De distopías y utopías demográficas ante la covid

¿Cómo puede ayudarnos la demografía a entender y prever los efectos de sucesos catastróficos para la humanidad como la pandemia de covid? Víctor García traza una perspectiva histórica y futura acerca de tal interrogante.

 

VÍCTOR MANUEL GARCÍA GUERRERO*

 


 

En su Ensayo sobre el principio de la población, Thomas Malthus acuñó el concepto de frenos positivos (positive checks) para referirse a aquellos sucesos que permitían reducir o frenar el crecimiento y tamaño de las poblaciones; entre éstos señalaba las guerras, las hambrunas y las pestes. Por su parte, Condorcet, “el último ilustrado”, con su pensamiento acerca de la perfectibilidad humana, argüía que eran justo los momentos de crisis los que empujaban a la humanidad a desarrollarse, crear e implementar mecanismos que asegurasen la supervivencia de las futuras generaciones. La narrativa demográfica siempre ha oscilado entre ambas perspectivas: la distópica, o malthusiana, y la utópica de los ilustrados franceses.

Algunos de los grandes cambios sociales, culturales, económicos y sanitarios habidos a lo largo de la historia de la humanidad los han propiciado acontecimientos catastróficos totalmente imprevisibles, como las pandemias. En el curso del siglo xx se tuvo registro de al menos cuatro de ellas. La primera comenzó en marzo de 1918 en Estados Unidos, con la llamada gripe española, nombre debido a que España se mantuvo neutral en la Primera Guerra Mundial y no a que el primer brote se hubiera dado en ese país. Se estima que por esa pandemia en el mundo murieron entre 20 y 50 millones de personas, cuando se tenía cerca de 2 mil millones (hoy somos casi 8 mil). La segunda ocurrió casi medio siglo después, en 1957, en China, propiciada por el virus H2N2, llamado de la gripe aviar. La experiencia de la gripe española ayudó a mitigar la mortandad de este otro evento y se contabilizaron cerca de un millón de decesos en todo el planeta, cuando ya se contaba con cerca de 3 mil millones de habitantes. Diez años después ocurrió la tercera, la gripe de Hong Kong, una variación de la gripe aviar que mató a cerca de otro millón de personas en el orbe, que para esos años ya contaba con cerca de 3.5 mil millones de habitantes. La última fue propiciada por el virus de inmunodeficiencia humana (vih), del cual se estima que los primeros casos ocurrieron a principios de la década de 1980. Este virus y la enfermedad que ocasiona, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), han cobrado la vida de cerca de 30 millones de personas en el mundo y aún no existe cura para esta enfermedad. Sin embargo, la esperanza de vida en el planeta se duplicó en los últimos 100 años.

La ciencia demográfica nació junto con la epidemiología poco después de la segunda mitad del siglo xvii, cuando, a raíz de la peste bubónica en Londres, John Graunt se dio a la tarea de registrar las muertes publicadas en las parroquias londinenses a fin de determinar patrones por edad, sexo y causa de muerte. En su obra Observaciones políticas y naturales hechas a partir de los boletines de mortalidad, Graunt investigó los diferenciales sociales, biológicos y demográficos que caracterizaron a esta epidemia que azotó a gran parte de Europa en 1662. Graunt fundó las bases de lo que hoy conocemos como epidemiología y demografía. Ambas ciencias hermanas tienen en su nombre la misma raíz griega, demos, que significa pueblo.

La pandemia de covid ocasionada por el virus SARS-Cov-2 que ha azotado a la humanidad a lo largo del año 2020 y lo que va de 2021 no se ha resistido al escrutinio de estas dos ciencias. En términos generales, las metodologías propias de la epidemiología han permitido entender la dinámica de la pandemia en el ámbito mundial y en el de cada país, la forma en que se propaga, su etiología y los mecanismos que se han utilizado para contener y mitigar su contagio. Asimismo, utilizan métodos estadísticos y matemáticos para predecir su evolución futura. Al 9 de mayo de 2021, el mundo ha contabilizado 158 millones de personas contagiadas y 3.3 millones que han perdido la vida. En esta misma fecha, México contabilizó cerca de 2.4 millones de casos confirmados y 220 mil defunciones acumuladas.

