COVID-19: un recuento personal

La posibilidad de una vacuna contra el COVID-19 es cada vez más grande, y ¿qué ha hecho el sector científico en México para combatir la pandemia? Martha Espinosa comparte su experiencia como secretaria de Planeación del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) y las acciones que se están tomando ahí  para hacer frente al desafío virológico desde la ciencia mexicana.

 

MARTHA ESPINOSA CANTELLANO*

 


 

Siempre me ha parecido que los años que terminan en cero son especiales porque marcan el inicio de una nueva década, siglo o milenio. Recuerdo vívidamente el inicio del año 2000: me pareció mágico, dado que el nuevo milenio trajo a mi vida muchos acontecimientos que espero poder compartir en otro momento. Celebré la llegada de 2010 con enorme entusiasmo, pues el 4 de enero iniciaría mi estancia como investigadora visitante en el Centro del Genoma Humano del Instituto de Ciencias Médicas de la Universidad de Tokio. Al escribirlo ahora me vuelvo a quedar sin aliento, como me quedé en ese entonces. El 1 de enero de 2020 toda la familia se vistió con sus mejores galas: esta nueva década sin duda traería algo muy especial. Enero y febrero se perfilaron sin mayores cambios en mis actividades de investigación en esclerosis múltiple y en el desarrollo de organoides, temas de tres brillantes tesistas de doctorado que tengo la fortuna de dirigir. A finales de febrero, fui invitada por el Dr. José Mustre, director general del Cinvestav, a colaborar con él como secretaria de Planeación. No imaginaba lo que me esperaba, pero resultó que este año 2020, que termina en cero, ha sido el más especial de todos.

Desde diciembre las noticias sobre la detección de un nuevo virus en la provincia de Wuhan, China, habían encendido focos rojos. El 28 de febrero se identificó el primer caso de COVID-19 en México. El 11 de marzo el director general de la Organización Mundial de la Salud declaró la infección por SARS-CoV-2 una pandemia. El 23 de marzo se declaró en México la Jornada Nacional de Sana Distancia y al día siguiente la Junta Directiva del Cinvestav confirmó mi nombramiento como secretaria de Planeación. Era, sin duda, un año singular que afectó al mundo entero, y marzo, un mes que recordaré toda mi vida.

El COVID-19 es una enfermedad zoonótica altamente infecciosa causada por el virus SARS-CoV-2. Su enorme capacidad de infección tomó por sorpresa a los sistemas de salud de todos los países y puso de manifiesto la falta de preparación de las instalaciones sanitarias. La enfermedad ha mostrado una letalidad de entre 2 y 12%, particularmente en los adultos mayores y en la población vulnerable, como pacientes obesos, diabéticos, hipertensos o con enfermedades cardiovasculares. ¡Parecía una radiografía de la población mexicana! Aunado a la emergencia sanitaria, el impacto negativo del COVID-19 en la economía global sigue siendo monumental, y México no es la excepción.

 

El reto

 

Desde los primeros momentos, el reto más importante fue identificar a los posibles portadores del virus y a sus contactos, para aislarlos. Actualmente, la única prueba diagnóstica que tiene el aval de la Organización Mundial de la Salud y del Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (InDRE) es un ensayo de amplificación de tres genes del virus por reacción en cadena de la polimerasa (pcr, por sus siglas en inglés) llamado Protocolo de Berlín. Esta prueba, que revela la presencia del virus y, por ende, una infección activa, es costosa y requiere de equipo y personal especializados. No existe un tratamiento contra la infección y, a pesar de los esfuerzos multinacionales, aún no existe una vacuna para combatir esta enfermedad.

2 de marzo, mi primer día como encargada de la Secretaría de Planeación. En la oficina recién heredada de mi amigo José Luis Leyva, la pregunta de cómo podríamos aportar nuestras capacidades para enfrentar esta emergencia sanitaria no cesaba de rondar. Uno a uno, empecé a contactar a los investigadores que conocía, y luego a otros que ellos conocían y a otros más que conocían a los que yo conocía. En poco tiempo me encontré con un grupo activo, propositivo y entusiasta del Cinvestav para trabajar en dos estrategias importantes para combatir la infección por SARS-CoV-2: una dirigida a las pruebas diagnósticas de detección del virus, con cuatro propuestas, y otra, a determinar la respuesta inmune de la infección mediante pruebas serológicas, con dos propuestas específicas. La emergencia no admitía titubeos e iniciamos el desarrollo simultáneo de todas las estrategias.

