China en el panorama comercial mundial

A pesar de los obstáculos que las economías de Occidente le han impuesto, China ha retomado un papel protagónico en la economía mundial. Ya es el principal exportador de mercancías y el mayor productor de manufacturas. Si el pib se mide en términos del poder de compra, ha regresado a ser la mayor economía del planeta. Así lo asienta el especialista Fernando de Mateo en esta visión de conjunto del desarrollo económico chino.

 

FERNANDO DE MATEO*

 


  

En su extraordinario trabajo de arqueología económica (2007), Angus Madison muestra que durante los primeros 17 siglos de los 20 transcurridos desde el inicio de nuestra era, China fue la segunda potencia económica mundial, después de India. A partir del año 1700 y hasta 1830, fue la primera economía del mundo, al generar alrededor de 40% del pib mundial. La subsecuente decadencia económica fue dramática: hacia 1950 su contribución a este indicador económico llegó a sólo 5%, nivel que se mantuvo durante las siguientes tres décadas. Con las reformas económicas, China se convirtió aceleradamente en un actor principal en la economía del planeta. Ya es el principal exportador mundial de mercancías y el mayor productor de manufacturas. Si el pib se mide en términos del poder de compra, ha regresado a ser la mayor economía del mundo. Hace 50 años, el pib per cápita de México era 20 veces superior al chino. Hace 20, era el doble. Hoy, el pib per cápita chino es 20% superior al mexicano.

Este país ha sido un actor fundamental de las cadenas globales de valor en los 20 años de hiperglobalización —entre la caída del Muro de Berlín y la crisis financiera de 2009— y el periodo subsecuente. Llegó a hablarse de “Chimérica” (China and America) por su integración con la economía de Estados Unidos —los autores del término se retractaron poco tiempo después—. Si bien empezó su desarrollo exportador como país maquilador, consistentemente el contenido de valor agregado extranjero en sus exportaciones ha disminuido con rapidez conforme se establecía un mayor número de eslabones de las cadenas globales de valor en territorio chino.

El crecimiento de sus exportaciones ha sido extraordinario. Cuando China ingresó en 2001 a la Organización Mundial de Comercio (omc), contribuía con 3.6% de las exportaciones mundiales. En 2021 lo hizo con 13.3%. Desde la crisis financiera, la política económica china se ha dirigido a depender menos de las exportaciones para su crecimiento económico y ha fomentado un mayor crecimiento del sector de servicios y del consumo interno. Sin embargo, la pandemia de la covid, con una demanda internacional creciente de, primero, productos y equipo médico y, después, de bienes de consumo duradero, explica un asombroso aumento de 30% de sus exportaciones en 2021 (frente a 3% el año anterior, cuando el comercio mundial se contraía).

Las negociaciones de China para ingresar a la omc duraron 15 años. En estas negociaciones, el país abrió sus mercados a las importaciones de modo significativo, así como, sustancialmente, su sector de servicios, a la competencia externa. Modificó miles de leyes y reglamentos para adecuarlos a lo acordado en su protocolo de adhesión. En diciembre de 2001 fue aceptada en la Organización. El último en concluir las negociaciones con China fue México, con quien competía tanto en su mercado interno como en el de exportación a Estados Unidos, con textiles, vestido y calzado como productos emblemáticos en la negociación bilateral.

De forma simultánea a que México se integrara con mayor profundidad a la economía de Estados Unidos, éste perdió competitividad internacional en insumos utilizados por fabricantes en México. En 1993, más de 70% de las importaciones mexicanas procedían de ese país. Hoy, no llegan a 47%. El hueco lo llenó China, quien ahora contribuye con una quinta parte de las importaciones mexicanas, en las que cuatro quintas partes son insumos intermedios. Hay un ménage à trois entre estos países: México importa de China insumos que utiliza en la producción de productos que exporta a Estados Unidos. En tanto que goza de un gran superávit con éste, la proporción entre importaciones y exportaciones con China es de 10 a 1 (el comercio bilateral llegó en 2021 a 100 mil millones de dólares).

