tendencias en el futuro, es decir, que siga la inercia.

Otra hipótesis tiene que ver con el país que queremos, a fin de dirigirnos a una situación que mejore las condiciones de vida de los 126 millones de mexicanos censados en 2020 y de los que nacerán en los próximos años. Algunos temas marcarán la agenda demográfica del siglo xxi: el envejecimiento poblacional acelerado y las pensiones; la migración, tanto interna como internacional; la fuerte concentración de la población en las zonas metropolitanas, que ha mostrado ser una pésima condición de la población para frenar al coronavirus, y el embarazo adolescente de niñas de 10 a 14 años. Todos estos temas deberán ser analizados tomando en consideración las diferencias y desigualdades regionales y sociales existentes en México.◊

 


Referencias bibliográficas

Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), Los cien primeros años, Inegi, Dirección General de Estadística, 1994.

 


* MANUEL ORDORICA

Es actuario, demógrafo especializado en demografía matemática y doctor en investigación de operaciones. Trabaja como profesor-investigador en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México. Entre sus publicaciones más relevantes se encuentra el libro Una mirada al futuro demográfico de México (unam / El Colegio de México, 2015).