Citigroup, Banamex y la banca extranjera en México: un ejercicio de trayectoria

A propósito del reciente anuncio del retiro de la poderosa banca estadounidense Citigroup de la institución bancaria Citibanamex, el historiador Paolo Riguzzi revisa la trayectoria histórica de la banca multinacional, en especial de Citigroup (y de sus antecesores) en suelo mexicano, y la de Banamex, así como las implicaciones de tal decisión en las bancas mexicana y extranjera.

 

PAOLO RIGUZZI*

 


 

América Latina, junto con los países de Europa central y oriental, es la región del mundo donde los bancos multinacionales han tenido, en lo que va de este siglo, la mayor presencia. México, desde este punto de vista, representa uno de los casos extremos de tal fenómeno, porque el porcentaje del mercado bancario ocupado por la banca extranjera, en ese periodo, ha sido superior a 70%, con picos aún más elevados. En este marco, a comienzos de 2022, Citigroup, el principal banco estadounidense y uno de los principales conglomerados bancarios mundiales, anunció la decisión de vender sus activos y retirarse de México, donde operaba como Citibanamex, tras la compra del Banco Nacional de México (Banamex) por parte de su unidad bancaria Citibank, en 2002.

El asunto tiene implicaciones que trascienden, con creces, las transacciones ordinarias en el ámbito de los negocios bancarios trasnacionales, por varias razones entrelazadas. Nos enfocaremos en tres de ellas, por considerarlas más relevantes. La primera tiene que ver con la importancia de Citibanamex que, pese al descenso progresivo en su cuota de mercado, ocupa el tercer lugar entre las instituciones crediticias mexicanas; de manera que su salida abre un espacio amplio para que se modifique el mercado bancario y la jerarquía de las empresas participantes. Una segunda razón remite a los motivos que han inspirado la decisión de Citigroup: ¿responden a una estrategia global de negocios, a un desempeño poco satisfactorio de la filial mexicana o a una perspectiva negativa por lo que se refiere al nuevo entorno económico de México? Si bien la desinversión es un fenómeno que se repite con cierta frecuencia en los negocios multinacionales, la idea —difundida pero imprecisa— de que las grandes empresas van expandiendo sus negocios de manera lineal hizo que la noticia causara cierto asombro e inquietud. La tercera razón concierne a la trayectoria histórica de las dos instituciones crediticias involucradas, Banamex y Citibank, cuyo arraigo en la economía mexicana es más que secular, ya que entre las dos representan más de 230 años de experiencia bancaria.

El Banco Nacional de México surgió en los años ochenta del siglo xix (1881, con una reorganización en 1884), resultado de la asociación entre un grupo de inversionistas franceses, mayoritarios, y varios capitalistas mexicanos, para establecer un banco de gobierno en estrecha relación con las exigencias de financiamiento y de tesorería del erario público. A partir de entonces, y hasta la primera década del siglo xx, ha sido el principal banco mexicano. National City Bank, por su parte, el antecesor directo de Citibank y Citigroup (denominaciones corporativas que asumió en 1976 y 1998, respectivamente, tras fusiones con otras instituciones financieras), está presente en México desde 1929, sin interrupción. Detrás de estas largas trayectorias se encierra evidentemente un aspecto simbólico, entretejido con la historia de la banca en el país, pero también un considerable acervo de información, conocimientos y técnicas crediticias, sin mencionar el extraordinario patrimonio artístico propiedad de Banamex.

Las tres razones mencionadas, junto con las numerosas cuestiones que las rodean, ameritan un examen más profundo que aquí llevaremos a cabo a través de la perspectiva histórica. El tema de las actividades y el rol de la banca extranjera ha atraído considerable atención, y los economistas han desarrollado un cuerpo de técnicas cada vez más sofisticadas para medir sus impactos en términos de ventajas y desventajas para los países en los que opera, en particular en las llamadas economías emergentes. Entre las ventajas, figuran las técnicas de gestión de riesgos financieros y los mejores sistemas informativos; el aumento de los niveles de competencia en el sistema bancario, con la reducción de los márgenes de intermediación; la diversificación del riesgo entre países y la solidez financiera, debido a la mayor capitalización o al respaldo del banco matriz, particularmente valioso en situaciones de tirantez o crisis en la economía huésped. Entre los impactos negativos, figuran el posible debilitamiento de los bancos locales, por efecto de la fuerte competencia de los multinacionales; la disminución del crédito a las pequeñas empresas; la erosión de la capacidad de supervisión por parte de las autoridades nacionales, y la importación de choques adversos generados en el país de origen del banco. Existe, sin embargo, una falta de consenso en cuanto al saldo neto entre tales efectos, que parece depender del contexto, en cuanto a calidad institucional del país, y variar según la coyuntura específica.

