De cómo vivir dentro de las horas pico

 

–ANGÉLICA GIRALDO*

 


 

Rush Hour
Dirección y guion: Luciana Kaplan
México, 2017, 80 minutos.

 

En las grandes urbes de nuestros tiempos existen dos momentos del día en los que el tráfico de automóviles y de personas se incrementa considerablemente: las horas de la mañana en las que millones de mujeres y hombres salen de sus casas para dirigirse a sus lugares de trabajo, y las de la tarde, en las que regresan a sus hogares después de haber terminado sus actividades. Con seguridad, este hecho comenzó a ser parte de la cotidianidad de los trabajadores desde mediados del siglo pasado, cuando se consolidaron las grandes industrias y las ciudades modernas, dando lugar a una separación aún mayor entre los lugares de trabajo y de residencia, de producción y de reproducción. No obstante, con la expansión y densificación de los espacios urbanos en los últimos tiempos, los traslados de los trabajadores se han incrementado en cantidad, tiempo y distancia, generando cada vez más afectaciones en su vida cotidiana.

Por ejemplo, según la Encuesta Origen Destino en Hogares, del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi), realizada en 2017, en la Zona Metropolitana del Valle de México se llevan a cabo, entre semana, cerca de 7.6 millones de viajes diarios para ir al trabajo, de los cuales la tercera parte tiene una duración mayor a una hora, y en algunos casos se extienden a dos horas. Estos últimos, en particular, se presentan en una proporción mayor en los municipios conurbados que en el interior de la Ciudad de México (36.1 y 29%, respectivamente), y es que una gran cantidad de habitantes de estos municipios se trasladan diariamente hacia el centro de la ciudad para acudir a sus empleos.

En Rush Hour, el más reciente documental de Luciana Kaplan, se aborda esta situación a través de la vida de tres personas radicadas en distintas ciudades del mundo. Por una parte, se muestra la historia de una mujer de Estambul que vive en un lugar bastante tradicional, donde la mayoría de las mujeres no trabajan. Sin embargo, ella lo hace, para ganar su propio dinero, aunque esto la obliga a dejar a sus dos hijos solos todo el día, pues a la extensión de su jornada laboral se suma el largo tiempo de traslado desde la parte asiática de la ciudad, donde reside, hasta el lado europeo, donde se ubica su empleo.

Por otra parte, Kaplan nos presenta la intimidad de un hombre de Los Ángeles al que el trayecto de ida y vuelta en automóvil, desde su hogar en Huntington Beach hasta su empleo en Los Ángeles, le toma hasta 5 horas del día, sacrificando el tiempo de convivencia con su esposa, así como el desarrollo de sus proyectos personales y familiares.

Finalmente, se aborda la sobrecogedora situación de una mujer de Ecatepec que tiene que trasladarse hasta la Ciudad de México con el fin de obtener los ingresos necesarios para que vivan ella, su madre y su hijo, aunque esto la lleva a permanecer varias horas en el transporte público y a exponerse a los peligros de uno de los municipios del Estado de México que registran los mayores índices de violencia contra las mujeres.

Aunque pareciera que estas personas, de diferentes partes del mundo, con historias familiares disímiles y situaciones socioeconómicas diversas, no tienen conexión alguna, coinciden en la enorme cantidad de tiempo que les toma hacer los trayectos entre sus casas y sus lugares de trabajo. Éste es el hilo conductor más evidente del documental, lo que puede llevar a pensar que su intención es generar una reflexión crítica sobre las dinámicas de movilidad que se presentan en las grandes ciudades y las acciones que los urbanistas y los responsables de la política pública han tomado o han dejado de tomar en ese sentido. No obstante, el acercamiento a la vida íntima y familiar de estas personas, a sus motivaciones, preocupaciones, frustraciones, anhelos y cotidianidad, deja ver una situación que va más allá del transporte y la movilidad en las grandes ciudades, que de por sí ya es bastante problemática para todos. Esta situación puede verse desde una óptica diferente si se considera que las viviendas están cada vez más alejadas de los lugares de trabajo y la manera en la que esto ha transformado la vida misma. Ésta es justamente una de las reflexiones más relevantes a las que apunta Rush Hour. Como lo ha mencionado Luciana Kaplan en diversos escenarios, se trata de un cuestionamiento más profundo sobre el porqué de esta forma de vivir, llena de sacrificios y violenta en sí misma, a la que nos empuja el sistema económico actual en las grandes ciudades.