China ha sido objeto de diversas acusaciones por su éxito exportador. Ha tenido que defenderse en 50 casos (de un total de 610 en la omc hasta el momento) en el esquema de solución de diferencias frente a distintos países —desde Estados Unidos (23) y la Unión Europea (10) hasta México (4) y Australia (2)—, acusado de violar obligaciones contenidas en el Acuerdo de la omc o en su protocolo de adhesión. Además, es el miembro de la omc al que el mayor número de derechos antidumping y compensatorios se le han aplicado y es, de lejos, el que más medidas discriminatorias ha recibido desde la crisis de 2009. China ha sido acusada de aplicar medidas que incentivan artificialmente sus exportaciones y que protegen su mercado interno, desde manipulación cambiaria, subsidios prohibidos por la omc y robo de propiedad intelectual hasta requerimientos de exportación y restricciones a la exportación de insumos fundamentales para cadenas mundiales de suministro.

El señor Trump decidió obligar a China a pagar por sus pecados. Hizo un movimiento de pinza. Por un lado, hirió seriamente el sistema multilateral de comercio al paralizar el mecanismo de solución de diferencias de la omc —al tiempo que, absurdamente, sacaba a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico, diseñado por el presidente Obama para contrarrestar la influencia de China en Asia, y amenazaba con denunciar el tlcan—. Por el otro, empezó a poner restricciones a la importación de productos chinos, empezando por el acero y el aluminio, y siguiendo por una escalada en una guerra comercial con un desconocimiento profundo de cómo operan las cadenas globales de valor. El arancel promedio a los productos chinos (incluidos insumos fundamentales para la industria estadounidense) pasó de 3% en 2016 a 20% en 2020. La represalia china, que también violó las obligaciones contraídas en la omc, fue un incrementó a su arancel promedio, que pasó de 9 a 22 por ciento.

En diciembre de 2019, los dos países firmaron un acuerdo de “primera fase”, con compromisos chinos de compra de productos estadounidenses, lo cual violaba los acuerdos de la omc. No es una sorpresa que, dos años más tarde, China haya comprado menos de 60% de aquello a lo que se comprometió. El presidente Biden continuó aplicando las restricciones a las exportaciones chinas —parte de su programa Build Back Better, sucesor del Make America Great Again de Trump—. China tiene, desde 2015, su Made in China 2025 y la Unión Europea la Autonomía Estratégica Abierta. Las medidas distorsionantes del comercio no dejan de crecer desde la Gran Recesión de 2009 en la búsqueda por atraer eslabones de las cadenas productivas a sus respectivos territorios.

La pandemia de la covid llevó a un aumento de las exportaciones chinas al mundo, incluido, por supuesto, su principal mercado, Estados Unidos. Primero, la necesidad de satisfacer la demanda de productos y equipo médicos y, después, el crecimiento de la demanda de bienes de consumo duradero ha llevado a un récord del déficit comercial de Estados Unidos —no obstante que la producción manufacturera esté en el punto más elevado de su historia—.

Nadie esperaba la rápida recuperación del empleo, la producción y el comercio internacionales sólo meses después de que habían caído con una rapidez no vista desde hace 90 años. La estrepitosa caída en los gastos en servicios que requieren una interacción entre personas, las transferencias de muchos gobiernos a sus ciudadanos y empresas, la rápida puesta en marcha de la vacunación en diferentes países y la cuarentena promovieron la compra de bienes de consumo duradero. El comercio electrónico se disparó, al crecer por arriba de 20% en 2020, en tanto que el comercio mundial de mercancías disminuyó ese mismo año.

