Combate singular

 

ALEJANDRO CHIRINO CASTILLO*

 


 

Héctor confronta a su hado

 

Conoces esos ojos: es la muerte
famélica de sangre, cuya lanza
voraz su horror no sacia de venganza
ni logra saturar su furia inerte.

El bronce atroz pesadas sombras vierte
con turbias manos secas de matanza
y a ti, la luz asiendo en pugna a ultranza,
derrota y desamparo el dios invierte.

Cerrándose los muros, ¿en tu esposa
pensaste, o el asedio que evitaras
huyendo de la guerra necrosante?

Mayor gloria tu vida no alcanzara
sino la del combate que destroza
el alma de los dos en un instante.

  


 

Añoranza de Gilgamesh

 

El cálamo obedece tu silencio.
La luz que sobrepasa la muralla
insufla el lapislázuli y soslaya
el polvo que dispersa tu desprecio.

Reposa tu vejez y tu memoria
inunda las tablillas con su ausencia:
el cedro que labraren con violencia
y el toro destazado en vanagloria.

Ya guardan en el cofre los fragmentos
del hombre cuyo miedo sobrehumano
compuso inmortales monumentos.

Mas púdrese en la entraña del anciano
la cárcava incrustada de lamentos.
Su muerte exhuma un único gusano.

  


 

Púgil en reposo, o
a partir de la estatua de un antepasado

 

Tu figura extenuada no relumbra
ni restaña las glorias del combate.
Te sientas, y se dice que el embate
te agostó, y la derrota se vislumbra.

No reposas: aguardas. La penumbra
oculta tus heridas en rescate
y los puños que impugnan el empate
luchan la lucha que al invicto encumbra.

Sacúdete la herrumbre de los hombros,
rigor del tiempo que edifica escombros,
y haz frente al contrincante: la memoria

implacable de todos tus fracasos,
la sombra que desprendes como escoria,
el bronce que jamás se hará pedazos.

 


 

* ALEJANDRO CHIRINO CASTILLO

Es poeta y ensayista. Estudió la licenciatura en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Inglesas) en la unam y actualmente colabora como becario en Otros Diálogos.