La referencia a la trayectoria de la banca multinacional en México puede ser útil, entonces, para enmarcar la discusión acerca del agotamiento de la experiencia de Citibanamex. Trazamos aquí las coordenadas para identificar las tendencias de los bancos extranjeros en México, así como las coyunturas de su entrada y salida. Como se verá, se trata de una trayectoria muy inestable, con marcados vaivenes y fluctuaciones.

La presencia de la banca multinacional en México se originó en la primera década del siglo xx porque, a diferencia de lo que ocurría en Argentina, Brasil y Chile, los intereses extranjeros previos se habían achicado o desdibujado en un proceso de “mexicanización”. Para 1910, operaban en el país cuatro filiales de bancos multinacionales, dos canadienses, un alemán, un estadounidense (el International Banking Corporation, que se retiró en 1914), más una subsidiaria de capital germano-americano, que en sentido estricto no califica como multinacional. Tales bancos operaban fuera del sistema bancario de concesión federal y, por lo tanto, no contaban con el derecho de emitir billetes, no estaban sujetos a la inspección gubernamental y no presentaban balances separados de su filial en cada país. Su papel era relativamente secundario, por lo menos en términos de capital, que representaba alrededor de 5 y 6 por ciento del capital de los bancos mexicanos. Su posición, sin embargo, se acrecentó de forma súbita en la década de 1910, por la desintegración del sistema bancario federal, causada por las medidas de los gobiernos de Huerta, primero, y de Carranza, después, para apropiarse de las reservas metálicas que respaldaban la circulación de los bancos nacionales; y por la incertidumbre acerca del estatus jurídico de estos últimos, entre 1916 y 1920, cuando permanecieron incautados. Los bancos extranjeros, que actuaban fuera del control estatal, resultaron los beneficiarios de esta situación y de la desconfianza generalizada de los depositantes hacia la intervención del gobierno. Estas instituciones, con el canadiense Bank of Montreal en posición predominante, tuvieron un auge durante varios años, por ser casi las únicas receptoras de depósitos y otorgantes de préstamos; para 1925, representaban más de 40% de los depósitos bancarios totales (58%, si se excluyen los del Banco de México, recién fundado). Es posible decir que los bancos extranjeros compensaron —parcialmente— el colapso del sistema bancario local; aun así, la contracción del volumen de crédito disponible en la economía mexicana fue drástica y repercutió durante varias décadas.

En el marco de la gran depresión de 1929, la legislación de instituciones de crédito de 1932 introdujo disposiciones fuertemente restrictivas para los bancos extranjeros: no podían abrir cuentas de ahorro ni emitir bonos o certificados de depósito, sus operaciones tenían que realizarse sólo con prestatarios residentes en México, y estaban sujetos a responsabilidad ilimitada por sus obligaciones, con los activos de su casa matriz; su capital mínimo tenía que ser el doble del requerido para los bancos nacionales. Tales disposiciones indujeron la salida de la mayoría de los bancos foráneos: a finales de 1933, los dos canadienses y el británico Anglo-South American Bank (llegado en 1919) cerraron las sucursales y abandonaron el país. Sólo dos permanecieron en actividad: el Germánico de la América del Sur, por razones ligadas a la política alemana de comercio, y el neoyorquino National City Bank (ncb), recién llegado a México en 1929.  El discurso oficial celebró el avance en la “política de nacionalización del crédito”, un tanto estridente ante el fuerte déficit de préstamos; más allá de la retórica nacionalista, que veía en cualquier conexión transnacional una amenaza a la soberanía, la legislación ofreció a los banqueros mexicanos y, en menor medida, al ncb (que de inmediato había apoyado al gobierno con créditos), la posibilidad de apropiarse de las cuotas de mercado de los bancos anglo-canadienses, lo cual contribuyó a la proliferación de instituciones financieras domésticas a partir de 1932-1933. El Banco Germánico, de importancia reducida, fue incautado en 1942, como propiedad enemiga, una vez que México declaró la guerra a las potencias del Eje; de esta forma, el ncb fue el único superviviente, gracias a una autorización gubernamental ad hoc, que inicialmente tomó la forma de concesiones de duración decenal. Al mismo tiempo, había barreras efectivas a la entrada de más bancos extranjeros.

