De sur a sur: la búsqueda de espacios identitarios, valores en común y autonomía

 

NATALIA SALTALAMACCHIA ZICCARDI*

 


 

El cambio internacional mediante las relaciones sur-sur.
Los lazos de Brasil, Chile y Venezuela con los países en desarrollo
de África, Asia y el Medio Oriente
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Élodie Brun, 2 vols., 1ª. ed., México,
El Colegio de México, 2018, 656 pp.

 

Es poco común que la literatura sobre las relaciones internacionales generada en los países desarrollados y líderes en la producción teórica se interese por entender las de los países del sur global o por explicar sus consecuencias. El hecho se acentúa cuando se trata de estudios de índole sistémica, enfocados en la dinámica de construcción o reproducción de las reglas del juego internacional, ya que los países del sur son considerados como irrelevantes o marginales en ese ámbito. Por ello es bienvenido un libro que, como su título expresa, pretende analizar “el cambio internacional mediante las relaciones sur-sur” y que indaga sobre cuál es el posible impacto de dichos lazos en la configuración mundial.

La tesis central de Élodie Brun es que las relaciones sur-sur tienen efectos sobre el sistema internacional, en particular porque lo vuelven más complejo y tienden a descentralizarlo gradualmente. Al respecto, la autora presenta tres postulados. Primero, el proceso de desarrollo de vínculos más estrechos entre países del sur, aunque ha sido lento y presenta altas y bajas, tiene un carácter incremental. Segundo, la esencia del cambio que se pretende provocar mediante las relaciones sur-sur a escala global es de carácter reformista: se dirige a alcanzar una mejor inserción de estos países en el sistema internacional existente, mas no pretende forjar uno alternativo. Tercero, la densidad incremental de los lazos entre los países del sur tiene un potencial transformador en el largo plazo: aquello que inicialmente se percibe como novedades pequeñas y limitadas puede generar una evolución profunda en el sistema internacional.

Como puede apreciarse, el desarrollo cabal de estos argumentos requiere de una serie de decisiones teóricas y metodológicas importantes, las cuales se exponen de manera clara y exhaustiva al inicio del texto. En efecto, una de las singularidades de este trabajo es que vuelve transparente aquello que las publicaciones académicas tienden a obviar: expone no sólo sus elecciones finales sino el razonamiento concatenado de cómo se llegó a ellas. El resultado es un (quizá involuntario) ejercicio pedagógico que se suma a los aportes del libro, mismo que, por la envergadura de sus objetivos, se extiende a lo largo de más de seiscientas páginas, recurriendo de manera intencional a la descripción minuciosa de su objeto de estudio.

Precisamente, la delimitación del objeto de estudio es crucial, ya que el concepto “sur global” es polisémico y se presta a controversia. ¿Cuáles son los países que conforman este universo? ¿Es adecuado hacer una equivalencia simple e inmediata con los países con menor nivel de desarrollo? Brun delinea tres criterios para establecer los contornos de este grupo: se trata de países que han sufrido una experiencia de dominación política en el pasado, presentan indicadores socioeconómicos alejados de los Estados desarrollados y, de manera crucial, eligen presentarse a sí mismos con esta etiqueta. El último elemento constituye una de las premisas fundamentales de la autora: ser un “país del sur” es una autodesignación, intencional y escogida, que se pone al servicio de una estrategia internacional contestataria del orden internacional establecido. Desde este punto de vista, la conformación del sur como grupo presenta confines fluidos y variables a través del tiempo. Es ante todo un dato social, aunque requiera de alguna atadura material para sustentarse.