China tiene la capacidad productiva necesaria para satisfacer gran parte de la demanda incrementada. Pero, habiendo previsto una crisis de larga duración, una parte importante de la flota mundial de transporte marítimo fue llevada a reparaciones de largo plazo o directamente al desmantelamiento. Agregado a la estrategia china de contener la pandemia mediante la cuarentena en ciudades y puertos, ello condujo a una escasez de transporte marítimo y de contenedores. Los fletes se dispararon en hasta diez veces. El tiempo de entrega en el trasporte transpacífico aumentó de manera importante, y ahora toma en promedio 110 días entre Asia y Estados Unidos.1 Los puertos chinos, estadounidenses y europeos se encuentran saturados. Las cadenas globales de valor se han dislocado y se disparan presiones inflacionarias generadas por el lado de la oferta en diferentes países —Asia es una excepción importante—. Varios autores culpan de la inflación a los gastos anticíclicos realizados durante la pandemia. Posiblemente es una combinación de ambas. Varios países han disminuido sus aranceles para reducir las presiones inflacionarias. Estados Unidos no lo ha hecho en sus importaciones procedentes de China, no obstante que varios estudios muestran que éstos han incrementado el precio de los insumos utilizados en sus producciones manufactureras y que han dañado más a los consumidores que a los exportadores.

Aunque hay evidencias contradictorias sobre si las empresas multinacionales continuarán embarcadas en las cadenas globales de valor con China en el epicentro (no ha habido una reducción en la distancia recorrida por las producciones, sino lo contrario2), o si estas empresas han aprendido la lección de no depender de insumos importados de larga distancia que han trastocado el principio de no tener inventarios con el just in time o si más vale tenerlos just in case, hay también evidencias de una corriente importante de reshoring y de nearshoring, incluso en México. Con la falta de interés del señor Biden en eliminar las medidas contra China y la preferencia de varias empresas manufactureras de Estados Unidos por trasladar sus cadenas productivas al mismo huso horario y con un transporte más confiable que el marítimo, mayores eslabones de las cadenas productivas se instalarían en México —lo cual depende, desde luego, de su percepción del grado de bienvenida que se les otorgaría—. Pero eso no quiere decir que habría menores importaciones de China, sino un cambio en la estructura de las importaciones mexicanas, con insumos chinos en las nuevas producciones. Posiblemente no se reduciría el déficit comercial con ese país. La manera de hacerlo es diversificar la composición de las exportaciones mexicanas, que se concentran en productos primarios y en algunos productos automotrices.

El desarrollo de los semiconductores ha sido uno de los principales instrumentos de la revolución industrial iniciada hace 70 años. Son fundamentales en todos los campos industriales y los hay con muy diferentes grados de sofisticación. En este momento, están ocurriendo tres cosas ligadas entre sí: 1) una importante escasez de semiconductores —lo que ha tenido un fuerte impacto en producciones como en la industria automotriz y de otros productos de consumo duradero; 2) fuertes subsidios en Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, Corea y China (los principales exportadores, junto con Países Bajos) para incrementar su producción —lo que más temprano que tarde producirá una sobreoferta—, y 3) en la guerra con China por la superioridad tecnológica, Estados Unidos le está imponiendo restricciones a la exportación de semiconductores de alta tecnología, y de los insumos y maquinaria necesarios para su producción.

Una víctima es la omc. A lo que empezó con el veto de Estados Unidos para la designación de un miembro de su Órgano de Apelación, se fueron añadiendo otros elementos que ahora se ven como necesarios para la reforma de la institución, en especial en los siguientes campos (hay más, pero éstos son los más importantes): los subsidios y la transparencia en su otorgamiento, quién puede aspirar a un tratamiento especial y diferenciado, y los cambios que se requieren en el sistema de solución y diferencias. Esta reforma tiene que contar con el acuerdo de Estados Unidos y China —y pasar por los demás miembros que también la quieren… y por los que no la quieren—. Sin mayores acuerdos en perspectiva, no se avizora ningún avance importante.

En la arena de los acuerdos regionales, el gobierno de Estados Unidos no cuenta con —ni ha solicitado— una autoridad negociadora. Por ello está buscando una serie de alianzas con la región Indo-Pacífico (Indo-Pacific Economic Framework) que no implique la liberalización comercial. Entretanto, China no sólo concluyó el Acuerdo Integral Económico de Asociación (con todos los países de asean, Japón, Corea del Sur, Australia —con la que después se peleó— y Nueva Zelanda), sino que se ha postulado para convertirse en miembro del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico —hoy conformado por 11 países—. Taiwán, Corea del Sur y Reino Unido también han postulado. Sólo este último está ya negociando su adhesión.

