Cuando la migración centroamericana ayuda a comprender la propia

A propósito de la detención en Estados Unidos de más de 2 500 menores, la mayoría centroamericanos separados de sus padres y sujetos a violaciones de sus derechos humanos, acaecida en 2018, Claudia Masferrer repasa en este texto la historia migratoria reciente en México y propone revisar las políticas y acciones en la materia, a partir de  la condición de  nuestro país como lugar de emigración, tránsito, inmigración y retorno, así como de las nuevas circunstancias de los flujos migratorios en la región.

 

–CLAUDIA MASFERRER*

 


 

Detención de menores y separación familiar

 

En los últimos meses, más de 2 mil menores de edad, en su mayoría provenientes de Guatemala, El Salvador y Honduras, el Triángulo Norte de Centroamérica (tnca), fueron detenidos en la frontera sur de los Estados Unidos y separados de sus padres. Voces de todas partes del mundo se alzaron para denunciar las violaciones a los derechos humanos, no sólo por las condiciones inhumanas en que estaban viviendo, sino por lo arbitrario de los procesos legales y por el impacto que tendrán estas experiencias traumáticas de criminalización y falta de contacto familiar.

Entre octubre de 2017 y junio de 2018, 286 mil migrantes centroamericanos fueron detenidos en la frontera sur de los Estados Unidos; de ellos, 37 mil eran menores que viajaban sin acompañamiento de familiares y 68 mil lo hacían con familiares. Con la implementación de la política trumpista de “cero tolerancia”, en abril de 2018, 2 551 niños migrantes de cinco años o más y 102 menores de cinco años fueron separados de sus familias e ingresados a centros de detención.1 Muchos de ellos ya se han reunido con sus padres o madres, pero cientos aún se encuentran detenidos y siguen sin conocer el paradero de sus hijos; otros tantos han sido deportados sin sus hijos y no saben cómo ni cuándo podrán recuperarlos. Videos de algunos reencuentros muestran niños que desconocen a sus padres, enojados y resentidos tras el trauma del abandono.

El pronunciamiento del gobierno mexicano llegó tarde, el 19 de junio de 2018, después de que varias voces se habían alzado ya, y se unió al repudio internacional. El canciller condenó la política de separación familiar y la calificó como cruel e inhumana. Aclaró que estas detenciones afectaban en su mayoría a menores que no son mexicanos y que sólo alrededor de 20 de los más de 2 500 eran connacionales.

Esta respuesta, que algunos analistas calificaron como tibia, no es del todo inesperada. Durante varias décadas, México se asumió como país de emigración y su política migratoria se enfocó en velar por la protección de los millones de connacionales que se encuentran fuera del país.2 En 2007, con casi 13 millones de mexicanos en Estados Unidos, se alcanzó el nivel más alto.  Tras aumentar la cantidad de mexicanos que regresaron a México y bajar la de aquellos que emigran, el número descendió a poco más de 11 millones. Los flujos hacia el norte no se agotaron. Pero, como el número de entradas y salidas es semejante, el saldo de migración entre México y Estados Unidos está en niveles cercanos a cero desde 2009, e incluso es negativo debido al aumento de llegadas de estadunidenses.

Redefinir la política migratoria es necesario. Sin embargo, esta transformación merece una buena comprensión del fenómeno actual, que considere a México en sus múltiples roles: como lugar de emigración, tránsito, inmigración y retorno. Comprender la migración centroamericana hacia Norteamérica es uno de los primeros pasos.

 

Migración desde Centroamérica

 

Hace ocho años, en agosto de 2010, con la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, los medios evidenciaron las violaciones a los derechos humanos y las condiciones que viven aquellos que entran al país con el anhelo de llegar a los Estados Unidos. La sociedad mexicana lleva décadas apoyando a estas poblaciones y, aunque para muchos es parte de la vida diaria, para la mayoría pasa inadvertida. Organizaciones religiosas albergan a miles de inmigrantes cada día en las llamadas “casas de migrantes”, donde trabajadores sociales y sociedad civil brindan apoyo en materia legal, de salud, etc. Por ejemplo, en 1985, los misioneros scalabrinianos abrieron sus puertas en Tijuana para acoger a migrantes (deportados y refugiados); desde 1995, “Las patronas” regalan alimentos y brindan apoyo médico básico para los migrantes que cruzan Veracruz en el tren conocido como “La bestia”. Esfuerzos como éste se repiten en todo el territorio.