Desde una atalaya mexicana, una no puede más que confirmar lo acertado de este criterio conceptual: mientras que México eligió claramente proyectarse al mundo como un país del sur durante los años sesenta y setenta del siglo pasado, su clase dirigente abandonó esta etiqueta (y estrategia) hacia finales de los años ochenta. En contraste, a pesar de los conocidos avances de China en términos de crecimiento económico y recursos de poder, sus gobernantes siguen posicionando al país como parte del sur. Ésta es una discusión que el paradigma constructivista aplicado a las relaciones internacionales tiene bastante clara, por lo que en alguna medida sorprende que la autora no haga referencia a esta vertiente teórica en el desarrollo del marco conceptual. Al mismo tiempo, como se discute a continuación, el trabajo se fundamenta en la adaptación de una aproximación sociológica tomada de uno de los padres fundadores de esa disciplina: Émile Durkheim.

Dada la imposibilidad fáctica de abarcar las relaciones de todo el sur global, la autora se decanta por examinar los lazos entre tres países de América del Sur y el mundo en desarrollo. Se estudian, pues, las estrategias de acercamiento de Brasil, Venezuela y Chile con los países de África, Asia en desarrollo y el Medio Oriente. Como la idea es pensar las consecuencias para la dinámica global, el análisis no se enfoca en las relaciones sur-sur latinoamericanas —un campo, de hecho, más conocido gracias a los estudios del regionalismo—, sino que busca las proyecciones extracontinentales. Las preguntas que guían el esfuerzo de investigación empírica son: ¿Cómo se efectúan los lazos entre países en desarrollo? ¿A qué transformaciones del sistema internacional aspiran sin poseer los atributos de poder tradicionales?

Con el propósito de abordar estas interrogantes, Élodie Brun retoma de Durkheim algunos elementos de su teoría sobre el proceso de acercamiento entre entidades sociales, individuales y colectivas. En particular, adopta la noción de que, cuando un proceso de interacción social se intensifica y cobra densidad (o “densidad dinámica”), se producen nuevas reglas y relaciones. La autora está pensando, obviamente, en la posibilidad de generación de nuevas reglas y relaciones en el sistema internacional. Por otro lado, Durkheim señala que la intensificación de lazos sociales debe analizarse en dos dimensiones: la material y la moral, que se refuerzan mutuamente. Trasladado al estudio de las relaciones sur-sur, esto deriva en la elección metodológica de describir lo más exhaustivamente posible el reforzamiento material de las relaciones entre los países en desarrollo seleccionados (por ejemplo, las relaciones diplomáticas, los intercambios económicos, la cooperación para el desarrollo, la asistencia humanitaria, los lazos culturales y de defensa), para después observar si, a su vez, ello ha producido en algún grado vinculaciones morales (por ejemplo, lazos de solidaridad, prácticas, valores e ideas compartidas con respecto al sistema internacional).

La primera parte del libro es un impresionante ejercicio de documentación de la densificación material de las relaciones de Brasil, Venezuela y Chile con otros países en desarrollo a lo largo del periodo 1960-2010. El recorrido histórico se vuelve indispensable porque sirve al propósito de sustentar la hipótesis de que se ha producido un cambio incremental en dichas conexiones. Como explica la autora, no se trata de un cambio lineal, sino de un proceso que presenta momentos de activación (con el primer impulso tercermundista abanderado por la Conferencia de Bandung), de repliegue (especialmente en la década de los noventa, después de la crisis de la deuda que aquejó a Latinoamérica) y de reactivación (en la primera década del nuevo milenio). La autora logra demostrar fehacientemente que, en efecto, a lo largo de este periodo se amplió y diversificó la presencia internacional de los tres países sudamericanos con sus contrapartes del sur global, sin reemplazar, por cierto, otras asociaciones tradicionales. Sobre todo, expone de manera convincente que los ciclos de activación de las estrategias diplomáticas de acercamiento sur-sur dejan huella, es decir, producen un aprendizaje histórico que permite profundizar la cooperación en el siguiente nuevo ciclo.

