Adán Brand, Animalaria: Premio Joaquín Xirau Icaza 2019

 

ADOLFO CASTAÑÓN*

 


 

Animalaria
Adán Brand,
Aguascalientes,
Eximia,
2019, 101 pp.

 

Animalaria, de Adán Brand (Adán Josué Brand Galindo, Aguascalientes, 1984), es el libro de poemas que espigó el jurado compuesto por Mariana Bernárdez, Juan Villoro y Adolfo Castañón para ser distinguido con el Premio Joaquín Xirau Icaza 2019. El premio tiene ya una pequeña gran historia. Lo han ganado hasta ahora siete poetas distinguidos: Paula Abramo (2013), Ricardo Cázares (2014), Armando Salgado (2015), Miguel Maldonado (2016), Javier Peñalosa M. (2017) y Daniela Camacho (2018). Lo primero que hay que celebrar es la decisión de Ramón Xirau y Ana María Icaza de Xirau de recordar la memoria de su hijo, el poeta e investigador Joaquín Xirau Icaza, con dos premios que reconocen sus dos vocaciones intelectuales: la poesía y la economía. También hay que saludar con gratitud la hospitalidad que El Colegio de México y la Fundación Colmex han dado a esta noble iniciativa. Gracias a la benevolencia de Ramón Xirau y Ana María Icaza, he tenido la fortuna de acompañar este premio en cinco de sus siete ediciones. Fortuna de lector, pues en los últimos años me ha tocado leer más de un centenar de libros de poesía joven escrita en México. Esto me ha brindado la oportunidad de medir a lo alto y a lo ancho, así como, por así decir, en vivo, la presión atmosférica de al menos parte de la poesía escrita en México con textos provenientes de todos los confines del país y medir, palmo a palmo, los territorios y los planos en que se ejerce aquí la lírica. Fortuna incomparable para el lector curioso dispuesto a abrir las puertas de su casa a la poesía mexicana. En ese viaje me han acompañado como lector otros amigos conjurados: Angelina Muñiz Huberman y Elsa Cross, ayer; Juan Villoro, siempre, y ahora la poeta Mariana Bernárdez (sea bienvenida). Esa fortuna es también en cierto modo un ejercicio difícil, pues el oficio de jurado, como apuntaba yo en el saludo al poeta Miguel Maldonado, es un oficio necesario, acaso triste, “aunque no siempre reconocido, que es el de lector o de jurado o conjurado de un certamen literario. Algo tiene este oficio del que practicaba Bartleby, el escribiente, de Herman Melville, tan admirado por Jorge Luis Borges. Empero, no llega a ser comparable a la figura del verdugo examinada por Joseph de Maistre en Las veladas de San Petersburgo”.

La premiología no es una ciencia exacta, sino un arte aplicada que depende de circunstancias y circunstantes. Ese arte debe seguir reglas y ser aplicado con rigor, como la lingüística aplicada en la que está especializado el poeta Adán Brand. Animalaria, la obra ganadora, es un libro construido en cuatro partes, tituladas “Tres piedras angulares”, “Animalaria”, “Agua entre manos” y “Parvulito”. El volumen, bellamente diseñado por la editorial Eximia de Aguascalientes, ha sido coeditado por el Instituto Municipal Aguascalentense de Cultura, la Secretaría de Cultura, el Programa de Lectura Buena Palabra y el Ayuntamiento de Aguascalientes. En su portada se estampan las imágenes del dibujante francés Charles Le Brun (1619-1690): caras inteligentes, casi humanas, de animales: zorros, camellos, caballos, leones, picos, ojos, pelos, dibujados finamente a tinta por la mano del maestro francés. Los dibujos de la portada aluden a la segunda parte de este libro, “Animalaria”, que de hecho da título al libro. Si el lector pone en el buscador de la red esta palabra, obtendrá varios resultados: el primero, un “Curso de experimentación animal”. El Diccionario de la lengua española dice que animalario es un “Edificio donde se tienen los animales destinados a experimentos de laboratorio”. La Animalaria de Brand no se distinguiría de los bestiarios tradicionales, como los anónimos de la Edad Media o los modernos de Kafka, J.H. Fabre, Borges, Arreola, Monterroso, Lizalde, Pacheco, Luis Miguel Aguilar, por su voluntad de empatizar y simpatizar con los bichos, con sus ganas compasivas de “devenir animal”, para echar mano de una expresión del filósofo francés Gilles Deleuze. No en balde el autor ha compuesto un libro titulado Soy más humano cuando como vegetales (2015). Para el vegetariano, el humanismo es una militancia de la abstinencia. Para Adán Brand, el animal es un emblema, una cifra, un trampolín, “una clave y un enigma, una ventana y un espejo”. Descifra en la zoología su humana condición. Desde ahí levanta su red y su lupa para cazar y observar a la “Cochinilla”, a los “Caracoles”, a la “Libélula”, a la “Araña”, al “Escarabajo”, a “Grillos”, al “Batracio”, y se entrega a una música “Felina” (deviene gato, va en busca de su maullido interior), se hace “Raya”, se siembra “Escorpiones” en el sexo. Démosle la palabra al “Escarabajo” (pp. 54-55):

 

Escarabajo

Recortada contra el oro de la arena

la oscura silueta del escarabajo

se mueve cuesta arriba

con su carga esférica de estiércol

Asciende torpemente

con los ojos fijos

en el páramo que va dejando.