No todos los centroamericanos en México son migrantes en tránsito irregular. Datos censales muestran que la población centroamericana en México no está formada por migrantes llegados recientemente; de hecho, esta población ha creado lazos familiares al establecerse. La población guatemalteca en México, con 43 mil personas en 2015, es el grupo más importante según la nacionalidad, aunque han ido en aumento salvadoreños y hondureños, que han alcanzado las 10 mil y las 14 mil quinientas personas, respectivamente, en ese mismo año. Desde 1990, menos de 20% de los guatemaltecos llegaron a México en los últimos cinco años, mientras que el porcentaje de salvadoreños llegados recientemente muestra que se trata de una migración establecida antes de 1990.3

La migración desde Centroamérica es un fenómeno de varias décadas. Ha estado fuertemente asociada, por un lado, a los conflictos armados y a las subsecuentes implicaciones socioeconómicas de diversas guerras civiles, golpes militares, violencia entre pandillas, como las maras, y narcotráfico; por otro lado, a diversos acontecimientos medio-ambientales, sobre todo devastaciones tras terremotos y huracanes. Las políticas de asilo y protección existentes e inexistentes, la demanda laboral y otros factores políticos, sociales y económicos, hicieron que la migración centroamericana llegara a México, Estados Unidos y Canadá, estableciendo poco a poco comunidades en estos países.4

Hoy, el número de aprehensiones de centroamericanos en la frontera sur de los Estados Unidos es mayor que el de mexicanos, y el volumen de la población del tnca crece desde la crisis económica mundial de 2008. México también aprehende, detiene y deporta a centroamericanos; de hecho, lo hace en un número mayor que Estados Unidos. Por ejemplo, entre 2016 y abril de 2018, 68 mil niños centroamericanos fueron separados de sus padres y retenidos en centros de detención en México, dependiendo de la edad y el sexo de los padres con los que migraban.

 

El caso mexicano

 

La separación familiar involuntaria no la sufren exclusivamente miles de menores centroamericanos; la viven y han vivido millones de mexicanos. Casi por definición, quien migra deja atrás, en el lugar de origen, a padres, hijos, hermanos, abuelos u otros familiares. La separación familiar está íntimamente vinculada con la migración y también con procesos de detención, deportación, retorno y otros tipos de migración forzada, como el desplazamiento interno; además, puede ocurrir tanto en lugares de origen como de destino.

Miles de mexicanos han regresado de Estados Unidos por dificultades económicas, responsabilidades familiares o problemas de salud. Otros miles han sido deportados por las autoridades estadunidenses. Datos del Department of Homeland Security indican que alrededor de 1.5 millones de mexicanos fueron deportados durante las dos administraciones de George W. Bush (2000-2008) y casi 2 millones durante las de Barack Obama (2009-2016).5

La migración de retorno reciente ha cambiado debido al aumento de su involuntariedad y porque incluye a más connacionales que vivieron fuera durante periodos largos. Un gran número de retornados siente que su hogar se encuentra en Estados Unidos, tras haber creado vínculos familiares, de amistades y laborales, ya que se estima que, de los 11.2 millones de mexicanos que viven hoy en el país vecino, cerca de 6 millones son indocumentados. Ocho de cada diez mexicanos con estatus irregular lleva más de 10 años viviendo en aquel país y sólo 7% llegó durante los últimos cinco años,6 en parte por las políticas migratorias que dificultaron el ir y venir.

Según datos de 2015, más de medio millón de menores nacidos en Estados Unidos residen en México; son, en su mayoría, hijos de madre y/o padre mexicanos, pues su llegada está vinculada con el retorno de sus padres. Otros miles de menores mexicanos y estadunidenses permanecen en Estados Unidos separados de sus padres, que han sido deportados, y viven con familiares, amigos o en orfanatos. Es cierto que esos menores no permanecen en centros de detención tratados como criminales; sin embargo, al igual que ellos, no saben cuándo podrán reunirse con sus padres. Los hijos estadunidenses podrán visitar a sus padres si tienen los medios financieros, pero los mexicanos que también carecen de documentos, no lo podrán hacer. Por las características del retorno, no hay condiciones ni en México ni en Estados Unidos para que se dé la reunificación familiar. Hasta ahora, el gobierno mexicano no se ha pronunciado sobre cómo facilitar esta reunificación, cómo apoyar con los procesos legales, ni acerca de cómo reducir el estrés y trauma que esto conlleva.

