Las candidaturas independientes y la coyuntura electoral

Las ventajas que ofrecen las candidaturas independientes no parecen tan claras cuando los candidatos optan por este camino en sustitución de su previa actividad partidista. Sin embargo, Julián Atilano explora los argumentos en defensa de esta nueva forma de llegar a la boleta electoral, pues para él los beneficios son mucho mayores por lo que representan y por los logros hasta ahora conseguidos, sin olvidar que queda pendiente un camino para hacer menos complicada la participación de distintos perfiles políticos.

 

–JULIÁN ATILANO*

 


 

El que derrota al monstruo
y ocupa su lugar
se vuelve el monstruo.
José Emilio Pacheco, “Dragones”

 

Las candidaturas independientes dejaron de ser una exigencia democrática para convertirse en una opción al margen de los partidos políticos. Sin embargo, todo parece indicar que quienes contiendan desde la vía independiente sólo serán espectadores de una elección que se definirá entre Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade. Ante ese escenario, surge la siguiente pregunta: ¿por qué ninguna candidatura independiente que compite por la Presidencia de México tiene posibilidades reales de ganar en un país en el que la confianza hacia los partidos políticos no supera 10%?1

Quisiera comenzar señalando que el electorado es heterogéneo, su voto no necesariamente está en función de la confianza que tenga hacia los partidos políticos y, aunque exprese una visión crítica sobre éstos, distingue entre el partido con el cual simpatiza y los demás. Por ejemplo, del total de personas que se identifican con Morena, 50% no confía en los partidos políticos; lo mismo sucede con 27% de quienes se identifican con el pri y con 22% de quienes se identifican con el pan.2

Además, tal vez no son las candidaturas independientes en sí mismas las que no entusiasman, sino lo que representan quienes —durante el periodo para recabar apoyo— aparentaban haber conseguido el número de firmas necesarias para solicitar el registro y obtener la candidatura. Es decir, tan sólo entre Margarita Zavala, Jaime Rodríguez “El Bronco” y Armando Ríos Piter suman en su trayectoria política más de 70 años de militancia partidista, lo cual difícilmente les hubiera ayudado a posicionarse como una alternativa capaz de atraer la indignación del electorado frente a los partidos políticos.

Todo parece indicar que únicamente Margarita Zavala logrará aparecer en la boleta como candidata independiente a la Presidencia, ya que la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del ine ha informado que tanto Jaime Rodríguez como Ríos Piter no lograron el número de firmas necesarias, debido a que les invalidaron firmas duplicadas, otras respaldadas con fotocopias de credencial de elector o simulaciones de apoyo ciudadano. No obstante, aunque Margarita Zavala haya logrado el umbral de firmas, también presentó simulaciones y fotocopias. Más allá de adentrarme en reflexionar sobre la legalidad del proceso para obtener el registro, el hecho de que el ine y los medios de comunicación expongan las irregularidades en la recolección de firmas de apoyo para los anteriores personajes merma la figura de la candidatura independiente, además de que cubre a quien o quienes logren aparecer en la boleta con el velo de la ilegitimidad de origen.

En ese sentido, vale la pena cuestionarse sobre el aporte de las candidaturas independientes a la elección presidencial y, sobre todo, al avance democrático. No lo digo porque espere que dichas candidaturas deban ser ocupadas por personas notables que nunca hayan militado en algún partido, sino porque el aporte al sistema democrático va más allá de la incorporación y suma de candidaturas en una elección. Me parece que es saludable replantear las barreras de entrada que prácticamente impiden la participación a cualquier persona.

Frente a eso, el caso de María de Jesús Patricio, “Marichuy”, es ilustrativo, porque señala que, aunque más de 90% de las firmas conseguidas sean válidas, se cuente con la autoridad moral de quien se presenta como una candidata indígena —en un país con poca memoria histórica— y se contraste discursivamente con cualquier candidatura partidista, no será suficiente para obtener el registro como candidata independiente. Pareciera que quienes deseen participar desde la vía independiente no podrán lograrlo si carecen de recursos materiales, simbólicos, o si no cuentan con redes de apoyo o con una estructura política, ya que existe un abismo entre conseguir el registro como aspirante y aparecer en la boleta. Pero vayamos más lejos, tan sólo lograrán contender 25% de quienes aspiraron a la Cámara de Diputados y 13% de los que lo hicieron al Senado de la República.3

