Nacimiento I y II

 

– JOAQUÍN XIRAU ICAZA –

 


 

Publicados originalmente en Poemas, Joaquín Xirau Icaza, México, Joaquín Mortiz, 1976; segunda edición: México, dge/Equilibrista, 2004.

Nacimiento I

 

La hora final tiene su muerte

no es el fin del mundo

es la del mirlo

la del canto

en la tierra

entraña

de ponientes que crujen.

 

Hora redonda ilimitada

manto gris que se desliza

y a la vez desnuda

con la sílaba de aquel trino.

 

Hora de arena

del reloj

que goteando

sombra tiempo

muere puntual

cuando nace el canto

 

Nacimiento II

 

Redonda sin mancha y bien pulida

resplandeciente esfera por el brillo de los soles

que tratan de evitar ser reflejados

redonda digo y de vitalidad sobrada

(aleteo de mariposas)

está la hora situada muy confiada

en el centro mismo del universo

y de un espejo.

Desnuda y arrogante

carente de primera falta

está consciente solamente de aquella azul perfección

de su unidad alada.

En su figura veía el cosmos reflejado

y lo sabía suyo

y pensaba detenerlo con su monótona belleza

tan redonda    tan geométrica

tan de sales y cristales congelados.

 

Un domingo, oyó su nombre.

Le inquietó y sintió vergüenza

o tal vez frío.

Una capa de realeza terrenal

cubrió su forma

una capa de tiempo y negro terciopelo

bordada con esmero de minutos

prendida con segundos de alfileres.

 

Capa negra inundada de dibujos

que persiguen el afán de ser un mito:

el unicornio detrás de un hormiguero

una luna que sostiene sólo al mirlo

una cruz astillada por espinas

una tumba de sabor a sol polvoso

el escudo de un guerrero imaginario

una vela coronada de vasallos

el tatuaje de un marino atormentado

la pirámide del cometa una vez visto

el faro de una isla sumergida

el símbolo del tiempo que fue sueño

los anillos enlazados y enmohecidos

el nombre de letras inestables.

 

Pobrecilla de la hora

tan ingenua

tan exacta;

no supo que un día

algún domingo

fue inventada;

y cayó

capa y todo

gota a gota

como arena de reloj

en un sótano olvidado

con techo carcomido por lunares

y repleto de carbón humedecido.

 

Llovía

el águila era de agua

y se posó en la nube.

Se sentían

crujir misteriosas raíces

dilatarse la tierra en terrenos de tiempo.

Salían

de su escondrijo serpientes

y formaban ríos

de gotas de nube

de águila y lodo

en el velo de nieve que cubre la frente.

 

El viento es instante pasado

el pasado presente.

 

Octubre es el viento

remolino de hojas

que se entierra amarillo

en presente de viento.

 

Es Octubre

la hoja sobre la tumba

silencio sobre palabra

sol y nieve.

 

Entre la hoja y la tumba

entre la pluma y la hoja

cicatriz, viva pausa,

en ésta negra y en aquélla roja.