De allí en adelante, hasta casi el final del siglo xx, el ncb fue el único banco extranjero activo en México, lo cual constituía una peculiaridad en el contexto latinoamericano. Sin embargo, su expansión en México, donde llegó a tener siete sucursales y una participación importante en el total de los activos bancarios, se interrumpió en los años cincuenta. A partir de cierto momento, la política de la matriz en Nueva York fue la de reducir los compromisos financieros en México y no permitir el crecimiento de la filial, lo cual compaginaba con las preferencias del gobierno mexicano. En los años setenta, México se volvió un área muy importante para ncb-Citibank, no en el ámbito de las actividades bancarias convencionales, sino para el negocio de los préstamos internacionales al gobierno, que se manejaba desde Nueva York. Eso llevó a este banco a ser uno de los protagonistas del vertiginoso ciclo de endeudamiento mexicano, que culminó en la crisis financiera de 1982. En ese mismo año, Citibank fue la única empresa privada no afectada por la repentina nacionalización bancaria decretada por el presidente López Portillo.

Tras una serie de difíciles ajustes macroeconómicos en los años sucesivos, la economía mexicana entró a una senda de recuperación, apertura e integración económica con Estados Unidos, lo cual llevó a la reprivatización de la banca a principios de los años noventa. Ésta se realizó exclusivamente mediante la venta a inversionistas nacionales, y con requisitos muy endebles por lo que se refiere a la especialización y a las garantías financieras exhibidas por los compradores; al mismo tiempo, el mismo tlcan estableció fuertes restricciones a la entrada de bancos extranjeros. De manera que, aún en 1994, la presencia de la banca extranjera era realmente minúscula, con alrededor de 1% de los activos bancarios totales, lo cual hacía de México un caso extremo en el panorama internacional, ya caracterizado por los procesos de globalización financiera. Aparentemente, una de las actividades principales de Citibank en México consistió en fungir de canal para la triangulación de cuantiosos fondos hacia bancos suizos, por cuenta de Raúl Salinas de Gortari, hecho que originó una investigación del Congreso estadounidense.

La profunda crisis financiera mexicana de 1995 fue el factor que desencadenó un nuevo ciclo de irrupción de la banca multinacional. Para impedir la quiebra generalizada del sistema bancario y para recapitalizar los bancos, el gobierno, por un lado, convirtió la cartera vencida de los bancos en deuda pública, mediante el controvertido Fondo de Protección al Ahorro Bancario (Fobaproa), y, por el otro, eliminó las barreras de entrada y las restricciones a la actividad de los bancos multinacionales. Al cabo de pocos años, bancos españoles (bbva, Santander), canadienses (Scotiabank), británicos (hsbc) y estadounidenses, con Citibank en primer lugar, adquirieron los principales bancos mexicanos y dominaron el mercado; al comienzo del siglo xxi, su participación en el total de activos bancarios era de 80%, una de las más elevadas en el mundo. Tras esta reconfiguración profunda del sistema bancario en México, el choque siguiente fue de naturaleza global, por la crisis financiera conocida como gran recesión (o del subprime), que, en 2007-2008, tuvo como centro Estados Unidos y se transmitió a muchas otras economías desarrolladas. En este caso, el saneamiento previo de la cartera vencida y la reciente recapitalización permitieron a la banca mexicana sortear con relativa soltura la coyuntura internacional. En cambio, el conglomerado Citibank, que es uno de los más globalizados en escala internacional, con operaciones en alrededor de un centenar de países, resultó mayormente afectado por la crisis. Citibank, que destacaba en la categoría de las instituciones financieras “demasiado grandes para quebrar”, fue rescatado por el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de Estados Unidos, mediante una poderosa inyección de capital y la garantía de una porción importante de la cartera, a cambio de acciones del banco. Eso hizo del gobierno federal el accionista de control de Citibank durante año y medio (2009-2010), lo cual generó una situación del todo anómala con respecto a la legislación mexicana, que prohíbe la operación de bancos controlados por gobiernos extranjeros. Gracias al rescate gubernamental, el consorcio bancario estadounidense pudo reactivarse y reorganizar su estructura y su estrategia global de negocios. En particular instrumentó un plan de reducción de lo que se consideró una expansión excesiva, mediante la desinversión y la salida de varios países en los que operaba, especialmente en Asia y América Latina. En este sentido, la salida de México parece ser, esencialmente, un escalón en el repliegue general de Citibank, aunque no deja de ser sorpresivo que, pese al t-mec y a la integración económica de América del Norte, la relación financiera entre los dos países no disponga en el porvenir de un banco estadounidense, como referencia y guía para las empresas y los flujos financieros. Eso podría ser un elemento desfavorable, particularmente en el caso de que Trump volviera a la presidencia, con un programa de amenazas arancelarias y desaliento a la inversión extranjera.