Sin embargo, las dificultades para obtener una candidatura independiente van más allá del número de firmas requeridas y pueden convertirse en verdaderos obstáculos. Es decir, el simple hecho de conseguir firmas utilizando una aplicación digital deja fuera a quienes no tienen un teléfono inteligente de cierta categoría o conexión a internet. Además, utilizar una aplicación implica una curva de aprendizaje mayor para quienes no se han familiarizado con las plataformas digitales y existe desconfianza generalizada por parte de la ciudadanía cuando alguien solicita la credencial de elector. Es probable que dicha desconfianza disminuya con el conocimiento sobre la construcción de las candidaturas independientes, pero no así la brecha tecnológica y digital, ya que responde a una sociedad desigual.

Por otra parte, el fenómeno de estas candidaturas se observa de manera distinta en el ámbito local. Incluso existen experiencias que se han convertido en casos de éxito al vencer a aquéllas respaldadas por los partidos. Por ejemplo, entre 2015 y 2017 se obtuvieron 20 triunfos: una gubernatura, 11 alcaldías y tres diputaciones —una federal, una local y una constituyente—. Además, aunque dichos triunfos se lograron a partir de la movilización de recursos y, en la mayoría de los casos, la trayectoria política de quienes contendieron se construyó en los partidos políticos, también pueden observarse casos de candidaturas que han construido trayectorias desde la sociedad civil, las cuales han representado un cambio político y una alternativa que ha reconfigurado el campo político local.

Por ejemplo, un caso que no podemos perder de vista en este proceso electoral es la postulación de 16 candidaturas independientes mediante la organización Wikipolítica. Dentro de éstas, tres buscarán un espacio en la Cámara de Diputados, una en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, una en el Congreso de Nuevo León, una en el Congreso de Yucatán, nueve en el Congreso de Jalisco y una en el Senado de la República. Además, esta organización es relevante, entre otras cosas, porque tiene presencia política en los estados donde participa y en algunos se ha convertido en fuerza política, porque presenta un discurso que le permite fortalecerse en los márgenes de la política partidista y porque en 2015 adquirió presencia nacional a partir del triunfo de Pedro Kumamoto como diputado local en Jalisco.

Las candidaturas independientes no son un ente homogéneo. Es así que al hablar de ellas tenemos que hacer distinciones desde diferentes niveles y dimensiones. Analíticamente, será de gran ayuda generar tipologías para no caer en esencialismos y tampoco desacreditarlas de un plumazo; no hay que olvidar que estamos frente a un fenómeno reciente en nuestro país y que sus vicisitudes responden a contextos particulares. Además, estos análisis permitirán mostrar en qué medida estas candidaturas están abonando a la competencia electoral y al fortalecimiento del sistema político. Por lo pronto, mientras existan fuertes barreras de entrada, lo anterior será poco visible.

Hay que tener en cuenta que las candidaturas independientes se enmarcan en procesos electorales y pueden o no construir alianzas explícita o implícitamente con otros actores o partidos políticos. Es decir, los intereses y objetivos que pueda tener cada candidatura no necesariamente responden a principios o ideales comunes. Es así que la distinción discursiva que ubica a dichas candidaturas del lado de la ciudadanía y a los partidos del lado de la clase política no sólo es falsa, también se vuelve problemática cuando se señalan los matices.

Finalmente, tal vez las candidaturas independientes tengan mayor presencia mediática y mejores resultados en elecciones intermedias al no estar bajo la sombra de la elección presidencial. Sin embargo, no hay que descartar que en los próximos seis años el contexto político pueda cambiar, se debiliten las barreras y, desde la vía independiente, se presente una o varias narrativas de esperanza en un escenario en el que la mayoría de la población no confía en los partidos políticos.◊

 


1 Información tomada de la encuesta para México de Latin American Public Opinion Project, 2017.

2 Idem.

3 Candidaturas independientes, reportes y aspirantes, Instituto Nacional Electoral, 2018.

 


* JULIÁN ATILANO
Es estudiante del Doctorado en Sociología de El Colegio de México.