La demografía no sólo se encarga de medir y cuantificar el volumen y ritmo de crecimiento de la población, así como las variables básicas que la determinan —mortalidad,  fecundidad y migración—, considerando sus dimensiones de edad, cohorte y periodo, sino que trata también de proyectar su evolución en vista de que una cantidad de población en un momento dado está definida por la población que había previamente y por la cantidad de nacimientos, defunciones, inmigrantes y emigrantes que ocurrieron durante un periodo determinado. Esta tarea es relativamente sencilla si se cuenta con mediciones del pasado que puedan extrapolarse hacia el futuro. Es usual que las variables demográficas básicas cambien de manera lenta en el tiempo, a menos que ocurran fenómenos inesperados que las afecten dramáticamente, como una pandemia. Esto da certidumbre sobre lo que puede ocurrir en el futuro. Sin embargo, la coyuntura pandémica de la actualidad presenta retos sin precedentes.

Obviamente, la afectación a la mortalidad y sobrevivencia ocasionada por la covid en los seres humanos es directa. En el periodo de coyuntura que atravesamos, las altas tasas de mortalidad en ciertos grupos de edad van a propiciar un potencial de rejuvenecimiento de la población, aunque sólo en el corto plazo. La covid aqueja principalmente a personas con alta fragilidad acumulada, por lo que en muchas poblaciones el principal grupo afectado es el de los adultos mayores, hombres en su mayoría. Sin embargo, en países de ingreso medio y bajo con altos niveles de precarización económica y social, esta fragilidad también alcanza a población adulta de entre 40 y 60 años que tenga una alta prevalencia de comorbilidades. En este sentido, la disminución de estos grupos poblacionales eventualmente puede producir un relativo rejuvenecimiento, no por el incremento de nacimientos o inmigrantes en edades jóvenes, sino por una alta mortalidad en adultos y adultos mayores.

Desconocemos las afectaciones en salud que la covid dejará a las personas que la han adquirido y cómo determinará eso la evolución de su salud en el futuro y la potencial mortalidad, así como sus causas subyacentes. Por otro lado, el desarrollo tecnológico que se ha dado en el último año no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Echando mano de técnicas conocidas y experimentales, hasta el momento se le ha dado luz verde a desarrollos de la ciencia médica que podrían derivar en una recuperación de la esperanza de vida en el mundo.

Respecto a la afectación y potencial evolución de la fecundidad, son varias las investigaciones actuales que demuestran la caída de la fecundidad en distintos países. Contrario a lo que se especulaba, esta disminución no es atípica ni determina su potencial evolución futura. Observaciones en varias poblaciones humanas muestran que, en situaciones de estrés, como guerras, epidemias o hambrunas, evolutivamente se tiende a reducir la potencial fertilidad de los individuos. Por ello es tan difícil lograr una exitosa reproducción en poblaciones no humanas en estado de confinamiento. Estudios sobre la reproducción e infertilidad en los campos de concentración y en poblaciones en situación de guerra y entreguerras demuestran una clara disminución de la fertilidad por gran cantidad de causas: estrés, desnutrición, depresión e incertidumbre sobre el futuro, entre otras. A esta caída se le asoció con el inicio de lo que se denominó la segunda transición demográfica. Sin embargo, no esperaban el baby boom de la posguerra, periodo inmediato posterior a la Segunda Guerra Mundial caracterizado por un aumento considerable de la natalidad. Viendo hacia el pasado y considerando las obvias diferencias contextuales e históricas, es muy factible que la fecundidad disminuya dado el proceso de secularización que tienen muchas poblaciones en el siglo xxi y, si llegase a aumentar, es probable que no sea de la magnitud del baby boom de la centuria pasada, dadas las condiciones de acceso a métodos para controlar la natalidad actuales. Estos dos potenciales escenarios, aunados a los de la mortalidad, llevarían a una población concentrada en edades jóvenes en el corto plazo —un relativo rejuvenecimiento— que, en menos de 30 o 40 años, conllevaría a que la población se encuentre, en su mayor parte, concentrada en edades avanzadas. Es decir, se aceleraría el proceso de envejecimiento.