La segunda parte del libro vincula el acercamiento material de los países en desarrollo con sus aspiraciones internacionales, en particular, aquélla de adquirir mayor autonomía en el ámbito internacional. En ese sentido, explica la autora, su identidad como países del sur “fomenta la creación de estrategias comunes y alimenta la elaboración de prácticas que los actores promueven vía sus políticas exteriores”. Es en esta parte donde se profundiza en la reflexión sobre el puente entre la vinculación material y la vinculación moral que propone Durkheim. Mediante el análisis de las posiciones de Brasil, Venezuela y Chile en discusiones fundamentales, como la reforma al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, las fórmulas de votación del Fondo Monetario Internacional (fmi) o la formación de coaliciones en foros multilaterales con distintas temáticas, se ilustran esfuerzos de unión para la impugnación del orden internacional existente. Se ahonda así en la posibilidad de que los países del sur, como entidades sociales, encuentren, a través de la intensificación de sus interacciones, espacios identitarios y valores en común que buscan posicionar en el orden internacional.

Aquí vale la pena señalar un aporte interesante, si bien secundario, de la segunda parte de la obra. Mientras que una vertiente importante de la estrategia de los países del sur se destina a impugnar el orden global por la vía de las organizaciones y foros multilaterales, el análisis detallado de Brun conduce a reflexionar sobre el papel que los países en desarrollo conceden al multilateralismo en su inserción internacional. Es posible encontrar ahí explicaciones sobre los móviles que los llevan a privilegiar esta forma de diplomacia, qué recursos de poder les aporta (por ejemplo, la fuerza de los números, mayor visibilidad y amplitud de su voz, incremento en la capacidad de negociación) y, de manera muy importante, de qué depende que las asociaciones o instituciones del sur duren en el tiempo.

Quizás el elemento más débil del libro se refiere a la comprobación del último de sus postulados; a saber, el relativo al potencial transformador del orden internacional en el largo plazo. Si bien se demuestra que la configuración física del sistema internacional se ha modificado desde los años sesenta en tanto que más unidades se sumaron y densificaron sus interacciones, lo que no termina de ser evidente es que con ello se haya producido una nueva dinámica de relaciones sociales que, a su vez, haya reformado de manera notable las normas y reglas de operación global. Como la propia autora señala, “numerosas reformas sugeridas por las relaciones sur-sur se quedaron en la esfera de lo potencial en los casos de Brasil, Chile y Venezuela, ya que sus aspiraciones no siempre fueron escuchadas”. Brun apunta como posible explicación la falta de durabilidad o, si se quiere, de consistencia temporal de las políticas sur-sur, al menos en los casos estudiados. Explica que ello se debe a que la mayoría de los nexos, hasta ahora, se han tejido en el nivel de las relaciones intergubernamentales, mientras que el arraigo social de estas iniciativas siguió siendo endeble. La ausencia de una base social para este tipo de proyección internacional las haría depender demasiado de los gobiernos en turno o incluso de liderazgos políticos específicos, produciendo así intermitencias en la densificación.

Muy pronto la realidad le ha dado la razón al análisis de Brun, ya que en el momento de publicación de su libro presenciamos la elección de gobiernos en Brasil y Chile (así como otros países sudamericanos) que han optado por hacer una pausa en el relacionamiento privilegiado con el sur global para volver la mirada hacia las asociaciones tradicionales, especialmente con Estados Unidos. Nos encontramos, pues, en una nueva etapa de reflujo o retracción. Pero, por supuesto, éste no es el “fin de la historia”. Este libro demuestra que la diplomacia sur-sur del primer periodo sentó bases para la reactivación en el decenio 2000-2010. Es muy posible que lo construido en términos materiales y sociales durante la primera década del milenio se convierta en un punto de partida o en un trampolín para el siguiente ciclo de “descentralización” del sistema internacional del futuro. Al menos ésta es la esperanza razonada que podemos tener a partir de la lectura de este estupendo trabajo.◊

 


 * NATALIA SALTALAMACCHIA ZICCARDI

Es profesora-investigadora en el Departamento Académico de Estudios Internacionales del Instituto Tecnológico Autónomo de México (itam).