En efecto, las raíces de este problema son más hondas y están relacionadas con la lógica que subyace tras la organización social y espacial de la vida cotidiana. El reconocido geógrafo Neil Smith plantea que el espacio urbano constituye la expresión más acabada de la centralización del capital productivo, cuyos límites geográficos no son determinados por las fronteras político-administrativas de las ciudades sino, principalmente, por el mercado de trabajo local y por las distancias que alcanzan los desplazamientos diarios de los trabajadores. En consecuencia, el enorme crecimiento de las ciudades en el último siglo evidencia, por un lado, la centralización extraordinaria del capital que se ha dado en fechas recientes y, por el otro, el desarrollo de medios y redes de transporte que han permitido la factibilidad de estos desplazamientos diarios entre distancias cada vez mayores.

Con esta expansión del espacio urbano, sin embargo, se ha profundizado su organización diferenciada y desigual. Las zonas centrales de la ciudad han tendido a valorizarse, quedando reservadas sólo para quienes tienen la capacidad de pagar el uso del suelo y el modo de vida propios de ellas, mientras que aquellos que no tienen los recursos suficientes para solventar los costos aumentados de las partes céntricas han sido expulsados hacia las periferias urbanas. Si bien en estas últimas la vivienda suele tener un menor costo, la población que allí se dirige encuentra espacios sin equipamientos, sin oferta básica de servicios (de educación, salud, recreación, saneamiento, etc.), ni oportunidades de trabajo bien remunerado.

Es entonces a partir de esta diferenciación desigual del espacio urbano entre lugares centrales y periféricos, valorizados y desvalorizados, como el capital especulativo logra generar y captar enormes cantidades de renta y, simultáneamente, reproducir la estructura de clases. Ante esta situación, las políticas gubernamentales no han tenido una mayor capacidad de respuesta, y menos en un momento en el que, al menos en América Latina, garantizar el consumo masivo —incluido el de vivienda— no es tan relevante como lo fue, de alguna manera, en el modelo de sustitución de importaciones, cuando la industria en surgimiento necesitaba reducir los costos de reproducción de la fuerza de trabajo y dinamizar el mercado interno.

Por lo demás, el grueso de la población urbana actual ha dejado de habitar cerca de los sitios donde se concentran las actividades productivas, pues los ingresos no son suficientes para vivir allí, y en los lugares donde habita los salarios no alcanzan para garantizar la reproducción familiar de manera digna. Esta idea está latente en las tres historias de Rush Hour y se hace explícita en diferentes momentos, como cuando el hombre de Los Ángeles habla sobre su decisión de mudarse a Huntington Beach con su esposa para formar una familia, a propósito de lo cual comenta: “Uno vive donde le alcanza el dinero”; o cuando la mujer de Ciudad de México cuenta que lleva 24 años viviendo en Ecatepec porque, aunque ahí los salarios son muy bajos, la vivienda es más barata.

El incremento de los tiempos de traslado al que ha dado lugar esta distancia cada vez mayor entre los lugares de trabajo y de vivienda implica además la apropiación de una parte del tiempo de vida de los trabajadores por parte del mercado de trabajo y, con ello, un desgaste físico y espiritual que no es recuperado. Esto es quizá a lo que se refieren los protagonistas del documental cuando en repetidas ocasiones mencionan que sienten que están perdiendo algo que nunca recuperarán.

El trabajo de Kaplan nos conduce entonces a pensar en la complejidad de esta situación, que, puesta bajo la luz de la política pública, no sólo tiene que ver con las medidas de movilidad urbana, sino también con las de vivienda y trabajo. Rush Hour es una excelente invitación a cuestionarnos sobre aspectos de la vida urbana que, si bien nos incomodan a todos, los hemos naturalizado de tal modo que no consideramos sus causas profundas ni la necesidad o posibilidad de cambiarlas; es, en definitiva, una provocación para pensar la manera en que estamos produciendo el espacio urbano y configurando nuestras prácticas cotidianas en él.◊

 


* ANGÉLICA GIRALDO
Es economista y geógrafa. Actualmente es asistente de investigación en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México.