Desarme nuclear iraní: breve balance

Las tensiones de Estados Unidos con Medio Oriente son un capítulo central de la historia mundial reciente. No obstante, los últimos meses, la relación con Irán ha sufrido altibajos inesperados. En este texto, Luis Mesa Delmonte hace un recuento del plan de desarme nuclear en el que ambas naciones se encuentran involucradas.

 

IN MEMORIAM – LUIS MESA DELMONTE*– 

23 de agosto de 1958 | 19 de enero de 2018

 


 

Desde los meses de campaña electoral presidencial, Donald Trump mostró una animosidad cada vez más negativa hacia la República Islámica de Irán, cuyo centro fue su ataque al Plan de Acción Integral Conjunto (paic).

Este Plan, también conocido por sus siglas en inglés jcpoa (Joint Comprehensive Plan of Action), firmado luego de un largo proceso negociador entre la República Islámica de Irán y el llamado Grupo P5+1 (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania), ha sido considerado un ejemplo de manejo de conflictos y una muestra de cómo sí es posible alcanzar consensos mutuamente satisfactorios, lograr altos niveles de transparencia y descartar escenarios potenciales bélicos sobre los cuales se especuló durante varios años. El Plan quedó respaldado jurídicamente en la Resolución 2231, adoptada de manera unánime por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 20 de julio de 2015.

El paic logró despejar algunas dudas que existían respecto al alcance real del programa nuclear iraní, a pesar de que el gobierno de la República Islámica siempre declaró que su proyecto era estrictamente civil y que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (oiea) nunca detectó ninguna desviación del mismo hacia el plano estratégico-militar.

Cualquier país firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, como lo es Irán, tiene derecho a poseer el llamado “ciclo del combustible nuclear”, esto es, la posibilidad de dominar todo un proceso que cubre la extracción de uranio de las minas, la purificación del mineral, la elaboración del llamado yellow cake, su conversión en UF6 y la fase final de enriquecimiento.1

El hecho de que durante años Irán desarrollara partes de su programa nuclear sin informar al oiea generó sospechas fundadas. Algunos problemas vinculados al reactor nuclear de agua dura en Arak con su potencial obtención de plutonio; el número de centrifugadoras, su diseño y capacidad de enriquecimiento; la construcción sin previo aviso de la planta de enriquecimiento en Fordo cerca de Qom, así como la posesión de informaciones de carácter nuclear militar, constituyeron la base de una serie de preocupaciones.

Aparentemente, la estrategia iraní siempre fue tratar de controlar un ciclo del combustible completo y, sin necesidad de desarrollar un programa nuclear militar, construir un cierto “potencial disuasivo” con el simple dominio de las “capacidades” (científicas y en instalaciones).

Con el paic, Irán adquirió determinados compromisos y aceptó límites respecto a su programa nuclear; a cambio de ello, se procedió al levantamiento paulatino de las sanciones internacionales adoptadas en su contra y recogidas en varias resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esto permitiría a Irán recibir fondos vitales para la reactivación de su economía y su banca, junto a inversiones en materia de energéticos, industria y transporte, entre otros rubros.

El paic ha logrado mantener una observancia detallada sobre el programa nuclear de Irán, misma que impediría cualquier desviación hacia un proyecto militar. Irán enriquece sólo hasta 3.7%, redujo el número de sus centrifugadoras, cambió el diseño del reactor de agua pesada de Arak y abrió sus instalaciones a los inspectores del oiea.

Habrá temas que podrán ser retomados y rediscutidos en el futuro, pero en esta coyuntura, tanto las potencias que negociaron el acuerdo (excepto Estados Unidos) como la República Islámica de Irán están satisfechas con el mismo y defienden su continuidad tal y como fue concebido.

Desde su campaña electoral, Trump repitió muchas veces que éste era “el peor acuerdo jamás alcanzado”, un “desastre” y una “vergüenza” para Estados Unidos, y prometió que lo desmantelaría al asumir la presidencia, convirtiéndolo en uno de sus ingredientes preferidos dentro de su obsesión por tratar de eliminar todo legado de la administración de Barack Obama. No obstante, una vez que tomó posesión de su cargo, y aparentemente bajo las presiones de miembros clave de su gabinete —como el secretario de Defensa, James Mattis, y del secretario de Estado, Rex Tillerson, quienes opinan que no hay violaciones del paic por parte de Irán—, el presidente Trump decidió, en dos ocasiones (abril y julio de 2017), certificar que Irán estaba cumpliendo, lo que posibilitó la continuidad y vigencia del Plan.2 Las contradicciones dentro de la administración se hicieron evidentes.

No obstante, durante el periodo de sesiones de la 72° Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 2017, el presidente Trump mantuvo su predilección por escalar las agendas de conflicto en la actual coyuntura internacional, centrándose primordialmente en su visión antagonista tanto hacia Corea del Norte como hacia la República Islámica de Irán.