Las diferencias entre China y otros países occidentales en el terreno geoeconómico y geopolítico no han dejado de crecer. Se ha autodeclarado campeona del multilateralismo y de la cooperación con su Iniciativa de Franja y la Ruta, pero con una gran incógnita de cómo tratará a Rusia después de la invasión a Ucrania. De hecho, China se enfrenta a la trampa del ingreso medio (en la que han caído países como Brasil y México, que no han podido convertirse en países de alto ingreso) y a la trampa de Tucídides (no caer en una lucha armada contra la potencia hegemónica).

Con todo, la globalización sigue vigente y China es un participante fundamental, aunque aspira a una menor dependencia del exterior. Seguirá buscando retener e incrementar los eslabones de mayor valor agregado y alta tecnología de las cadenas globales de valor. La cada vez mayor importancia, en ese país y en los demás países desarrollados, de los subsidios a diferentes sectores económicos —entre los que se encuentran semiconductores avanzados, autos eléctricos sin conductor, generación de energía no contaminante y muchos etcéteras, que incluyen aspectos en el terreno militar—, así como la posibilidad de que se apliquen medidas en aduana relacionadas con las políticas favorables al medioambiente, crearán todavía mayores problemas entre los participantes en el sistema multilateral de comercio.

Es decir, no puede preverse una disminución en las tensiones comerciales ni en las medidas proteccionistas aplicadas desde la crisis financiera de 2009. Sin una omc operacional, los acuerdos regionales cobran aún mayor importancia y su número crecerá significativamente. Reino Unido tiene que negociar con todos aquellos países con un acuerdo con la Unión Europea. Estados Unidos no va a participar por el momento en nuevos acuerdos comerciales, pues estará muy ocupado reforzando sus relaciones económicas y militares, particularmente en la región indo-pacífica y, ahora, también en Europa, frente a la amenaza rusa. La Unión Europea posiblemente ratifique sus acuerdos con México y Brasil y busque nuevos acuerdos comerciales (incluso tipat [Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico], tomando la Polinesia Francesa como parte de la ue en el Pacífico). China sabe que no será aceptada como participante, pero ello implica que tampoco lo sea Taiwán, aunque Reino Unido y Corea del Sur sin duda sí se adherirán.

Si en 2021 el comercio mundial creció 25% (ya está 13% por arriba del de 2019) y las exportaciones chinas, 30%, es poco probable que esto vuelva a suceder en el futuro previsible. Pero el mundo pospandemia será muy diferente que el de antes. No hay duda de que China continuará siendo un actor principal. Y su comercio con México seguirá creciendo. El ménage à trois con Estados Unidos se verá reforzado. Mucho depende de las medidas que el gobierno mexicano adopte para la atracción de inversiones.◊

 


 

Referencia

 

Maddison, Angus, Contours of the World Economy, 1-2030 AD. Essays on Macro-Economic History, Oxford University Press, 2007.

 


 

1 Flexport, tomado de Bloomberg.com, 10 de febrero de 2022.

2 dhl, tomado de Financial Times, 12 de enero de de 2022.

 


 

* Es licenciado en Economía por la unam y maestro en Economía por El Colegio de México y por la Johns Hopkins University. Actualmente es profesor en el Diplomado sobre Negociaciones Comerciales Internacionales en El Colegio de México. Anteriormente fungió como director general de Evaluación de Proyectos Económicos en la Secretaría de Economía y como embajador representante permanente de México ante la Organización Mundial del Comercio en Ginebra. Fue jefe de la Unidad de Coordinación de Negociaciones Internacionales de la Secretaría de Economía y jefe negociador para los Tratados de Libre Comercio con América Latina, así como del proceso alca. Se desempeñó como responsable de la administración de los acuerdos y tratados de Libre Comercio de México con Europa y con América Latina. En la Organización Mundial del Comercio, es Árbitro Experto en el Órgano de Solución de Controversias en Materia de Servicios.