Resistencia y subversión a través de culturas políticas

El libro que aquí se reseña intenta explorar la interacción entre cultura y política para entender estos temas en el contexto de diversas sociedades colonizadas en algún momento de su historia, y presenta las diversas aristas de los procesos culturales y sus implicaciones en los rasgos no percibidos de lo cotidiano.

 

–GLORIA LEGORRETA*

 


 

Ishita Banerjee y Saurabh Dube (eds.),
Culturas políticas y políticas culturales.
Escenarios de Asia, África, Europa
y América
, México,
Centro de Estudios de Asia y África,
El Colegio de México, 2017, 253 pp.

 

El libro Culturas políticas y políticas culturales. Escenarios de Asia, África, Europa y América inicia con una advertencia. Ishita Banerjee y Saurabh Dube son muy cuidadosos en señalar que los textos no están compilados bajo la idea de Occidente y no-Occidente; de igual forma, no abogan por el uso de binomios conceptuales como son modernidad y tradición, religión y política o dominación y resistencia, y es claro el porqué: los totalitarismos suelen utilizar argumentos dicotómicos.

Pienso en la palabra ajeno para describir los diversos procesos culturales abordados en el libro; aquello lejano, perteneciente a otro, pero también algo que me es propio, pero a lo que no puedo acceder en su totalidad. Reconozco características de diversos movimientos en resistencia y rasgos recurrentes en el ámbito global; sin embargo, éstas terminan por escapar y ser específicas de una región o territorio. Aquí la alteridad no sólo es lo concerniente al otro. La línea temática discurre lejos de los binarismos y presenta las diversas aristas de los procesos culturales y sus implicaciones en los rasgos desapercibidos de lo cotidiano.

El primer capítulo, escrito por Elisa Cárdenas, “Los héroes de Mezcala y la nación mexicana. Una disputa por el sujeto histórico”, deja claras las diferencias entre las políticas culturales y las culturas políticas al señalar las divergencias que tienen el Estado y la comunidad sobre el patrimonio histórico. Mientras que el primero busca lograr la “monumentalización” y lucrar con los espacios turísticos, para la comunidad indígena de la isla de Mezcala es materialidad de su memoria histórica y lucha por la tierra.

Los capítulos “Poder y cultura: los satnamis” y “Las múltiples vidas de casta”, escritos por Saurabh Dube e Ishita Banerjee, respectivamente, desarrollan argumentos en torno a las castas y su relación con la política de las mismas frente a la ideología de Estado. Dube se centra en la resistencia a partir de la memoria histórica de los satnamis de la India Central, con el fin de ofrecer una explicación de la relación que guardan los rituales y discursos míticos de los satnamis con lo político, resaltando la diversidad de órdenes religiosas dentro de una misma casta. Banerjee, por su parte, destaca el discurso institucional de la política de castas que preserva la discriminación y las desigualdades económicas y sociales bajo argumentos religiosos, promovidos durante el colonialismo inglés en la segunda mitad del siglo xix. La autora no tiene reparo en señalar que tanto el Estado —con las políticas institucionales de discriminación positiva como paliativos de las desigualdades— como los movimientos de resistencia —que recurren a las castas como representación de la diferencia— deberán cuestionarse acerca de la preservación de las identidades y el carácter ético necesario en las instituciones políticas, es decir, acerca de la construcción de una identidad unificadora para que sea posible la democracia.

Rober Curley, en “La peregrinación como teatro político en la Revolución mexicana”, describe cómo la peregrinación tiene implicaciones no sólo en el espacio público sino en la arena política. Por ejemplo, las peregrinaciones católicas de principios del siglo xx en Jalisco, para la coronación de la Virgen de Zapopan, toman la forma de una ciudadanía que se apropia del espacio público, curiosamente, en contra del establecimiento del Estado laico y de la Constitución de 1917.

La contestación a la autoridad puede fluir a través de prácticas cotidianas. En el capítulo “Subvertir los valores y reírse de la autoridad. El arte de la risa como táctica de resistencia”, Miyuki Takashi da cuenta de la forma cómica que toma la resistencia. Retoma la labor de Onaha Buten, comediante de Okinawa, comunidad que se enfrentaba al colonialismo estadounidense y a la élite japonesa, ocupada por su ejército desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta 1972. En medio del caos de la guerra y la represión, Buten desarrolló un discurso contestatario velado en canciones y obras de teatro —incluso en campamentos de refugiados durante el ataque estadounidense— frente a las políticas arbitrarias de las autoridades japonesas y del ejército estadounidense.

Por su parte, Lucía Cirianni expone un interesante análisis sobre la relación entre la ideología política estatal y las culturas políticas. En “Sufismos subversivos: las rebeliones sufíes como elementos formativos del laicismo kemalista”, nuevamente lejos de los binarismos, la imposición de un Estado laico por parte de los kemalistas es respuesta frente a la amenaza que significa la fuerza de los grupos reaccionarios sufíes, como contrincantes políticos, en la construcción de la República de Turquía a principios del siglo xx.

Gilberto Conde resalta la alteridad como elección y construcción. En “Agua, poder y rebelión: autonomía kurda local frente al Estado turco”, relata cómo el movimiento kurdo ha logrado construir una cultura política frente a la impuesta por el Estado turco, específicamente en torno al agua, puesto que dicho recurso es controlado deliberadamente por el Estado para ejercer dominio y discriminación sobre las poblaciones locales kurdas.

Por último, José Arturo Saavedra ahonda en el cuestionamiento del pensamiento dicotómico sobre lo legal/legítimo con el texto “La percepción del consumo de cannabis en la juventud de Tanzania”, en el que desarrolla los elementos intrincados de la cultura cannábica entre los jóvenes de Tanzania, desde la producción y consumo de marihuana que representa 25% del total mundial hasta su uso lúdico y espiritual, principalmente entre los rastafaris, y sus implicaciones en la música popular, la cual comenzó reproduciendo el hip hop estadounidense hasta, actualmente, contar con rasgos propios de su cotidianeidad.

Más allá de su rigor como estudios etnográficos e históricos —sustanciales para un público especializado—, es de señalar que las investigaciones son interesantes para el público en general frente a los errores comunes de las disertaciones no académicas. En contraste con los textos, cada vez más comunes, que hablan sobre autoridad y alteridad de modo simplista y que consideran ilegítimas ciertas prácticas de resistencia, estas lecturas brindan los conceptos necesarios para dotar de sentido a las discusiones, no por ello menos urgentes, sobre las posibilidades de transformar lo político.◊

 


* GLORIA LEGORRETA
 Es politóloga e investigadora del inegi.