Junto a su amenaza de “destruir totalmente” a Corea del Norte, Trump acusó a Irán de ser una “dictadura corrupta” oculta detrás de una falsa democracia, que ha convertido al país en un “estado canalla” con una economía destruida, “cuyas principales exportaciones son la violencia, el derramamiento de sangre y el caos”.

En esta arremetida, Trump criticó una vez más al paic, declarando que: “no podemos cumplir con un acuerdo que brinde cobijo para la eventual construcción de un programa nuclear”, y advirtió que, si no se modifica, Estados Unidos lo abandonará. Con su visión unilateralista y caótica, pretende obviar que éste fue un acuerdo multilateral y no bilateral.

Algunas voces han señalado que el acuerdo podría mejorarse, pero finalmente se han inclinado por la preservación del mismo, pues anula la posibilidad de que Irán desarrolle un programa nuclear militar, que durante años fue la principal preocupación de una parte de la comunidad internacional.

En esa coyuntura, la obsesión de Trump con el “desastroso” acuerdo pareció ser alimentada especialmente por la visión del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, durante su encuentro con el presidente estadounidense en Washington D.C., justamente antes de comenzar el periodo de sesiones de la onu.

Las posiciones extremas de Netanyahu, coincidentes con las de su ministro de defensa, Avigdor Lieberman, y junto al desempeño del embajador israelí en Estados Unidos, Ron Dermer, pretenden lograr que Trump acuse a Irán de violaciones y “arregle el acuerdo o lo derogue”. Sin embargo, esta línea no coincide con percepciones predominantes entre numerosos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores y expertos israelíes de la inteligencia militar, del Directorio de Planificación de las Fuerzas de Defensa de Israel, la Mossad, y del Comité de Energía Atómica, quienes consideran que, aunque el acuerdo presenta varios retos estratégicos para Israel, ven que una retirada de Estados Unidos no tendría ningún efecto positivo y sería contradictoria con el cumplimiento iraní del acuerdo nuclear hasta el día de hoy.

El 13 de octubre de 2017, en anuncio desde la Casa Blanca, Trump optó por no certificar el cumplimiento iraní del acuerdo, pasando la discusión al Congreso para que éste decida si se retoman las sanciones contra Irán y se invalida, por lo tanto, el paic, reiterando que, si no se alcanza un consenso congresional, lo anulará empleando sus facultades legales como presidente.

Al delinear oficialmente su política hacia Irán,3 Trump opinó que Teherán no estaba cumpliendo con el “espíritu” del acuerdo al cometer “múltiples violaciones”, haber excedido los límites de producción de agua pesada —ingrediente para producir plutonio en algunos reactores—, no permitir la inspección de sitios militares, obstaculizar que los inspectores del oiea hagan su trabajo en el terreno al ser “intimidados” por las autoridades iraníes, continuar con su programa de misiles desarrollado por los Guardianes de la Revolución —contra los cuales instruyó al Departamento del Tesoro que aplicara nuevas sanciones—, amenazar la seguridad de la navegación en el golfo y la seguridad de países vecinos, y ser el país que más patrocina al terrorismo internacional, entre otros argumentos.

A todo ello, Trump unió la falta de certeza para que en el futuro Irán no proceda al desarrollo de armas nucleares, luego de que venzan los plazos de las restricciones acordadas. Algunos de estos plazos comprometidos son por 15 y hasta 25 años, tiempo apropiado para ir construyendo una atmósfera de confianza que permita añadir otros temas a la discusión; pero el presidente Trump prefiere optar por la variante absurda de cancelar hoy lo que pueden ser garantías viables por años.

Sin embargo, las acusaciones de Trump son contrarrestadas por los hechos concretos. El oiea ha reportado que sus inspectores pueden hacer su trabajo in situ según lo acordado y que Irán está cumpliendo con el acuerdo; incluso, en las dos ocasiones en que el inventario de agua pesada sobrepasó el límite permitido de 130 toneladas, Irán procedió inmediatamente a rectificar la situación, enviando algunas partidas a Omán, desde donde serían vendidas a un tercer país.

Por otra parte, la continuidad del programa de desarrollo de misiles no equivale automáticamente a una violación del “espíritu” del paic. En el punto 3 del Anexo B de la Resolución 2231 (2015) del Consejo de Seguridad de la onu, se exhorta a Irán (no obliga) a que no emprenda ninguna actividad relacionada con los misiles balísticos “que sean diseñados para poder ser vectores de armas nucleares”, incluidos los lanzamientos de prueba. Para demostrar que Irán ha ignorado esta “exhortación”, habría que tener información más detallada de las características específicas de los misiles que se siguen desarrollando y probando, que éstos no fueran “convencionales” y que, efectivamente, tengan la capacidad de “portar cabezas nucleares”.