 

Asilo y protección en México

 

La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados se creó en los años ochenta para atender la llegada de guatemaltecos a la frontera sur en búsqueda de protección, pero voces críticas han señalado la necesidad de fortalecer los canales burocráticos para facilitar el asilo y refugio. Hoy, miles de centroamericanos llegan a Estados Unidos solicitando refugio. Si México suscribe el “Acuerdo del Tercer País Seguro”, que está en discusión, deberá asumir la responsabilidad de examinar de manera individualizada las solicitudes de asilo, hacer efectivo el principio de no devolución y garantizar el asilo de las personas reconocidas. Es decir, deberá asumir y resolver la recepción de solicitudes de asilo que hoy recibe Estados Unidos. Es incierto aún cómo logrará México brindar canales de protección a solicitantes de asilo y refugio si no se fortalecen las instituciones relacionadas.

Es poco probable que la migración mexicana futura alcance los niveles que ha tenido hasta ahora, debido a que la presión demográfica por migrar se está reduciendo con el proceso de envejecimiento de la población. Algo similar debería ocurrir en Centroamérica a partir de la dinámica demográfica proyectada en la región.7 Sin embargo, la llegada a México de miles de haitianos y cubanos en 2017, la escalada en la emigración desde Nicaragua y Venezuela, y el conflicto sirio, que continúa, dejan clara la necesidad de responder ante crisis humanitarias de todas las latitudes. Si México suscribe el tratado, podría retomar el papel que históricamente tuvo en otras épocas, al acoger a españoles, argentinos y chilenos que huían de las dictaduras.

 

Íntimos desconocidos

 

México dista de ser un país de inmigración y difiere de sus vecinos del norte, donde el contacto entre personas de contextos multinacionales es parte de la vida diaria. En México, uno de cada 100 residentes nació en el extranjero, mientras que en Estados Unidos 14% es inmigrante. Uno de cada cinco residentes de Canadá nació en otro país y se espera que uno de cada cuatro lo sea en dos décadas. De manera más dramática, la mitad de los habitantes de la ciudad de Toronto nació en el extranjero. Cierto, no estamos en Toronto, pero en las últimas décadas, las llegadas a México han aumentado.

Quizá los hechos recientes puedan devolver la mirada hacia nosotros mismos para reconocer de qué manera estos fenómenos ocurren en México. En su libro, Vanishing Frontiers. The Forces Driving Mexico and The United States Together, Andrew Selee escribe sobre los puentes que se han establecido entre Estados Unidos y México y de qué formas ambos países son íntimos desconocidos, más que vecinos distantes. ¿Será que el sistema migratorio en construcción, formado por Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador y Honduras, podrá estar conformado por íntimos conocidos algún día?

El cambio presidencial en México y la posibilidad de una transformación social pueden ser una buena oportunidad para revisar la realidad propia y de nuestro entorno, para generar políticas migratorias que consideren la selección y control fronterizo, así como la integración social, económica y política, tanto de migrantes mexicanos que retornan y de sus hijos nacidos en Estados Unidos, como de extranjeros que deseen llegar por razones económicas, familiares o humanitarias. Mirar hacia adentro y no ser empáticos con el entorno parece no ser lo adecuado.◊

 


1 unicef (2018), “Desarraigados en Centroamérica y México: los niños migrantes y refugiados se enfrentan a un círculo vicioso de adversidad y peligro”, disponible en <https://www.unicef.org/spanish/publications/index_102963.html>, consultado el 20 de agosto de 2018.

2 La protección de mexicanos en el exterior tuvo logros importantes. Creó una red consular fuerte, con 50 consulados en Estados Unidos; instaló el Instituto de Mexicanos en el Exterior y el Programa 3×1 para migrantes; además, junta financiamiento de organizaciones de migrantes en el extranjero con otro tanto federal, estatal y municipal para proyectos de desarrollo en las comunidades de origen.

3 Claudia Masferrer y Carla Pederzini, “Más allá del tránsito: perfiles diversos de la población del Triángulo Norte de Centroamérica”, Coyuntura Demográfica, núm. 12, México, 2017.

4 Carla Pederzini et al., Tres décadas de migración desde el Triángulo Norte de Centroamérica: un panorama histórico y demográfico, Guadalajara, México, ciesas/canamid Policy Brief Series, 2015.

5 Office of Immigration Statistics, Yearbook of Immigration Statistics 2015, Washington, D.C., Department of Homeland Security, 2017.

6 Jeffrey S. Passel y D’Vera Cohn, Overall Number of U.S. Unauthorized Immigrants Hold Steady Since 2009, Washington, D.C., Pew Research Center, 2016.

7 Silvia Giorguli Saucedo, Víctor M. García Guerrero y Claudia Masferrer, A Migration System in the Making: Demographic Dynamics and Migration Policies in North America and the Northern Triangle of Central-America, México, El Colegio de México, Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, 2016.

 


* CLAUDIA MASFERRER
Es profesora-investigadora en el Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales de El Colegio de México.