 

Detección del virus

 

Todas las pruebas de detección identifican el material genético del virus, el ácido ribonucleico (arn). Lo que cambia es la estrategia para identificarlo. El Protocolo de Berlín, desarrollado por Charité, uno de los grandes centros de investigación en esa ciudad, se basa en la amplificación de tres genes del virus. Es muy confiable, pero utiliza una serie de enzimas que son muy costosas y que requieren ambiente controlado en el laboratorio. Además, el virus se busca en el hisopado nasofaríngeo, esto es, en la parte más profunda de la faringe y de la nariz, lo cual requiere de personal médico para la toma de muestra. Cualquiera que se haya sometido a la toma confirmará que es muy molesta. Con base en la literatura disponible, el primer cambio propuesto por los investigadores fue buscar el virus en la saliva o el esputo (aquella flema que sentimos pegada en el fondo de la garganta). De confirmarse la efectividad de detección en estos fluidos se facilitaría la toma de muestras, pues no se requeriría de personal especializado. Desde ahí partieron cambios al Protocolo de Berlín para desarrollar las estrategias:

1. Utilizar enzimas que puedan trabajar a temperaturas constantes, obviando la necesidad de equipos sofisticados.

2. Desarrollar métodos semicuantitativos, esto es, que puedan determinar si el paciente tiene una pequeña o gran carga viral.

3. Fabricar equipos de detección portátiles para realizar las pruebas en campo.

4. Optimizar pruebas de detección del virus por medio de aptámeros, que son biomoléculas con alta afinidad y especificidad para detectar otras moléculas, como el arn del SARS-CoV-2.

5. Aprovechar herramientas como la secuenciación de siguiente generación para lograr una detección masiva del virus SARS-CoV-2.

 

Detección de anticuerpos contra el virus

 

El SARS-CoV-2 es un virus de muy reciente ingreso en la población humana. Los primeros anticuerpos que aparecen son de clase IgM y circulan en sangre entre 4 y 7 días después del contacto con el virus. A partir del décimo día se elevan los anticuerpos de clase IgG, que son más eficientes para neutralizarlo y las células que los producen tienen memoria inmunológica. Las pruebas serológicas complementan a las pruebas moleculares, porque son capaces de discriminar entre infección reciente, en evolución y en recuperación, ya que existen cuatro resultados posibles:

1. Personas positivas a IgM y negativas a IgG: los anticuerpos IgM son la primera línea de anticuerpos en reaccionar ante una infección. Son medianamente eficientes y no crean memoria. Revelan individuos infectados recientemente, que deben mantenerse en aislamiento, pues aún son infectivos.

2. Personas positivas para IgM e IgG: la infección lleva más tiempo y ha permitido que se monte una inmunidad perdurable, de memoria, que son las IgG. Sin embargo, la persistencia de IgM indica que el paciente aún podría ser infectivo, por lo que debe permanecer en aislamiento.

3. Personas positivas para IgG y negativas para IgM: el sistema inmunológico ha superado la infección y ha dado tiempo para la producción de anticuerpos de memoria IgG. Aunque aún no se sabe cuánto tiempo dure esta inmunidad, la persona podrá incorporarse a las actividades económicas con una mayor certeza de que no será infectada nuevamente.

4. Personas negativas a IgM e IgG son aquellas que: a) nunca han estado expuestas al virus y, por lo tanto, no están protegidas, o b) están iniciando la enfermedad activa y aún no han montado los anticuerpos para defenderse de ella. Estas últimas diseminan activamente la infección y deben mantenerse en aislamiento.

Durante el regreso a la actividad económica y social, las pruebas serológicas serán de enorme valor para hacer diagnóstico rápido y económico a una proporción mucho mayor de la población en un tiempo muy corto. Una prueba rápida de suero podría identificar eficientemente aquellas personas que han estado expuestas y distinguirlas de las que aún no han tenido contacto. Esta prueba puede auxiliar (que no reemplazar) el diagnóstico confirmatorio de la prueba de rt-pcr.

 

El confinamiento puede ser un mal… o buen consejero

 

En esas primeras semanas, mi tiempo se dividió entre resolver los urgentes y delicados asuntos administrativos y buscar los recursos para los proyectos del COVID-19. Fue un gran aprendizaje de resiliencia, que me enriqueció enormemente. No dejé puerta sin tocar ni piedra sin levantar, con la convicción de que en alguna de ellas iba a encontrar una respuesta positiva.