El programa de misiles iraníes obedece a las lógicas estratégicas de poder y disuasión presentes en toda la zona del Medio Oriente y son parte central de su estructura defensiva. Si se pretende lograr alguna limitación o reducción al respecto, podría desarrollarse en el futuro otro tipo de negociaciones específicas, que obligatoriamente tendrían que tener un carácter abarcador más regional o internacional, y no exclusivamente enfocadas a Teherán.

En igual sentido, las reclamaciones estadounidenses para poder inspeccionar bases militares y sitios de producciones bélicas iraníes serían totalmente violatorias de la seguridad nacional iraní, al verse obligado Irán a exponer planes militares convencionales que son parte básica de su doctrina de defensa nacional. En todo caso, si existiera alguna duda puntual sobre el desarrollo de algún proyecto de naturaleza nuclear, sería responsabilidad del oiea exigir nuevas respuestas a Irán y proceder con dureza en caso de violación. Pero no puede destruirse un acuerdo sobre bases de un ejercicio especulativo estadounidense sin apoyo en informaciones de inteligencia y con evidente propósito de crear tensiones políticas.

Por otra parte, hay que valorar la importancia que han tenido asesores y fuerzas iraníes en el combate contra agrupaciones terroristas como el autodenominado Estado Islámico, en los escenarios bélicos de Siria e Iraq, convirtiendo a Teherán en un aliado “de facto” en este enfrentamiento de interés global, más allá de sus lógicos cálculos de interés nacional en partes de la región.

Desde el punto de vista político, la línea dura de Trump contra Irán es una torpeza. Si se pretende propiciar el debate interno iraní entre las distintas tendencias conservadoras, moderadas y reformistas, tal dinámica se detiene inmediatamente ante un incremento de la agresividad foránea. Las discusiones internas se posponen en aras de favorecer una resistencia unida frente al principal antagonista tradicional de la República Islámica de Irán: Estados Unidos.

El rechazo se sustenta entonces en un sentimiento nacionalista extraordinariamente arraigado, al que se le añade, para colmo, un elemento simbólico de enorme carga motivacional y sentimiento de despojo histórico para los iraníes: el hecho de que el presidente Trump haya hecho alusión al golfo Pérsico como golfo Árabe, con lo cual intentó construir un “gesto” con las monarquías del Golfo y especialmente con Riad.

Hay que tomar en cuenta, además, que la no certificación del paic fue recibida con abierta euforia tanto por Arabia Saudita como por Israel, dos actores regionales antagonistas de Irán, con los cuales Trump ha logrado restaurar relaciones estratégicas en el mayor nivel, luego de años de contradicciones de ambos con la administración Obama.

Estos dos países fueron los primeros que visitó el mandatario estadounidense y son otras dos piezas clave en su hostilidad renovada contra Irán. Los contactos entre Israel y Arabia Saudita ante sus preocupaciones compartidas frente a Irán fueron confirmados oficialmente por el ministro de Energía, Yuval Steinitz, mientras que el jefe del Estado Mayor de las fdi, Gadi Eisenkot, declaró que Israel está preparado para intercambiar información de inteligencia con Arabia Saudita en sus esfuerzos conjuntos por disminuir la influencia iraní en la región.

En síntesis, estamos en presencia de otra etapa más de tensiones bilaterales entre Estados Unidos y la República Islámica de Irán. Las posibilidades de pasar a una nueva fase de reconciliación parecen ser nulas ante la agresividad y obsesión personal del presidente Trump, quien pretende derrumbar lo previamente construido, afectando incluso al propio interés nacional estadounidense.

Su actitud contradictoria afecta no sólo a importantes sectores económicos de Estados Unidos que están grandemente interesados en desarrollar inversiones y promover el comercio con Irán, sino también al esquema de seguridad de Washington hacia la región del golfo Pérsico. Los conflictos y crisis en la zona son suficientemente agudos y preocupantes, por lo que lo indicado es explotar los instrumentos diplomáticos que existen para la transformación de los conflictos y crear medidas para la construcción de mayores niveles de confianza regional. El presidente Trump parece estar muy alejado de esta perspectiva analítica.◊

 


1 El Uranio 235 enriquecido a una escala menor a 5% siempre tendrá un empleo civil (aunque algunos reactores científicos emplean uranio enriquecido hasta en 20%), pero un proceso de enriquecimiento que se eleve hasta más de 90% indica que el destino final será la elaboración de un artefacto nuclear.

2 El requerimiento de que el presidente certifique el cumplimiento cada 90 días al Congreso se reguló en el Acta de Revisión del Acuerdo Nuclear de Irán, una ley que data de mayo de 2015.

3 The White House, Office of the Press Secretary, “Remarks by President Trump on Iran Strategy”, 13 de octubre de 2017, disponible en: ir al enlace.

 


* LUIS MESA DELMONTE
Profesor e investigador del Centro de Estudios de Asia y África de El Colegio de México, fallecido el 19 de enero pasado.