¿Ahí se encuentra la enseñanza?

¿Hemos entendido mal el tiempo?

¿Tocando nuestra espalda siempre

está el futuro, que no podemos ver,

y enfrente de nosotros,

como una sombra que se alarga

va extendiéndose el pasado?

¿Y qué diremos de la blanda roca

que este Sísifo levanta?

El porvenir se amasa con desechos.

Acaso el único principio universal

de la materia es el periplo,

la espiral, el círculo. (Ya se sabe:

andar hacia delante es retornar;

morir es integrarse a otras formas)

Y mientras rota y se traslada

el pensamiento

en el lento vértigo del orbe,

ajeno a todo,

gira aquel escarabajo

su propio mundo elemental

con la sola certidumbre

de moverse.

 

Adán Brand sabe lo que hace; incluso tiene cierta coquetería, pues nos dice al inicio de su libro que esta bien trabada construcción, donde la infancia y los elementos conviven con la autobiografía, la poética y la sociología, no es en realidad más que un libro casual, como un montón de postales poéticas: “Esta obra no fue concebida originalmente como un poemario con unidad temática y formal”. En esas páginas iniciales expresa en forma elegante la poética que lo guía:

 

Debo agregar que desde hace varios años tenía un deseo muy fuerte de publicar un poemario, para no quedarme atrás con respecto a mis compañeros de generación (y de los que vienen un poco más abajo que la mía). Al expresarle esta suerte de urgencia a Antonio Deltoro, mi tutor en la Fundación para las Letras Mexicanas, él me respondió que no me preocupara por eso, que poco tenía que ver con la literatura. Me dijo que dejara a otros jóvenes correr y buscar fama a trompicones y —retomando a T.S. Eliot, según recuerdo— que la poesía era la palabra cargada, fruto de la atención (Eliseo Diego) y el tiempo (A. Machado). Mi tarea entonces consistía en encontrar un tiempo real, pesado, atemporal, debajo del engañoso, acelerado y desatento tiempo en que vivimos. No te preocupes por publicar pronto ni por seguir las modas —concluyó—, sino por escribir poemas esenciales, medulares para ti. En la medida en que lo consigas, estarás escribiendo poemas esenciales para otras personas… Porque siempre he buscado ser un buen alumno, me prometí que no publicaría ningún poemario antes de los 33. El 24 de diciembre de 2017, con 33 años recién cumplidos, comencé a hacer el bosquejo de este libro (p. 9).

 

Adán Brand ha tenido como guía y tutor al poeta Antonio Deltoro, a quien le dedica dos poemas al final del libro. Deltoro es su maestro. Un maestro en el arte de la lentitud: “Hay una inmovilidad oscura y otra acechante y matemática”. La velocidad de Brand es de este orden: acechante. Pero el libro es más complejo de lo que pueden expresar estas letras. Conviven en él los temas y aires de la infancia, y la autoconciencia infantil y adolescente con los motivos de la muerte y el duelo. El autor es un etólogo, incluso un etnólogo, de los hormigueros y las tribus y etnias urbanas de su generación. A Brand no le cuesta trabajo “atravesar la reja de la infancia, regresar a esas raíces de cantera y agua bautismal que me dieron nombre” (p. 38). Tampoco le cuesta trabajo pasar de una época a otra, pero no sólo de dientes afuera sino paseándose cómodamente por las modas sintácticas y en cierto modo burlándose de ellas. De hecho, en algunos momentos de la gozosa lectura me pareció estar contemplando una pasarela estilística en la que el autor iba dejando sin un grito ni una queja el pellejo y la sombra.

Animalaria es un cruce de caminos: una encrucijada, una red. Muchos años después de este año 2019, regido por el signo del Jabalí en el horóscopo chino, cuando Adán Brand peine canas y haya publicado los libros que promete esta hermosa y acabada primicia, el lector futuro podrá descifrar los rumbos de su navegación en esta obra donde el poeta joven mira al poeta que será y que tuvieron la juiciosa clarividencia de reconocer los lectores conjurados que se asomaron a su pozo Animalaria, distinguido con el Premio Joaquín Xirau Icaza.◊

 


* ADOLFO CASTAÑÓN

Es narrador, ensayista, poeta y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.