Dadas las políticas que ha habido respecto al confinamiento y el cierre de fronteras y espacio aéreo en algunos países, hablar sobre los potenciales efectos de la pandemia en las migraciones internas e internacionales se vuelve un gran reto, sobre todo cuando intentamos ver a futuro. Afectada por aspectos socioeconómicos, políticos, culturales y ambientales, la migración internacional se ha caracterizado por ser la variable demográfica más volátil e incierta de la dinámica demográfica. Aún no tenemos información concluyente para conocer cuáles han sido los efectos de la pandemia en esta variable demográfica. Es posible que la inmovilidad actual sea reflejo no sólo de cierres de fronteras, sino de recursos limitados para migrar. Sin embargo, si en el futuro cercano hay una recuperación económica y no se atienden problemas estructurales —como la pobreza y la desigualdad, la corrupción, la violencia y el crimen organizado—, es posible que la emigración se incremente. Dadas las incertidumbres asociadas a la migración, es también posible pensar que en algunos lugares la crisis producida por la pandemia alargue las condiciones de inmovilidad. En otras palabras, puede suceder que la migración continúe siendo la más incierta y heterogénea de las dinámicas demográficas. Aunque, si se cumple el escenario de una potencial alta migración en el corto plazo, ello conllevaría también al aceleramiento del proceso de envejecimiento en los países expulsores.

Finalmente, respecto a las fuentes de información relacionadas con la medición cuantitativa de la demografía de los países, se cuenta con un gran abanico de escenarios. Los países en vías de desarrollo y que cuentan con sistemas de información que aún son perfectibles resultan ser los que probablemente enfrenten más retos pospandemia. Por ejemplo, en México la incertidumbre se incrementa ante la falta de un sistema eficaz que dé cuenta de la situación de cada variable demográfica. Es probable que el subregistro de nacimientos y defunciones se incremente en este periodo y que sólo después de algunos años pueda mitigarse y regresar a su estado prepandemia. Por ejemplo, el registro de nacimientos en México siempre se ha visto afectado por su subregistro. Si bien éste ha disminuido por distintas políticas y programas gubernamentales desde hace más de 15 años, ante el cierre de varias oficinas del registro civil durante la pandemia, es posible que haya incrementado dicho subregistro.

Las rondas censales previstas para el año 2020 se tuvieron que posponer en muchos países. México ha sido la excepción en América y, si bien tuvo la suerte de haber levantado un censo al inicio de la pandemia, es muy probable que se haya visto afectado. Aunque ante la falta de una encuesta de posenumeración, sólo con un análisis de la serie histórica de las variables demográficas, que en México se conoce como conciliación demográfica, será posible determinar si los niveles y tendencias son consistentes. Los países en los que se aplazó el censo van a verse impactados por la disminución poblacional debida a la pandemia, aunque van a contar con una fuente de información muy útil para dar cuenta del tamaño de la afectación. El reto al que se enfrentarán es el diseño y la logística que deberán seguir en el contexto de las políticas de distanciamiento y aislamiento, sobre todo en circunstancias en las que se empieza a observar un tercer incremento del número de casos y defunciones.

En los años por venir, los discursos utópicos y distópicos en la demografía poscovid traerán de vuelta a Malthus y a Condorcet. En plena era de la información, será menos difícil encontrar el oro en la paja, pero aún hay una enorme tarea que hacer para entender y medir, científicamente, las afectaciones y oportunidades que la pandemia ha traído para la humanidad.◊

 


* Es doctor en Estudios de Población por el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México, donde actualmente se desempeña como profesor-investigador. Sus temas de investigación son: estimaciones y proyecciones de población y su uso en la política pública y toma de decisiones, análisis demográfico de la mortalidad, fecundidad y migraciones, demografía aplicada. Es autor del libro Proyecciones y políticas de población en México (El Colegio de México, 2014).