
01 Jul Diario
ARGEL CORPUS*
Abril 30 / Personal
No entendía eso de lo político,
ni aquello de lo de tener olfato.
Se hurgaba el cerebro como quien se hurga
una herida y decía: “Aquí no hay nada”.
Esa nada era la que supuraba.
La que no lo dejaba estar. La que lo
hacía decir cosas imprudentes.
“Francamente tontas”, según los otros.
Idiota como era, avanzaba a tientas,
equivocado y reducido al error
de los otros. Todo era tan confuso.
Sólo la luz parecía acertada.
Siempre en el lugar correcto, e intensa.
Siempre sujetando a la sombra, ese mal (ordinario).
Noviembre 28 / Hechizo
Cuando estés frente al mar
dile por su nombre antiguo:
θάλασσα.
Sólo así reconocerá el nombre
de todos sus muertos;
y sólo así te dejará pasar
entre sus dedos de agua.
Θάλασσα
es la clave, el artificio único
que te mantendrá a flote.
Así serás quien sobreviva la ilusión
rítmica de sus olas grises y negras.
Θάλασσα.
Y así te mantendrás a salvo mientras cruzas
esa madeja de peces e hilos transparentes.
Enero 6 / El abecedario
Mi prima se sabía el abecedario com ple to.
Sin problema la presumida lo decía frente a mí
como si estuviera diciendo un Padre Nuestro o un Ave María.
a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u v w x y z
Yo la odiaba.
La odiaba porque todas las letras eran suyas.
¿Cómo le había hecho para aprender tantos sonidos?
Apenas se callaba
yo intentaba repetir aquella oración
que sólo ella y mi maestra se sabían:
A B C D F …
Pero para mí, luego de la F, estaba la Nada.
El silencio.
De entre los dos, como era obvio,
sólo ella tenía derecho a decir todas las palabras.
La odiaba.
Yo era un rapaz, y como Velarde, sólo me sabía la O por lo redondo,
además de las otras vocales: i e a u.
Mi breve vocabulario estaba inscrito en esos cinco sonidos suaves
que a veces encontraba en el viento, y otras veces en la lluvia.
Marzo 4 / El asombroso Hombre Araña
A la salida compraba un raspado,
50 centavos de hielo y rompope.
Feliz, y con esa tranquilidad
caminaba de regreso a casa
espiando el puesto de periódicos.
Fantaseaba con las aventuras del Hombre Araña.
Sexto grado fue el último año en el que me subí a los árboles
imaginando estar en los rascacielos de Nueva York.
En primero de secundaria, en cambio, empecé a no estar satisfecho,
y a curiosear con la idea de pasar la tarde con alguna mujer.
Pero en sexto, a la salida, todavía compré raspados
que yo sorbía mientras leía absorto los titulares del Hombre Araña:
“La confrontación final”, “El Araña se une al Pulpo”, “Un héroe diferente a los demás”.
Avasallado por la promesa de las aventuras del héroe
caminaba a casa sorbiendo aquel hielo trozado
que me regresaba, adormecido, a un espacio habitual
sin disfraces o rascacielos, y en el que el mal era algo aburrido y procaz.
* ARGEL CORPUS
Es poeta. Ha publicado dos libros bajo el sello de Taller Ditoria: Los días pasan y se llevan su lumbre (2012) y Paternidad (2016).