 

Reflexiones finales

 

La inestabilidad ha sido un rasgo dominante en la trayectoria de la banca multinacional en México, que se ha caracterizado por el tránsito violento de niveles mínimos a máximos por lo que concierne a las dimensiones de su presencia, como consecuencia de crisis financieras e institucionales muy agudas, como la de los años 1910 y la de 1995. En tales condiciones, el impacto de los bancos extranjeros fue sujeto a fuerzas y presiones muy grandes, económicas y políticas, que deben haber constreñido una parte de los efectos beneficiosos de sus operaciones. Desde este punto de vista, el balanceo de los niveles extremos resulta un objetivo razonable, en particular por lo que se refiere a la mayor participación de las instituciones financieras locales. Pero la experiencia histórica apunta a que hay condiciones de gradualidad y criterios de especialización, solvencia y grado de confianza que es importante no sacrificar en aras de intereses políticos que, en cambio, tienden a enfatizar la dicotomía entre lo “nacional” y lo “extranjero”. En el mismo sentido, la diversificación de los orígenes nacionales de la inversión bancaria es un elemento saludable que abona a la estabilidad, al mismo tiempo que la ausencia de un banco estadounidense en México arroja varias interrogantes. Por último, es de notar que, por primera vez, existe la posibilidad de que los interesados en una transacción de grandes dimensiones, como la compra de Citibanamex, no sean exclusivamente los bancos de países ricos del área ocde, que han dominado históricamente la banca multinacional. La expansión de la capacidad financiera de bancos chinos, pero también brasileños, como Itaú y Bradesco, es una señal del cambio profundo producido por la globalización financiera.◊

 



Referencias

 

Cull, Robert J., y Soledad Martínez Peria, Foreign Bank Participation and Crises in Developing Countries, World Bank Policy Research, Working Paper núm. 4128, 2007.

Freeman, James, y Vern McKinley, Borrowed Time. Two Centuries of Booms, Busts, and Bailouts at Citi, Nueva York, Harper Business, 2018.

Haber, Stephen, y Aldo Musacchio, Los buenos tiempos son éstos. La incursión de los bancos extranjeros en México después de un siglo de crisis bancarias, México, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 2014.

Jones, Geoffrey, Multinationals and Global Capitalism: From the Nineteenth to the Twenty-first Century, Nueva York, Oxford University Press, 2005.

Marichal, Carlos, y Paolo Riguzzi, “Banca y banqueros europeos en México, 1864-1933”, en Sandra Kuntz Ficker y Horst Pietschmann (eds.), México y la economía atlántica (siglos xviii-xx), México, El Colegio de México, 2006, pp. 207-237.

Moore, Ernest O., La evolución de las instituciones financieras en México, México, cemla, 1963.

Tschoegl, Adrian, “Foreign Ownership in Mexican Banking: A Self-Correcting Phenomenon”, Munich Personal RePec Archive, Online Paper, núm. 586.

 


 

* Es doctor en Historia de las Américas por la Universidad de Génova, Italia. Profesor investigador en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, se ocupa de historia económica de México y de las relaciones México-Estados Unidos. Participó como coordinador y autor en el libro Embajadores de Estados Unidos en México. Diplomacia de crisis y oportunidades (El Colegio de México, 2021); ha escrito capítulos en los libros del Colmex: Derecho y cambio social en la historia; La Legislación Mexicana de Manuel Dublán y José María Lozano; Estados Unidos desde América Latina. Sociedad, política y cultura; Estudios sobre la historia económica de México: desde la época de la Independencia hasta la primera globalización, e Historia económica general de México. De la colonia a nuestros días, entre otros.