Para entonces, el Cinvestav había adoptado todas las medidas de distanciamiento. Los investigadores trabajaban en casa y los estudiantes tomaban clases vía remota. Aquéllos más avanzados en sus proyectos estaban dedicados a escribir la tesis. El personal que acudía a las instalaciones realizaba las acciones mínimas para mantener los cultivos celulares, las cepas, el cuidado de animales de experimentación y actividades indispensables que, de no hacerse, producirían un daño irreversible a los proyectos.

¿Qué estaba haciendo la comunidad Cinvestav ante el COVID-19?, pregunté en un mensaje a los investigadores. En menos de que lo escribo llegaron respuestas de distintas disciplinas. Comparto tan sólo algunos de ellas:

    • El Laboratorio de Bioseguridad BSL2, que forma parte del Laboratorio Nacional de Servicios Experimentales (lanse) del Cinvestav Zacatenco, obtuvo la certificación del InDRE para realizar el diagnóstico molecular de la infección por SARS-CoV-2. Entre otras, realiza pruebas de diagnóstico molecular al personal médico y de enfermería de las áreas de COVID-19, terapia intensiva y urgencias del Hospital Juárez y es el laboratorio centinela de la zona norte para la Secretaría de Salud de la Ciudad de México.
    • Investigadores de varios departamentos se unieron para presentar proyectos al Sincrotrón Suizo (srs) en el Instituto Paul Scherer en Suiza. Van a estudiar aspectos de cristalografía y de estructura atómica local de la proteína spike del virus SARS-CoV2, la proteína ACE2 (el receptor que permite la entrada del virus a la célula) y el efecto de Zn en la severidad de la infección. El gobierno del Estado de Hidalgo está ayudando en su financiamiento.
    • Grupos de investigadores en la Unidad Guadalajara están desarrollando un ventilador, mientras que en la Unidad Mérida buscan crear pruebas diagnósticas mejoradas.
    • Un investigador en la Unidad Monterrey ha seguido puntualmente la evolución de la epidemia por coronavirus en México y su sitio de análisis se ha vuelto un referente entre los especialistas en nuestro país (https://www.monterrey.cinvestav.mx/msantillan/Coronavirus).
    • Ante la carestía de insumos de biología molecular, una investigadora del Departamento de Biotecnología y Bioingeniería elaboró kits de extracción de arn, de los cuales ha distribuido más de 50 000 reacciones al InDRE, imss, issste y gobiernos de varios estados.
    • Investigadoras de las Unidades Irapuato y Zacatenco se unieron para desarrollar la plataforma https://www.estornuda.me/, que contiene lo último en ciencia sobre el COVID-19. En esta plataforma se encuentra información verídica y actualizada para la población.
    • En el Departamento de Computación están uniendo esfuerzos con un grupo multinacional de 300 investigadores para desarrollar una aplicación que permita alertar a los contactos de algún caso comprobado de infección. Para salvaguardar la identidad de las personas utilizan un complejo lenguaje de datos encriptados.

 

Muchos investigadores han sido invitados a dar conferencias (sobre virus, vacunas, etc.), organizan foros virtuales (La investigación educativa en tiempos de COVID-19), participan en documentales (El impacto en el medio ambiente del COVID-19) y webinars diversos, colaboran con instituciones como el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (inecc) (https://netnoticias.mx/nacional/alertan-sobre-relacion-entre-contaminacion-y-covid-19/), participan en el Comité Científico Asesor de la Comisión Ambiental de la Megalópolis (came), publican ensayos (“COVID-19: cambiar de paradigma educativo”), promueven la publicación de artículos sobre el impacto del COVID-19 en el sistema educativo en el Blog de Educación de la revista Nexos y dedican varias horas a la semana a responder preguntas sobre el SARS-CoV-2 y el COVID-19 al público en general desde la plataforma de Facebook.

Es un hecho: la comunidad científica en México tiene las capacidades, las fortalezas, la diversidad, la energía y el entusiasmo para responder a un reto tan grande como la pandemia por SARS-CoV-2, la primera de muchas más que vendrán en el futuro. Las instituciones científicas mexicanas podemos responder con métodos diagnósticos, tratamientos, vacunas y equipos. México no puede quedarse fuera de estos desarrollos. Sólo necesitamos la confianza y el apoyo decidido del gobierno y del sector privado. Es urgente que el gobierno dirija recursos hacia la actividad científica y que las empresas lo secunden. De lo contrario, seguiremos siempre formados en las filas de compradores de lo que otros produzcan, pagando un precio muy caro por ellos. La ciencia no es un gasto, es una inversión. Es momento de actuar, porque sin ciencia, no hay desarrollo.◊

 


*MARTHA ESPINOSA

Es secretaria de Planeación en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).